11/06/2025

WCC EX - Capítulo 12




Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 12
Después de la calma

Dentro de los distritos residenciales de Polvatia, empezaron a surgir muchas personas entre los ciudadanos de tercera y segunda clase que mostraban su intención de no seguir al Gobierno Sacro. Estas personas rechazaban la creencia en el dios Polva y comenzaron a formar nuevas comunidades.

Para coordinar a estos grupos se asignaron ciudadanos de segunda clase con rango militar, como Kanan y los de su escuadrón, y se puso a Alicia como respaldo. Así, lograron ejercer presión sobre el Gobierno Sacro. Por el momento, ambas partes trataban de expandir su influencia de manera pacífica.

En cuanto a los distritos fortificados que albergaban a familias pertenecientes a etnias de otros continentes, Yuusuke evitó dar explicaciones detalladas sobre lo sucedido. Simplemente les comunicó: «Habéis sido liberados. Cada uno de vosotros puede decidir la forma en la que quiera vivir a partir de ahora». Difuminar el papel de Kaltcio como fuerza liberadora servía, por un lado, para reducir posibles conflictos dentro de Polvatia y, por otro, para evitar que los futuros enfrentamientos que pudieran surgir allí los salpicaran. No todos los miembros de las clases dominadas acogieron la liberación con alegría, por lo que Yuusuke quería mantener ambigua la identidad de quién los había separado de sus gobernantes.

A los soldados del ejército de Polvatia que habían sido capturados en Sanc Adiet, incluidos los que se encontraban en la base provisional, se les dio la opción de exiliarse en Kaltcio. Quienes desearon volver a Polvatia fueron transportados en aeronaves. A los que regresaron a Castle Palace se les pidió que se organizaran como una nueva facción dentro de su distrito residencial.

Durante este tiempo, Sakuya también apareció de vez en cuando para participar en diversas actividades: volaba de un distrito a otro en Castle Palace, curando a heridos o calmando con descargas eléctricas a grupos que estaban a punto de iniciar disturbios. También intentó estrechar lazos con Yuusuke: intercambiaban pasteles, aunque ella le pedía que redujera las calorías, y también trabajaron en la réplica de una cámara digital. Pero él no conseguía que los pasteles bajos en calorías tuvieran un buen sabor por falta de muestras suficientes, y no pudo replicar la cámara por escasez de materiales.

—Hmm... Así que no eres tan hábil como yo pensaba. Pensaba que era como pulsar el botón de imprimir y listo... —murmuró Sakuya, con un deje de decepción.

—¡¿Imprimir?! —respondió Yuusuke, un poco exasperado—. ¡Te referirás a una impresora 3D, supongo!

—Ya, bueno. ¡Pero sí que puedes guardar datos y luego restaurar cosas a su estado original cuando se estropean o envejezcan...!

—Ah, sí. Supongo que con ese método podría volver a dejar cualquier cosa como nueva en cualquier momento.

Las partes desgastadas eran irrecuperables, pero en el caso de daños menores, podía restaurar cualquier objeto al estado en que almacenó la información. Además, podía mejorar atributos como la durabilidad, alargando la batería u optimizando otros elementos de forma parcial, para aumentar así la calidad de un objeto. Sakuya ya estaba tramando traerse todos los electrodomésticos de casa que quisiera conservar a largo plazo y pedirle a Yuusuke que los guardara.

—¡Ahh! ¡Ojalá pudieras acceder al almacén interdimensional de Kou!

—¿Kou?

«¿Quién es ese?», pensó Yuusuke, mientras desmontaba una de las ballestas de luz antiaéreas mejoradas, desplegadas por todo Kaltcio, ladeando ligeramente la cabeza ante ese nombre y al término «almacén interdimensional», tan desconocidos para él.

Ese tal Kou del que hablaba Sakuya era un aventurero de otro mundo, que ahora solía visitar con frecuencia, al que ella había conocido recientemente. Según parecía, tenía un cuerpo de gólem, algo bastante peculiar, y lo conoció mientras buscaba el cuerpo original de Alicia.



—Es una chica de espíritu libre —comentó Ayuukas.

—Desde luego —asintió Yuusuke con una sonrisa irónica.

