
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 2
Una mujer adulta la observaba por encima del hombro con arrogancia, con el cabello alborotado y las mejillas demacradas. Sus ojos, febriles y hambrientos, la taladraban con una mirada fija. El maquillaje se le había corrido y la barra de labios se le desbordaba por las comisuras.
La mujer extendió una mano y apresó la izquierda de Maomao. Tenía una mano diminuta, como la hoja de un arce, en cuya palma se veía un pequeño hoyuelo. En su mano derecha, la mujer sostenía un objeto afilado. La mano que sujetaba a Maomao estaba envuelta en varias capas de gasa empapada en sangre, que revoloteaban desprendiendo un olor a óxido. La mujer le presionó la mano contra el futón mientras levantaba con fuerza su mano derecha.
Sus labios retorcidos temblaban y sus ojos, enrojecidos e hinchados, se llenaron de lágrimas. De sus cuerdas vocales brotó un sonido parecido al maullido de un gato y, de pronto, Maomao comprendió que era su propio llanto. «Qué mujer tan estúpida», pensó.
Y entonces, la mujer dejó caer el cuchillo.
—¿Qué pasa, tienes sueño? Todavía falta un rato para irse a dormir —le dijo Suiren a Maomao, que bostezaba.
A pesar de su tono amable, esta anciana era bastante astuta, por lo que Maomao enderezó su postura y se puso a limpiar la cubertería de plata a conciencia.
—Claro que no.
Era culpa de un sueño extraño que había tenido. Por falta de horas de sueño, la somnolencia la había asaltado por la tarde. «¿Por qué lo habré soñado?», se preguntó. «Habrá sido por hablar de eso ayer», se figuró. La persona de quien Jinshi le había hablado el día anterior se había quedado grabada a fuego en la mente de Maomao. «Qué desagradable... Será mejor que lo olvide». Maomao exhaló con un suspiro, pensando que no había ninguna posibilidad de que se tratase de la persona en cuestión.
Hizo sonar los platos al apilarlos y, al devolverlos a la estantería, oyó unos pasos que se acercaban con fuerza. La cera de abeja ya iluminaba la habitación. Era la hora de que volviera su señor.
Últimamente, Jinshi se ponía a caminar, con el rostro cansado, por su residencia hasta llegar a la cocina. Suiren estaba sirviendo las guarniciones en los platos que Maomao acababa de limpiar a la perfección.
—Toma. Es un regalo de ese excéntrico. Bébetelo con Suiren.
Jinshi colocó una licorera sobre la mesa. Cuando Maomao abrió el tapón, desprendió un olor agridulce a cítricos. ¿Sería un licor de frutas?
—¿Por qué nos lo ha regalado el excéntrico? —preguntó Maomao, sin mostrar ninguna emoción.
Jinshi se dejó caer en el sofá del salón. Ella se aproximó al brasero para añadir un poco de carbón, mientras Gaoshun, al notar que las brasas del fondo se consumían, se retiró de la habitación con su habitual diligencia. Jinshi se rascó la cabeza con brusquedad, y al levantar la mirada, se volvió para observarla.
—¿Estás familiarizada con las favoritas de la Casa Verdigris?
Ante una pregunta tan repentina, Maomao inclinó la cabeza.
—Si, son mujeres que dan que hablar...
—¿Qué clase de clientela tienen?
—Eso es confidencial.
Jinshi frunció el ceño ante la brusca respuesta. Pareció darse cuenta de que había formulado mal la pregunta, así que se expresó con otras palabras:
—¿Cómo se hace para bajarle el valor a una cortesana?
—Preguntas cosas muy desagradables —dijo Maomao, exhalando un leve suspiro—. Hay infinidad de formas. Sobre todo si se trata de una cortesana muy solicitada.
Las cortesanas de más alto nivel no trabajaban más que unas pocas veces al mes. Su popularidad no se medía en la cantidad de clientes que atendían, sino en su exclusividad. Al contrario, quienes tenían que recibir a clientes a diario eran las prostitutas de la calle, que se afanaban por ganarse el jornal. Cuanto más selecta era una cortesana, menos se exponía y más acrecentaba su valor, pues sus clientes pagaban por un privilegio: tener su compañía. Este tipo de mujeres estudiaban poesía, danza y música, con lo que conseguían elevar su estatus y su precio a la par.
En la Casa Verdigris se regía por esta misma premisa. Mientras a las aprendices sin un potencial destacable se las instruía para vender su cuerpo al terminar su debut, las más prometedoras recibían una educación que potenciaba el arte de la conversación y la inteligencia. Al reducir intencionadamente la exposición de estas últimas, se podía conseguir que una cortesana se convirtiera en una de las mejores, llegando a ganarse el sueldo de un año en plata con tan solo servir té. Por ello, había cortesanas a las que un cliente nunca llegaba a tocar a no ser que la rescatara. Ese era el romanticismo de los hombres; querían ser los primeros en deshojar la flor.
—Precisamente, su valor reside en ser una flor que nadie ha deshojado todavía —explicó Maomao. Entonces encendió un incienso con propiedades calmantes. Lo había elegido por el cansancio que venía arrastrando Jinshi últimamente—. Si la deshojan, solo con eso su valor se reduce a la mitad. Y si además... —Maomao exhaló un leve suspiro e inhaló la fragancia del incienso—, si la dejaran embarazada, su valor se reduce a cero —dijo sin mostrar ni un ápice de emoción.
○ ● ○
Mientras Jinshi se preguntaba qué pretendía aquel hombre, suspiró profundamente y firmó un documento.
—Con permiso.
