10/11/2025

Los diarios de la boticaria 3 - 10




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 10
Elección

Días después, Maomao recibió una misiva junto a una pipa de marfil. El remitente era Lihaku. «Debería haberlo hecho así desde el principio», pensó. Al final, la razón por la que se había molestado en verla en persona era, probablemente, que necesitaba desahogarse con alguien sobre Pai Lin. Si hubiera hablado de liberar a una cortesana, lo más probable es que cualquiera le hubiera aconsejado que abandonara la idea. Seguramente se dirigió a Maomao por ser la única que conocía el burdel.

«Aun así... —Maomao entrecerró los ojos mientras examinaba la pipa de marfil. Era un objeto de valor, sin duda superior a una moneda de plata—. ¿Qué significa que no la quiera?».

Dejó la pipa sobre la mesa y continuó leyendo la carta. Al ver la frase que contenía, sus cejas se arquearon. La pregunta rezaba: «¿Contiene esto algo que pueda ser venenoso?».

«¡Debería habérmelo preguntado antes!», se castigó. Se preguntó por qué no había caído antes en algo tan importante.

Se dio cuenta de que sus labios se curvaban en una sonrisa indiscreta, algo que incluso a ella le parecía inapropiado, pero era su naturaleza. Maomao rastreó con el dedo las letras gruesas y entrecerró los ojos.



Esa noche, el Pabellón de Jade recibió un visitante. Era la visita del mismísimo Emperador, aquel dignatario que lucía una hermosa y frondosa barba. Las doncellas se apresuraron a preparar la alcoba, procurando no levantar la vista. Encendieron su incienso preferido y dispusieron el refrigerio nocturno habitual para fortalecer su vigor. Por supuesto, esto era la excusa oficial, pues en realidad, la visita se centraba principalmente en jugar con su hija, la princesa Lingli.

Aunque la consorte Gyokujou no gustaba de ostentaciones, su procedencia de una región comercial hacía que muchos de los objetos de la sala fueran de origen extranjero. Tanto el diván como el incensario eran de formas distintas a las que conocía Maomao.

La consorte era una mujer que prestaba atención a lo que no estaba a la vista, cuidando los forros de sus ropas y los aromas. Tal vez para mitigar el cansancio del Emperador, estaba quemando un incienso con efectos calmantes. Gyokujou era muy meticulosa en este aspecto y siempre usaba la fragancia que ella misma había seleccionado. Yinghua y las demás se mostraron decepcionadas de que no usara el aceite perfumado que ellas habían comprado. Aunque se habían asegurado de descartar todo lo que fuera nocivo para la salud, en esta ocasión simplemente el aroma no era compatible con el que solía usar.

El refrigerio nocturno consistía en marisco y algas aliñadas con vinagre de cítricos, una opción ligera para el creciente calor, acompañada de un congee de ocho tesoros (NT: Sopa china espesa que se hace con una variedad de arroz que estalla durante la cocción. El congee de ocho tesoros se elabora con ocho o más ingredientes, como arroz, frijoles, dátiles, frutos secos y semillas. Es un plato típico del Festival Laba y simboliza la buena suerte, ya que el número ocho se considera afortunado en China. El Festival Laba es una festividad tradicional china que se celebra el octavo día del mes de La, el duodécimo mes del calendario chino. Es el comienzo del período del Año Nuevo Chino.) con azufaifas y legumbres. (NT: La azufaifa es un fruto comestible, de forma similar a la aceituna, que inicialmente es verde y se torna marrón rojizo al madurar. Es dulce, con un hueso interior, y se puede consumir fresco o seco. El azufaifo (árbol frutal), también se puede llamar arto o espina de Cristo. La azufaifa es similar a un dátil rojo.) Aquel venerable dignatario era, a pesar de las apariencias, muy consciente de su salud.

Como de costumbre, Maomao probó el aliño de vinagre servido en un cuenco de plata. La plata se corroe con la acidez, así que debía comerlo deprisa. Maomao pensó que aquello no tenía sentido y que la próxima vez pediría que lo sirvieran en un cuenco normal. Tomó marisco y algas con los palillos y se lo llevó a la boca.

La mención a las algas le recordó el incidente de hacía unos días, en el que el hermano del funcionario acusado había fallecido en prisión. En ese caso, no se sabía si se había tratado de una simple intoxicación alimentaria o de un envenenamiento. De repente, algo hizo clic en la mente de Maomao.

—¡¡¡Ah!!! —dejó escapar sin querer.

El Emperador, la consorte Gyokujou y Hongnyang la miraron.

—¿Q-Qué pasa? —dijo Hongnyang con voz temblorosa.

—No, no es nada —dijo Maomao, negando con la cabeza. Recordó que estaba en medio de la degustación y se reprochó a sí misma.

—Ah, vale —dijo Hongnyang, mirándola fijamente.

El Emperador, con una expresión ilegible, se dejaba tocar la barba por la princesa Lingli, mientras que la consorte Gyokujou miraba a Maomao con los ojos brillantes.

«No sé cómo pueden estar tan tranquilos. Aquí no hay nada divertido», pensó Maomao. No debía encontrarle la gracia, pues se trataba de un asunto de vida o muerte. Con ese pensamiento, Maomao dejó los palillos.



