18/08/2025

Los diarios de la boticaria - Capítulos 10, 11 y 12




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 10
La inquietante cuestión del fantasma (parte I)

Una de las damas de compañía al servicio de la consorte favorita del Emperador, Gyokujou, se llamaba Yinghua, y hoy también se estaba dedicando con todo su corazón a su trabajo. El otro día, había cometido la imprudencia de quedarse dormida mientras trabajaba, pero su señora ni siquiera la regañó. Así que pensó que no tenía más remedio que servirla con todas sus fuerzas, y hoy se dedicó a limpiar cuidadosamente desde los barrotes de las ventanas hasta cada uno de los barrotes del balcón.

Normalmente, no era una tarea para una dama de compañía, pero Yinghua se comportaba como una simple sirvienta. Lo hacía porque la Gyokujou decía que le gustaba la gente trabajadora.

Cuando entró en la cocina para organizar el servicio del té, vio que la nueva dama de compañía estaba preparando algo. Se llamaba Maomao, pero como casi nunca hablaba, no sabía muy bien cómo era como persona. Aun así, se sintió conmovida cuando le contaron que tenía cicatrices en el brazo de haber sido maltratada, que la habían vendido y que ahora la habían contratado específicamente para ser catadora.

Para que ganara peso, le daban más comida y, por compasión, no permitían que limpiara como las demás. Las otras dos damas de compañía pensaban lo mismo que ella, lo que resultaba en que Maomao casi no tenía trabajo. Yinghua pensaba que eso estaba bien.

La dama de compañía principal, Hongnyang, pensó que era demasiado, así que le dio a Maomao el trabajo de lavar la ropa. Como solo tenía que cargar la cesta, sus cicatrices en el brazo no se notaban. Al parecer, también le pedía de vez en cuando que hiciera otros recados.

—¿Qué estás preparando?

En una olla, hervía lo que parecían ser hierbas.

—Medicina para el resfriado —dijo, usando el mínimo de palabras posible.

La dama de compañía pensó que, tal vez, era un efecto secundario de haber sido maltratada, que le impedía relacionarse bien con los demás, y se le saltaron las lágrimas. Como sabía mucho de medicina, a veces las dejaba preparadas. Lo dejaba todo limpio al terminar, e Yinghua misma había utilizado una pomada para los sabañones (NT: Inflamación bajo la piel, acompañada de prurito y dolor, producida por el efecto repetido o prolongado del frío y la humedad. Fuente: Wikipedia.) que le había dado la otra vez. Al parecer, Hongnyang también le había pedido que hiciera medicinas.

Sacó el servicio de té de plata y empezó a darle brillo con un paño seco. Maomao casi no hablaba, pero sus raras interjecciones hacían que Yinghua quisiera seguir hablando. Por eso, se le ocurrió contarle la historia de fantasmas que se había puesto a circular recientemente.

Era un rumor sobre una mujer blanca que flotaba en el aire...


○ ● ○


Con la medicina para el resfriado que acababa de terminar y la cesta de ropa en brazos, Maomao se dirigió a la enfermería. Lo hizo para que, aunque solo fuera por formalidad, un médico pudiera darle su visto bueno.

«Ocurrió hace un mes...»

Inclinó la cabeza ante la historia de fantasmas, que le había parecido de lo más común. Era un rumor que no había oído antes de llegar, y como Xiaolan solía contarle todos los rumores, supo que era algo reciente.

El palacio interior estaba completamente rodeado por una muralla. La entrada y la salida estaban prohibidas, excepto por las cuatro puertas principales. Un profundo foso rodeaba la muralla, lo que hacía imposible escapar o infiltrarse. Se decía que las concubinas que intentaban huir del palacio interior aún yacían en el fondo del foso.

«Cerca de la puerta principal, ¿no?». Cerca de allí no había edificios, solo un pinar. «Entonces sería... ¿hacia el final del verano?». Era la época de la cosecha de ciertas cosas.

