24/11/2025

Los diarios de la boticaria 3 - 21 & 22




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 21
Historias de fantasmas (parte I)

Unos días después de regresar de la cacería con halcones (NT: Por cierto, no hemos mencionado que esto se llama cetrería. Es el arte de criar, adiestrar y volar aves rapaces, como halcones y azores, para cazar presas en su estado salvaje. Esta práctica ancestral, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, implica crear un vínculo de fidelidad con el ave y entrenarla en la caza y la persecución de otras aves o animales de tierra. Tiene una antigüedad de aproximadamente 4.000 años, originándose en Asia Central.), llegaron las nuevas doncellas que les habían anunciado. Tres nuevas jóvenes se unieron al Pabellón de Jade. Para todas, a excepción de Maomao, eran caras conocidas.

—Mmhmm... —Maomao entrecerró los ojos y miró a las tres sirvientas. E inmediatamente pensó: «Sus nombres y sus caras no coinciden».

Por naturaleza, ella solo tenía buena memoria para las cosas que le interesaban. Por lo tanto, le sería difícil hablar con las nuevas doncellas por un tiempo. Bueno, como de todos modos no era de hablar mucho, decidió que ya se aprendería los nombres más adelante. El problema principal no era ese.

—Maomao, vuelve a tu habitación —la instó Yinghua, con las manos en las caderas.

—¡¿No era esta mi habitación?! —dijo Maomao, aferrándose al cobertizo de almacenamiento en el jardín del Pabellón de Jade.

Dentro había una gran cantidad de utensilios de mezcla y hierbas secas. Acababa de traer todo desde su antigua habitación. Estaba a punto de empezar a pensar qué hacer con la seta de repisa y el hongo de diez mil años que había recogido el otro día.

—¡Solo era una broma! ¡Y te la has tomado demasiado en serio! —dijo Yinghua, enfadada porque su comportamiento daba un mal ejemplo a las chicas nuevas.

—No pasa nada... ¡A mí me gusta esta!

—¡No, claro que pasa! ¡Mira, las otras chicas te están mirando raro!

Se produjo una pugna extraña: Maomao se aferraba con obstinación al poste del cobertizo mientras Yinghua tiraba de ella. Ante tal conducta, la jefa de doncellas, Hongnyang, no pudo permanecer impasible, por lo que ambas recibieron un golpe certero en la cabeza.



Al final, Maomao tuvo que volver a su habitación original. No obstante, al ver la gran cantidad de utensilios y hierbas medicinales, Hongnyang se dio por vencida e informó a su señora, la consorte Gyokujou. A la consorte, a quien le encantaban las cosas curiosas, le hizo gracia y le permitió a Maomao usar el cobertizo a su gusto. Solo le pidieron que durmiera en su habitación, pero por lo demás, tenía libertad para hacer lo que gustara. «¡Qué buena jefa es!», se alegró Maomao. Yinghua seguía con cara de disgusto.

Aquella tarde, la boticaria comenzó a trabajar alegremente en el cobertizo. La ceremonia del té había terminado, y no había trabajo hasta la cena. Con la llegada de las tres nuevas sirvientas, el trabajo en el Pabellón de Jade se había reducido drásticamente. «Esto no está bien...», pensó Maomao. Aunque los comentarios de Yinghua sobre Maomao eran molestos, los hacía pensando en ella. Se los decía para que pudiera familiarizarse con las nuevas doncellas rápidamente. Durante el aperitivo de hoy, había intentado persistentemente incluir a Maomao y a las tres recién llegadas en la conversación. Yinghua era una chica que se preocupaba por los demás.

Maomao dejó la seta de repisa que tenía en la mano y miró a Yinghua desde el cobertizo.

—Lo siento... Debería interactuar más con las nuevas en vez de estar aquí haciendo esto.