Ambos seguían trabajando codo con codo en la sala de mando provisional instalada en los pisos superiores del Palacio Volance. A través de la red de Shift Move, estaban desmantelando las ballestas de luz antiaéreas mejoradas que habían distribuido entre los cuatro grandes países de Kaltcio.

—Pero esto... No podremos con todas, me temo.

—Bueno, no hay más remedio.

Probablemente se habían retirado algunas ballestas en secreto de la red de Shift Move. Con lo rápido que las habían reproducido y distribuido en su momento, resultaba imposible llevar un control total. Si alguien fingía no saber nada, no había manera de comprobarlo. Solo quedaba rezar para que no se hiciera un mal uso de ellas.

—Bien, ya he cumplido mi papel, así que me vuelvo a casa.

—Gracias por todo... Pero, ¿te vas a ir así, sin más?

—Ju, ju. Al fin y al cabo vine por mi cuenta; no le debo nada a nadie.

Sin fiesta de despedida ni ceremonia alguna, Ayuukas decidió marcharse en cuanto terminó lo que tenía que hacer. Se soltó las coletas y sacudió levemente la cabeza, dejando que su larga melena blanco violácea ondeara suavemente. Sentada sobre su sofá flotante azul, abrió el menú de personalización y activó la red de Shift Move. Los acompañantes que la habían escoltado en su visita a Sanc Adiet ya habían vuelto hacía días a Patricia del Norte.

—Pues hasta la próxima. Vente a visitarnos de vez en cuando, ¿eh? ¡Ejecutar! —imitando por última vez el gesto de Yuusuke, Ayuukas desapareció con el efecto del Shift Move.

—En cierto modo, Shinja también habrá acabado influenciado por ella... —murmuró Yuusuke, solo en la silenciosa sala de mando provisional, encogiéndose de hombros.

Cuando estaba a punto de levantarse para volver a casa, la puerta se abrió de golpe.

—¡¿Está Ayuukas?!

Violet irrumpió corriendo en la sala, cargada con una cesta repleta de frutos rara.

—¡Qué pena, justo se acaba de ir!

—¡Oh! ¿He llegado tarde?

—Mira, si quieres, puedo enviárselo.

—¡Guau! ¡Sí, por favor!

Yuusuke despachó la cesta que Violet había preparado como regalo inmediatamente hacia el punto donde Ayuukas acababa de usar la red de Shift Move.

De momento, el enlace por Shift Move todavía conectaba la ciudad fortaleza Patricia del Norte, territorio actual de Gazetta, y la ciudadela de Paula, de Blue Garden, pero pronto podrían desconectarse por razones de seguridad. En cuanto a Ringwall, la capital comercial, y las ciudades gemelas Delia-Lidea, de Trent Rietta, probablemente permanecerían tal cual.

—¿Tú crees? Tanto Gazetta como Blue Garden confían en ti, Yuusuke.

—Puede que sí, pero seguir dejando que un soldado de otro país manipule la ciudad a su antojo no parece buena idea.

Incluso un dios oscuro pacifista como él podría cambiar de opinión de un día para otro y convertirse en un destructor que trae calamidades.

—Si eso pasa, aquí estaremos para detenerte con todas nuestras fuerzas —Violet soltó una risita llena de confianza.

Yuusuke no pudo evitar imaginarse un futuro en el que, sin duda, ningún giro del destino distorsionaría tan fácilmente sus sentimientos.



En la base del Shift Move, instalada en un tramo de la muralla de Patricia del Norte, Ayuukas estaba conversando con Shinja sobre los planes de futuro, mientras se dirigían a la torre central. Llevaba en las manos el obsequio que Violet le había enviado mediante Yuusuke.

—A partir de ahora tendremos que prestar aún más atención a los conciliadores y a los conservadores.

—Vaya lío... —Shinja asintió con un gesto fatigado—. ¿Se lo has contado ya a Yuusuke?

—No, todavía no. Pero ya avisé al rey Esvobus para que esté alerta.

—El rey Esvobus... Con lo del intento de asesinato, no me da mucha tranquilidad.

—Seguro que está bien. La situación ahora es muy distinta.

