
Novela original en japonés por: 金斬児狐 (Kanekiru Kogitsune)
Re:Monster
Traducción: Xeniaxen
Traducción: Xeniaxen
Día 663
(parte II)
Según ella, el amo de esta pirámide es el [Faraón de la Arena Blanca Maldita – Mel-Za-Zorath]. Fue un gran emperador que gobernó un imperio desértico hace mucho tiempo. En su juventud, era conocido como un sabio monarca, versado tanto en el arte como en la guerra, y bajo su liderazgo, el imperio del desierto prosperó enormemente durante décadas tras su ascensión al trono.
Sin embargo, en sus últimos años, fue atormentado por el miedo a la muerte, y parece que intentó todos los métodos posibles para evitarla. Un deseo que muchos anhelaron, incluso aquellos sin poder. Una meta así no podía lograrse con métodos a medias tintas, y al anciano y sabio emperador no le quedaba mucho tiempo. Por eso, se manchó rápidamente con terribles artes impías.
Omitiendo los detalles, la locura engendró más locura. No solo la sangre de los países enemigos, sino también la de sus propios ciudadanos, fluyó hasta formar ríos de sangre. Y al final de esa locura, el sabio emperador logró, en cierto modo, superar la muerte.
Tras ofrecer una horrenda cantidad de sacrificios, descartar su propio cuerpo y alterar su alma, se convirtió en un no-muerto, el [Faraón de la Arena Blanca Maldita – Mel-Za-Zorath].
Normalmente, el espíritu y el alma no pueden soportar un cambio tan drástico de especie que no sea una [Evolución]. Literalmente, son aniquilados por un dolor agonizante. Por eso, la mayoría de los no-muertos no tienen voluntad propia. Solo unas pocas excepciones, como el sabio emperador Mel-Za-Zorath, lo superan con un alma fuerte y una mente demente. Podría ser un factor que hubiera realizado rituales demenciales de antemano, como sellar parte de su memoria y alma en otros objetos para evitar su propia fragmentación.
El sabio emperador logró convertirse en un no-muerto, pero los no-muertos tampoco son inmortales. Son más resistentes y tenaces que las criaturas normales, eso sí, pero mueren cuando deben morir, ya sea por purificación con luz solar, destrucción del alma, incineración por fuego o aniquilación completa de su cuerpo.
Por ello, el sabio emperador no se conformó con una simple transformación. Invirtió la inmensa fortuna y el poder que tenía a su disposición, y en paralelo al ritual de no-muerto, se sometió a nuevas mejoras y modificaciones.
Duplicó su estatura con creces, superando los cuatro metros. Reemplazó todos sus huesos por llamas doradas, símbolo de la inmutabilidad. En su cráneo, coronado con oro y joyas, se incrustó unos ojos de gema gigantes que discernían entre verdad e ilusión. En los dedos de todas sus extremidades integró potentes artículos mágicos en forma de anillos. Y la armadura biológica que vestía, incluido el peto y el taparrabos de estilo único del imperio del desierto, la seleccionó entre sus más preciados tesoros.
Además, en el interior de su caja torácica, donde antes tenía el corazón, se implantó el tesoro nacional [Ataúd Maldito de Arena Triste – Nef-Karim], que otorga al portador el poder mágico de un dragón. Es un tesoro nacional elaborado principalmente con una enorme piedra mágica roja extraída de una especie de dragón del desierto, recubierta con múltiples capas de metal mágico. Gracias a esto, todo el cuerpo de Mel-Za-Zorath no solo poseía una fuerte [Resistencia] a diversos fenómenos, sino que sus habilidades aumentaron exponencialmente.
De esta forma, el sabio emperador superó la mayoría de las debilidades de los no-muertos y continuó reinando como el resplandeciente [Faraón de la Arena Blanca Maldita].
Ahora bien, en comparación con la época en la que fue un sabio emperador, la política de Mel-Za-Zorath se resumía en una palabra: tiranía. Habiendo sacrificado incluso a su propio pueblo para convertirse en no-muerto, en cierto sentido, es natural. Además, por mucho que haya superado debilidades como la luz solar, es muy posible que la naturaleza de su alma y sus gustos, pensamientos y forma de vida, alterados al convertirse en no-muerto, tengan un impacto negativo en él.