—No importa —respondió Yinghua. Aun así, seguía con el labio fruncido. La boticaria la espió, medio escondida tras el muro—. No te preocupes... —aseguró Yinghua, frente a Maomao al otro lado del muro—. ¡Me vas a acompañar a un sitio esta noche! —declaró, agarrando firmemente la muñeca de Maomao y sonriendo con malicia.

«¡Vaya!», pensó nuestra pecosa protagonista.

—¡Da la casualidad de que solo tú y yo estamos libres esta noche! ¡Qué suerte! —dijo Yinghua, agitando la mano que agarraba a Maomao con un tono realmente alegre.

«Me ha engañado...», se dijo Maomao, con un suspiro de resignación mientras miraba a su compañera, cuyo pragmatismo y eficiencia resultaban innegables.


Esa noche, el lugar al que fueron era un edificio antiguo situado en el lado sur del palacio interior. Le preocupaba que Hongnyang les permitiera salir por la noche, pero sorprendentemente, les dio permiso fácilmente.

—De vez en cuando, hay que participar en esas cosas —las animó la dama de compañía principal.

«¿Eh? ¿A qué cosas se refiere?», se preguntó Maomao mientras seguía a Yinghua. Caminaban a la luz de una pequeña linterna de mano. El viento cálido era desagradable y el zumbido de los insectos al lado de su oído era molesto, pero no podía quejarse.

—Aquí tienes, Maomao. Ponte esto —dijo Yinghua frente a la entrada, ofreciéndole una tela delgada.

—¿No nos dará más calor?

—No importa, te refrescará. Vamos.

Maomao ladeó la cabeza, pero hizo lo que su compañera le dijo. Yinghua tocó la puerta de la entrada, y una doncella apareció.

—Bienvenidas. Dos participantes, ¿verdad?

—Sí, muchas gracias.

—Adelante.

Maomao inclinó la cabeza siguiendo a Yinghua. La doncella que las había recibido les sonrió y les entregó una pequeña vela prendida, indicándoles que apagaran la linterna. El interior del edificio era tan viejo como el exterior. Daba la sensación de haberse deteriorado rápidamente por no estar habitado, más que por el paso del tiempo. Aunque se había hecho una limpieza mínima, algunas partes estaban mal ajustadas y el suelo crujía.

—Este lugar se usó durante la época del anterior Emperador.

«Ya veo», pensó Maomao. El palacio interior actual parecía una gran organización, pero en la época del Emperador anterior había muchas más doncellas. Se reunían mujeres de todo el país y las encerraban allí para dar a luz a hijos del Emperador. Ahora que el número de doncellas se había reducido, el lugar estaba en desuso, pero lo usaban de vez en cuando. Y en cuanto a para qué lo usaban...

En el gran salón al final del pasillo, ya había más de diez personas. Formaban un círculo, y todas estaban cubiertas con telas. La pequeña llama que cada una sostenía parpadeaba, creando una escena inquietante.

¿Qué harían en una noche de verano...? A estas alturas, Maomao ya se lo imaginaba.

—Bueno, empecemos —dijo la doncella que las había recibido mientras se sentaba—. ¿Lleváis todas preparadas vuestras historias? —preguntó, ofreciendo un sorteo hecho con trozos de palo—. Esta noche, disfrutaremos de trece historias que hielan la sangre.

Su sonrisa, iluminada por la llama parpadeante, era muy espeluznante. Parecía que iban a empezar a contar historias de fantasmas...



El círculo estaba dispuesto con cuatro personas en los puntos cardinales y dos más situadas entre ellas. Maomao, con la cara medio oculta por la tela, reprimió un bostezo. La primera historia, quizás porque la narradora estaba nerviosa y tartamudeaba al principio, no tuvo mucho realismo. Era solo un rumor dentro del palacio interior y no le llegó a helar la sangre.

Justo cuando comenzaba la segunda persona, alguien tocó a Maomao desde su derecha. Yinghua estaba a su izquierda.