Antes de que se estableciera la Confederación de los Cinco Clanes, y con el ascenso de Gazetta como factor, la mera existencia de Yuusuke podía percibirse como un elemento amenazante tanto para la sociedad de los desvalidos como para Fonkrank. Sin embargo, ahora, de cara al encuentro con las fuerzas de Polvatia, el poder de Yuusuke se había convertido en una carta decisiva e insustituible para todos en Kaltcio. Ayuukas preveía que el Rey Esvobus reforzaría incluso más su seguridad personal que en los días en que la facción contraria a la Patrulla del Dios Oscuro actuaba en la sombra.

—¿Es decir que, incluso en el improbable caso de que hubiera un intento de asesinato, a gran escala no tendría el mismo impacto que antes?

—Exactamente.

El intento de asesinato del dios oscuro Yuusuke, ese elemento inquietante, resultó estar sorprendentemente incrustado en el interior de Gazetta. La batalla reciente demostró que, con las armas militares mágicas de Polvatia en sus manos, los usuarios de artes divinas podrían plantarles cara a los desvalidos.

Con ese armamento poderoso a su disposición, el clan blanco quedaría en clara desventaja frente a los usuarios de Kaltcio. No obstante, si eliminaban a Yuusuke, el único capaz de contrarrestar esas armas, el dominio de Gazetta sobre Kaltcio se haría real. Y no era descabellado pensar que alguien planeara sacar provecho de ello. En adelante, Gazetta se mostraría más activo en la tarea de reclutar a los técnicos en armamento de Polvatia. Tanto el Rey Esvobus como la Reina Rishause tenían bien presente esa posibilidad.

—Si alguien se atreve a volverse contra el dios oscuro, acabará autodestruyéndose, y de paso se enemistará con la heroína de Polvatia y con esa extraña chica de las alas negras de otro mundo.

Además, en la mansión de Yuusuke residía esa heroína ancestral que conocía a fondo la historia de Polvatia. Con tanto talento dotado de poderes sobrehumanos reunido en un solo lugar, si alguien se atrevía a cruzarse con ellos, no solo se perdería la hegemonía, sino que se abocarían al desastre.

—Ojalá lo tengan bien claro.

—Crucemos los dedos para que nuestra gente no sea tonta.

El rey Shinja y la inmortal chamana Ayuukas que le asistía lamentaron lo enrevesado que se había vuelto el gobierno interno de Gazetta. Se permitieron saborear por un momento la paz que seguramente reinaría durante un tiempo tras el fin de la guerra.



—¿Era aquí donde estabas, Alteza?

—Hola, Yuusuke. Parece que esta vez has vuelto a armar una de buena.

En la habitación de Yuusuke se reunieron Krielov, el capitán de la Patrulla de Fuego, tras perseguir a Violet, e Hivodir, que apareció por casualidad, para hablar de los próximos pasos de su nación.

Polvatia estaba separada por mar. De momento no había máquinas voladoras capaces de cruzarlo ni barcos disponibles. Dentro de los distritos amurallados, cada comunidad étnica podría actuar de formas distintas de aquí en adelante, pero seguro que acabarían saliendo de sus receptáculos y comenzarían a moverse.

—Creo que lo mejor será irlos observando de vez en cuando y prepararnos —propuso Yuusuke.

Seguían teniendo los cazas polivalentes que habían utilizado para traer a los prisioneros que querían exiliarse y a los soldados de la Fuerza Sacra que quedaron en Kaltcio, así que podrían contratar a alguno de los pilotos para vigilar la situación desde el aire.

Después de la coronación de Violet, podrían incluso entablar relaciones diplomáticas con los países que surgieran en Polvatia.

—Quizá ya se hayan formado varios estados —observó Hivodir.

Todos asintieron. Aunque los polvatienses, con su avanzada tecnología mágica, destacaran por encima del resto, el Gobierno Sacro que los unificaba ya había quedado atrás: ahora se habían dividido en etnias. Entre los antiguos pueblos de otros continentes, también podría haber quienes hubieran aprendido esas artes mágicas y estuvieran esperando el momento de contraatacar.

—¿Quiénes serán los primeros en contactar con nosotros? —preguntó Krielov.

—Ojalá para entonces Alicia, Kanan y los demás sigan en pie... —comentó Yuusuke—. Al fin y al cabo, somos aliados que lucharon juntos —murmuró.