Mientras por su mente pasaban pensamientos maliciosos, escuchó una voz irritante que parecía haberla estado esperando:

—Buen trabajo.

Maomao mantuvo su rostro inexpresivo ante aquella sonrisa, radiante como una peonía.

—No, no ha sido para tanto.

La enfermería se encontraba cerca de la puerta central del sur, donde también se ubicaban las oficinas de los tres departamentos que regían el palacio interior. Jinshi solía aparecer por allí a menudo. Siendo un eunuco, debía estar en la Oficina de Servicio, pero ese hombre no pertenecía a ningún departamento en particular; de hecho, parecía estar observándolo todo, como un supervisor.

«Debe tener una posición superior a la de los directores de los departamentos...»

Una posibilidad era que fuera el tutor del actual Emperador, pero era difícil creer que un joven de poco más de veinte años fuera eso. Incluso si fuera su hijo, no tendría necesidad de convertirse en eunuco. Como era cercano a la concubina Gyokujou, quizá sería el tutor de ella, pero entonces...

«¿Será otra concubina del Emperador?»

A juzgar por su relación con la concubina Gyokujou cuando el Emperador visitaba a esta, parecían ser cercanos, pero las apariencias engañan. Como le daba pereza pensar, decidió catalogarlo como el amante del Emperador.

—Parece que estás pensando en algo muy perverso.

—Será cosa de su imaginación, señor.

Hizo una reverencia y se dio la vuelta para entrar en la enfermería, donde el curandero del bigotillo estaba moliendo algo en un mortero. Maomao sabía que el médico no lo hacía para preparar medicina, sino solo para matar el tiempo. De lo contrario, no tendría necesidad de darle la mitad de la medicina que ella hacía.

Al principio, parecía que la consideraba una niña difícil de comprender, pero su actitud se suavizó gradualmente al ver la medicina que sabía preparar esa niña. Ahora, le servía un tentempié y le daba los ingredientes que necesitara siempre que iba a verlo, aunque eso no era muy profesional para un médico, que digamos. Parecía no tener mucha idea de recato o de instrucción.

—¿Podría echarle un vistazo a esta medicina?

—Oh, hola, chica. Espera un momento.

El médico entró un momento en la dependencia para preparar un tentempié y un té. No trajo dulces exactamente, sino galletas de arroz. Maomao se alegró, pues prefería los sabores salados. Últimamente, sentía que todos estaban tratando de ganársela con comida.

Aunque ese médico era un matasanos, era una buena persona. Tenía un carácter apacible, pero era un inútil en su trabajo.

—Póngame un poco a mí también, por favor —dijo una voz suave y dulce.

Maomao no se giró, pero sintió que un aire radiante se arremolinaba a su alrededor.

Con una expresión de sorpresa y euforia, el matasanos reemplazó las galletas de arroz y el té normal que había preparado con té blanco y pastel de luna.

(NT: Dulce tradicional chino que se consume durante el Festival del Medio Otoño. Los pasteles de luna típicos son redondos o rectangulares, de unos 10 cm de diámetro y unos 4–5 de espesor. Consisten de un relleno espeso normalmente hecho de pasta de semilla de loto y pueden contener yemas de huevos de pato en salazón. Los pasteles de luna tradicionales tienen un relieve en la parte de arriba formado por los caracteres chinos para “longevidad” y “armonía”, además del nombre de la panadería y del relleno. Dibujos de la luna, flores, viñas o un conejo, que es el símbolo de la luna, pueden rodear los caracteres como decoración adicional. Fuente: Wikipedia.)

«¿Y mis galletas de arroz...?»

Don sonrisa radiante se sentó a su lado. Ella intentó rechazar sentarse con él debido a la diferencia de estatus, pero Jinshi la obligó, agarrándola del hombro. A Maomao le irritaba su comportamiento agresivo, que era totalmente opuesto a su apariencia amable.

—Doctor, ¿podría hacerme el favor de buscarme esto?