—Buenas noches.

—Buenas noches.

Era un tono inocente y bajo. Maomao reconoció a la persona cubierta por la tela hasta la cabeza. Era Shisui, la doncella que se había emocionado con los insectos que hacían ruido de campaillas el otro día. En la oscuridad, no la había reconocido al entrar. Shisui le ofreció algo a la somnolienta Maomao. Olía a costa, y resultó ser calamar seco.

—¿Quieres?

—Sí, dame un trozo.

Maomao mordió un tentáculo y lo masticó lentamente para no hacer ruido.

La segunda historia también era una historia de fantasmas muy común. El contenido no era nada excepcional, pero a diferencia de la primera persona, la segunda chica moduló su tono de voz, por lo que algunas de las presentes se asustaron.

Yinghua, a su lado, se cubría la cabeza con la tela y se tapaba la cara de vez en cuando. No solo eso, sino que a veces se agarraba a Maomao. A pesar de ser pequeña, tenía bastante fuerza, y a veces la estrangulaba. «Le da miedo, pero le gusta», se divirtió Maomao para sus adentros. No era nada raro. A juzgar por el hecho de que la había invitado, probablemente le daba miedo ir sola.

Este tipo de reuniones no le gustaban mucho, pero parecían estar permitidas en el palacio interior, donde el entretenimiento era escaso. De hecho, Hongnyang le había dado permiso, y Shisui, una doncella de la consorte Loulan, también estaba allí. Sin embargo, Maomao pensó que Shisui era capaz de presentarse incluso sin permiso.

Así, el resto de chicas completaron la mitad de las historias. La fuente de luz que se les había dado se apagaba una por una después de cada fábula. La séptima historia comenzó, y Maomao la escuchó distraídamente mientras masticaba el calamar seco. La narradora, con el rostro iluminado por la llama parpadeante, comenzó a relatar:

—Esta es una historia del pueblo donde nací. Al lado del pueblo, hay un bosque al que se ha prohibido entrar desde la antigüedad. Se decía que todo aquel que entrara sería maldecido y su alma sería devorada por un espectro. Una vez, alguien rompió el veto.

> Parece que ese año la cosecha fue mala. No llegó a declararse una hambruna grave, pero había una casa donde el sostén de la familia había muerto, y solo quedaban una madre y su hijo. Los demás no tenían recursos para ayudar, y el niño siempre estaba hambriento.

> Un día, ese niño entró en el bosque, buscando algo de comer. Regresó a casa sonriendo, con unos frutos silvestres que había encontrado. Le dijo a su madre: «¡Hay mucha comida en ese bosque! No sé por qué nadie entra». La madre le hizo prometer al niño que no diría nada, pero era demasiado tarde. El jefe de la aldea los llamó para reprenderlos por haber entrado en el lugar prohibido. Además, sucedió algo extraño. Esa noche, algunos vecinos vieron una luz fantasmal moverse hacia la casa de la madre y el hijo.

> Al día siguiente, ambos perdieron el conocimiento sin razón. Los aldeanos, temerosos de la maldición, no quisieron acercarse a ellos y, como resultado, la madre y el niño perecieron en el acto. Se dice que la madre, antes de morir ella pero después de ver morir a su hijo, dijo: «Al menos, entrar en el bosque ha tenido algo bueno». Trató de decir algo, con una sonrisa, y luego murió. Al final, nadie supo qué había querido decir, y el bosque volvió a ser un lugar tabú.

> A día de hoy, la gente sigue teniendo miedo de entrar en ese bosque. Y aun así, si alguien rompe la prohibición, esa noche, un fuego fatuo entra en su casa y se lleva el alma de los habitantes. (NT: Un fuego fatuo es un fenómeno natural real de llamas pálidas y de tonos fríos que aparecen en zonas de descomposición orgánica, como pantanos o cementerios, a baja altura sobre el suelo. Resultan de la autoignición de gas metano y otros gases inflamables liberados durante la putrefacción de materia vegetal y animal.)