Violet asintió varias veces, empatizando con él.



—Bueno, hasta mañana. Pronto tendremos que retomar las exploraciones subterráneas.

—Sí, claro. ¿Hago otra vez los bento? (NT: Comida casera preparada, normalmente el día anterior o por la mañana, que los niños se llevan a la escuela o los maridos al trabajo.)

—¡Sí! Y esta vez, por favor, haz para mí también.

Violet y Krielov se dirigieron a su sala de entrenamientos como de costumbre. Hivodir fue a la sala de descanso de la patrulla de palacio para reunirse con los demás candidatos a prometido, y Yuusuke bajó a la estación de vehículos de motor para irse a casa.

Por el camino se cruzó con Vermeer y Hinke en el pasillo:

—¡Oh, capitán, qué sorpresa!

—¿Ya se va?

—Más o menos. ¿Vosotros salís ahora de patrulla?

—Vermeer, sí. A mí me toca quedarme por aquí.

Con su aire habitual, Vermeer explicó que iba a salir con sus guardias a patrullar la ciudad. Hinke, por fin contento de poder reunirse con su amada cantarina, lucía una expresión radiante.

—La ciudad por fin está volviendo a su aspecto normal.

—Con las ballestas antiaéreas parecía un erizo.

—Que apenas sufriéramos daños fue todo mérito suyo, capitán.

Habían rechazado la amenaza de Polvatia momentáneamente. Tras intercambiar impresiones sobre el futuro, se despidieron frente a la sala de descanso de la guardia de palacio.

—Hasta mañana.

—¡Buen trabajo!

—Descanse.

En la sala de descanso, Zhahid estaba echándose una siesta. Yuusuke decidió no despertarle y se marchó sigilosamente.

Al llegar a la estación de vehículos, vio a Zaisha e Hisotta con sus uniformes de patrulla. Al parecer acababan de regresar.

—Vaya, capitán, ¿también se marcha a casa ya?

—Sí. ¿Vais a bajar al centro? ¿Queréis que os lleve? —Como él también quería pasar por el mercado antes de volver, añadió—: Hisotta, te llevo hasta el barrio de los desvalidos.

—¡Perfecto! —aceptó Eisha encantada, y se subió al vehículo de Yuusuke. Luego tiró suavemente de Hisotta, que dudó un poco, y la hizo subir con ella.



—Gracias a los «trucos» del capitán y la chamana, parece que la ciudad está hasta arriba de mercancías.

—Sí. Usando la red de Shift Move llegamos a transportar hasta a los propios comerciantes con su género.

Mientras llevábamos materiales para reparar la ciudad y suministros para las armas, los mercaderes también aprovecharon los ratos libres durante el estado de alerta para reponer. Normalmente, los productos que iban de una ciudad a otra tardaban varios días, incluso más de una semana, en llegar. Pero en esos tres últimos días había entrado de golpe un aluvión de mercancía.

—Con tanto movimiento en la red de transporte, deberíamos avanzar también en el desarrollo de trenes.

—¿Por la brecha tecnológica con Polvatia?

—Exacto. Seguro que para cuando abramos relaciones diplomáticas, encontraremos ciudades mucho más avanzadas que la actual Sanc Adiet.

Al cruzarse con otro vehículo de motor particular, Yuusuke observó la escena: Sanc Adiet era, de los cuatro grandes reinos de Kaltcio, el más moderno. Pero el distrito amurallado de Polvatia, Castle Palace, había alcanzado un nivel de desarrollo comparable al de cualquier ciudad de la Tierra.

Aunque había desmantelado todas las instalaciones y fábricas ligadas al armamento, mantuvo la maquinaria necesaria para la vida diaria. Mientras quedaran ingenieros polvatienses, recuperarían tarde o temprano un grado considerable de desarrollo mágico tecnológico.

—Allí desarrollan su tecnología con investigación continua, pero aquí todo es un apaño basado en mi habilidad —comentó Yuusuke.

