27/09/2025

Los diarios de la boticaria 3 - 2




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 2
Preludio

Tres días después de la celebración de la Fiesta de Primavera, Jinshi se presentó en el Pabellón de Jade para exponer un asunto de naturaleza sospechosa.

—¿Es eso cierto? —inquirió Maomao, su rostro contraído en perplejidad al mirarle. Se encontraban en la sala de recepciones del Palacio de Jade; la consorte Gyokujou se estaba cambiando y tardaría en reunirse con ellos.

—Sí. No estaba seguro de si debía decírtelo... —dijo Jinshi mientras se rascaba la nuca.

La misma noche de la Fiesta, un hombre que estaba a punto de ser condenado como criminal había fallecido. La ironía era palpable: el mismo individuo que había intentado envenenar a su hermano simulando una intoxicación por pez globo, había perecido en la cárcel a causa de un envenenamiento.

—Cuando Gaoshun vino a verme ayer, no me dijo nada —comentó Maomao, dirigiendo una mirada oblicua al eunuco silencioso que permanecía erguido junto a la pared. El susodicho asintió lentamente en señal de afirmación.

—A mí también me llegó la noticia anoche —dijo Jinshi, quien con el rostro compungido, agachó la cabeza.

Maomao se quedó pensativa, tratando de averiguar por qué la noticia había tardado tanto en llegar a él. La función de Jinshi, al ser supervisor del palacio interior, no incluía el manejo directo de tales expedientes; por lo tanto, el retraso en la llegada de la información resultaba previsible. Sin embargo, por alguna razón, su semblante persistía teñido de un inusual descontento. «Si solo lo estuviera investigando Gaoshun, lo entendería. Él ya había trabajado en asuntos similares, y aquel incidente debería haberse resuelto por su propia cuenta. Pero, ¿por qué Jinshi mostraría tanta preocupación por algo así?», meditó.

—Entonces... ¿nadie más se ha envenenado? —preguntó Maomao.

—No —esta vez fue Gaoshun quien respondió, negando con la cabeza—. La ración habitual de los prisioneros se sirve dos veces al día y, según consta, esta no había sido adulterada.

—Entonces, ¿qué pasó?

—Después del banquete —terció Jinshi—, los reos también tienen derecho a un humilde festín.

Estos festines consistían en realidad en las sobras de la celebración, por lo que la comida entregada no era uniforme. Además, era costumbre que se les ofrecieran raciones extra a modo de agasajo. Aunque tales prácticas se encontraban expresamente prohibidas, los guardias, por costumbre, solían hacer la vista gorda después de un banquete, embriagados por el exceso.

«Ya veo… —pensó Maomao para sus adentros—. Por eso la noticia les llegó tan tarde. Fue una negligencia interna que probablemente quisieron ocultar».

—Entonces, ¿aún no saben qué tipo de veneno era?

—Así es —confirmó Jinshi, quien introdujo las manos en las amplias mangas de su túnica con un audible gruñido de frustración.

Maomao percibió el sonido de unos pasos que se acercaban y se incorporó de inmediato para situarse ante el umbral de la puerta. Se hizo a un lado y realizó una inclinación de rigor. Instantes después, se oyó un discreto golpe y la consorte Gyokujou, ya cambiada, hizo su entrada en la sala.

—Vaya. ¿Se estaban divirtiendo sin mí? —preguntó la consorte de hermosa cabellera rojiza, mirando alternativamente a Maomao y a Jinshi. Sus ojos denotaban una viva curiosidad.

—No. Solo conversábamos —dijo Jinshi con una sonrisa de perfección inquietante, exenta de cualquier asomo de espontaneidad.

Aunque el gesto careció de efecto en la consorte, Hongnyang, que se vio de pronto bañada por la radiante belleza de Jinshi, estuvo a punto de perder la vertical, logrando solo recobrarse por la pura fuerza de su voluntad. Maomao lo contempló con manifiesto desdén. En ocasiones, le resultaba imposible no considerarlo un ser de naturaleza sobrenatural. Y si bien la dama de compañía principal logró resistir el embate, las tres que la secundaban no lo consiguieron, cayendo rendidas al instante.