«Vaya, qué interesante», pensó Maomao. Se sintió extrañamente convencida por la historia, que no era nada fuera de lo común. No tenía un final que diera miedo, pero todas la escucharon temblando. Probablemente la atmósfera hacía que se sintieran así. Se tragó el calamar seco, que se había ablandado en su boca, y al mismo tiempo, le ofrecieron más.

—Tu cara parece extrañamente serena —dijo Shisui en voz baja. Al igual que Maomao, ella no parecía asustada por la historia de fantasmas.

—Sí, un poco.

—¿Qué pasa?

—Te lo diré después.

Maomao le dijo a Shisui que si revelaba la verdad ahora, solo arruinaría la diversión. En este mundo, incluso las leyendas antiguas tienen algo de verdad.




Capítulo 22
Historias de fantasmas (parte II)

Mientras las historias se sucedían, Maomao las escuchaba con una atención displicente. Yinghua, a su izquierda, le agarraba la mano con fuerza y la abrazaba con cada suceso inquietante. Al sentir la presión de su cuerpo contra el suyo, la boticaria caviló: «Aún está en fase de crecimiento... ¿O se habrá detenido ya el desarrollo de su busto?».

Se frotó los ojos somnolientos. Se sentía un poco fatigada y con sueño. Había más de diez personas reunidas en una habitación pequeña. Probablemente habían quemado incienso para disimular el olor corporal provocado por el calor del verano. Y ella, con su buen olfato, se sentía un poco mareada.

Shisui se quitó la tela que la cubría hasta la cabeza y acercó la llama a su rostro. Su rostro, infantil para su estatura, era bello y armonioso, pero la llama vacilante lo iluminaba con un extraño poder.

—Mi historia es la de un país lejano del Este —dijo la excéntrica sirvienta, comenzando a hablar con su voz de niña, que se fue transformando en la de una narradora curtida.

> Érase una vez un monje, famoso en el país. Cuando el señor de un país vecino falleció, el monje fue allí para oficiar los ritos conmemorativos.

> Hizo su trabajo con normalidad, pero el incidente ocurrió en el camino de regreso a casa. Tenía que cruzar dos montañas para llegar a su templo, un camino que no se podía recorrer en un día, así que decidió buscar alojamiento. Habló con otro monje conocido suyo para alojarse en su templo las dos veces. En el viaje de ida, el clima estuvo despejado y todo transcurrió sin contratiempos. El camino de vuelta debería haber sido el mismo, pero por alguna razón sentía sus pies más pesados. «¡Qué error!», pensó el monje. El sol se puso a dos tercios de la distancia que había planeado avanzar, y no pudo llegar al templo donde se suponía que se alojaría esa noche. Como aún estaba en formación, no tenía sirvientes ni caballo. Cuando miró alrededor, solo había un páramo cubierto de hierba alta, y se oían aullidos lejanos de perros salvajes. Si lo atacaba una manada, sería terrible.

> Mientras caminaba deprisa, el monje vio una casa vieja. Aceleró el paso y llamó a la puerta de la vivienda con techo de paja. «¡Buenas noches! ¿Hay alguien?». Una pareja joven salió a atenderlo. El monje les explicó la situación y les rogó que le permitieran pasar la noche, aunque fuera en un rincón del cobertizo. «¡Vaya! Debe estar exhausto por el largo viaje», dijo la joven esposa, agasajando al monje. «No tenemos mucho que ofrecerle, pero seguro que está hambiento», añadió. El pepino y la berenjena que le sirvieron estaban deliciosos.