Le entregó un papel. Incluso de lejos, se podía ver que había muchos nombres escritos. Querría comprar tiempo para hablar a solas. El médico entrecerró los ojos y, con una mirada de decepción, se adentró en la habitación.

«Se ha dado cuenta de que, desde el principio, esta era su intención...»

—¿De qué quiere hablar hoy? —preguntó la perspicaz Maomao, agitando su taza de té.

—¿Te ha llegado algo sobre un escándalo de fantasmas?

—Solo rumores.—¿Y sobre el sonambulismo, tienes conocimientos? —Jinshi no pasó por alto el destello de curiosidad en los ojos de Maomao. Una sonrisa maliciosa se mezcló con la de tennyo. Su gran mano acarició la mejilla de Maomao, como muestra de gratitud y aprecio por las capacidades verdaderamente impresionantes de ella—. ¿Cómo se cura? —preguntó con una voz dulce como el licor de frutas.




Capítulo 11
La inquietante cuestión del fantasma (parte II)

—No lo sé. —Eso fue lo que respondió, resignada por haberse tenido que rebajar al no poder apartar esa mano, pero a la vez humilde, sin sobrevalorarse. Sabía qué tipo de enfermedad era y había visto a pacientes que la padecían. Como resultado, lo único que pudo decir fue esto—. No es una enfermedad que se pueda curar con medicina.

Era una enfermedad mental. Una vez, una cortesana del burdel se contagió de esta enfermedad. Su padre no le dio ningún tratamiento. Porque no era algo que pudiera curarse con medicina.

—¿Y si no es con medicina... con qué se cura, entonces? —preguntó Jinshi.

—Mi especialidad es la medicina.

Pensó que con eso sería suficiente, pero de reojo vio a ese rostro celestial lleno de melancolía. «No lo mires a los ojos», pensó. Desvió la mirada del joven como si estuviera tratando con un animal salvaje, pero no lo consiguió. Él se movió para ponerse frente a ella. Era demasiado insistente. Y muy molesto.

—Haré lo que pueda... —respondió con profundo pesar.


El eunuco Gaoshun fue quien vino a buscarla a medianoche. Su carácter silencioso e impasible podía parecer distante, pero a Maomao le inspiraba una sensación de familiaridad.

«No parece un eunuco normal», reflexionó mientras lo escudriñaba. A los eunucos se les extirpaba la energía masculina, por ello, a menudo se volvían más femeninos. Su vello corporal era escaso, su carácter se suavizaba y su apetito, en lugar de su deseo sexual, aumentaba, lo que los hacía propensos a engordar. El ejemplo más claro de esto era el matasanos.

Gaoshun, por otro lado, aunque tampoco tenía mucho vello corporal, era de aspecto robusto y, si no estuviera en el palacio interior, podría confundirse con un oficial militar. «¿Por qué habrá elegido este camino?». Aunque sentía curiosidad, sabía que no era algo que pudiera preguntar. Simplemente negó con la cabeza en silencio.

Con una linterna en la mano, Gaoshun le hizo de guía. La luna estaba en cuarto creciente, pero la falta de nubes la hacía brillante. El palacio interior, que solo había visto de día, parecía un lugar completamente diferente. De vez en cuando, se oían ruidos de algo que se movía o una especie de jadeo proveniente de la sombra de los árboles, pero decidió ignorarlo.

En fin, como el único hombre decente en el palacio era el Emperador, no había más remedio que aceptar cualquier forma de amor, por más retorcida que fuera.

—Señorita Maomao...

—No se moleste con los títulos honoríficos. Su rango es más alto que el mío, señor Gaoshun.

—¡De acuerdo! Entonces te llamaré Xiaomao.

(NT: “Xiao” es un prefijo chino que significa pequeño o joven. Se usa comúnmente para formar apodos cariñosos o familiares, a menudo antes del nombre o del apellido de alguien. Al llamar a Maomao Xiaomao, Gaoshun está optando por un nombre afectuoso, abandonando la formalidad por una familiaridad casi paternal. Es como cuando en japonés usan la terminación “-chan”, un sufijo informal y tierno, generalmente para niños, amantes o amigos cercanos. Fuente: Gemini.)

