24/12/2025

Los diarios de la boticaria 3 - 34




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 34
Agujeros


Jinshi abandonó la enfermería con paso raudo y se encaminó hacia el Pabellón de Granate, donde residía la consorte Loulan.

Las demás oficiales asignadas al sanatorio estaban consternadas por el hecho de que Shenlu se hubiera cercenado la lengua, pero se afanaban en socorrerla con denuedo. Al menos, resultarían más fiables que aquel matasanos. Nadie parecía comprender el motivo que había empujado a Shenlu a tal acto, por lo que era probable que no contara con cómplices entre sus compañeras. Sin embargo, aunque las hubiera, en aquel instante existía una prioridad mucho más acuciante que confirmar tales sospechas.

El pabellón de la Consorte Pura, que hasta el año anterior se había distinguido por su apariencia austera, no conservaba ya ni un vestigio de aquel pasado; se había transformado en una edificación exuberante de un marcado estilo exótico. Jinshi golpeó la puerta con cierta brusquedad.

En breve, una dama de compañía acudió a abrir. Jinshi exhaló un leve suspiro y se esforzó por componer su sonrisa habitual. La joven se inclinó con timidez y le permitió el paso.

Tras recorrer un pasillo ornado con ostentosas incrustaciones de nácar, fue conducido, como de costumbre, a la sala de recepción. La señora del palacio ya lo aguardaba, reclinada sobre un diván, limándose las uñas con un aire de hastío.

Jinshi entornó los ojos. Seis damas de compañía la rodeaban, atendiendo solícitas a la consorte Loulan. Todas vestían atuendos llamativos y, en aquella ocasión, lucían el traje tradicional de una nación insular de oriente. La vestimenta, compuesta por múltiples capas de kimonos, resultaba de un colorido vibrante. Las sirvientas también portaban varios estratos de ropa, aunque en menor medida que la consorte, lo que diluía sus siluetas hasta hacerlas indistinguibles. A pesar de ello, se aplicaban un maquillaje que rasgaba las comisuras de sus ojos, dotando a sus rostros de una apariencia afilada y extraña. Jinshi sintió el impulso de cuestionar tal extravagancia. «¿Es que no comprenden que el Emperador está hastiado de semejante ostentación?», pensó.

Entonces, Jinshi parpadeó. ¿No le había mencionado Maomao algo acerca de una dama de compañía llamada Shisui? ¿Y no era ese el sobrenombre que la consorte Loulan empleaba para deambular a su antojo y divertirse? Cuando lo escuchó por vez primera, le pareció una imposibilidad. La consorte que él conocía era la hija de Shishou, una mujer de rango superior plenamente consciente de su posición.

La consorte Loulan que tenía frente a sí se cubrió la boca con un abanico de plumas y susurró algo a su dama de compañía. Jinshi se sintió exasperado por aquel modo tan recatado de entablar conversación, pero intuyó que algo más subyacía en aquella escena. Si por aquel entonces Maomao no hubiera desentrañado que la sirvienta Shisui era en realidad la consorte Loulan, él tampoco se habría dado cuenta.

¿No se habría dado cuenta? ¿Darse cuenta de qué? Jinshi se dirigió directamente hacia la consorte, sin siquiera sentarse en la silla que le había ofrecido una de sus damas de compañía.

—¿Qué ocurre? Incluso para alguien de su posición, señor Jinshi, ¿no resulta esto una descortesía? —preguntó una de las damas de compañía, con las comisuras de los ojos rasgadas por el maquillaje.

¿Cuál era su nombre? Jinshi se esforzaba por retener en su memoria la identidad y el origen de cada una de las sirvientas de cada palacio. Sin embargo, las sirvientas del Pabellón de Granate cambiaban constantemente de ropa y maquillaje. Y lo que resultaba más confuso: sus fisionomías eran extremadamente similares. Por tanto, aunque recordaba los nombres, le era imposible asociarlos con los rostros.

Jinshi extendió la mano, arrebató el abanico que la consorte Loulan sostenía entre sus dedos y lo arrojó con virulencia hacia un rincón de la estancia.