Su tiranía continuó durante varios años, se convirtió en un abominable no-muerto. No obstante, un día un hombre levantó un ejército rebelde: el propio hijo de Mel-Za-Zorath, el antiguo príncipe heredero Rashid-Zorath.
Había intentado varias veces amonestar a su padre antes de su transformación en no-muerto, pero fue encarcelado y, después de que la transformación tuviera éxito, estuvieron a punto de eliminarlo. Pero logró escapar de la prisión en el último momento gracias a sus leales consejeros.
Después de su huida, Rashid se ocultó por diversas regiones, esforzándose en expandir su fuerza y número de colaboradores. Y la rebelión tuvo éxito. A pesar de los innumerables sacrificios, acorralaron al Faraón Mel-Za-Zorath hasta lo más profundo de la pirámide, donde lo empalaron con un artículo mágico llamado [Estaca Sagrada del Sol], que tenía un efecto especial contra los no-muertos.
Es un artículo mágico extremadamente poderoso. Las especies de no-muertos comunes se debilitan con solo ser bañadas por su luz y puede destruirlas con un ligero toque. Por lo tanto, no había forma de que Mel-Za-Zorath pudiera resistir.
Pero los huesos del Faraón de la Arena Blanca Maldita eran de llamas doradas, un material inmutable, y en su corazón tenía el tesoro nacional [Ataúd Maldito de Arena Triste – Nef-Karim], que le confería el poder mágico de un dragón. Incluso al recibir la [Estaca Sagrada del Sol], logró resistir. Por muy poco, pero resistió.
Después, consumido por el miedo a la muerte y el odio, desató una furia inmensa. Aniquiló no solo al príncipe Rashid y a sus leales sirvientes, sino al país mismo. Así fue como nació la desolada [Ciudad Fantasma de Viento Abrasador – Val-Hashum], que sigue sufriendo el efecto del vendaval ardiente de Mel-Za-Zorath y sigue completamente deshabitada.
Parece que los pocos supervivientes que quedaron hicieron flotar soles artificiales para sellar al abominable Faraón de la Arena Blanca Maldita. Con él, sellaron toda la zona circundante con arena fluida sagrada de color blanco pálido, que es extremadamente efectiva contra los no-muertos, dando así origen al [Cinturón de Arena Fluida Incandescente – Vall-Zorahat].
Buscó la inmortalidad hasta el punto de convertirse en un no-muerto, destruyó su propia patria e hizo desaparecer hasta su propia historia... Y yo me enfrenté a él, en la [Cámara de la Llama Dorada], la sala más profunda del templo.
Mientras avanzaba por el pasillo, esperaba con ansias ver cuán fuerte sería Mel-Za-Zorath. Todo lo que sabía de él es que era un monstruo que había destruido una nación, y que se había fortalecido y modificado por todos los medios posibles. ¡Seguro que estaría delicioso...! El hecho de que tuviera huesos de llamas doradas, un material que nunca antes había probado, le daba un morbo extra. «¿Qué especia le vendrá mejor?», pensé cuando, de repente, pude distinguir un sabor único, entre un olor a putrefacción y a metal, que flotaba en el aire. Mis expectativas seguían creciendo...
En el centro de la [Cámara de la Llama Dorada], Mel-Za-Zorath exhibía una imagen lamentable. Parte de su cabeza estaba destrozada, y había perdido ambos ojos. La mayor parte de su corona, que debería haber estado adornada con oro y gemas, se había derretido, y el oro fundido se le había incrustado en el cráneo, fusionándose con su calavera. Tenía el brazo derecho amputado desde el hombro, y el brazo izquierdo carecía de cúbito, así como de dedo corazón y meñique. Sus costillas estaban completamente desmoronadas, la columna vertebral tan dañada que parecía a punto de colapsar, y su pierna derecha terminaba en la rodilla. Lo único que quedaba de su vestimenta eran unos pocos jirones de tela, agitándose al viento.