> En todo momento, el marido miraba al monje fijamente con ojos de recelo y desconfianza. Era comprensible. Que un viajero se metiera en casa de una pareja joven era extraño. El monje tenía poco dinero. Solo llevaba lo justo para el viaje. A pesar de eso, la pareja lo trató como a un invitado y le preparó una cama en una habitación contigua. Mientras agradecía la suavidad del colchón, el monje pensó en qué podía hacer por ellos. Y pensó que lo único que podía hacer era recitar sutras, así que empezó a cantar. Normalmente, una vez que empezaba a recitar, se concentraba tanto que se aislaba de todo lo que ocurría a su alrededor hasta el final, pero ese día hubo ruidos insólitos que le distrajeron.

> Además del sonido de la hierba alta mecida por el viento, oyó algo parecido a una campanilla. «¿Será un insecto?», pensó. El monje aguzó el oído mientras recitaba los sutras. Entonces se dio cuenta de que el sonido de la campanilla era una voz humana. «¿Qué vas a hacer, querido?», dijo la voz amable de la esposa. «Nada. ¿No te parece bien?», dijo una segunda voz, que también parecía otra campanilla. Era la del marido. El monje pensó que era una voz extraña. Pero como estaba en pleno sutra, no se detuvo.

> Posteriormente, la esposa alzó un poco la voz: «¡No, cariño, no quiero quedarme sola!». Hablaban en voz baja como para que el monje no pudiera oírlos, pero los oídos del monje eran mejores que los de la mayoría. Intentó concentrarse en el sutra, pensando que no era bueno escuchar a escondidas, pero las voces le llegaban inevitablemente. «Lo haré quieras o no», dijo el esposo.

> Un escalofrío recorrió la espalda del monje. «¿Qué va a hacer?», se dijo. ¿Debería detener a la pareja que estaba discutiendo y dejar de recitar el sutra, o...? No, no dejaría de recitar. El monje sintió que lo mejor era no detenerse. «¿Qué me pasa?», sintió de repente. Todo su cuerpo se erizó. Hasta los poros de su cabeza, afeitada y lisa, se pusieron de gallina. «¿Qué es esto?».

> La puerta corredera mal ajustada que daba a la habitación del monje se abrió. «¡Lo haré yo!», espetó la mujer. Y allí estaba, con los ojos inyectados en sangre y un machete. El monje solo parpadeó, inmóvil en su sitio, su boca seguía recitando el sutra. «¡¿Adónde ha ido ese maldito monje?!», chilló ella, ya sin intentar esconderse. Se acercó al monje haciendo un ruido sordo. Pero no lo vio. «¡¿Dónde está?! ¿Ha huido?», preguntó en voz alta. Luego salió de la habitación.

> La sombra que proyectaba tenía una forma extraña. No parecía ser la de una persona en absoluto, sino que era como si estuviera superpuesta con otra sombra anómala. «Búscalo, querido, ayúdame a buscarlo. Es que si no, si no...», balbuceó la mujer ansiosa. ¿Por qué estaba tan fuera de sí...? «¡Serás tú...!», dijo la voz de ella, pero como distorsionada. Entonces se escuchó el sonido de una campanilla. Lo que siguió a ese eco fue un ruido de masticación, o como de un papel arrugándose. El ruido de masticación continuó.

> El monje había seguido recitando su sutra todo el tiempo. Recitó y recitó y, tan pronto como el sonido cesó, salió corriendo. Sin saludar a la joven pareja, sin mirarlos a los ojos, salió de la casa y... encontró unas grandes alas de insecto de color marrón claro caídas. ¡Cling, cling! El sonido de un insecto parecía proceder de la hierba alta, y luego se desvaneció. El monje juntó las manos ante las alas rotas del insecto y siguió caminando hasta el amanecer, sin dejar de recitar el sutra.

Maomao pensó que la modulación de la voz era importante para una historia. Todas estaban absortas en la historia de Shisui. Su forma de hablar era muy diferente a su forma habitual e infantil. De lado, su rostro, iluminado por el fuego, parecía el de otra persona completamente distinta.