«¿Así, de repente, Xiaomao?»

Pensando que el viejo había pasado de un extremo al otro, Maomao asintió con una sonrisa falsa para ocultar su sorpresa.

—Lo que te quería decir es... ¿podrías dejar de mirar al señor Jinshi como si fuera una oruga?

«¡¿Tanto se me nota?!»

Parecía que últimamente sus músculos faciales reaccionaban de forma muy obvia; ya no podía esconderse detrás de una máscara de indiferencia. No creía que la fueran a decapitar por ahora, pero tendría que controlarse. Para los nobles, el insecto era ella.

—Hoy, nada más regresar, me dijo: “Me ha mirado como si fuera una babosa” —siguió él.

«Es verdad... Pensé que era un pesado, demasiado empalagoso y muy desagradable». El hecho de que se lo hubiera contado todo también era muy tóxico.

—Se estremeció mientras sonreía con los ojos vidriosos. ¿No sé si es eso a lo que le llaman impresión? —Gaoshun se explicó con una seriedad absoluta y con un vocabulario que solo podía generar malentendidos. De hecho, Maomao pasó de ser un insecto a ser un despojo.

—Tendré más cuidado en el futuro...

—Sí, es que la gente sin defensas podría desmayarse al verlo, y lidiar con eso es un incordio.

El profundo suspiro que soltó después de su respuesta destilaba sufrimiento. Mientras mantenían esa conversación tan agotadora, llegaron a la puerta este de la muralla. El muro era cuatro veces la altura de Maomao. Fuera había un profundo foso y un puente levadizo que solo se bajaba para intercambiar alimentos y materiales o, de vez en cuando, cuando se cambiaba de sirvientas.

En el palacio interior, escapar significaba la pena capital. La puerta siempre estaba custodiada. Dos eunucos en el interior y dos oficiales militares en el exterior. La puerta era doble y había puestos de guardia en ambos lados. Como bajar y subir el puente levadizo no era algo que pudiera hacerse con la fuerza humana, tenían dos bueyes.

Maomao sintió el impulso de ir a buscar algo en el pinar que se extendía cerca, pero como Gaoshun estaba allí, no podía hacerlo y se sentó en el mirador del jardín.

Con la media luna como telón de fondo, apareció. La sombra de una mujer blanca flotando en el aire. Con un vestido largo y una especie de alas, se paró sobre el muro de la ciudad con un paso danzante. Su ropa ondeaba y las aletas se le retorcían, como si fueran seres vivos. Su largo cabello negro, iluminado en la oscuridad, resaltaba su pálida silueta. Era una belleza que no parecía de este mundo. Una escena fantástica, como si se hubiera perdido en el paraíso.

De repente, una frase le vino a la mente:

—Es como una flor de loto a la luz de la luna...

—Tienes buena intuición... —murmuró Gaoshun, sorprendido por un instante.

El nombre de la mujer era Fuyou, una concubina de rango medio. Era una princesa de otra región a quien iban a entregar a un oficial militar como recompensa por sus méritos el próximo mes.

(NT: Maomao menciona que la mujer es como una flor de loto, que en chino es “芙蓉” y se lee como “Fuyou”, lo que coincide con el nombre de la mujer.)




Capítulo 12
La inquietante cuestión del fantasma (parte III)

El sonambulismo es una enfermedad difícil de entender. Aunque la persona está dormida, su cuerpo se mueve como si estuviera despierta. Una de sus causas puede ser el estrés, por lo que las hierbas medicinales no sirven de nada.

Una cortesana del burdel se contagió de esta enfermedad. Era una mujer alegre, buena con la poesía y el canto, y había recibido una propuesta para comprar su libertad. Sin embargo, el trato se rompió. Cada noche, la mujer paseaba por el jardín del burdel como si estuviera poseída por un fantasma. Cuando la vieja alcahueta intentó detenerla, la cortesana la hirió con sus uñas. Al día siguiente, todas sus compañeras la confrontaron por su extraño comportamiento, pero ella no sabía de qué le estaban hablando.