Ni la dignidad imperial ni los suntuosos adornos estaban ya presentes en él. Incluso la única corona que le quedaba era un triste despojo.
Pero supongo que es algo natural...
La [Estaca Sagrada del Sol] imbuida de llamas blancas sagradas que el príncipe Rashid le había clavado atravesaba al Faraón de la Arena Blanca Maldita. Se la había clavado por debajo del ojo derecho, destrozando su mandíbula, vaciando y fundiendo la mayor parte de su caja torácica y el [Ataúd Maldito de Arena Triste – Nef-Karim], y atravesando su pelvis. Lo había inmovilizado contra el suelo.
La estaca no había logrado acabar con su inmortalidad, pero había manifestado otro efecto: sellarlo en ese lugar y quemarlo continuamente desde dentro con un fuego infernal.
Mel-Za-Zorath emitía un grito silencioso, produciendo un leve sonido mientras forcejeaba para arrancarse la estaca. Pero la [Estaca Sagrada del Sol] nunca saldría.
Con su cuerpo destrozado, no podía reunir la fuerza para arrancarla. La poca energía que le quedaba se disipaba rápidamente debido al dolor de ser quemado desde dentro por las llamas blancas. Incluso con una potencia de fuego que reduciría a cenizas a un no-muerto normal en un instante, el Faraón de la Arena Blanca Maldita no moría.
Todo el cuerpo del Faraón de la Arena Blanca Maldita estaba compuesto por huesos de llamas doradas, que simbolizan la inmutabilidad. Aunque el tesoro nacional [Ataúd Maldito de Arena que Llora – Nef-Karim] estaba medio destruido, seguía produciendo poder mágico de dragón.
Por lo tanto, aunque la estaca lo quemara, los huesos de llamas doradas y el poder mágico de dragón lo mantenía con vida.
El estado de Mel-Za-Zorath era deplorable, pero eso no significaba que fuera un oponente fácil de vencer. Para los no-muertos, los seres vivos son objeto de un intenso [Odio] y [Envidia]...
El ahora funesto Faraón ya había perdido la cabeza hacía años, pero el miedo persistente a la muerte, el odio hacia el mundo y el rencor hacia sus enemigos se habían magnificado y eran inagotables. Precisamente porque el origen del poder de los no-muertos reside en esas emociones negativas, el Mel-Za-Zorath que tenía ante mí se había convertido en una existencia mucho más aterradora que cuando destruyó una nación.
Y ahora, al dirigirse al único ser vivo que veía por primera vez en mucho tiempo (es decir, a mí), emitió una voz de forma casual. Era una horrible onda, viscosa y llena de poder maldito puro, exhalada por un esqueleto sin cuerdas vocales. Una maldición insonora. Con el poder mágico de dragón, manifestó como una especie de [Aliento de Dragón], que transformó el aire circundante en un calor abrasador acompañado de destrucción física.
La [Cámara de la Llama Dorada] se convirtió en un infierno ardiente en un instante. El oro llameante que cubría la superficie de las paredes y el suelo se desprendió se derritió en el aire. Era el primer grito, espantoso y letal. Lo destruyó todo a su paso, excepto a sí mismo.
Al instante, extendí mis brazos plateados hacia adelante, cambiando su forma para convertirlos en un escudo. Soporté el impacto que amenazaba con hacerme volar, absorbí el calor para recuperarme, así como el oro llameante líquido que cayó sobre mis brazos para convertirlo en material.
Ni el temible conjuro, ni el calor abrasador, ni el oro líquido, tuvieron efecto en mí. Al ver eso, el Faraón pareció enardecer aún más su resentimiento y abrió y cerró con furia su mandíbula agrietada, como si fuera a romperse. Se le escapó una especie de cristal coloreado de arena, teñido de rojo oscuro.
Parecía una concentración de miles y miles de rencores, enorme, y llenó un espacio de unos cincuenta metros alrededor del gigantesco Faraón. En un instante, se formaron dunas de cristal de color alrededor del Mel-Za-Zorath, y entonces su boca se cerró.