«Sigo teniendo la sensación de que la he visto en alguna parte», pensó. Esa idea ya le había pasado antes por la cabeza, pero no podía recordarlo. Mientras miraba su perfil distraídamente, Shisui sonrió y miró a Maomao. Exhaló para apagar la llama que tenía en la mano, y puso el aceite y la mecha en el brasero que estaba en el centro.

—¡Es tu turno, te toca! —dijo Shisui, con una sonrisa inocente y despreocupada.

«¡Ah, es verdad! —asintió Maomao—. Cuando participas en estos eventos, todo el mundo tiene que contar una historia. ¿Qué podría contarles...?». Honestamente, ella no era de las que creía en estas cosas. Por lo tanto, no se le ocurría ninguna historia interesante. A regañadientes, decidió contar una que le había contado su padre hacía mucho tiempo:

—Hace unas décadas, corría el rumor de que un fuego fatuo aparecía en un cementerio.

Tal vez porque su compañera era la narradora, Yinghua se separó de ella y se acurrucó en la tela de su cabeza, solo asomando los ojos. Maomao prosiguió:

—Unos jóvenes valientes pensaron: «Qué sospechoso...», y fueron a investigar el verdadero origen del fuego fatuo. Y entonces...

Yinghua miró a Maomao con los labios fruncidos. Ella pensó que, si tenía miedo, debería taparse los oídos. Desafortunadamente, la historia de Maomao no era la historia de fantasmas que todos esperaban.

—No fue nada. Era solo un hombre que vivía en el mismo pueblo, que iba caminando por el cementerio. Alguien dijo que la luz parpadeante era un fuego fatuo, pero en realidad era el fuego de la linterna de un vecino.

—¡¿Qué?! —soltó Yinghua, y dejó ir un suspiro de alivio.

—Era un profanador de tumbas —aclaró Maomao.

¡Pam! La frente de Yinghua le golpeó en el hombro. Su compañera del Pabellón de Jade la miró fijamente.

—¿Cómo que un profanador de tumbas...?

—Sí... Parece que estaba obsesionado con una maldición sospechosa, y estaba moliendo hígados humanos para untárselos en el cuerpo...

¡Pam! Esta vez, la frente de Yinghua golpeó la frente de Maomao. Esta se acarició la zona y terminó la historia diciendo:

— Ya está. Eso era todo.

Luego fue el turno de Yinghua, que no pudo parar de tartamudear durante todo su relato. Cuando su luz se apagó, quedó otra única luz prendida. La doncella que las había recibido al principio sostenía la última vela. Se dispuso a contar su historia de fantasmas.

«Ahora que lo pienso...», recordó Maomao. Debería haber cuatro doncellas en los cuatro puntos cardinales y dos entre ellas, lo que sumaba doce. Pero, ¿no dijo la doncella al principio que se contarían trece historias? «¡¿Qué significa esto?!», se preguntó Maomao, de repente inquieta.

La doncella comenzó a contar una historia de la época del Emperador anterior. Era la historia de las doncellas de aquel entonces, que se habían multiplicado en exceso. Una de ellas había sido tocada por el Emperador. Hasta aquí, todo era normal. No obstante, Maomao simplemente no podía concentrarse mientras escuchaba la narración de esa misteriosa doncella. Se sentía mareada. Acto reflejo, miró distraídamente el brasero que estaba frente a ella. Transcurridos unos minutos... «¿Eh?», fue capaz de juzgar. La doncella contó un final terrible, y todas a su alrededor se estremecieron, pero Maomao no pudo oírlo bien.

—Y ahora, la decimotercera historia —dijo la doncella, justo cuando iba a tirar su vela, la última, en el brasero para continuar.

¡Maomao se levantó y abrió rápidamente la ventana!

—¡Maomao, ¿qué haces?! —gritó Yinghua en intentar detenerla, pero la menuda boticaria no se detuvo.

