
Este solo es el epílogo del primer tomo. La verdad, no tengo muy claro cuántos tomos hay en total. Iré traduciendo según lo que vaya encontrando en el blog de la autora. ¡Hay boticaria para rato!
-Xeniaxen
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
La madame la instó a subir a un carruaje bastante lujoso. El trabajo de esta noche era en un banquete para una persona importante. Maomao suspiró al llegar a una gran mansión al norte de la capital. Habían ido varias cortesanas, así como algunas otras jóvenes como ella. Todas llevaban ropa preciosa y un maquillaje deslumbrante. Le resultaba extraño estar vestida como ellas.
Cruzaron un largo pasillo, subieron una escalera de caracol y entraron en una sala espaciosa. De los techos colgaban farolillos con borlas rojas. En el suelo, cubierto con una alfombra roja, había varias pieles de animales, donde se sentaban los invitados de la noche. Eran unos cinco hombres, sentados en fila. Parecían más jóvenes de lo que esperaba.
Al verlos a la luz de las llamas, la cortesana Pai Lin se lamió los labios. La cortesana Joka, que estaba a su lado, le dio un codazo en las costillas. «Ojalá me los hubieran presentado antes», pensó la mayor.
Eran oficiales de alto rango de la corte. Al parecer, había sido Lihaku quien los había invitado. Siendo así, la deuda de Maomao se reduciría un poco. Sin embargo, su indemnización había sido mucho mejor de lo que pensaba, por lo que no le hizo falta venderse. Se ganaba la vida con trabajos temporales, lo que le parecía bien. «La vieja esa está chasqueando la lengua...», pensó mientras la miraba de reojo.
Por alguna razón, la madame quería que Maomao se convirtiera en cortesana. En los últimos años, esto se había vuelto más evidente. Le había dicho muchas veces que dejara de practicar la medicina, pero eso era imposible. No había forma de que dejara la farmacología para dedicarse al canto o al baile.
«Estos deben de ser muy ricos...», imaginó. Invitar a cortesanas a una mansión costaba más que organizar un banquete en la casa de placer. Y, además, había invitado a las cortesanas más populares. Se podían llegar a gastar el salario de un año en una sola noche. Maomao se asombró de que alguien hubiera sido capaz de invitar a las tres cortesanas más apreciadas de la Casa Verdigris juntas: Meimei, Pai Lin y Joka. A ella tan solo se la habían llevado, junto con las otras jóvenes, para realzar la belleza de las tres princesas cortesanas. Había recibido una educación básica, pero no sabía cantar, no podía tocar el erhu y mucho menos bailar.
Lo único que podía hacer era asegurarse de que la copa de los invitados no estuviera vacía. Con una sonrisa fija en su cara, sirvió lentamente sake en las copas vacías. Todos estaban absortos en los poemas y las danzas de las cortesanas, así que le resultó fácil porque nadie la miraba.
«¿Qué pasa? ¿Este se está aburriendo o qué?», se percató. Mientras todos los demás reían, se emborrachaban y disfrutaban del baile de las cortesanas, había una persona que tenía la cabeza gacha. El joven, vestido con un kimono de seda de alta calidad, estaba arrodillado en un rincón de la sala, bebiendo sake. A su alrededor, el aire parecía gris y pesado.
«Me voy a quedar sin trabajo...» pensó Maomao, que a veces era demasiado diligente. Cogió una botella de sake llena y se sentó al lado del hombre deprimido. Su flequillo brillante le cubría la mitad superior de la cara.
—No te molestes.
«¿...? ¿Dónde he oído esa voz antes?», y sus manos se movieron al mismo tiempo que sus pensamientos. Sin importarle lo descortés de su acción, apartó con un gesto suave el flequillo del hombre, sin llegar a tocarle la piel. Con ese simple gesto, reveló la arrebatadora y deslumbrante belleza de un rostro en el que la expresión melancólica se disipó al instante, dando paso a un evidente asombro.
—¡¿Señor Jinshi?! —se le escapó.
No tenía su brillante sonrisa, ni su dulce voz, pero era el eunuco al que ya conocía. Jinshi parpadeó varias veces. Maomao se sintió muy incómoda, ya que la miraba fijamente.
—Tú... ¿Quién eres?
—Me lo dicen mucho.
—¿Te has vuelto a maquillar? Pareces otra.
—Me lo dicen mucho.
Una punzada de familiaridad la asaltó, como si aquella conversación ya hubiera ocurrido antes. Maomao le acomodó el flequillo en su sitio. Fue entonces cuando la mano de Jinshi se extendió y apresó la suya, sujetándola con una firmeza inesperada.
—¿Por qué me rehuyes? —preguntó, con el ceño fruncido.
—No me toque, por favor.
Eran las reglas. Le costaría más dinero.
—Y, de todos modos, ¿por qué vas vestida así?
—Es un trabajo temporal.
—¿En una casa de placer? ¿Acaso tú...?
Jinshi ni siquiera tuvo que terminar la frase. Maomao captó al instante la sucia insinuación en su voz y lo miró, entrecerrando los ojos. Sin duda, aquel hombre tenía una fijación muy particular con la dudosa moralidad ajena.
—No me he acostado con nadie. Aún.
—¿C-Cómo que aún...?
—...
