16/07/2025

WCC - La historia de Serakani, el dios oscuro bestia (parte II)




Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator


Traducido por: Xeniaxen


La historia de Serakani, el dios oscuro bestia
Parte II

La noticia de un cambio político en el reino de Fonkrank, que estaba expandiendo su influencia en la Gran Llanura del Norte, corría por todo Kaltcio. Se había traspasado el trono de la Casa Vals a la Casa Voilar.

Habiendo terminado su jornada, el hombre bestia de pelo azul grisáceo yacía en su cama, después de haber cumplido también con el «deber» que le habían impuesto. Su compañera de esa noche hizo una reverencia respetuosa y salió de la habitación, dando paso a un momento de silencio.

—Últimamente estás muy activo —una voz infantil rompió el silencio.

—Ayuukas... —el hombre bestia protestó ante la dueña de la voz—. ¿Cómo puedes decir eso, sabiendo mi situación?

—Je, je. ¿Hoy todavía te queda algo de energía?

—No pude concentrarme porque estabas escondida.

—Pero, aun así, tú no te has cortado ni un pelo y te has quedado a gusto, ¿eh? ¿Quieres acompañarme un rato a fabricar un arma esta noche?

Ayuukas saltó ágilmente desde una viga del techo hasta la cama de Serakani, y sacó un lingote de metal de su bolsa.

—Eres de lo que no hay, de verdad...

Serakani fue invocado como dios oscuro a Kaltcio. La gran nación de Noscentes lo había acogido para involucrarlo en el desarrollo del país. Había conocido hacía unos días a Ayuukas, la ladrona blanca infiltrada en la antigua capital de Patricia del Norte. El momento en el que se conocieron fue impactante. La Orden de Caballeros de la Fe masacró brutalmente a Ayuukas. Sin embargo, ella reapareció ante él como si nada. Decía haber heredado el poder de un antiguo dios oscuro. Parecía una niña de unos doce años, pero, en realidad, era una especie de falso dios oscuro inmortal que había vivido más de dos mil años.

Días después de aquel encuentro, Ayuukas y Serakani se habían reunido de vez en cuando. A veces Serakani encontraba a Ayuukas oculta en su habitación, y otras veces Ayuukas venía a verlo abiertamente.

Ahora que la reparación y reforma de la antigua capital estaban casi terminadas, a Serakani se le había impuesto una nueva obligación: el «deber nocturno». Como política de estado, se le asignaba una mujer casi todas las noches con la esperanza de que pudiera engendrar un hijo que heredara su poder de dios oscuro. Y eran mujeres de todo tipo.

—Lo hacen porque tu poder es de los del tipo productivo. Es muy útil —le dijo Ayuukas.

Según ella, en los 2.100 años que había vivido, nunca había visto a alguien nacer con el poder de dios oscuro.

—¡Dile eso a la gente del Consejo Divino!

—¡Já! Esos no escuchan a nadie.

Ayuukas le aconsejó que debía aceptarlo, ya que, en cierto modo, podía vivir en un entorno privilegiado. Mientras, ella misma resonó con el poder de dios oscuro de Serakani, el «Imaginary Craft», y comenzó a trabajar en la creación de una herramienta con el metal que había traído.

—No es que me importe... pero siempre me he preguntado si es buena idea que trabajes en mi regazo.

—Si no te importa, ¿qué más te da? Aquí es donde mejor me concentro. ¿Peso mucho?

Serakani desvió ligeramente la mirada y eludió la respuesta.

—No, es solo que... No pesas, pero por la naturaleza de mi deber actual, es un poco...

—¿Mhm? —Ayuukas inclinó la cabeza y extendió lentamente su mano—. ¿Estás duro? ¿Quieres hacerlo conmigo?

—¡Auf! —Serakani tosió con fuerza y se apresuró a explicarse—. ¡N-No, no, no! ¡Esto es solo una reacción fisiológica!

—O sea, que has reaccionado al tacto o a la temperatura de mi trasero, ¿no?

—¡Qué forma tan explícita de decirlo!

—Siempre me ayudas a conseguir comida y a fabricar herramientas, así que si quieres darme amor, por mí no hay problema.

Diciendo eso, Ayuukas se desprendió de su ropa, quedando semidesnuda. Serakani, con una velocidad asombrosa, se la volvió a poner.

—¡Ay, por favor! ¡Deja de tentarme al camino de la perdición!

—¡¿Pero qué dices ahora?! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Serakani suspiró y se encogió de hombros mientras Ayuukas se reía a carcajadas y retomaba la fabricación de su arma. Él recordó el motivo por el que se había cancelado la ejecución de la ladrona blanca, algo de lo que había hablado anteriormente con un soldado de patrulla. La información oficial era que, al no tener efecto disuasorio para ella, ni poder servir de entretenimiento para los nobles, las veces que lograban capturarla, la eliminaban en secreto, pero la versión pública era otra.

Desde hacía tiempo, al ver a Ayuukas regenerarse y revivir durante una tortura mortal, algunas personas empezaron a decir que era una enviada de dios. Como resultado, sus seguidores empezaron a aumentar, y la falsedad de la Fe en los Cuatro Grandes Dioses estuvo a punto de salir a la luz.

A partir de entonces, se decidió que la existencia de Ayuukas debía mantenerse en secreto, en la medida de lo posible. Los usuarios de artes divinas que fueron expulsados en aquella época por ser afines a ella, al parecer, se exiliaron en Gazetta y empezaron a cooperar con los desvalidos.

Precisamente por este secreto, los soldados comunes no conocían a Ayuukas, por lo que eran engañados fácilmente y la dejaban escapar. A veces, caían en sus tentaciones inocentes, o la subestimaban por su apariencia de niña, y salían mal parados del encuentro...

—¿Por qué estás tan melancólico?

—Estaba pensando en el significado de tu existencia.

—¿En serio? ¿Y qué opinas?

Ayuukas se acercó a él, mirándolo de reojo con curiosidad. Con un gesto seductor, le lanzó una mirada de soslayo y extendió el mentón en un desafío. Detrás de sus pequeños labios, una lengua rosada se movía tentadoramente.

—¡Pequeña diablesa!

—¡Ja, ja, ja! ¡Me piro!

Le acarició la cabeza bruscamente a Serakani, metió su creación en una bolsa y se fue por la viga del techo.

—Auff...

Aunque cuando estaba presente era ruidosa y estresante, hasta el punto de agotarlo, su ausencia de repente le produjo una sensación de soledad. De alguna manera, Serakani comprendía la verdadera naturaleza de los sentimientos de Ayuukas. No es que estuviera enamorado de ella ni nada por el estilo. Ella había vivido miles de años como un falso dios oscuro y había visto a muchos otros dioses oscuros. En cierto modo, era su verdadera confidente.

«Me gustaría poder acompañarla allá donde viva...», reflexionó. Y se fue a dormir con ese pensamiento vago y sin sentido en la cabeza.


(La imagen no es original de la serie. Ha sido generada con IA por PrinceScans)

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