14/07/2025

WCC - La historia de Serakani, el dios oscuro bestia (parte I)




Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator



Traducido por: Xeniaxen


La historia de Serakani, el dios oscuro bestia
Parte I

Un mundo que se encuentra entre mundos. Continentes que flotan a la deriva en un espacio tan vasto como el universo. En cada uno de esos continentes, existe un espíritu que es el dios que los rige.

La gente que nació en este Intermundo, bajo la protección de los espíritus de esas tierras, construyó civilizaciones y continuó una eterna actividad de prosperidad y decadencia.

En uno de esos continentes flotantes, la tierra de Kaltcio, se invocó el alma de un joven de otro mundo.

Siguiendo el ciclo habitual, esa existencia se convirtió en un dios oscuro al que el espíritu protector del mundo le otorgó un poder especial. Un heraldo de la transformación, invocado aproximadamente cada trescientos años.

Kaltcio era un continente con líderes que estaban familiarizados con este sistema, que se había repetido desde la antigüedad. Habían colaborado con dioses oscuros desde tiempos inmemorables.

En esta era, Kaltcio estaba dominado por los usuarios de artes divinas, que poseen habilidades especiales llamadas «artes divinas». Se decía que eran personas bendecidas por los cuatro dioses creadores del mundo, ya que cada uno de sus poderes simbolizaba a cada uno de esos dioses.

Se decía que el lugar de origen de la Fe en los Cuatro Grandes Dioses era la antigua patria de Noscentes. Su capital, Patricia del Norte, también se conocía como una ciudad fortificada construida sobre un antiguo y gigantesco castillo.

Los líderes de ese país, basándose en el rol que habían tenido siempre, transmitido de generación en generación, de gestionar los dioses oscuros de turno, utilizaban el poder milagroso de cada dios oscuro para la prosperidad y seguridad del país, en caso de que este fuera un ser inteligente y capaz de comunicarse.

El dios oscuro Serakani, que acababa de descender, era un joven que, bajo ese mismo proceso, fue protegido poco después de su llegada por los emisarios de Noscentes. Se le concedió un lugar para vivir en Patricia del Norte.

Actualmente, le habían encomendado a Serakani el trabajo de reformar las instalaciones centrales de esta antigua capital y de mejorar los pasajes en cada distrito. Patricia del Norte estaba dividida en cinco distritos según el sistema de castas de la sociedad de los usuarios de artes divinas. La ciudad era, originalmente, un único y gigantesco edificio. Al ser una construcción histórica, los pasajes que la recorrían por dentro se mezclaban, entre lo viejo y lo nuevo, creando una estructura tan intrincada como un laberinto.

Se decía que tenía miles de años de antigüedad, por lo que el deterioro empezaba a ser un problema. Esperaban que Serakani, con sus habilidades especiales de tipo productivo, se encargara también de la reparación y el refuerzo de toda la antigua capital.

—¡Hola, Serakani! ¿Cómo va el trabajo? ¿Avanza?

Mientras caminaba por el pasillo exterior este, Serakani se detuvo al ser interpelado por unos jóvenes soldados, que estaban de patrulla.

—Sí, ya he identificado casi todos los problemas que hay, así que pronto terminaré la reforma.

Explicó que ahora estaba trabajando en la reforma de la torre central. Era el edificio donde se alojaban los líderes del país, una construcción para la élite, a la que los soldados de bajo rango ni siquiera pisarían en su vida.

—Después de instalar el puente levadizo, tengo previsto construir un dispositivo para bombear agua automáticamente del pozo.

—¡Ostras! ¿Te refieres a algo para subir el agua al edificio? ¡Qué bien!

—Con razón es el Señor Bestia.

Los soldados lo admiraban. Serakani, a quien llamaban «señor bestia», era un humano con rasgos animales, cubierto de pelo gris azulado por todo el cuerpo y con una cabeza parecida a la de un lobo.

—Sus inventos son convenientes e interesantes, Señor Bestia. El sistema de apertura y cierre de la puerta de la fortaleza, y las artes divinas de los mecanismos... Es impresionante.

La gigantesca puerta de fortaleza que custodiaba la entrada y salida de Patricia del Norte requería el esfuerzo de unas diez personas para abrirse y cerrarse por la mañana y por la tarde. Sin embargo, gracias a las mejoras de Serakani, ahora podía ser operada por un solo guardia. Simplemente tirando de una palanca, un mecanismo podía abrir y cerrar la enorme puerta.