Maomao no pudo responder. Había una posibilidad de que la madame le obligara a prestar servicio a algún cliente a la fuerza antes de que pagara su deuda. Por ahora, gracias a la influencia de su padre y sus medio hermanas cortesanas, lo había podido evitar.
—¿Quieres que te compre?
—¿Perdón? —dijo, a punto de decir que era una broma, pero de repente se le ocurrió considerar que, de hecho, era una muy buena idea—. Vale, me parece bien.
—¡¿...?! —Jinshi parecía sorprendido.
Por alguna razón, hoy no brillaba con su luz habitual, así que sus expresiones eran más vivas. Su sonrisa de tennyo era hermosa, pero no parecía humana. A veces, Maomao pensaba que tenía dos almas atrapadas en un solo cuerpo.
—Me gustaba trabajar en el palacio interior.
Jinshi agachó los hombros. ¿Qué le pasaba?
—¿No te fuiste porque odiabas ese lugar?
—¿Cuándo dije yo eso?
Ella le había pedido que la dejara continuar para pagar su deuda, pero fue él quien la despidió. Aunque había pasado por muchas situaciones, el trabajo de dama de compañía de la consorte Gyokujou era una oportunidad excelente. No cualquiera podía conseguir ser catadora.
—Lo único que no me gustaba era no poder experimentar con venenos.
—Eso, de verdad, no lo hagas —dijo Jinshi, apoyando la barbilla en su rodilla, y esbozó una sonrisa amarga—. Es verdad, eres de esa clase de personas.
—¿A qué se refiere?
—De las que me dejan sin palabras.
—Me lo dicen mucho...
La sonrisa amarga se convirtió en una sonrisa inocente. Esta vez, fue Maomao la que agachó la cabeza con disgusto. En ese momento, Jinshi estiró la mano.
—¿Por qué me rehuyes?
—Son las reglas.
Jinshi no retiró la mano. Le daba igual tener que pagar una fortuna por aquella interacción. La miró fijamente.
—Déjame, solo un poco.
—No.
—No te va a costar nada a ti.
—Me va a costar mi desesperación.
—Solo con un dedo. Con el meñique.
—...
«Qué pesado», se exasperó Maomao. Se acordó de que era un hombre muy persistente. Con la resignación de darse por vencida, cerró los ojos y dejó escapar un largo y profundo suspiro.
—Vale, solo con un dedo.
Un roce en sus labios le hizo abrir los ojos de golpe. Su mirada se encontró con la de Jinshi, que tenía en la punta de uno de sus largos dedos una mancha de su carmín rojo. Antes de poder asimilar lo que veía, sin mediar palabra, él deslizó su dedo por sus propios labios con una delicadeza abrumadora. «Será idiota...», maldijo Maomao para sus adentros.
Con los labios pintados, Jinshi entrecerró los ojos y sonrió con aún más candidez. Sus mejillas se habían teñido de un tenue color cerezo. Maomao se estremeció, pero como Jinshi sonreía con una expresión tan infantil, no pudo resistirse a sus encantos. Agachó la cabeza y desvió la mirada.
«Encima me lo está contagiando», pensó. A pesar de no llevar colorete, un intenso rubor le subió por las mejillas. Al escuchar unas risas cómplices, levantó la vista y descubrió que todas las miradas, incluso las de sus hermanas cortesanas, estaban clavadas en ella. El malestar la invadió, y supo que se arrepentiría de todo aquello al día siguiente. justo cuando Gaoshun hizo acto de presencia. En ese instante, Gaoshun apareció a su lado con los brazos cruzados, una expresión de derrota tallada en el rostro, y supo que, por fin, su trabajo acababa de concluir.
Apenas recordaba lo que ocurrió a continuación; en realidad, los detalles carecían de importancia para ella. Lo único que perduraba en su memoria era el asedio incesante al que la sometieron las cortesanas, con su insistente bombardeo de preguntas.
○ ● ○
Días después, un apuesto noble apareció en el barrio del placer de la capital. Se presentó ante la madame con una fortuna de oro que hacía marear y una extraña hierba medicinal que, inexplicablemente, había brotado de un insecto. Y lo ofreció todo a cambio de una sola cosa: una única muchacha.
Nota de la autora:
Y con esto, llegamos a un punto de inflexión. Estoy segura de que hay quienes piensan que las cosas importantes no están claras, pero así está planeada la historia, así que os pido disculpas. Tengo pensado escribir la continuación sin resolver nada, solo creando más y más incógnitas. Si te gustan este tipo de historias, espero que me sigas acompañando en el futuro.
Por otro lado, me he dado cuenta de que el género de misterio es muy difícil, así que, a partir de ahora, lo cambiaré por el de fantasía. Si te animas, te agradecería que continuaras leyendo.
Y con esto, llegamos a un punto de inflexión. Estoy segura de que hay quienes piensan que las cosas importantes no están claras, pero así está planeada la historia, así que os pido disculpas. Tengo pensado escribir la continuación sin resolver nada, solo creando más y más incógnitas. Si te gustan este tipo de historias, espero que me sigas acompañando en el futuro.
Por otro lado, me he dado cuenta de que el género de misterio es muy difícil, así que, a partir de ahora, lo cambiaré por el de fantasía. Si te animas, te agradecería que continuaras leyendo.
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