Al instante siguiente, el cristal de color empezó a burbujear ruidosamente. La vasta cantidad de cristales se fundieron y se convirtieron en innumerables fragmentos de vidrio. El poder mágico de alta temperatura que fluía en su interior era un claro presagio del nacimiento de algo.
Y mientras los rápidos cambios continuaban, el Faraón de la Arena Blanca Maldita emitió otra maldición. Esta vez, no era destructiva, sino que parecía llevar una onda que indicaba algo. Penetró en los trozos de cristal de color, que ahora parecían huevos, y una luz dorada se encendió en su interior.
Algo se formaba rápidamente dentro de ellos, y de repente salió de uno de ellos el hueso dorado de una mano, como si hubiera roto la cáscara. De la misma manera, nacieron varios esqueletos de huesos dorados uno tras otro. Todavía estaban cubiertos por los huevos de cristal de color, pero rápidamente estos se transformaron en armaduras ceremoniales negras como el azufre, y en sus respectivas armas. En sus cuencas oculares se incrustaron gemas parecidas a cristales rojos, y en el centro de sus cráneos dorados tenían grabado el sello de sangre del Faraón. Finalmente, se pusieron en formación para proteger a su amo.
La formación constaba de tres capas. La capa exterior la formaban los esqueletos nacidos de los huevos pequeños. Los había de distintos tipos:
- Ash Guard. Se protegían con grandes escudos que ocultaban más de la mitad de su cuerpo, bloqueando todos los ataques.
- Chard Lancer. Empuñaban largas lanzas con fuego maldito, las cuales sobresalían por los huecos de sus grandes escudos.
- Scorch Archer. Disparaban flechas malditas que quemaban la zona impactada.
- Bomb Skull. No llevaban armas, pero eran ágiles y rápidos; se abalanzaban sobre el enemigo, lo abrazaban y se inmolaban.
La capa intermedia estaba formada por individuos nacidos de los huevos medianos. Entre ellos había:
- Flameray Gestor. Comandantes particularmente ostentosos y una cabeza más grande que los demás.
- Necroct Chant. Desataban poderosos hechizos rituales en coro.
- Boostior. Sacerdotes que invocaban calaveras ardientes y las lanzaban para envolver a los enemigos y aliados por igual en una potente explosión de llamas.
- Necfarat. Caballeros de élite totalmente armados, más poderosos que los de la capa exterior, que se encargaban de eliminar a quienes lograban traspasar la primera línea.
Y la capa interior, la más cercana al Faraón de la Arena Blanca Maldita, estaba compuesta por individuos nacidos de los huevos grandes, los Soldados Prohibidos, que eran algunos de los más poderosos del imperio del desierto. Aunque solo eran seis y, por tanto, los menos numerosos, su capacidad de combate era extraordinariamente alta. Estos eran:
- Guardián del Palacio de la Llama – Auzeine. Un espadachín pesado que manejaba una gran espada capaz de crear muros de fuego con un solo movimiento.
- Gran Grulla de Fuego Maldito – Eryzell. Un hombre-bestia con forma de grulla gigante que volaba libremente y esparcía llamas malditas como plumas desde las alturas.
- Zatraf, del Rugido Gris. Un hombre-bestia con forma de cocodrilo que luchaba sin cesar hasta derrotar al enemigo a mordiscos con su mandíbula gigante, sus rugidos ensordecedores y una técnica de combate única y sobresaliente.
- Oficial de la Pluma del Inframundo – Kishmar. Un leal vasallo que apoyó al Faraón en todo, desde el campo de batalla hasta la política interna, gracias a su rara habilidad de escritura mágica.
- Zamiel, de la Llama Blanca. El favorito del Faraón. Controlaba libremente una llama blanca tan intensa que podía reducir a cenizas incluso las mismas cenizas.
- Monje de la Perdición Negra – Severius. El artífice del éxito de la transformación del Faraón en no-muerto, y también la causa de la calamidad.
Los casi quinientos nuevos enemigos dirigieron su hostilidad hacia mí, el enemigo de Mel-Za-Zorath. Aunque la conciencia individual era débil en la mayoría de ellos, excepto en unos pocos, la pura cantidad de su hostilidad se concentró en mí, oprimiendo el ambiente.