—¿Eh? ¿Qué dices? ¿Qué os pasa a todas?

No recordaba nada. No obstante, sus pies descalzos tenían barro y rasguños.


○ ● ○


—¿Y qué pasó después?

En el salón, además de Jinshi, Maomao y Gaoshun, también estaba la consorte Gyokujou. La princesa Lingli estaba con Hongnyang.

—No pasó nada. En cuanto el trato se canceló, ella dejó de salir a pasear por la noche sonámbula —dijo Maomao, directa al grano.

—Entonces, ¿era porque no le gustaba el pretendiente?

—Es lo más probable. Aunque el hombre era un comerciante de renombre, ya tenía esposa, hijos y hasta nietos. Además, a la cortesana solo le quedaba un año más para terminar su contrato.

Seguramente le parecía mejor aguantar un año más de servidumbre que ser comprada por un hombre que no le gustaba. Al final, la cortesana terminó su contrato sin ninguna otra oferta.

—Como el sonambulismo aparecía después de un intenso arrebato emocional, le preparé una mezcla de inciensos y medicinas para calmarla, pero, bueno, solo le servía de consuelo.

Maomao misma había hecho las mezclas, en lugar de su padre.

—Ya veo —dijo Jinshi, mientras apoyaba la mejilla sobre una mano, mostrando aburrimiento—. ¿De verdad eso es todo?

Maomao se esforzó por no poner una expresión de desprecio ante la mirada empalagosa de Jinshi. A su lado, Gaoshun le daba un silencioso apoyo.

—Con su permiso, vuelvo al trabajo.

Hizo una reverencia y salió de la habitación.



Algunos días atrás, el día después de su encuentro con el espíritu, Maomao se dirigió a la habitación de Xiaolan, la chica cotilla del ala este. En cuanto Xiaolan la vio, intentó sacarle todo tipo de información sobre la consorte Gyokujou, así que ella, a cambio de información inofensiva, le preguntó sobre el fantasma.

Los avistamientos habían comenzado hacía aproximadamente medio mes. Al parecer, la primera vez que ocurrió fue en el ala norte. Poco después, pasó al ala este, y entonces empezó a aparecer cada noche.

Los guardias, asustados por la historia de fantasmas, no hacían nada. Como parecía ser inofensivo, nadie intentaba tomar ninguna medida. Una seguridad completamente inútil...

El siguiente lugar al que se dirigió fue a la consulta del matasanos. En aquella época, el concepto de confidencialidad era tan ajeno como el de la discreción. El médico, con una locuacidad que no conocía límites, le desveló, sin reparo alguno, un torrente de intimidades y detalles que nadie le había solicitado.

Le habló de la princesa Fuyou, que últimamente no tenía buen ánimo. Ella era la tercera princesa de un pequeño país vasallo. A pesar de su título, no había conseguido el estatus de concubina de alto rango. Vivía en el ala norte y su pasatiempo era la danza, pero era muy tímida, se ponía nerviosa con facilidad y había fracasado en sus encuentros anteriores con el Emperador. Aparte de la danza, no destacaba por su belleza y, a pesar de llevar dos años en el palacio, el Emperador no la había tocado. La iban a entregar a su amigo de la Yinghuancia, un oficial militar, así que el médico opinaba que ojalá fuera feliz.

«¡Así que eso era!». Algo hizo clic en la cabeza de Maomao. Sin embargo, no estaba segura de si debía decir algo que era solo una conjetura. «Mi padre siempre me decía que no hablara si solo eran suposiciones.» Así que decidió no decir nada.


○ ● ○


La princesa de piel pálida y carácter apacible cruzó la puerta central con las mejillas sonrosadas.

«Así es como me gustaría que me entregaran en matrimonio...», todos suspiraron al ver la felicidad que desprendía.