Lo bueno era que todo lo que fabricara seguirían funcionando incluso después de que se marchara, como demostraba el quevedo divino de la Torre Central de Patricia del Norte, que era un legado de un dios oscuro anterior. Ahora bien, si no seguía creando nuevos dispositivos, no habría más avances. «Me gustaría que los ingenieros de Kaltcio se esforzaran en analizar y mejorar la tecnología polvatiensen», pensó. «Yo comprendo su funcionamiento a grandes rasgos, pero no puedo proporcionar tantos ejemplares como necesitan».

—Ja, ja. Sus poderes son muy prácticos, capitán, pero también suele improvisar un poco, ¿no? —se rió Zaisha.

Como vivía cerca, se bajó en el antiguo barrio de clase media donde antaño residían muchos usuarios de artes acuáticas, que ahora era un barrio aristocrático.

—Con su permiso. ¡Muchas gracias por llevarme, capitán!

—¡Hasta mañana!

Al bajarse, Zaisha se inclinó hacia Hisotta, que había pasado del asiento trasero al del copiloto, y le susurró al oído «¡Ánimo!», con un guiño de complicidad. Pero ella, consciente de quedarse a solas con Yuusuke, se puso tan nerviosa que se quedó petrificada.



Al salir por la puerta del distrito y avanzar por la segunda capa de calles del antiguo barrio de los desvalidos, el único sonido dentro del vehículo eran las ruedas rodando sobre el empedrado y el zumbido del motor. Yuusuke decidió romper el hielo y se dirigió a Hisotta:

—Parece que el barrio de los desvalidos sufrió pocos daños. Qué bien, ¿no?

—S-Sí... —Hisotta se estremeció al responder—. E-Es que los ataques se concentraron en el centro de la ciudad...

Aunque había logrado acostumbrarse a conversar con normalidad cuando estaba con los demás, su timidez aún se hacía patente. Claro que eso también dependía de con quién hablaba.

—¡A-Ah, capitán!

—¡Ah, Sorzak! ¡Hola!

—¡Vaya, qué casualidad encontrarle aquí!

Mientras bajaban la cuesta que conducía al distrito general, se toparon con Sorzak cargado con un gran fardo a la espalda. Iba justo rumbo al mercado para vender algunos productos y les pidió que le dieran un aventón.

—Sube, sube —dijo Yuusuke, señalando el asiento trasero libre.

Hisotta, sin embargo, se quedó un poco triste: su paseo a solas con el capitán había terminado antes de que apenas hubieran empezado hablar.



—¡Menos mal que os encontré! Es que aún no han reactivado el servicio de transporte público por encima del distrito general.

—Claro, en la parte alta casi todo el mundo tiene su propio vehículo, así que no hay muchos pasajeros.

Sorzak también tenía su vehículo personal, pero prefería usar los compartidos porque disfrutaba viajar con otros. Participó estrechamente en su desarrollo y le divertía la compañía.

—Oye, creo que voy a rescatar esa idea del tren que empezamos a planear antes del tranvía...

—Ah, ¿el proyecto de transporte para unir ciudades?

—Sí. Antes quiero hacer primero carreteras y luego podría quedar como un servicio de autobús público de larga distancia sin raíles.

Mientras los asuntos de Polvatia aún no se hubieran resuelto, Yuusuke comentó que, de cara al desarrollo futuro de Kaltcio, convendría mejorar las redes de transporte entre cada reino y cada ciudad para acelerar el ritmo de la circulación de mercancías. Sorzak estuvo de acuerdo.



Tras despedirse de Sorzak en el mercado, Hisotta decidió acompañar a Yuusuke de compras. Rápidamente hizo sus gestiones: seleccionó los accesorios que usaría como materiales para los anillos de artes divinas de siempre.

—¿Hoy también vas a traerles comida?

—No, hoy... ropa, herramientas, y eso.

Con la Confederación instaurada, los desvalidos podían transitar libremente por la ciudad, y a Hisotta le resultaba mucho más cómodo hacer recados. Aunque, admitía que le provocaba cierta nostalgia.

—Pero al final sigo cargando con una infinidad de bolsas.

—Q-Qué mal... Je, je.

Yuusuke tomó la mitad de sus bolsas, mientras que Hisotta no dejaba de disculparse. Una vez hechas las compras, fueron en coche hasta la callejuela del barrio de los desvalidos, y a partir de ahí tuvieron que continuar a pie hasta su casa.