—No es una arte divina, pero... Por cierto, ¿por qué hay tanto alboroto?

—Ah. Parece que ha vuelto a aparecer la ladrona blanca.

—¿La ladrona blanca...? ¿La que dicen que viene de ese país llamado Gazetta?

—Exacto. Parece que ha aparecido varias veces últimamente.

En la zona montañosa que limita con Noscentes, existía un país de desvalidos llamado Gazetta. En Kaltcio, además de los usuarios de artes divinas, existían los desvalidos: gente que no había recibido la bendición de los Cuatro Grandes Dioses y no poseía el poder de las artes divinas. Gazetta era considerada una tierra estéril donde vivía este pueblo desvalido. Se decía que en algún lugar de ese país residía un Rey desvalido que los gobernaba, y que planeaba invadir Noscentes, el centro de las naciones de los usuarios de artes divinas.

—Esta ciudad tiene muchos pasadizos secretos, así que a menudo hay polizones.

—Hmm... Entonces, las grandes puertas de la entrada no tienen mucho sentido, ¿no...?

—No, no, la puerta de la fortaleza es necesaria para evitar que las fuerzas militares nos ataquen.

La ladrona blanca, al parecer, se colaba ella sola en Patricia del Norte cada vez. Robaba objetos de valor y escapaba. Aunque la capturaran una y otra vez, siempre se las arreglaba para salir y volver a aparecer. Su insistencia no tenía fin.

—Ahora que lo mencionas, no se oye hablar de ejecuciones a modo de escarmiento.

—Se dice que solían hacerlo, pero parece que surgió algún problema y ahora ya no actúan así.

Al no tener efecto disuasorio en ella, solían capturarla pero no la mataban.

—Usted a menudo anda solo por lugares solitarios, ¿no? Tenga cuidado de no encontrársela.

—¡Ja, ja, ja! Gracias por el consejo. Lo tendré.

Después de despedirse de los soldados de patrulla, Serakani descendió a la parte subterránea para seguir con la mejora de los pasajes.

—Bueno, aquí también pondré algunas luces.

Esa parte había estado sumergida en agua durante un tiempo. Parecía abandonada. La mayoría de los accesorios de iluminación instalados en sus paredes estaban podridos. Algunas de las pequeñas habitaciones a lo largo del pasillo también estaban muy deterioradas, con montones de algas secas o cubiertas de musgo en las paredes y el suelo.

Serakani se concentró para crear artefactos de iluminación, pensando que primero debía preparar un entorno por donde las personas pudieran pasar.

Cuando fue invocado a este mundo, el espíritu divino le concedió un poder de dios oscuro: «Imaginary Craft», la habilidad de materializar aquello que concibía en su mente.

Por ejemplo, para crear una lámpara, Serakani imaginaba una encendida y decidía su diseño. Entonces, esa forma aparecía de manera semitransparente en un espacio arbitrario. En este punto, solo él puede verla. A medida que iba reuniendo cerca los materiales necesarios para construirla, la forma semitransparente se volvía gradualmente más regia, y finalmente consumía los materiales para aparecer en el mundo real.

Para materializar un dispositivo o maquinaria, bastaba con imaginar específicamente cómo funcionaría, sin necesidad de tener conocimientos de la estructura interna. En otras palabras, era una habilidad de creación y producción capaz de hacer aparecer objetos que poseían la función imaginada. Podía materializar cualquier cosa, siempre que se dispusiera de los materiales necesarios.

Naturalmente, los objetos con funciones demasiado irreales no podían materializarse, ya que los materiales para hacer realidad según qué función simplemente eran imposibles de conseguir.

El objeto materializado podía hacerse aparecer en un lugar arbitrario mediante la imaginación, pero si había algo más en ese lugar que se superponía con la forma del «Imaginary Craft», la materialización e instalación no eran posibles. Si se quería empotrar una gran máquina en una pared, por ejemplo, era necesario realizar obras previas para asegurar el espacio.

La luz se encendió en el oscuro pasillo subterráneo. Después de crear varias y colocarlas en el suelo para asegurar la visibilidad de sus pies, Serakani decidió empezar por limpiar la pequeña habitación más cercana. Si transportaba los materiales para el mantenimiento del pasillo hasta aquí, el trabajo posterior sería más fácil.

—¿Eh?