○ ● ○


—¿No deberías contármelo a mí también? —dijo la consorte Gyokujou con una sonrisa seductora. Aunque ya era madre de una hija, su edad no llegaba a los veinte años.

—Es solo una suposición —Maomao se detuvo a pensar por un momento—, y no quiero ofenderla.

—No me enfadaré por algo que te he pedido yo misma que hagas.

—Si no se lo cuenta a nadie... —Maomao todavía no estaba del todo segura.

—Seré una tumba.

Finalmente, le contó la historia de otra sonámbula del burdel. Una historia diferente a la que les había contado a Jinshi y los demás. Al igual que la otra cortesana, esta había enfermado cuando le propusieron comprar su libertad y el trato se había roto.

Sin embargo, la enfermedad se aferró a ella con tenacidad. Y, una vez más, la medicina demostró su futilidad, ofreciendo solo un alivio fugaz, una falsa esperanza para el alma en pena. Entonces, un nuevo pretendiente apareció para comprar su libertad. La vieja alcahueta le advirtió que no era un buen negocio comprar a una mujer enferma, pero el hombre insistió. A regañadientes, llegó a un acuerdo por la mitad del precio del primer pretendiente.

—Luego nos enteramos de que había sido un fraude.

—¿Un fraude?

El primer hombre que había hecho la oferta era un conocido del segundo. Sabía que la cortesana fingía estar enferma para que el trato se rompiera. Así, el segundo hombre, que era el verdadero pretendiente, pudo comprar su libertad por la mitad de precio.

—A la cortesana le quedaba un contrato por cumplir, y el hombre no tenía suficiente dinero para comprar su libertad por el precio original.

—¿O sea que crees que la princesa Fuyou ha hecho, de alguna manera, lo mismo que esta cortesana?

El oficial militar al que la entregaron era su amigo de la Yinghuancia. No tenía el estatus suficiente como para pedir la mano de una princesa, por mucho que ella fuera de un país vasallo. Había planeado conseguir méritos militares para poder casarse con ella algún día. Sin embargo, debido a una estrategia política, la princesa Fuyou tuvo que entrar como concubina en el palacio interior. La princesa había fracasado deliberadamente en sus bailes de seducción para no llamar la atención del Emperador, pensando en su oficial militar amado. Como era de esperar, en los dos años que estuvo allí, el Emperador nunca la visitó.

Cuando se anunció que Fuyou iba a ser entregada como recompensa a un oficial militar por sus méritos, ella comenzó a tener extraños paseos nocturnos. Hacía todo esto para que el Emperador no se interesara por ella antes de poder irse. Si no, su entrega en matrimonio se habría retrasado. Además, para ella era muy importante mantener su pureza. Si pasaba la noche con el Emperador, no podría volver a mirar a su amigo de la Yinghuancia a los ojos. Bailaba en la puerta este para rezar por el regreso de su amigo de la Yinghuancia. Rezaba para que no le pasara nada.

—Es solo una suposición...

—Lo que dices me encaja con el Emperador, así que no puedo defenderlo.

La consorte favorita del Emperador tenía una expresión un poco perpleja. No podía asegurar que el hombre lujurioso que era el Emperador no sería capaz de interesarse por una princesa deseada por un oficial militar.

—¿Soy una mujer terrible si digo que envidio a Fuyou?

—No lo creo.

Gyokujou se confesó ante Maomao pese a ser la concubina favorita del Emperador, ya que entendía que la felicidad de Fuyou era más simple y genuina: poder reunirse con el hombre que amaba. Maomao pensaba que todo cuadraba, pero no tenía intención de contárselo a Jinshi. Estaba segura de que él sería más feliz si no lo sabía.

Todo parecía estar resuelto, pero...



... en realidad, solo quedaba un misterio por resolver.

—¿Cómo lo hará para subir hasta allí arriba? —dijo Maomao, mientras levantaba la vista hacia el muro que era cuatro veces su altura.



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