18/06/2025

WCC Kalvatia - Capítulo 2




Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 2
La conferencia de las Cuatro Grandes Naciones

Era el tercer día del Festival de la Cosecha. Un carruaje de la guardia llegó hasta Rufk para recoger a Yuusuke y a Sun, que debían regresar a Sanc Adiet.

—Bueno, encargaos del resto.

—Lo haremos. Tened cuidado.

—Cuando volváis, queremos todos los detalles.

—Que os vaya bien y cuidaos.

—¡Ánimo en el servicio, Sun y Yuusuke!

Con todos reunidos ante la puerta de la mansión de Zeshald, Yuusuke y Sun subieron al carruaje; era Hinke quien lo conducía. Yuusuke acomodó a Sun en el banco trasero y se sentó junto a Hinke en el asiento del cochero.

—Menudo harén se ha montado, capitán: todos menos el viejo Zeshald son mujeres.

—¿Eso es lo primero que se te ocurre decir?

Yuusuke se encogió de hombros, como diciendo: «Este no tiene remedio».



Recorrieron la carretera recta que unía Rufk con Sanc Adiet. Antes apenas se veían viajeros o carruajes, pero con el crecimiento de Rufk cada vez era más habitual cruzarse con gente y carros de un lado a otro. Ya incluso había algún mercader planteándose montar una tienda de verdad en la aldea.

—Ese tren que comentó el otro día, jefe, ¿empezaría por ponerlo aquí?

—Sí. Rufk ha crecido más de lo que esperaba, así que tiene sentido.

En realidad quería reutilizar el sistema de tranvía motorizado que circulaba por Sanc Adiet y extenderlo fuera de la ciudad. Pero pensando en el futuro, en términos de capacidad y costes, un tren parece más ventajoso.

—Aquí no hay obstáculos ni peligros; es la zona perfecta para un tramo de prueba.

La naturaleza de circular sobre raíles permitía, si se combinaba acertadamente con mecanismos especiales, incluso explorar otras modalidades de transporte. A largo plazo Yuusuke planeaba el proyecto de la «red ferroviaria de Kaltcio» para conectar las ciudades principales de todo el continente, aunque por ahora estaba en la fase de intercambio de propuestas con Sorzak.

—¿No es para contrarrestar a Polvatia?

—En buena parte, sí. Aprovechar esta calma para reforzar nuestra capacidad de transporte antes de que sea necesario.

A pesar del aire tenso que crepitaba, la situación seguía siendo relativamente tranquila, un entorno adecuado para emprender grandes obras.

—Si facilitamos el transporte de larga distancia, todo será más eficiente, ¿no?

—Exacto.

Mientras conversaban, el carruaje atravesó la gran avenida del distrito común de Sanc Adiet, pasó por el barrio de la nobleza y entró en la zona del palacio real. En los distritos superiores se veían aún más vehículos motorizados privados que antes. Cuando los habitantes de las clases medias y bajas también empezaran a tener los suyos propios, habría que plantearse reorganizar por completo el sistema de tráfico urbano. «La comodidad tiene su precio... », pensó Yuusuke.

Cuando llegaron al Palacio de Volance, bajaron del carruaje y se dirigieron de inmediato a la planta noble. Primero se reunirían en una sala del palacio todos los miembros que iban a asistir a la conferencia. Una vez listos, partirían hacia la Catedral de Kaltcio.

—¡Ey, hola!

—Oh, ya estás aquí, Yuusuke.

—Capitán, un placer.

En la sala de descanso de la guardia, en los pisos superiores, Hivodir estaba charlando con otros escoltas de la Patrulla de Fuego, tomando un trago. También estaban todos los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro, que se levantaron para dar la bienvenida a Yuusuke. En un rincón, Reifold observaba en su típica posición discreta.

—Veo que estáis todos reunidos. Si estáis listos, partimos de inmediato. ¿Os parece?

—Sí, ya estamos. Vamos, chicos.

—Vamos allá.

—¿Estamos todos?

Vermeer asintió junto al resto de la Patrulla del Dios Oscuro. Hivodir devolvió su copa al camarero de la sala y se puso en pie. Reifold, fiel a sus costumbres, sonrió enigmáticamente y alzó la mano en un leve saludo.

—Bien, pues vámonos.

Todos bajaron a la estación de vehículos del palacio y subieron a un convoy de coches de transporte, con aspecto de autobús, diseñado para la Guardia Real, que los llevaría hasta un punto en la periferia de la ciudad. Mientras se acomodaban, la princesa Violet apareció corriendo, sus coletas rojas agitándose tras ella.

