
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3
—¿De verdad puedo usar esto? —expresó Maomao ilusionada, mientras observaba la expresión de Hongnyang.
—Sí, para que aprendas la lección —dijo Hongnyang resoplando, mientras a la boticaria se le humedecían ligeramente los ojos.
—Muchas gracias —dijo. Suavemente, tomó la mano de Hongnyang y le dedicó una profunda reverencia.
—¡¿Eh?!
—¡Espera, Maomao!
Mientras Hongnyang y Yinghua estaban confusas, Maomao se lanzó con entusiasmo hacia el almacén. A partir de hoy, esa sería su habitación.
—¿No crees que es demasiado, Yinghua? —dijo Guiyuan mientras le servía el té. Esta doncella, de modales suaves, le ofreció a su compañera té y dulces.
—Yo también lo pensé, pero la culpa es de Maomao —dijo Yinghua, sorbiendo el té con un puchero.
El té de hoy era fermentado, traído de Occidente, y desprendía un aroma dulce.
—¡Es que es culpa de Maomao por no parar a pesar de lo que le dije! ¡Estaba recogiendo bichos otra vez!
Yinghua miró fijamente a Maomao con los ojos entrecerrados. Esta ladeó la cabeza, perpleja. Estaba segura de que había dejado de recoger colas de lagartija desde que Yinghua se desmayó, para no molestarla.
—¿A qué te refieres? —preguntó con una expresión de sincera extrañeza—. No he vuelto a hacerlo.
—¿No...? Es que oí que la doncella de una consorte de alto rango estaba en el jardín, riéndose mientras atrapaba insectos.
—...
Los ojos de Guiyuan también se volvieron húmedos.
—¡Vaya, qué malentendido!
—Pues yo no he sido —afirmó Maomao con entereza—. Lo único que hice estos días no fue recoger insectos, sino hierbas.
—¡Así que lo admites! —dijeron Yinghua y Guiyuan al unísono con una expresión de asombro. Las dos, que por fin habían captado la verdadera naturaleza de Maomao, la miraron fijamente.
«¡Jolín! ¿Eso también les molesta?», pensó Maomao.
Sus caras eran de incredulidad. No era justo. Maomao se había reído en el jardín porque había encontrado hierbas medicinales, no por avistar un insecto. Incluso ella tenía sentido común. Sabía lo que pasaría si atrapaba y criaba insectos en esa pequeña habitación. Era verano, y el resultado sería un desastre.
Maomao frunció el ceño y apretó el puño. Esto era un asunto serio.
—¿Eh? ¿Qué cosas extrañas? —dijo Xiaolan mientras comía un mantou de melocotón. (NT: Panecillo chino al vapor, sin relleno y elaborado con harina de trigo, agua y levadura.)
Maomao asintió mientras le ofrecía un té dulce de bambú. Como de costumbre, estaban charlando mientras comían sus meriendas detrás de la lavandería. Era un descanso voluntario, no holgazanería.
—Se dice que hay una doncella extraña por ahí.
—¿Una doncella extraña? ¿Cómo es? —dijo Xiaolan, tragando la comida.
—Por ejemplo, se ríe en los arbustos mientras parece que busca algo —explicó la boticaria. Los ojos de Xiaolan miraron fijamente a Maomao. Bebió té y continuó mirándola fijamente—. Y no soy yo —puntualizó.
Xiaolan cerró los ojos y gimió. Por alguna razón, se sentía maltratada.
—No sé quién puede ser... ¡Ah!
—¿Se te ocurre alguien?
Xiaolan saltó del barril en el que estaba sentada y se dirigió a un grupo de doncellas que charlaban alrededor del pozo. Maomao la siguió.
—Oye, oye. ¿No dijiste que viste a una doncella extraña el otro día? —preguntó Xiaolan a las otras tres.
Parecían conocerse, pues saludaron a Xiaolan, pero cuando Maomao se acercó, sus expresiones se tensaron un poco. Era comprensible, ya que Xiaolan era casi la única doncella lo suficientemente curiosa como para hablar con ella.
—Sí.
—¿Quién era?