«Definitivamente, es un ser sobrenatural», sentenció Maomao para sus adentros. Se percató entonces de la intensidad de su propia mirada, un pelín demasiado penetrante. Gaoshun le dirigió un reproche fulminante, mientras que Jinshi le devolvió el gesto con una sonrisa de abierta complacencia.

«Lo de siempre», concluyó Maomao, antes de retirarse discretamente de la sala.



—A hacer el cambio de armario se ha dicho —instó Hongnyang a las doncellas tras la marcha de Jinshi y su séquito. Aunque todavía era un poco pronto para la época, pensó que era mejor hacerlo con antelación dada la cantidad de prendas.

Yinghua se plantó en la puerta del vestidor y resopló con determinación. Puesto que Guiyuan estaba cuidando a la princesa, la tarea de sacar la ropa recaería sobre Maomao, Ailan y ella. La estatura de Ailan era muy práctica, pese a que no le gustaba admitirlo; podía alcanzar los niveles superiores con facilidad. Maomao e Yinghua, que eran más menudas, se encargaban de recibir los arcones que Ailan les entregaba para proceder a la revisión de su contenido.

—Esto aún sirve —dictaminaba Yinghua, mientras discernía entre las prendas válidas y las desechables. A ojos de Maomao, todas parecían ser de una calidad excelsa, mas su compañera, dotada de un ojo perspicaz, era capaz de distinguir las sutiles diferencias—. Esta en concreto estuvo muy de moda durante una época, pero las modas pasan y dejan de ser útiles de repente, así que ya no vale.

Maomao depositaba las prendas desechadas en un arcón y lo trasladaba al pasillo. A pesar de su antigüedad, aquellas ropas habían pertenecido a una consorte y sus materiales espléndidos aseguraban que serían rehechas y concedidas. No se las quedarían las doncellas del Pabellón de Jade, sino que serían enviadas a la familia de la consorte para ser distribuidas en las tierras del padre de Gyokujou.

El protocolo dictaba que, si bien las doncellas podían recibir adornos para el pelo, las vestimentas no debían ser usadas dentro del palacio interior. Por ello, se consignaban a los artesanos, quienes les otorgaban nueva forma para su posterior reparto.

—Por cierto, pronto llegarán nuevas damas de compañía —comentó Ailan, dejando un arcón en el suelo—. Si se confirma el embarazo de la consorte Gyokujou, habrá que aumentar el personal. Pero para no levantar sospechas, se está considerando dar la oportunidad a todas las consortes de aumentar el número de sus doncellas.

Yinghua se quedó con la boca abierta.

—¡Es una noticia excelente! Pero, ¿por qué tan de repente?

—Sin duda hay una razón... Cuando una consorte accede al pabellón con una dotación de más de cincuenta criadas, el resto reclama el mismo privilegio.

—¡Ah, es por eso! —la cara de Yinghua se oscureció.

Maomao reconoció al instante a quién se referían. «¿Cincuenta?», se preguntó. Aunque sabía que la consorte en cuestión había llegado con un séquito considerable, la cifra le pareció exagerada. En contraste, la consorte favorita del Emperador apenas disponía de cinco doncellas, lo cual proyectaba una imagen demasiado austera.

—¿Y no sería más fácil decirle a esa que no puede tener tantas? —preguntó Yinghua.

—Yinghua, si dices eso, Hongnyang te dará con la cabeza en la mesa —advirtió Ailan.

Yinghua se cubrió la boca con las manos. Maomao continuó su labor de depositar las vestimentas desechadas en los arcones para sacarlas. Con la charla, se dieron cuenta de que habían descartado la mitad de las prendas de verano.

—Solo ha quedado la mitad, ¿qué hacemos? —preguntó Maomao, ladeando la cabeza.

—No te preocupes —se rió Ailan—. Ya hemos encargado nuevos diseños.

—Y pronto llegará una caravana. Haremos más compras —prosiguió Yinghua. Ailan frunció el ceño, molesta por haber sido interrumpida.

—¿Una caravana? —preguntó Maomao, intrigada.

La perspectiva de un evento semejante en el palacio interior la hizo sonreír. Tomó el resto del vestuario de estío y procedió a colgarlo a la sombra.



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