La [Cámara de la Llama Dorada] era inmensa. Tenía forma circular, con unos trescientos metros de diámetro. La altura del techo superaba fácilmente los ochenta metros. Antes de ser destruida, su interior tenía la solemnidad de un templo, pero no entendí para qué querrían un espacio tan grande dentro de una pirámide. Además, al examinar los detalles, se parecía a una especie de arena de combate. Quizás, como parte de un ritual sagrado, se habían celebrado batallas aquí desde tiempos inmemoriales. Por eso había espacio más que suficiente quinientos enemigos.
Tal fuerza militar, altamente coordinada, se me acercó lentamente. Su presión era muy fuerte. En respuesta, decidí usar el [Halo de Apóstol] que flotaba a mi espalda.
Dirigí una de las doce espadas de luz escarlata y dorada del anillo exterior del halo hacia el ejército en horda. En ese instante, un rayo láser horizontal barrió el espacio desde esa única espada de luz escarlata y dorada. De izquierda a derecha, y luego de derecha a izquierda. Después de un solo barrido, todo había terminado.
Empezando por el Faraón, en el centro, todos quedaron divididos en tres partes y se desplomaron.
Por un momento, no comprendí lo que había sucedido. Antes de asimilarlo, el gigantesco cuerpo de huesos de llamas doradas se convirtió en una montaña de escombros. Los soldados enemigos generados se desmoronaron, transformándose en una gran cantidad de arena.
Había sido el rayo láser de una sola de mis espadas de luz escarlata y dorada. Eso fue lo que desintegró al ejército enemigo en un instante.
Me invadió la curiosidad de saber qué pasará si las uso todas, teniendo en cuenta que una sola había logrado eso. El resultado superó mis expectativas. Rápidamente, recogí los huesos de llamas doradas restantes del Faraón y la gran cantidad de arena. Los huesos eran mi objetivo principal esta vez, y aunque estaban medio destruidos y no podía esperar su efecto original, el [Ataúd Maldito de Arena Triste – Nef-Karim] en su pecho también sería un sustento importante. Qué lástima que no pudiera enfrentarme uno a uno a los Soldados Prohibidos... pero al consumir la arena, que contenía una mezcla de todos los enemigos, sin duda obtendría un poder considerable.
Para los ingredientes la frescura es lo más importante, así que no tardé en probar parte de lo que había conseguido.
Los huesos de llama dorada, grandes y gruesos, tenían una excelente textura. El sabor de la médula que surgía al masticarlos era muy bueno y se intensificaba a cada bocado. ¡Creo que podré hacer un caldo delicioso con ellos! Había muchos, así que me comí la mitad, y el resto lo usaré para caldo.
En cuanto a la enorme cantidad de arena, como era molesto comerla poco a poco, la guardé en mi inventario, luego la saqué por la boca y la engullí de golpe. La sensación de estallido y el tacto suave al tragarla me dieron la impresión de estar bebiendo un licor añejo. Además, como la arena en sí misma irradiaba un gran calor, sentía intensamente cómo se convertía en energía mágica a medida que la bebía. El poder mágico que había consumido se recuperó, y de hecho, ¿no habría aumentado también la cantidad de poder mágico que inundaba todo mi cuerpo?
Podría decirse que fue una cacería bastante eficiente:
Habilidad [Delirio del Faraón Hostil] aprendida
Habilidad [Prisionero del Fuego Abrasador] aprendida
Habilidad [Polvo Arenoso Incandescente] aprendida
Habilidad [Huesos de Llamas Doradas] aprendida
Así, aunque por el momento había puesto fin a esta etapa, aún me quedaba tiempo. Por eso, decidí desafiar otras zonas. ¡Todavía hay un montón de cosas que quiero probar!
gracias por el capitulo
ResponderEliminarciertamente me dan pena los proximos idiotas que van a ser devorados por rou no le van a poder sostener una pelea por mas de 3 minutos, vamso a ver presentacionen que duran un capitulo para que termine con "y los mato a todos de un golpe". Ya podemos ir considerando al continente oscuro por conquistado.