Con un golpe en la puerta, el caballero de sonrisa astuta y zorruna apareció, tal y como había prometido el día anterior. Incluso tuvo la delicadeza de pedirle a un subordinado que le trajera un diván con un cómodo cojín. «¿Cuánto tiempo pensará quedarse esta vez?», pensó el eunuco, molesto.
—¿Continuamos con la conversación de ayer?
Lakan se sirvió licor de frutas de la petaca que había traído consigo. Incluso se sirvió unos dulces: colocó unas galletas aromáticas de mantequilla sobre el escritorio, que estaba repleto de documentos. Gaoshun sintió una punzada de impotencia al ver las manchas de grasa que había dejado sobre los documentos. «¡Por favor! Podría poner algo debajo...», pensó.
—Creo que hiciste algo muy sucio, ¿verdad? —lo acusó Jinshi, mientras firmaba un documento. No tenía ni idea de lo que había escrito en él, pero como Gaoshun, que estaba detrás, no decía nada, supuso que todo estaba en orden.
Por la respuesta de Maomao, pudo imaginar lo que había hecho aquel loco y astuto zorro. Entonces, se le pasó por la cabeza otra suposición que no le agradó en absoluto. ¿Por qué había sacado el tema del rescate de la cortesana? ¿Por qué le había hablado de su antigua favorita? No es que no lo entendiera, la historia encajaba a la perfección. Tenía sentido en varios aspectos, pero Jinshi se negaba a aceptarlo...
—¡Serás soez! —se rió Lakan, entrecerrando el ojo detrás del monóculo—. Sabes que es de mal gusto que un milano como tú me diga eso, ¿no? (NT: El término milano hace referencia a un hombre que es un mujeriego o un depredador de mujeres. El apodo proviene del nombre de un ave de rapiña, por lo que Lakan lo utiliza de forma metafórica para referirse a la reputación de Jinshi, que tiene fama de ser un galán, un “cazador” de damas.) Llevaba más de diez años intentando convencer a esa vieja furcia de la madame. ¿Qué habrías hecho tú si te la hubieran arrebatado en el último momento? ¡Ponte en mi lugar!
Lakan inclinó la copa, que tintineó. Fragmentos de hielo flotaban en el licor de frutas.
—¿Y ahora quieres que te devuelva la fritura de tofu?
Con la fritura de tofu, Jinshi se refería a la pequeña e inexpresiva boticaria. (NT: Al igual que una fritura de tofu tiene una capa exterior crujiente y firme, pero es blanda y suave por dentro, Maomao muestra una fachada inexpresiva y a veces áspera, mientras que en su interior es compasiva y de buen corazón. Es un apodo cariñoso que utiliza Jinshi, ya que él, más que nadie, es consciente de su naturaleza dual.)
—No, pagaré lo que sea. No quiero volver a cometer el mismo error que en el pasado.
—¿Y si me niego?
—Si lo dices así, ¿qué podría hacer un pobre estratega militar como yo? Las personas que tienen la potestad de oponerse a usted se pueden contar con los dedos de una mano, mi señor.
Lakan utilizó un lenguaje indirecto para ir al grano, lo que hizo que Jinshi se sintiera muy incómodo. (NT: La autora nos está dando pistas de quién es en realidad Jinshi.) Sobre todo porque absolutamente cada palabra de lo que había dicho hasta entonces tenía una lógica aplastante.
El estratega se quitó el monóculo y empezó a limpiarlo con un pañuelo de algodón. Después de comprobar que ya no estaba empañado, se lo puso en el ojo izquierdo. Lo había llevado en el derecho hasta hacía un momento, así que era evidente que era un mero adorno. Otra muestra más de su excentricidad.
—Sin embargo... ¿qué opina mi pequeña de eso?
Lakan hizo especial hincapié en esas palabras. «Ay, no... ¡Eso es lo que debe querer decir! Lakan es el padre biológico de Maomao», adivinó Jinshi. Su mano, que estaba firmando documentos uno tras otro sin parar, se detuvo por completo.
—Dile que un día de estos me gustaría verla —terminó Lakan que, mientras se lamía los dedos, manchados de mantequilla, salió de la oficina.
No había pedido a su sirviente que recogiera el diván, así que probablemente pensaba volver, tal y como había prometido. Sin tener que ponerse de acuerdo, Jinshi y Gaoshun bajaron la cabeza al mismo tiempo y soltaron un suspiro de lo más hondo.
—El estratega quiere conocerte.
Nada más regresar a la habitación, Jinshi le dijo a Maomao la verdad, ya que no tenía forma de ocultárselo.
—¿Puedo preguntar cómo se llama...? —Maomao parecía esconder algo que la inquietaba, pero su tono se mantuvo tan sereno como siempre.
—Es Lakan...
Antes de que Jinshi pudiera siquiera terminar de pronunciar su nombre, el rostro de Maomao cambió por completo. Hasta ahora, la había visto mirarlo con todo tipo de desprecio, como a un gusano de tierra, como a una lombriz seca, como al más mugriento lodo, como a la más apestosa basura, como a una babosa asquerosa o como a una rana aplastada... Pero en ese momento se dio cuenta de que todo aquello no era nada. Su gesto era indescriptible. Ni siquiera Jinshi, por muy fuerte que fuera, podría sobrevivir a una mirada así. Era como si le hubieran aplastado el alma, la hubieran vertido en hierro fundido y no hubiera quedado ni rastro de ella. Así era la expresión que puso Maomao.
—¿Puede negárselo? Haré lo que sea para compensarlo...
—Gracias.
Incapaz de articular más palabras, Jinshi se quedó en un estado de completo aturdimiento. Era un milagro que no se le hubiera parado el corazón. Mientras, sin que un solo músculo de su rostro se inmutara, Maomao retomó sus quehaceres como siempre.
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