Sus miradas parecían evasivas.
—¿Eh? ¿Quién, quién? ¡Dime! —insistió Xiaolan, tocándolas.
Sin embargo, las tres doncellas se miraron entre sí, dudando en hablar. Probablemente les preocupaba Maomao. Su ropa era diferente a la de las otras doncellas. Aunque seguía siendo simple y fácil de mover, no era la ropa que el palacio interior suministraba. Las doncellas asignadas a las consortes de alto rango recibían ropa de ellas. Por eso, se podía distinguir a simple vista si una doncella estaba al servicio de una consorte o no, y eso creaba una barrera indefinible.
«Qué torpe he sido», se culpó Maomao. Se arrepintió de no haberse quedado a distancia. Había sirvientas que sentían rivalidad hacia las doncellas de las consortes, y otras que guardaban silencio por temor a que se extendieran rumores perjudiciales sobre ellas. Una doncella tan ingenua como Xiaolan era rara. «¿Qué hago ahora?», se preguntó. Ni siquiera podía intentar sobornarlas con dulces, pues se los había dado todos a Xiaolan antes. Maomao buscó en su túnica para ver si tenía algo que sirviera.
—¡Oh! —exclamó. Se sacó algo del bolsillo—. Si me contáis los detalles, puedo daros esto.
Sacó un pañuelo de tacto suave y fino. Olía ligeramente a perfume. Podría usarse como pañuelo, pero dada su excelente tela, podría emplearse para cualquier cosa. Era el que le había dado Jinshi el otro día. Pensaba ir a la oficina médica más tarde y vendérselo al matasanos. No quería pensar que el médico tenía inclinaciones homosexuales, pero supuso que le pagaría algo de dinero por algo que había pertenecido al apuesto eunuco.
—Eso es...
—Parece seda, aunque su mayor particularidad no es esa.
Cuando Maomao dijo eso, una de las doncellas se acercó al pañuelo y lo olfateó.
—¡¿Este aroma?! ¿Podría ser...?
Maomao estuvo a punto de ponerle una mirada de hastío a la doncella, pero solo arqueó los labios.
—Os dejo que lo imaginéis.
Pensó que si mencionaba el nombre de Jinshi, sonaría sospechoso. Si dejaba el misterio, se inventarían sus propias historias.
—Esto es... No puede ser. ¿Podría ser de él...? —murmuraba la doncella de buen olfato.
Maomao no sabía a quién se imaginaba, pero parecía que había mordido el anzuelo. Al verla, las otras dos doncellas también acercaron sus narices al pañuelo.
—Disculpad —la boticaria dobló el pañuelo y dirigió una mirada cortés a las chicas—, ¿podríais contarme la historia?
Maomao se dirigió al lugar que le indicaron. Según las doncellas, la habían visto cerca del bosquecillo, en el lado sur. «Supongo que no la encontraré aquí tan fácilmente», pensó.
Se sentó a la sombra de un árbol. Al ser verano, había muchos mosquitos zumbando. Aún podía tolerar el estridente canto de las cigarras, pero mató a varios mosquitos que zumbaban desagradablemente cerca de su oído. «Debería haber traído un repelente», se dijo. Solía quemar artemisa o follaje de pino para repeler a los insectos. Debido a la presencia de la joven princesa Lingli, siempre tomaban medidas contra los insectos en el Pabellón de Jade.
El área cerca del bosquecillo no parecía estar bien cuidada, ya que crecían varias plantas por doquier. Además de juncos, se veían grupos de flores rojas. Maomao se acercó a las flores. «¡Así que los recogieron aquí!», pensó. Eran dondiegos de noche. Las flores, en forma de trompeta, estaban a punto de abrirse al acercarse la tarde. Maomao arrancó una y aplastó un pétalo. El jugo rojo tiñó sus dedos. Recordaba haber jugado mucho con esto cuando era niña. Y también recordaba que las cortesanas recogían las semillas de estas flores. Al aplastarlas, contenían un polvo parecido al maquillaje. Las cortesanas no lo usaban como tal, pero ella solía jugar con ese polvo.