—¡¿Q-Qué está haciendo?! —gritó una de las sirvientas.

La consorte Loulan se hizo pequeña, dándole la espalda a Jinshi, y las damas de compañía se interpusieron para protegerla. Parecía una acción de lealtad a su señora, pero no lo era. Jinshi hizo una seña a los eunucos que lo acompañaban. Estos sujetaron a las damas de compañía y las apartaron de la consorte.

Jinshi agarró el hombro de la consorte Loulan con una mano, ejerciendo una fuerza considerable. La obligó a girar el rostro hacia él. A pesar del maquillaje exagerado, sus mejillas estaban teñidas de rojo.

—Si no me equivoco, la consorte Loulan era atendida principalmente por siete damas de compañía, ¿no es así? —preguntó Jinshi a modo de confirmación.

Aquella chica, mimada como la hija de Shishou que era, había traído consigo a más de cincuenta asistentas al ingresar en el palacio interior.

Jinshi sujetó el rostro de la consorte Loulan y, con un dedo, retiró el maquillaje de la comisura de su ojo. Reveló así una mirada pálida, con un párpado doble que el cosmético ocultaba.

—Sourin... no, tal vez Renfu sea tu nombre.

Jinshi mantenía la sonrisa para no dejar traslucir su cólera. No obstante, la sirvienta disfrazada de consorte Loulan se puso completamente pálida, con el rostro desencajado por el pánico. Temblaba.

Una de las sirvientas intentó intervenir de nuevo para encubrirla, pero Jinshi le lanzó una mirada fulminante. Ella se estremeció, se amilanó y permaneció paralizada.

—¿Adónde ha ido la verdadera?

¿Acaso todo había sido una trama urdida desde el comienzo? Traer a una multitud de asistentas al palacio interior, seleccionar únicamente a damas de compañía que guardaran un gran parecido con ella y vestir de forma excéntrica en todo momento para que nadie pudiera percatarse de los reemplazos. ¿Había sido ese el verdadero propósito de Loulan desde el principio? En tal caso, ¿adónde se había marchado?

—He preguntado que adónde ha ido.

—...

La sirvienta que suplantaba a la consorte Loulan solo temblaba, incapaz de articular palabra. Jinshi cerró la mano con mayor firmeza.

—Que adónde ha ido he dicho.

Ante la tercera demanda que, más que una pregunta, era una orden tajante y profesada con voz una más grave que las primeras, una que nunca antes habían escuchado salir de la boca de Jinshi, la sirvienta que había intentado interrumpir antes se interpuso. Abrazó a la falsa consorte en un gesto protector y clavó la mirada en Jinshi con el ceño fruncido.

—Lo siento mucho. Esta niña realmente no sabe nada.

Todas vestían de manera semejante, por lo que no lo había advertido antes, pero aquella sirvienta parecía ser algo mayor que la falsa Loulan.

—Por favor, discúlpenos —dijo la sirvienta, mirando con vergüenza los pies de la falsa consorte. La larga falda estaba empapada y el líquido resbalaba hasta la punta de sus dedos.

Jinshi soltó la barbilla de la falsa consorte. Los ojos de la muchacha estaban desorbitados, con las pupilas completamente dilatadas. Temblaba, presa de una respiración errabunda y jadeante. En su cuello y barbilla, de una blancura nívea, la marca del agarre de Jinshi era penosamente evidente.



Que las hijas de los altos funcionarios ingresaran en el palacio interior era, de hecho, un acto ventajoso para la Corte Imperial. Los altos funcionarios tenían la posibilidad de que, si su hija concebía, su nieto ascendiera al trono. Ahora bien, también había desventajas. Aunque no todos los padres fueran así, habría algunos para los que su hija era un tesoro. La jaula de pájaros del palacio interior era, por lo tanto, un lugar donde ellas eran tratadas casi como rehenes.

Shishou solo tenía a Loulan, la hija de su legítima esposa, además de a Shisui, la hija de una concubina. A juzgar por su insistencia en meterla a la fuerza en el palacio interior, parecía que sentía un gran afecto por su hija. Y esa hija ocupaba ahora la posición de consorte de alto rango. Al mismo tiempo que la corte la trataba con consideración, Loulan también debía cumplir con unas normas mínimas. Y precisamente, ella acababa de romper esas normas.

