03/12/2025

Los diarios de la boticaria 3 - 24




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 24
Diagnóstico erróneo

—Vaya, chiquilla. ¡Cuánto tiempo sin verte! —dijo el matasanos del bigotillo cuando Maomao llegó al consultorio. ¿Sería una imaginación suya que parecía estar esperándola?

—Tampoco ha pasado tanto tiempo, ¿no? —respondió ella.

Hacía unos tres días que no iba. La última vez, el matasanos había dicho que pronto llegaría el encargo de papel de su casa, así que por eso Maomao había ido ese día. Tenía la astuta idea de conseguir algunas sobras, si era posible.

—¿De verdad? Antes venías todos los días... ¿No se te han enfriado un poco los pies últimamente? —comentó el matasanos con tristeza, pero la verdad era que la semana anterior había ido todos los días para limpiar el consultorio. Y cuando terminaban, él ponía cara de alivio.

En cualquier caso, era cierto que había disminuido sus visitas. Últimamente, pasaba mucho tiempo charlando en el lavadero. Normalmente, casi solo hablaba con Xiaolan. Pero últimamente, se había unido Shisui, la doncella de la consorte Loulan.

«Qué chica más incomprensible», pensó. No sabía qué clase de persona era la consorte Loulan, pero creía que, en cierto modo, era una gran persona por emplear a una doncella así. Había dicho que tenía algunos conocimientos de hierbas, pero no era experta y solo conocía algunas mezclas sencillas. Al principio, cuando escuchó que tenía tablas de boticaria, Maomao frunció el ceño sin querer, pero ahora no le importaba. Pensó que podría estar involucrada en los chismes habituales, pero le parecía una chica demasiado incomprensible.

Ayer también, atrapó una langosta y se la mostró a las doncellas cercanas, persiguiéndolas con el insecto en la mano. No sabía cómo era la consorte Loulan, pero al menos Shisui no estaba interesada en los dramas del palacio interior. Prefería pasar horas observando un hormiguero antes que preocuparse por esas cosas. En cierto modo, se llevaba bien con Maomao porque no estaba interesada en los líos de faldas.

—Por ahora, tenga esto, por favor.

Maomao sacó hierbas secas de su cesto de ropa. Eran ingredientes que el matasanos le había dicho que se le habían agotado la última vez que vino. Él era, al menos de nombre, un médico. Se jactaba de poder hacer sus propios medicamentos para el dolor de estómago. Nunca le había oído hablar de otras medicinas. Ella tenía la bondad de no preguntar. Además, le gustaba que le diera ingredientes sobrantes.

El matasanos tomó las hierbas, las metió en el estante y rápidamente comenzó a preparar té.

—Je, je, je... Hoy tengo algo que te gustará.

Preparó los dulces para el té, agitando los cuatro pelos de su barba con alegría. Maomao pensó que no necesitaba comer nada junto al té, pero él parecía feliz. Se le ocurrió que tal vez de lo que hablaba no era un dulce, sino un tema de conversación. Se sentó en silencio y probó el té junto con el acompañamiento que le sirvieron. Era un arare salado. (NT: Un arare es una especie de galleta de origen japonés, elaborada con arroz glutinoso y condimentada con salsa de soja, algas u otras especias. A menudo tienen forma de bolitas de nieve (de ahí su nombre, que significa "granizo").) Lo mordió. El crujido era delicioso. Estaba cubierto con un poco de alga verde para darle sabor.

—¿De qué se trata? —preguntó Maomao al matasanos, pensando que debía escuchar la historia por lo menos por el valor del dulce que le había dado. Él sonrió y se aclaró la garganta.

—Escuché una historia interesante. Y pensé que tú, chiquilla, sabrías la respuesta —dijo, riendo con mucha confianza, y comenzó a contarle la historia—. Un médico y sus tres aprendices vivían en el mismo caserón. Los aprendices consideraban al médico como su maestro, pero no todos eran estudiantes excelentes. Uno se lo tomaba muy en serio, el otro hacía lo justo, y el otro era apático y mentiroso. Como algunos asocian el título de médico con un buen sueldo, es inevitable que haya estudiantes así.

> El médico oficial tenía un conocimiento excelente de la medicina. Nunca había hecho un diagnóstico erróneo, y nunca lo haría. El aprendiz más serio odiaba equivocarse y no podía mentir, mientras que el apático solo decía mentiras. El otro decía la verdad la mayor parte del tiempo, pero a veces se equivocaba.

> Un día, una fuerte tormenta azotó la mansión. Había mucho viento y no se podía salir. En medio de eso, ocurrió un incidente. Encontraron a uno de los aprendices colgando del techo con una cuerda en el cuello.

> Todos se apresuraron a bajarlo, pero ya no respiraba. El médico oficial se deshizo del cuerpo del aprendiz, declarándolo muerto por asfixia. Uno de los aprendices restantes se enfureció y confrontó al médico oficial, diciendo que aquello no era posible. Gritó que no era el tipo de persona que se suicidaría. El otro los miró en silencio, pero antes de regresar a su habitación, le preguntó al médico oficial: «Entonces, ¿murió por asfixia?», y luego salió.

> Todos querían irse de inmediato, pero la tormenta se lo impedía. Pasaron la noche así y, al día siguiente, encontraron a otro aprendiz colgado del cuello. El que sobrevivió le preguntó al médico oficial por qué su otro compañero también se había suicidado. El médico oficial negó con la cabeza y respondió: «Porque el primer compañero murió por asfixia».