Mientras intentaba crear un dispositivo de ventilación para renovar el aire húmedo, percibió en la pequeña habitación un ligero olor a humano mezclado con el hedor a las algas podridas y el moho. Se preguntó si habría alguien allí y tomó una de las luces para iluminar la habitación. El suelo estaba cubierto de charcos de agua turbia, musgo y trozos de madera ennegrecida y oxidada.

—Mm... No parece ser olor a putrefacción, pero...

El olor a humano provenía de un montón de algas secas y marrones amontonadas en un rincón de la habitación. Se acercó, preguntándose si acaso habría un cadáver. Al instante siguiente, ¡algo saltó del montón de algas!

—¡Puaj!

Aquello que agarró la pierna de Serakani, que intentó retroceder por instinto, pateó su pie de apoyo y lo derribó. Al mismo tiempo, le puso una daga en el cuello.

—No te muevas. No hagas ruido. Quédate quieto.

Serakani, que había caído de espaldas, aún sostenía la lámpara en una mano, y vio el rostro del monstruo cubierto de algas que se cernía sobre su pecho.

—¡...!

Tenía el cabello blanco con reflejos púrpuras y los ojos escarlata. Era una chica semidesnuda de unos diez años, con varias algas secas colgando de su cabeza. Serakani no esperaba encontrarse una niña en un lugar así. Se levantó de un salto instintivamente.

—¡¿Una niña?!

—¡Ey! ¡No te levantes de golpe!

A horcajadas sobre el pecho de Serakani con la daga en su cuello, la chica perdió el equilibrio y rodó cuando él se incorporó.

—¡Ah! ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí...?

Cuando extendió la mano para ayudarla a levantarse, ella dirigió la daga hacia él, deteniendo su movimiento. Al mirarla de cerca, vio que la ropa de la chica semidesnuda estaba rasgada como si la hubieran desgarrado, y su cuerpo tenía innumerables moretones y rasguños.

Pensando que quizás había sido víctima de un ataque por parte de un matón, intentó hablarle con la mayor dulzura posible para tranquilizarla.

—Tranquila, he venido solo. Te curaré las heridas, ¿vale? ¿Te duele algo?

—¿Qué? Tú... te estás equivocando. Y esta onda que emites... —La niña lo miraba con ojos de desconfianza y todavía lo apuntaba con la daga, pero pareció darse cuenta de algo—. ¡Eres un dios oscuro!

—¿Eh...?

Solo los cuatro máximos dignatarios de Noscentes que reinaban en el Consejo Divino, que eran la autoridad decisoria, y sus altos ejecutivos sabían que Serakani era un dios oscuro. Él se inquietó un poco por haber sido descubierto, ya que los presidentes del Consejo Divino le habían dicho que no debía conocerse su identidad. Pero la niña murmuró para sí, como si acabara de entender algo:

—Ahora que lo pienso, tuve un presagio hace un tiempo. Estaba tan ocupada con mis actividades que lo había olvidado.

—Esto... ¿De qué hablas? ¿Eres...? Mmm...

Serakani dudaba sobre si debía disimular o debía preguntarle por qué sabía lo del dios oscuro, o incluso preguntarle quién era ella. Mientras sopesaba qué tema priorizar, la niña bajó la daga y se presentó.

—Soy Ayuukas. Vengo de Gazetta.

—¿De Gazetta? Si no me equivoco, esa es la tierra de la ladrona blanca...

Los soldados de patrulla le habían dicho que últimamente se infiltraba con frecuencia. ¿Sería esta niña la ladrona blanca? Miró a Ayuukas. «Es demasiado joven... ¿Acaso la ladrona se dedica a robar con ella a cuestas?». Considerando que, hacía un momento, en el pasillo, se estaba hablando del avistamiento de la ladrona blanca, pensó que esta niña se habría separado de su compañera y se habría escondido aquí.

—Ah, ahora que lo mencionas... ¿Cómo sabes lo del dios oscuro?

—Tengo una conexión bastante profunda con los dioses oscuros. Y hablando de eso, estás muy bien hecho —le dijo ella, y tocó la cara de Serakani, tirándole del pelo.

—Muéstrame tu verdadera cara. ¿Eres humano, verdad?

—¡No! Esta es mi cara... ¡¿Y tu cara, qué?!

Mientras intentaba quitarle la máscara con cabeza de bestia, Ayuukas abrió los ojos de par en par al escuchar las palabras de Serakani.