—¡Uhhh! ¡He llegado justo a tiempo!

—¿Violet? ¿Qué haces aquí?

Yuusuke, sorprendido, le preguntó si no tenía sus lecciones en ese momento. Jadeando ligeramente, Violet respondió que había pedido un permiso corto para poder unirse al grupo.

—Aunque esta conferencia sea algo muy protocolario, es una reunión importante de los reinos que prosperan en Kaltcio. Quería despedirme apropiadamente.

—¡Qué detallista eres!

Hivodir, la Patrulla de Fuego, así como los guardias de la Patrulla del Dios Oscuro, recibieron con entusiasmo la amabilidad de la princesa.

«Como futura reina, es una gran ventaja que corra la voz de que se preocupa por sus tropas», pensó Yuusuke. Hacía apenas un año, Violet aún era conocida en la corte y entre los guardias como la princesa caprichosa y excéntrica, pero ahora su reputación había mejorado notablemente.

—¡Estad atentos y cuidad el uno del otro! —los animó ella, alegre y llena de energía.

Con esa vibrante despedida de la Princesa Llameante, la delegación de Fonkrank partió finalmente rumbo a la Catedral de Kaltcio.



La Catedral de Kaltcio se hallaba a medio día de camino hacia el oeste desde la ciudad portuaria, situada al sur de Fonkrank. Viajando de forma normal, desde Sanc Adiet se tardaban unos tres días en llegar. Sin embargo, en esta ocasión Yuusuke y los demás emplearon la red Shift Move para desplazarse, así que no les llevó ni un minuto.

Se trataba de un tramo exclusivo de [Creación Personalizada], donde los soldados de Gazetta fueron colocando, piedra tras piedra, unos nodos que conectaban las principales ciudades y recintos de Kaltcio. La red Shift Move fue de gran ayuda durante la guerra contra Polvatia y, en realidad, seguía viva en algunos puntos estratégicos. No obstante, Yuusuke pensó que dejar un sistema que permitía a un extranjero (él mismo) alterar cualquier población ajena en cualquier momento podría acarrear graves problemas. Por eso, tras el alto al fuego con Polvatia, decidió desconectar por su cuenta las rutas que enlazaban las capitales de los otros países.

Dentro de Fonkrank no hubo objeciones, así que la utilizó con moderación, reservándola para cuando realmente fuera imprescindible. De hecho, últimamente había ido añadiendo algunos destinos más dentro de sus dominios.



Cuando llegaron al punto señalizado en la periferia de la ciudad, vieron que, como guía, únicamente estaba el tramo de adoquines cortado en círculo: el pedestal de teletransporte conectado a la red Shift Move. Yuusuke detuvo el vehículo sobre aquel tramo de piedra y, con naturalidad, abrió su menú de personalización para comenzar a operar. Al intercambiar aquel pedestal con el instalado junto a la Catedral de Kaltcio, podía trasladar al instante todo lo que estuviera encima: a sí mismo, sus compañeros... e incluso el carruaje. Una jugada maestra gracias a su poder, [Creación Personalizada].

—Pues allá vamos. ¡Ejecutar!

En cuanto pronunció la frase, surgieron destellos de luz bajo los adoquines. Cuando los granos de resplandor se disiparon, ante ellos se alzaba la imponente silueta de la Catedral de Kaltcio.

Se trataba de un edificio fortificado, erigido abriendo un claro en el bosque junto al lago: una estructura hexagonal de piedra en forma de pirámide truncada, excavada en un anfiteatro hundido; su cimera era una terraza panorámica que ofrecía una vista de 360 grados.

Condujeron el vehículo hasta la estación de carruajes de la Catedral de Kaltcio y lo aparcaron junto a los de las demás naciones.

—¿Ya han llegado todos? —preguntó Yuusuke, sorprendido.

—Claro, ellos tardan varios días en venir. Debieron de salir con tiempo para prever imprevistos —comentó Vermeer. Ellos, en cambio, disfrutaron del festival hasta el último instante.

Entre los carruajes alineados pudieron ver también el de Gazetta. Era el mismo vehículo de transporte de tropas que les habían prestado para la misión de caza de bestias mágicas, pero reconvertido en una versión más económica y sin funciones militares especiales. Mientras descargaban el equipaje de su viaje, alguien se acercó a ellos.