> Ahora, aquí te va la pregunta, chiquilla: ¿cuál de los aprendices fue el que sobrevivió? —concluyó el matasanos, bofado como una paloma en celo.

Maomao se rascó la nuca. «Hay muchos detalles que me faltan para adivinarlo», caviló. El matasanos probablemente le estaba haciendo la pregunta sin entender bien la historia. Sentía que, aunque supiera la respuesta, no entendía el contenido. Aun así, era un problema fácil de resolver. En estos casos, se debe juzgar a cada personaje por si miente o no, pero lo importante era...

—¿El médico oficial solía mentir?

—...

El matasanos no parecía saber esa premisa. Entonces, Maomao cambió la pregunta.

—El médico oficial no hacía diagnósticos erróneos, ¿verdad? —a diferencia del matasanos que tenía delante.

—Así es, nunca se equivocaba —dijo, enfatizando ese punto.

Entonces la respuesta era sencilla.

—Pues el que mató a los dos fue el médico oficial, y el que sobrevivió fue el aprendiz que no era ni mentiroso ni honesto.

—... —A juzgar por su silencio, Maomao pensó que había acertado—. ¿Cómo lo supiste...? —dijo finalmente el matasanos con cara de enfurruñado.

—Fue extraño desde el principio —dijo Maomao.

El punto clave en esta historia era una persona: el médico oficial, el maestro de todos. Desde el momento en que esa persona, que no hacía diagnósticos erróneos, dijo que el primer chico había muerto por asfixia, ella supo quién era el culpable.

Normalmente, puede parecer que el ahorcamiento mata por estrangulamiento, pero no es así. Maomao había oído de su padre que la persona moría porque todo su peso recaía sobre el cuello. Aunque la cuerda estuviera alrededor del cuello de la misma manera, la forma de morir era diferente. (NT: La gente suele creer que el ahorcamiento mata porque la cuerda aprieta la tráquea e impide respirar. Esto sería estrangulamiento o asfixia. Pero la realidad es que el ahorcamiento, por estar en completa suspensión, provoca que el cuerpo caiga por su propio peso y la cuerda o soga rompa la columna vertebral o, más comúnmente, comprima las arterias carótidas (impidiendo la irrigación de sangre al cerebro) y los nervios del cuello. Esta es una forma de muerte mucho más rápida que el estrangulamiento. En ambos casos (estrangulamiento y ahorcamiento) se causa la muerte por motivos distintos.)

Entonces, ¿quién era el aprendiz que se enfureció al conocer el primer fallecimiento? Necesariamente, debió ser el riguroso [Aprendiz A]. El aprendiz que solo decía la verdad sabía que la respuesta de su maestro, que nunca hacía diagnósticos erróneos, era incorrecta en su implicación. El mentiroso y apático, en cambio, ni siquiera se molestaría en evaluar la situación. Así pues, el fallecido debía ser el neutral. Sin embargo, ¿quién fue el segundo en morir? Esta vez, lo más lógico era que fuera el buen estudiante. El mentiroso habría seguido pasando de la respuesta de su maestro, dándola por válida. El honesto comprendió que su maestro no había mentido originalmente al diagnosticar la muerte por asfixia. Ahora bien, el maestro jamás afirmó que la muerte del honesto fuera un suicidio. Al darse cuenta de que su admirable maestro estaba encubriendo un asesinato o una muerte provocada disfrazada de suicidio, el aprendiz honesto no se quitó la vida, sino que su fallecimiento fue el acto que el maestro decidió silenciar. (NT: He intentado entender este párrafo para saber quién mata a los dos aprendices, el honesto y el neutral, pero esa es la pregunta que la propia historia de fantasmas o acertijo deja sin respuesta deliberadamente. El propósito no es identificar al asesino, sino señalar el defecto ético del maestro y la naturaleza cruel de la corte (el palacio interior o la institución médica). Podría ser el médico, aunque su papel principal en la historia es el de encubridor. O podría ser el tercer aprendiz (el mentiroso y apático): si él fuera el asesino del primero (el neutral), luego tendría el motivo más fuerte para asesinar al segundo (el honesto) para silenciarlo, ya que este había descubierto la verdad. Dado que Maomao no puede identificar al asesino basándose únicamente en los rasgos que le dieron, el acertijo concluye con la certeza del crimen y la evidencia del encubrimiento del maestro, dejando la identidad del asesino como un misterio abierto y sombrío. El desenlace enfatiza la tragedia de que la verdad ha sido suprimida por la propia autoridad.)

—Fuera como fuese, el examen post-mortem lo dejaría claro —dijo Maomao y se bebió el té de golpe.

—¿...? —el matasanos se rascó la cabeza, a pesar de que él mismo había formulado el acertijo.

Maomao observó la escena, se metió el arare restante en la boca y hojeó el libro de medicina que estaba en el consultorio. Pensaba que el sosiego continuaría, pero...

—¡Estabas aquí! —se escuchó una voz grave y familiar.

Se giró y vio a Gaoshun, con el ceño fruncido como de costumbre. Normalmente, su presencia la habría aliviado, pero esta vez la situación era distinta. Maomao simuló sorber de la taza vacía para calmar sus nervios, aunque estuvo a punto de sobresaltarse.

—¿Necesitas algo? —le respondió. «No, no lo necesitas. ¡Dime que no lo necesitas!», pensó mientras miraba al fiel eunuco, pero parecía que la suerte no estaría de su lado.

—Jinshi quiere verte.

«Mierda», maldijo Maomao para sus adentros, y sus hombros cayeron vencidos por el desaliento.



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