—¡¿No un disfraz?!

—¿Hoia eja he iae ea oha? («¿Podrías dejar de tirarme de la boca?»)

Ayuukas tiró de la piel de la mandíbula inferior de Serakani. En ese momento, desde fuera de la pequeña habitación, se escucharon pasos apresurados por el pasillo, y resonó el tintineo de una armadura.

Serakani se giró hacia la entrada, preguntándose si serían los soldados de patrulla. Ayuukas suspiró y murmuró:

—Meh... Supongo que ya tengo suficiente por hoy.

Al instante siguiente, en la entrada apareció un caballero armado con una lanza y una ballesta. No eran soldados comunes de patrulla, sino la Orden de Caballeros de la Fe, que custodiaba instalaciones importantes como la Torre Central.

Entraron en la pequeña habitación y, antes de que Serakani pudiera decir nada, dispararon sus ballestas.

—¡Ugh!

—¡¿Qué...?!

Múltiples virotes se clavaron uno tras otro en el pequeño cuerpo de Ayuukas. Antes de que el sorprendido Serakani pudiera detenerlos, los caballeros armados con lanzas ensartaron a la chica.

—¡¿Qué estáis haciendo?! ¡Es solo una niña...!

Serakani protestó instintivamente ante la brutalidad de la Orden de Caballeros, pero ellos salieron tan rápidamente como habían entrado. Arrastraron a la niña, que estaba ensartada y ensangrentada.

—¡Ey! ¡Esperad!

—No interfiera, por favor. Limítese a cumplir con su papel.

El caballero que parecía ser el capitán apartó el brazo de Serakani, que intentó agarrarlo, y se marchó con su unidad.

En la pequeña habitación regresó de repente la tranquilidad. Solo quedaban una enorme cantidad de manchas de sangre, un rastro de arrastre sobre el charco de agua turbia, y la daga que Ayuukas había empuñado.

—...



Varios días después de lo ocurrido en el pasadizo subterráneo...

—Ya veo... Bueno, la Orden de Caballeros de la Fe es una unidad especial directamente bajo el Consejo Divino.

Serakani consultó sobre el incidente con un soldado de patrulla conocido, sin revelar la parte referente al dios oscuro y expresó su incredulidad ante los caballeros que habían masacrado sin miramientos a aquella niña tan pequeña.

—Solo cumplen órdenes, ¿sabes? Supongo que tienen un sentido de la responsabilidad que nosotros ni podemos imaginar.

Para cumplir con su misión, abandonaban no solo sus sentimientos personales, sino toda ética y moral, ejecutando simplemente las órdenes de los de más arriba. La Orden solo podía sostenerse con la existencia de una unidad ejecutora tan leal. Solo así mantenían la vida tranquila de la gente.

—Bueno, si tuviera que defender a la Orden, diría que para ellos un criminal es un criminal, sea un adulto o un niño.

—Eso lo entiendo, pero...

—Ja, ja. Sé que tus emociones no te permiten aceptarlo. Al fin y al cabo, ninguno de nosotros puede ser tan despiadado. No tienes por qué preocuparte tanto.

El soldado volvió a su patrulla después de su breve intercambio.

Agradeciendo en su fuero interno la consideración del soldado, Serakani suspiró y se recompuso antes de dirigirse a los pasajes secretos del edificio para continuar con el trabajo de mejora.

Así, mientras caminaba solo por un pasillo apartado y lejano del centro de la ciudad, sintió de repente un olor conocido con su agudo sentido del olfato, más desarrollado que el de un humano.

—¡...! ¡Este olor es...!

Mirando a su alrededor y confirmando que no había nadie más, se lanzó a una de las habitaciones vacías alineadas a lo largo del solitario pasillo. Había muebles viejos y cortinas descoloridas esparcidos por las paredes, y una cama con dosel en el centro. Sentada en esa cama, balanceando sus piernas, alguien le habló.

—¡Oh! Nos volvemos a ver, dios oscuro con cabeza de bestia.

—Ayuukas...

Escondida en la habitación vacía, masticando un pan que parecía haber robado de la cocina, estaba Ayuukas, la niña ladrona blanca que supuestamente había sido masacrada por los caballeros hace unos días.



Así fue cómo se conocieron el dios oscuro bestia, Serakani, y la ladrona blanca, Ayuukas, quien más tarde sería conocida como la chamana de Gazetta.






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