Maomao todavía tenía una ligera duda. El incidente que había ocurrido en el Pabellón de Cristal el otro día: el intento de Xing, la jefa de doncellas de la consorte Lihua, de fabricar un abortivo. El año anterior, Xing no usaba perfume. Si el incienso que usaba podía dejar a una mujer estéril, lo más comprensible habría sido que lo evitara si se consideraba digna de ser una consorte. De hecho, Xing pretendía suplantar a la consorte Lihua. Si la consorte Lihua no podía tener un hijo, la familia de ella consideraría poner a otra persona como consorte. La razón por la que Xing había intentado hacer un abortivo usando perfume...
La consorte Lihua llevaba ropa suelta. Al igual que la consorte Gyokujou, llevaba ropa que no le apretaba el abdomen. ¿Y sería su imaginación que sus mejillas parecían más llenas que antes? No era solo la consorte Gyokujou la que recibía el afecto del Emperador. Había una posibilidad, pero Maomao no dijo nada. No estaba en posición de ayudar a la consorte Lihua si lo dijera en voz alta.
La duda que tenía en realidad era sobre los ingredientes del objeto que se estaba fabricando en ese almacén. Eran todos artículos que cualquiera podía comprar en los convoyes comerciales, como aceites perfumados. Hasta ahí bien, pero... Había algo que a Maomao le parecía muy extraño.
La razón por la que las cortesanas recogían semillas de dondiego de noche era para hacer un medicamento que provocaba el aborto. También se usaban cerezas de invierno, peonías, balsaminas, o mercurio para inducir abortos. A parte del mercurio, las otras flores parecían ser ingredientes que se podían conseguir en el palacio interior. Pero el brebaje de Xing no contenía ninguno de ellos. Y eso que estos ingredientes parecían mucho más accesibles. Por lo tanto, lo que más le preocupaba a Maomao era que alguien le hubiera enseñado cómo hacer ese veneno a Xing a propósito. Y que esa persona aún estuviera en el palacio interior. Se lo había insinuado a Jinshi, y él seguramente lo investigaría. Pero la cuestión era si la testaruda exjefa de doncellas hablaría tan fácilmente.
Mientras pensaba en esto, la luz del día se había debilitado. El sol se ocultó tras el bosquecillo, y las sombras se alargaron. De repente, el zumbido de las cigarras se detuvo por un instante.
¡Cling! Se escuchó un leve sonido de una campana. Y junto con ese sonido, se escuchó un crujido. Maomao miró hacia la dirección del sonido. Algo grande parecía arrastrarse entre los juncos. Saltó como una rana y se echó a reír a carcajadas con los brazos levantados.
—¡Lo tengo! —gritó una voz aguda.
Era una voz infantil, como la de Xiaolan, pero la dueña era más alta. Sin embargo, la amplia sonrisa de su rostro se veía sorprendentemente joven para su estatura. Era una cara conocida. Llevaba ropa suministrada especialmente por una consorte. Con una expresión de sincera alegría, la chica metió su mano cerrada en una jaula de bambú para insectos.
¡Cling! Volvió a sonar la campana. Parecía venir de la chica. Maomao entonces la recordó. Era la doncella que había ido a la oficina médica el otro día. La que había ido a buscar medicinas. Aunque no habían hablado mucho en ese momento, ahora su impresión era muy diferente. «Aun así...», pensó. Una chica saltando como una rana en los arbustos, riéndose mientras atrapaba insectos. «Que me comparen con ella...», se sintió ofendida. Maomao era mucho más decente.
Esta doncella... Supuso que si la propia consorte Loulan ya era peculiar, su personal debía serlo también. Pensó que ya había visto suficiente y se dispuso a irse. Pero antes de que pudiera levantarse...
¡Cling! Se escuchó el sonido de la campana justo al lado de su oído. Maomao ladeó la cabeza, se tocó el pelo y notó un insecto negro desconocido posado sobre ella. Parecía que la fuente del sonido de la campana era este. De repente, ¡una sombra la cubrió!
—¡Insecto!
Con tal grito agudo, Maomao fue aplastada por la sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario