03/09/2025

Los diarios de la boticaria - 34




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 34
Despido

—¿Qué debemos hacer? —el fiel y respetuoso lacayo le entregó unos documentos a su señor. Era un caso para el que él debía decidir qué hacer—. Es una lista de los familiares y socios comerciales de Fengming. La investigamos tras el incidente del otro día.

Fengming había sido ejecutada, pero no habían matado a toda su familia. Ahora bien, todos sus parientes habían sido despojados de sus bienes y sometidos a castigos físicos de distinta gravedad. Afortunadamente, no había pasado nada con su señora, la consorte Ah-Duo. Entre los implicados se encontraban los socios comerciales de la familia de Fengming. Jinshi pensó que solo eran apicultores, pero al parecer su negocio era bastante extenso.

—Hay unas ochenta de sus hijas en el palacio interior.

—Vaya, ochenta de dos mil es un alto porcentaje.

—En efecto. ¿Lo encubrimos? —le preguntó Gaoshun a su señor, que tenía el ceño fruncido.

—¿Podemos?

—Si ese es su deseo.

Gaoshun haría lo que Jinshi le dijera, sin cuestionar si era lo correcto o no. El eunuco tennyo soltó un profundo suspiro. En la lista de personas implicadas, había un nombre que le resultaba demasiado familiar. El lugar donde la secuestraron y la vendieron parecía estar relacionado con la susodicha familia.

—¿Qué debo hacer?

Era tan fácil como tomar una decisión, pero le aterraba la cara que pondría la joven sirvienta por sus acciones.


○ ● ○


—¿Un despido masivo?

—Sí —dijo Xiaolan, mientras daba un mordisco a un caqui seco. Maomao había cogido unos cuantos del jardín y los había colgado para poder comerlos.

—Parece que está relacionado con la ejecución de esa familia. Las hijas de los mercaderes que tenían negocios con ellos tienen que irse.

«Esto me da mala espina...», calumnió la boticaria. Y los presentimientos de Maomao solían ser acertados. Según los registros oficiales, ella pertenecía a una familia de comerciantes. «Ahora no... No quiero que me despidan», imploró para sus adentros. Le gustaba bastante su vida actual. Claro que le haría feliz regresar al barrio del placer, pero sabía que la madame la obligaría a seguir trabajando para ganar dinero. Después de Lihaku, no le había conseguido a ningún otro cliente importante, lo cual era un problema... «Seguro que me venderá al mejor postor», titubeó.

Maomao se separó de Xiaolan y se puso a buscar a la persona con la que normalmente no quería reunirse.



—Dichosos los ojos. ¿Has venido corriendo? —comentó el apuesto eunuco tan tranquilamente en la puerta principal del palacio interior. Maomao acababa de terminar de recorrer los cuatro pabellones de las consortes, buscándolo.

—Uf... Uf...

—Tranquila. Tienes la cara roja —le pidió Jinshi, su rostro celestial mostrando un poco de preocupación.

—Tengo... Tengo que... hablar con usted.

Maomao pronunciaba las palabras entrecortadamente. Jinshi entrecerró los ojos. Por alguna razón, su rostro mostraba melancolía.

—De acuerdo. Hablemos dentro.



Ambos se dirigieron a la oficina habitual, dentro del palacio. Maomao se sintió mal por el sirviente eunuco que, como siempre, se quedó esperando afuera. Hizo una reverencia y entró.

—Me imagino que querrás preguntarme por el despido masivo, ¿verdad?

—Sí. ¿Qué pasará conmigo?

En lugar de responder, Jinshi le enseñó unos documentos. En el papel de alta calidad, estaba el nombre de Maomao.

—O sea, que estoy en la lista. Estoy despedida.

«¿Y ahora qué?», se preocupó. No podía decirle que no la despidiera, ya que ella solo era una sirvienta. No estaba en su derecho de protestar. Era muy consciente de su posición, por lo que intentó no mirarlo con ojos suplicantes. Como resultado, puso su habitual cara de estar mirando a una oruga.

—¿Qué quieres? —preguntó Jinshi, pero en su voz no había la dulzura de siempre. En su lugar, sonaba un poco más infantil, medio rota, como si fuera él quien le suplicara. A diferencia del tono, mantuvo su semblante serio.

—Solo soy una sirvienta. Haré cualquier trabajo que me ordenen: limpiar, cocinar o detectar venenos —articuló ella. Con todas sus fuerzas, le pidió que la contratara. «Por favor, no me despida», impetró en sus pensamientos.

La expresión del joven permaneció seria, apartó la mirada y suspiró.

—Lo siento. Te daré una buena indemnización.

La voz del joven era fría y, con la cabeza gacha, Maomao no pudo leer su expresión. Aun así, supo una sola cosa: la negociación había fallado.


○ ● ○


—¿Cuántos días seguidos lleva tan deprimido, señor?

Su trabajo no se había visto afectado hasta el momento, pero cada vez que regresaba a la oficina, se sentaba en un rincón, con un aire sombrío. Era como si su aura, que tanto se había esforzado en contener hasta entonces, estuviera a punto de desbordarse de un momento a otro. Allí ya no había ningún rastro del joven con la cara de ángel y la voz dulce como la miel.

Maomao se fue una semana después de recibir el aviso de despido. Inexpresiva como era, pero educada, se despidió de todas las personas que la habían cuidado en aquel jardín de flores. La consorte Gyokujou, aunque reacia, acabó aceptando la decisión cuando se enteró de que había sido Jinshi quien la había tomado, no sin antes darle una advertencia: «No me vengas llorando si te arrepientes».

—¿No deberíamos haber intentado convencerla de que se quedara?

—A mí no me lo pregunte —respondió Gaoshun, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

«Es la misma gaita que me daba cuando, de pequeño, perdía su juguete favorito... ¡Qué lata era conseguirle uno nuevo y diferente que le gustara!», recordó el fiel lacayo. Tal vez no era apropiado comparar a esa chica con un juguete. Jinshi la había dejado marchar porque no quería tratarla como un objeto. Y de nada serviría conseguirle a otra mujer diferente. Era un dilema verdaderamente molesto....

—Si no puedo reemplazarla, tendría que traérsela de vuelta... —murmuró para sí mismo, de modo que Jinshi no pudiera oírlo. De repente, se acordó de otra persona. Era un oficial militar que conocía bien a la familia de la chica—. Uy... Más problemas.

Gaoshun, el hombre que siempre sufría en silencio, se rascó la nuca.



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