El viento entró de repente, y las telas que todas llevaban sobre la cabeza aletearon. Maomao inhaló profundamente el aire fresco y exhaló. «¡Con razón me sentía mareada!», confirmó. Las llamas apagadas se habían fundido en el brasero. Había carbón dentro. El fuego que quedaba en la mecha se había prendido. Una habitación pequeña y cerrada, y carbón que no ardía por completo. Todo eso junto solo podía llevar a...

Maomao corrió hacia las otras doncellas, que estaban agotadas alrededor del brasero. Las abofeteó una por una en la mejilla o se las llevó a un lugar con aire fresco. Yinghua, al verla, pareció comprender la situación y se dispuso a ayudarla.

Cuando se quema fuego sin suficiente aire, se emite gas que es perjudicial para el cuerpo humano. Por eso se había sentido mareada todo el tiempo. «¡Tardé demasiado en darme cuenta!», se reprimió. Mientras se preguntaba por qué no se había dado cuenta antes, pensó que le había hecho una mala pasada a la anfitriona. Se volvió hacia esa doncella, pero en su lugar no había nadie.

—Ah... ¡De qué poco me ha ido! —se escuchó una voz, pero la doncella no estaba por ninguna parte.



—Oye, cuéntame lo de la historia de antes —le comentó Shisui a Maomao después de que la reunión terminara sin resolverse.

Yinghua ladeó la cabeza, preguntando: «¿Quién es esta chica?». A la inquietante sirvienta le había gustado envolverse en la tela, y seguía hecha un canelón.

—¿La de antes? —dijo Maomao. Recordaba que había dicho que se lo contaría después—. El origen de un bosque prohibido normalmente viene de creencias y leyendas antiguas. Pero eso no quiere decir que no tengan ninguna razón de ser.

Por ejemplo, podía ser que el bosque de la historia estuviera lleno de peligros. El bosque era rico en alimentos, pero también en frutos tóxicos. El origen del bosque tabú podía estar en lo que había en él. ¿Y si la aldea estaba formada por gente que se había mudado de otras tierras extranjeras?

Supongamos que no se debía tomar comida del bosque, porque era dañina para la salud, práctica que con el tiempo se convirtió en una superstición. Y supongamos que, precisamente por seguir las reglas, los habitantes de las tierras cercanas no sabían qué frutos del bosque eran comestibles y cuáles no. Entonces, se podría inferir lo siguiente: la madre y el niño, hambrientos por la mala cosecha, intentaron comer de la abundante riqueza del bosque. Pero eso era romper las reglas del pueblo. Por lo tanto, se adentraron en el bosque a escondidas. Al atardecer, cuando todavía había luz afuera, pero era un momento difícil para que los demás los vieran, usaron ese breve tiempo para entrar en el bosque y recoger setas y bayas. Regresaron a casa al anochecer, sin saber exactamente lo que habían recolectado.

—Existe una seta llamada hongo de medianoche —dijo Maomao. (NT: Hemos traducido como hongo de medianoche lo que en japonés se llama tsukiyotake, que significa literalmente hongo de la noche de luna. Creo que no tiene un nombre español. Es una seta venenosa, originaria de Japón, que crece en colonia en árboles muertos, como las hayas, desde finales de verano hasta otoño. Su género posee un cuerpo bioluminiscente que brilla en la oscuridad. Provoca síntomas de intoxicación alimentaria digestiva, como vómitos, diarrea y dolor abdominal, entre 30 minutos y una hora después de su consumo. A veces se confunde con setas shiitake, que son comestibles y nada peligrosas, y por eso es frecuente que se ingieran por accidente.) Al pronunciar la palabra seta, hizo un ademán de placer por un momento, pero continuó la historia sin inmutarse—. Es una seta de aspecto muy apetecible, pero es venenosa y causa un malestar estomacal agudo. Y como su nombre indica, tiene una característica extraña: brilla en la oscuridad. Su aspecto es muy hermoso.