—¿Ya estás aquí, Yuusuke?

—¡Oh, Ayuukas! ¡Hola!

De Gazetta acudían Ayuukas, la chamana blanca, junto a tres guerreros desvalidos. Aquellos hombres, expertos combatientes del clan blanco, ya la habían acompañado cuando sellaron el laboratorio de bestias mágicas.

—¿Eh? ¿Y Shinja, no ha venido?

—No, esta vez se ha quedado cuidando el frente —Ayuukas respondió algo agravada—. Con los rumores de los conservadores moviéndose en las sombras, nuestro rey no podía permitirse abandonar Patricia del Norte en estas circunstancias.

—Parece que la situación no es muy halagüeña, ¿verdad?

Yuusuke intuyó que la situación debía de ser realmente grave. Al mirar de reojo, vio a Reifold prestando atención con su típico gesto discreto.

—Bueno, dejemos eso para más tarde. Primero, presentémonos a los embajadores de cada nación —dijo Ayuukas, esbozando una media sonrisa de complicidad—. Hay más de un rostro con historia en esta reunión.

Yuusuke supo al instante a qué se refería.

—¡Cuánto tiempo sin veros!

—¡Ah, sois vosotras!

De Blue Garden, acudieron las damas de compañía gemelas de la reina, Sasha y Marsha. Su escolta estaba formada por algunos miembros de la milicia civil de Espejo de Agua y, además, Plausha, una destacada combatiente de la Brigada de Agua.

Bajo el antiguo mando del caudillo Izapnar, todas se implicaron en la conspiración para restaurar el mandato de la reina de Blue Garden. En particular, Plausha, una alumna aventajada de Zeshald, había resultado involucrada en alguna trama tras el incidente de la masacre en el Fuerte Gearhawk, en el que su hermana jugó un papel fundamental.

—Os debo mucho de aquella ocasión. Gracias por todo —dijo Yuusuke inclinando la cabeza hacia Plausha.

—No, no hay de qué. Me alegra que esté bien —respondió ella con cortesía.

Mientras conversaban, Hinke dio una palmada de satisfacción y exclamó en voz alta:

—¡Ah, la chica de Blue Garden que el capitán se ligó en la Gran Muralla de Paula después de la guerra civil!

—¡Eso no es así!

—¡No, para nada!

Yuusuke y Plausha recordaron en tono jocoso aquel episodio. Después estrechar lazos con los representantes de Blue Garden, los de Fonkrank se volvieron para saludar a los emisarios de Trent Rietta:

—¡Cuánto tiempo, señor Yuusuke! —exclamó Brentford, la volumétrica oficial que antaño sirvió en la agrupación armada Viento Afilado, enfundada en su característica armadura de bikini que realzaba sus generosas curvas y su abundante melena verde.

—Y parece que el rumor de tus romances ya ha llegado hasta mis tropas... —añadió, con cierto pesar, la esbelta Valerie, con su cabellera roja salpicada de mechones verdes.

Junto a ellas, figuraban varios de sus mejores soldados; y en calidad de acompañantes oficiales estaban sus asistentes Welsh y Rufina, así como el esclavo Od, todos enviados por la familia al mando de esa facción.

—¡¿Por qué dices eso?! —replicó Yuusuke.

La organización Viento Afilado, a la que pertenecían Brentford y compañía, había caído bajo el control de su propio oficial de asuntos generales y oficial de asuntos financieros, quienes conspiraron para derrocar el gobierno de Trent Rietta y desatar la plaga de bestias mágicas modificadas por todo Kaltcio. Gracias a la intervención de Fonkrank y a la actuación de la Patrulla del Dios Oscuro, aquel motín se sofocó enseguida. Pero los daños causados por las bestias seguían multiplicándose. Solo cuando Gazetta desplegó un auténtico ejército de cazadores, con la ayuda de la Patrulla del Dios Oscuro, lograron detener el desastre.

Después de la revuelta, el grupo de Valerie pasó casi todo el tiempo confina­do en la capital, Ringwall, hasta que el Rey Cliffzah les declaró inofensivos. Mientras tanto, Brentford, por ser la oficial más carismática, competente y respetada entre los soldados de Trent Rietta, fue aceptada de mala gana en las filas militares del reino durante la confusión que siguió a la invasión polvatiense.

—Bueno, supongo que es muy típico de Trent Rietta —comentó Yuusuke, asombrado y maravillado a la vez de las decisiones del Rey Cliffzah.