—Me dijo que ya no volvería —dijo solemnemente la dama de compañía de antes.

La mujer, que parecía ser la dama de compañía principal, respondió a las preguntas de Jinshi en lugar de la falsa consorte. La impostora apenas podía respirar, por lo que era incapaz de mantener una conversación. Simplemente le habían ordenado hacerse pasar por la consorte por ser la que más se le parecía, y no parecía estar al tanto de la situación. Debió de pensar que, como de costumbre, la propia Loulan se lo había pedido por capricho.

Jinshi apretó el puño. Aquello no había estado bien. Se dio cuenta de que su forma de actuar había sido incorrecta para el eunuco de la sonrisa afable. Sin embargo, en ese momento, su emoción no estaba lo suficientemente tranquila como para recurrir a otro método.

Que dijera que no iba a volver podía interpretarse como que había escapado del palacio interior. La huida del palacio interior era un crimen grave, a veces castigado con la pena capital. Si se trataba de una Consorte Superior, la ofensa era aún más seria. «Es como la fuga de una cortesana», le había dicho en una ocasión la hija del boticario. Jinshi sonrió con amargura, considerando que era propio de ella comparar el lugar donde nacería el próximo Emperador con el barrio del placer.

Y esa muchacha tampoco había sido encontrada. Su suposición era que había salido del palacio interior junto con Loulan.

En el caso de Maomao, dada su personalidad, cabía la posibilidad de que hubiera accedido a acompañarla por voluntad propia. No obstante, todavía estaba débil por la reacción adversa al trigo sarraceno. Lo más probable era que se la hubieran llevado a la fuerza. «¿Para qué, exactamente? —se preguntaba Jinshi—. Y, ¿cómo salieron?».

Las dudas persistían. Al interrogar a la jefa de las damas de compañía, esta solo negó con la cabeza. Jinshi consideró la tortura, pero pensó que sería inútil. Los ojos de la jefa de las damas no mentían.

Reunieron y encerraron a todo el personal relacionado con la consorte Loulan —damas, sirvientas y eunucos— en un solo lugar. El salón donde se impartían las clases del palacio interior era del tamaño perfecto. Por si acaso, se tomaron la molestia de realizar la ardua tarea de verificar a cada oficial de palacio en el palacio interior usando a los eunucos, pero hasta ahora no habían encontrado a nadie que se pareciera a Loulan disfrazada.

Dado que su estado de ánimo no era el adecuado para asistir al parto de la consorte Gyokuyou, tuvo que encargarle la tarea a Gaoshun a regañadientes.

Jinshi se agarró la cabeza en su despacho. Debido a la emergencia, Bashin estaba con él. No era momento para andarse con rodeos. Estaba lleno de impaciencia, sintiendo que debía salir de inmediato a buscar a Loulan. Pero había muy poca información. Salir ahora sería como intentar encontrar una aguja en un pajar. Por ello, no le quedaba más remedio que darle vueltas al asunto en su oficina.

En medio de su frustración, Bashin lo miró de reojo. Había un invitado esperando frente al despacho, y Bashin quería advertirle que no se comportara de forma tan indecorosa. A regañadientes, Jinshi se sentó y fingió serenidad. El que entró fue el jovenzuelo con la mirada de zorro: Lahan.

—¿Has averiguado algo?

Lahan había aceptado el trabajo de Jinshi a cambio de que este pagara la reparación del muro del palacio interior que su tío y padre adoptivo, Lakan, había destrozado días atrás. El hombre era un avaro empedernido. No solo logró que Jinshi pagara la mitad de la reparación, sino que también negoció con el contratista para reducir el presupuesto en un treinta por ciento.

Entrecerrando los ojos de una manera que recordaba a cierta persona, Lahan desplegó un mapa sobre la mesa.