Maomao tenía un recuerdo tan hermoso de esa seta que su padre le hizo escupir un día porque la había mordido sin permiso...

Era probable que la madre y el niño de la historia hubieran cosechado las setas antes de que resplandecieran de noche, y hubieran caminado por el bosque con ellas sin saber que brillaban. La luz que se filtraba de su cesta podía parecer un fuego fatuo desde lejos. Cuando llegaron a casa y encendieron sus linternas de interior, los hongos de medianoche dejaron de brillar. Se los comieron, y lo que pasó trascendió hasta día de hoy en la historia de una de sus compañeras del palacio interior.

Normalmente, el veneno de uno de esos hongos no es mortal, pero a una persona con desnutrición quién sabe lo que le puede llegar a ocurrir... El niño murió y la madre también. Y lo que la madre quiso transmitir al final, posiblemente, fue: «Hay setas deliciosas en el bosque», como una pequeña venganza hacia los vecinos que no habían dado su brazo a torcer para ayudarlos.

—¡Así que era eso! —dijo Shisui con cara de satisfacción, agitando la tela en su cabeza—. Bueno, ¡yo me voy! ¡Hasta otra!

Y se fue dando brincos como una niña pequeña. Maomao pensó que era una persona muy caprichosa, aunque ella no era la más adecuada para juzgarla.

—Hmpf... Pues no era para tanto —dijo Yinghua, inflando su pequeño pecho, con un aire completamente diferente al del terror que sentía minutos antes—. Seguro que las otras historias también tienen una explicación así.

—Seguramente, ¿no? —respondió Maomao.

Ambas regresaron al Pabellón de Jade caminando tranquilamente.



—¡Oh! Habéis llegado más pronto de lo que pensaba —dijo Hongnyang, que las estaba esperando. Estaba zurciendo una prenda que parecían unos calcetines.

—Sí, es que hubo un pequeño alboroto.

—Vaya, qué mal —dijo Hongnyang, como si ya lo esperara—. Es que la doncella que solía organizar siempre estas cosas murió el año pasado. Me preocupaba quién tomaría su relevo este año —explicó. Dejó la aguja sobre la mesa y suspiró—. Era una doncella amable y atenta. La apreciaba mucho. Al final, murió sin poder salir del palacio interior.

Maomao miró el rostro de Yinghua. Su tez, que en el camino de vuelta había recuperado el color se había vuelto valiente, se puso pálida de repente.

—¿Ehhh...? ¿E-Esa doncella no...?

—Que quede entre nosotras... era una de las que había sido tocada por el Emperador anterior. A mí no me gustaban mucho estas cosas de los fantasmas que organizaba, pero como lo hacía por diversión, siempre pensé que era de mala educación detenerla, ¿no creéis? Se me hacía extraño que la costumbre desapareciera al haber muerto ella, ¡así que me alegro de que alguien la haya continuado!

Hongnyang guardó su costurero en una caja lacada y se fue a su dormitorio con un bostezo. Maomao se quedó pensando en que la historia le parecía similar; se asemejaba mucho a la historia de fantasmas que había contado la doncella organizadora. No era capaz de recordar los detalles, pero a juzgar por el rostro de Yinghua, podía adivinar que era así.

—Mmm... —expresó, con los brazos cruzados y la cabeza inclinada.

Hay muchas cosas en el mundo que uno no entiende... En cualquier caso, pensó que era bueno que no hubiera habido una decimotercera historia de fantasmas. Sin embargo, ese día, tuvo que dormir con la aterrorizada Yinghua, lo que hizo que la noche fuera calurosa e incómoda.



Nota de la autora: He recibido muchos comentarios que quieren que la historia se vuelva a centrar en Jinshi, pero él estará de baja hasta que se recupere del shock. Está recluido cumpliendo con su deber con resentimiento.



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