—¡Ja, ja, ja! —se rió Valerie, escéptica—. Nosotras tampoco estamos muy seguras de merecer estar aquí, ¿sabes?

—De verdad, Trent Rietta es un país totalmente ajeno a las intrigas políticas, ¿eh?

—Bueno... últimamente parece que hay una pequeña lucha por el trono —soltó Valerie.

—Creo que acabo de oír algo que no debería pasar desapercibido... —dijo Yuusuke, arqueando una ceja.

—Ah, no. Con lo de la lucha por el trono no me refiero al trono figurado, sino al Trono de Jade literal. Y todo por culpa de tu regalo.

—¿Mi regalo? ¡No me digas que...!

Resulta que Yuusuke le había hecho un obsequio muy personal al propio Rey Cliffzah. Tras resolver el asunto de las bestias mágicas modificadas y cerrar oficialmente el acuerdo de la Confederación de los Cinco Clanes con la adhesión de Gazetta, se celebró un gran festival en la Catedral de Kaltcio, al que acudieron los reyes y sus pueblos para proclamar solemnemente la nueva era.

Hasta ese momento, Trent Rietta había permanecido casi al margen, pero para la festividad habían invitado al Cliffzah, el Guerrero Verde, procedente de Ringwall, la ciudad más remota de la catedral. Para agradecerle su presencia y aliviarle las fatigas del viaje, Yuusuke le regaló un curioso aparato de salud: un respaldo acolchado con función de masaje incorporada, es decir, la parte mecánica de un sillón de masaje adaptada para poder acoplarse a cualquier sofá convencional.

—¡¿Se lo ha puesto en el trono?!

Al parecer, el Rey Cliffzah pasaba muchas horas sentado por motivos de estado, así que decidió fijar el respaldo de masaje directamente a su Trono de Jade. Gracias al efecto especial de la personalización, el mecanismo de masaje también proporcionaba un ligero efecto de descanso, y se había vuelto tan popular entre sus cortesanos que, de noche, algún ministro se colaba para disfrutarlo a escondidas, y de día se organizaban auténticas batallas por el trono cuando el rey se ausentaba. Así, la lucha por el trono se ha convertido en la moda del momento.

—Al menos es una disputa más pacífica... —suspiró Yuusuke, incrédulo al escuchar los detalles del palacio de Trent Rietta.

A su alrededor, tanto los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro como los embajadores de las otras naciones reaccionaron con la misma mezcla de asombro y desconcierto.


A pesar de todos esos reencuentros tan inesperados y del jaleo que montaron, cuando los representantes de las Cuatro Grandes Naciones estuvieron reunidos, se dirigieron juntos a la sala donde tendría lugar la conferencia.

Una vez todos sentados, se declaró oficialmente abierta la sesión para elegir a los emisarios de Kaltcio que negociarían con las fuerzas de Polvatia.

—Para la misión de Kaltcio bastarán los representantes de Gazetta y Fonkrank, ¿no os parece? —propuso Ayuukas, yendo al grano.

—¡Pero no lo quieras zanjar en dos segundos! —protestó Yuusuke, agitando los brazos—. Si hemos venido para pasar cinco días debatiendo, al menos hagamos algo propio de una gran conferencia, ¿no?

Yuusuke animó a los demás a que hiciesen al menos un protocolo de apertura, pero...

—¡Bah! Con charlar un poco, comer y volver ya está bien, ¿no?

—¡Que los preciados impuestos del pueblo acaben en los cubiertos y las copas de los más poderosos!

Ayuukas soltó el discurso sin paños calientes: al fin y al cabo, esta conferencia era casi un acto de cara al público para mostrar la unidad de las Cuatro Grandes Naciones y tranquilizar a la población, así que no había por qué complicarse la vida. Incluso los representantes de Blue Garden y Trent Rietta se sonrieron entre sí, incapaces de creer que fueran a despojarse de todo protocolo de una forma tan descarada.

—Si dejamos rematados los puntos esenciales, lo demás puede ir tirando —añadió Ayuukas con desgana—. Total, ¡cansa un huevo!

—Madre mía... No me quiero ni imaginar cómo reaccionaría Sakuya si viera esto...

Yuusuke jamás se habría imaginado que los demás acabarían dando su aprobación al cien por cien.



Mientras tanto, en una playa retirada del antiguo Castle Palace, uno de los miembros de la Alianza del Esplendor, haciéndose pasar por un simple paseante, conversaba con sus camaradas sobre el plan:

—Con la información que tenemos de los países principales, estamos bien cubiertos.