—Calculo que todo empezó hace aproximadamente unos quince años. Hay una región donde la circulación de materiales como la piedra, la madera y el hierro ha aumentado de forma gradual, pero constante.

Lahan señaló la parte norte de la capital. La zona se extendía más allá de la llanura, limitada por una cordillera. Esa región no tenía ninguna ciudad importante. Si acaso, había una fortaleza que se utilizó como guarnición militar durante el reinado del anterior Emperador. Jinshi recordaba que había sido abandonada hacía décadas para reducir los costes de su mantenimiento, ya que la zona era pacífica y el invierno en las tierras altas era duro por la nieve.

—¿Sabe? En el pasado, esta zona prosperó como un balneario termal. Ahora está lejos de las rutas comerciales y se ha convertido en un territorio despoblado conocido como el manantial oculto —explicó Lahan.

—¿Qué quieres decir con eso? —intervino Bashin, impaciente por la forma indirecta de hablar de Lahan.

—Quiero decir que hay manantiales de azufre en la zona. La calidad y cantidad son inferiores a las de la zona volcánica del sur, pero creo que se puede obtener una cantidad decente de este mineral durante todo el año.

Al escucharlo hablar sobre azufre, Jinshi se sobresaltó. Era un material común para la fabricación de pólvora. Una fortaleza abandonada, piedra, madera, hierro, y ahora azufre... Además, la zona más al norte estaba cerca del feudo de Shishou. Teniendo en cuenta la ubicación de los feudos de los funcionarios imperiales señalados por Lakan, la posición era bastante estratégica. No se podía decir más que olía a chamusquina...

—¿Qué le parece? ¿Quiere que prepare cifras más concretas?

Jinshi no pudo hacer más que suspirar ante una respuesta que superaba sus expectativas. Allí mismo, Bashin tomó el mapa y lo envió con un funcionario subalterno. Se decía que ese muchacho podía ver las cifras de alguna forma concreta, y parecía ser verdad. La gente del clan Luo era realmente aterradora.

—Ya que estamos, ¿no podrías investigar también si hay algún túnel de huida en el palacio interior? —se le escapó a Jinshi.

—¿El palacio interior? Si no me equivoco, la obra más grande fue la ampliación de hace unos cuarenta años. Se supone que el muro exterior actual se construyó entonces. Si existe alguna posibilidad, sería por ahí.

—¿De verdad...?

Jinshi sabía que Shishou había instigado a la Emperatriz Viuda para agrandar el palacio interior hasta su tamaño actual. Era muy probable que también estuviera involucrado en esas obras. Pero cuarenta años era mucho tiempo. No podía creer que hubiera maquinado que su hija usaría eso para escapar cuarenta años después.

—Si reviso los documentos de la época, sabré qué contratistas se emplearon. Es muy probable que hubiera varios, ¿quiere que seleccionemos a los que muestren cifras sospechosas?

—Por favor...

—Entonces... —insinuó Lahan, sacando la factura de la otra mitad de la reparación del muro que Lakan había destruido. Se suponía que la mitad la pagaría Jinshi, pero la otra mitad debía ser responsabilidad de Lakan.

—De acuerdo... —aceptó Jinshi, inclinando la cabeza y comprometiéndose así a pagar la suma total.

Se imaginó vívidamente a Suiren regañándole con una sonrisa indescriptible, y las arrugas en la frente de Gaoshun haciéndose más profundas. Jinshi pensaba que Lakan era un enemigo temible, pero tampoco quería tener a este hijo adoptivo suyo en su contra. Era un misterio por qué un hombre con tanta capacidad se contentaba con ser un simple funcionario que maneja el ábaco. Sin poder evitarlo, formuló la pregunta:

—Con un talento como el tuyo, ¿no aspiras a ascender mucho más alto?

Lahan sonrió, negando con la cabeza.

—Si hiciera eso, ¿cómo podría corregir el flujo perverso del dinero? Las cifras son hermosas precisamente porque no son ambiguas —terminó.

Jinshi volvió a sentir que ese joven era, en efecto, el primo de Maomao. Parecía tener su propio y peculiar sentido del deber.



No hay comentarios:

Publicar un comentario