—Ahora que lo pienso, a parte de ir a casa de Sorzak por trabajo, solo he estado de visita en tu casa, Hisotta.

—¿E-En serio?

Cruzaron el pequeño puente sobre el canal y recorrieron despacio la calle principal del barrio, antes apenas alfombrada de tierra y ahora medio asfaltada. Al llegar frente a la casa de Hisotta, Yuusuke le entregó las bolsas y se volvió hacia el mismo camino.

—Bueno, hasta mañana entonces.

—E-Esto... capitán.

—¿Sí?

Para despedirse, nerviosa por no querer quedarse callada, Hisotta reunió todo su valor y balbuceó una frase de cortesía:

—Eh... Ah... Buenas noches.

—Oh, buenas noches.

Ella esbozó una pequeña sonrisa, satisfecha. Él continuó hasta regresar a la avenida principal, donde había aparcado el vehículo. Podría haber regresado a casa usando Shift Move, pero decidió disfrutar de un tranquilo paseo observando el paisaje de la ciudad que poco a poco recuperaba su rutina.



La mansión de Yuusuke, en un rincón del antiguo distrito de clase alta, que ahora era el barrio aristocrático, se alzaba tranquila al atardecer. Al llegar, todos sus criados lo recibieron de inmediato. No se sorprendieron por su regreso tan temprano. También estaban ahí Sun, Raazsha y Rasanaasha.

—Bienvenido, Yuusuke.

—¡Hola, Yuusuke!

—Bienvenido, señor Yuusuke.

—Gracias, chicas.

Rasanaasha, que tantas cosas había vivido junto a Sun y Raazsha, ya era una nueva habitante de aquel hogar. Sus pertenencias llegaron esa misma tarde. Al parecer traía mucha ropa. Había desechado los objetos de trabajo, los trajes demasiado subidos de tono y los diseños más provocativos, pero aun así tenía mucha cantidad.

—¿Qué es todo esto? ¿Quieres guardarlo todo aquí?

—¡No es que quiera, es que son mis cosas!

—Ja, ja, ja. La próxima vez que vayamos a ver a Zeshald puedes dejar cosas allí...

—Claro, cuando queráis. Yo os llevo con Shift Move.

Mientras charlaban animadamente, se oyó la voz de una chica desde el pasillo del segundo piso:

—¡Vaya! ¿Ya has vuelto, Yuusuke?

—Acabo de llegar hace un momento. ¿Estabas durmiendo a estas horas?

Era Parcer, la otra nueva inquilina de la mansión, la antigua heroína de Polvatia. Había escuchado jaleo en el vestíbulo y había salido de su habitación, aún con el pijama puesto.

Actualmente, Parcer estaba acogida como invitada del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro. Tras ser liberada de su aislamiento, desde que llegó a Kaltcio había estado desquitándose: tras varias noches en vela de fiesta, dormía durante el día. Aunque últimamente parecía más serena.

—Parcer, si ya estás despierta, échame una mano con el nuevo fármaco —comentó Raazsha.

—Al menos déjala que coma algo antes, que seguro que tú ya tienes todo controlado lo del fármaco —añadió Rasanaasha.

Acostumbrada a ser el conejillo de indias de los experimentos, Parcer también dominaba un poco la alquimia de medicamentos, y colaboraba con Raazsha. Sun la adoraba, como si por fin hubiera ganado una hermana mayor. La relación entre las tres mujeres que vivían en la mansión de Yuusuke y Parcer era excelente.

—Y tú, ¿prefieres que vaya con un vestido elegante o con ropa cómoda y holgada? —preguntó Parcer, esbozando una sonrisa pícara.

—¿Has escuchado lo que te han dicho...? —musitó Yuusuke, rendido, desviando la mirada.



Sanc Adiet estaba teñida por el atardecer. Las farolas de musgo luminoso iluminaban las calles. Yuusuke y sus amigos compartían un animado rato de charla y risas.

«No sé cuánto durará esta paz, pero mientras esté en mi mano, quiero atesorarla todo el tiempo que pueda». El dios oscuro de Kaltcio guardó ese deseo y esa determinación en lo más profundo de su corazón.




< Fin >



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