—Sí, también conocemos las particularidades y costumbres de cada región.

—Trent Rietta, la tierra del Dios Oscuro, ofrece un entorno ideal para ocultarnos, pero no reúne condiciones para levantar allí una sede —añadió uno con cierta cautela.

—Blue Garden resulta infranqueable —dijo otro—; la autoridad de su reina es demasiado fuerte. Y Fonkrank, donde está la famosa heroína, ni se contempla.

—Al final, Gazetta es nuestro mejor punto de apoyo —concluyó el primero—. Ya tenemos almacenadas las armas que más les atraerán; es con quien tiene más sentido aliarnos.

Si creaban las condiciones adecuadas, podrían fabricar allí mismo armas más sencillas. Para los lugareños, la tecnología mágica polvatiense sería un material de trueque muy atractivo.

—Aún lo hemos confirmado, pero parece que la facción conservadora de Gazetta planea asesinar a ese héroe.

—Es la oportunidad perfecta. Si logramos provocar una guerra civil interior, tendremos al continente en nuestras manos.

Su plan consistía en respaldar a los conservadores de Gazetta y hacer que fueran ellos mismos quienes acabaran con ese molesto héroe de Kaltcio. Una vez que ellos, que ya eran la fuerza más poderosa en Kaltcio, se hicieran con el control de Gazetta, se servirían de ese punto de apoyo para absorber al resto de facciones de Polvatia.

En Polvatia, se consideraba que su derrota en la última guerra se debió en gran parte al poder de los héroes de Kaltcio. Una de ellas llegó a hundir toda la flota naval de la Fuerza Acuática Sacra, y otro transformó de la noche a la mañana la antigua ciudad sacra Castle Palace en un conjunto de ciudades amuralladas. Sin esos desconocidos guerreros extraordinarios, el tecnológicamente inferior Kaltcio no habría tenido ni una posibilidad de victoria.

—Dicen que en el corazón del gobierno de Gazetta también hay una heroína, del mismo tipo que Alicia —prosiguió uno—. Primero eliminaremos a esa, y luego nos ocuparemos del que llaman oscuro.

—O de la negra, la que hundió la flota desde el cielo —aclaró el otro—. Ella está en contacto con Alicia; ahora estamos averiguando qué pretende.

Para las propias filas polvatienses, Alicia no era más que un peón propagandístico y un instrumento para infundir coraje a las tropas. No le habían dado acceso a información sensible. Era imposible que la heroína revelara secretos de Polvatia: bastaba con hablar un poco con ella para darse cuenta.

—¿Nuestro objetivo es infiltrar la organización respaldada por Alicia?

—Quién sabe. Al parecer, cada héroe de Kaltcio pertenece a una facción distinta; no es un bloque homogéneo.

Siendo así, más razón para azuzar a los conservadores de Gazetta y desestabilizarlos, provocando desconfianza incluso entre los propios héroes.

—A quienes poseen un poder tan desmedido, hay que enfrentarlos con una fuerza igualmente extraordinaria.

Por muy inmenso que fuera su poder, nadie estaba libre de la inseguridad que nace de la sospecha. Esa inseguridad engendra más recelo en un círculo vicioso: si lograban que los héroes de Kaltcio cayeran en la desconfianza mutua, su tarea sería mucho más sencilla.

De hecho, casi conocían al completo la naturaleza de sus habilidades. Cada héroe recibía un único tipo de poder. La heroína de Polvatia, Alicia, pertenecía a los del tipo «mejora corporal». El héroe de Fonkrank, Yuusuke, era del tipo «intervención»: puede alterar cualquier objeto. La afiliación de la heroína de las alas negras aún se desconocía, pero sus capacidades incluían el vuelo, las barreras de defensa absoluta y ataques de rayos...

—Bueno... Supongo que ella domina a la perfección un único tipo de habilidad y la aplica de maneras distintas.

Podría, por ejemplo, generar esas barreras impenetrables y a partir de la fricción en el espacio crear descargas eléctricas, o usar las paredes de energía para sustentarse en el aire y así volar.

—A menos que tenga un poder para leer la mente, nuestro plan no correrá riesgo de ser descubierto.

Con esas palabras, los miembros de la Alianza del Esplendor prosiguieron su conversación, afinando los últimos detalles de la operación contra los héroes de Kaltcio.



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