—Me han informado de que has identificado al culpable del incidente de hace unos días —dijo Jinshi en la oficina del administrador del palacio interior.

Como de costumbre, habían pedido al administrador que se retirara, quedando solo Jinshi, Maomao y Gaoshun en la sala. Probablemente debido a las frecuentes visitas del jefe de los eunucos, la sala, aunque espaciosa y austera, había sido equipada con un diván y una mesa larga, con una cesta de fruta fresca en el centro.

El incidente al que se refería era la muerte del hombre acusado del intento de envenenamiento del funcionario. Había fallecido tras comer la comida que se sirvió en el banquete después del Festival de Primavera. Se suponía que todavía no se sabía si había sido un asesinato o una simple intoxicación.

—No tengo todos los detalles como para asegurarlo —respondió ella. Maomao le había entregado una nota a Jinshi, indicándole que tenía algo que hablar sobre el incidente. Pero le resultaba molesto que sacara conclusiones tan rápido—. Yo solo sé cómo se hizo para que eligieran el alimento envenenado —añadió.

—¿De verdad?

—Sí.

«Probablemente», rectificó en su mente. Su padre se enfadaría si utilizaba una afirmación tan ambigua. Su padre adoptivo, quien había ejercido de médico imperial, detestaba los testimonios vagos. Por eso, Maomao quería estar segura, y para ello se había reunido con Jinshi. El cambio de ubicación fue deliberado, sabiendo que la consorte Gyokujou estaría atenta a cualquier conversación de esa índole en el Pabellón de Jade.

—Me dijeron que no se podía saber qué ingredientes se sirvieron, pero al menos se sabía qué comieron los otros prisioneros, ¿verdad?

—Eso sí.

En lugar de Jinshi, Gaoshun comenzó a escribir en un papel lo que se les había servido a los prisioneros.

—Lo sospechaba —Maomao asintió mientras lo leía.

Palpó la nota que guardaba en su pecho. Era la carta que había recibido de Lihaku el día anterior. En ella se describían los mismos alimentos que Gaoshun estaba anotando. Lihaku también podía estar al tanto de lo turbio del incidente. Era una extraña coincidencia que alguien del ejército estuviera oliendo la misma pista que ella. Pero se había dado cuenta precisamente por eso.

—¿Estás diciendo que uno de estos alimentos contenía veneno? —dijo Jinshi sentado en la silla, mirando el papel. La sopa, el aliño con vinagre, el sashimi de carne y el pescado a la parrilla no parecían tener nada fuera de lo común.

Maomao tomó el pincel y subrayó algunos de los platos escritos. Todos eran aperitivos.

—No, al contrario. Son platos que no contienen veneno —Maomao dejó el pincel y dio pequeños golpecitos con la punta del dedo sobre los platos que había subrayado—. ¿En qué orden se les sirvió la comida a los prisioneros?

—¿...? Generalmente, se sirve de la parte delantera de la celda hacia atrás. Se ofrecen los platos y se les deja elegir lo que quieran. Cuanto más cerca del frente está el prisionero, más leve es su crimen, por lo que tienen la opción de elegir —respondió Gaoshun.

Maomao pensó la precisión de Gaoshun que era sorprendente, quizás debido a su pasado en el ejército.

—Entonces, ¿dónde estaba la celda del hombre que murió?

—En la parte delantera, mientras esperaba el juicio formal.

En ese momento, Jinshi y Gaoshun se dieron cuenta.

—¿Significa que le hicieron elegir el plato envenenado...?

—Sí.

—¿Y cómo lo consiguieron?

Ante la pregunta de Jinshi, Maomao le señaló de nuevo los platos que había marcado antes. Eran entrantes que parecían normales, pero compartían un elemento común.

—Todos son platos que pueden elaborarse con algas.

El hombre que murió no debía tener una buena impresión de las algas, pues sabía que se las consideraba un veneno terrible. ¿Habría tenido motivos para elegirlas? Si se preparaban varios aperitivos, todos ellos con algas, y solo uno sin ellas, luego, solo había que preparar esa cantidad para el número de prisioneros y entregársela a los guardias.

La carta de Lihaku no solo mencionaba el nombre de los platos, sino también los ingredientes generales. Al conectar los platos de la carta de Lihaku con el incidente, a Maomao se le ocurrió este método.

Si esto era cierto, se podía deducir otra cosa...

—Únicamente alguien concoedor del veneno de las algas podría haberlo hecho. Es solo una hipótesis.

Maomao se había preguntado cómo había adquirido el hombre el conocimiento sobre la toxicidad de las algas. Ella lo sabía por la educación atípica que le había dado su padre. ¿Se lo habría enseñado alguien a ese hombre también? Era un detalle que la inquietaba. Si estaba escrito en algún libro, quería verlo. Pero si se lo habían enseñado, la situación era más que sospechosa, y en ese momento, esa era la posibilidad más fuerte.

—Veamos...

Maomao miró a los dos eunucos, que estaban absortos en sus pensamientos. Aunque le picaba la curiosidad, el resto ya no era asunto suyo. Es más, sentía que ya se había inmiscuido demasiado.

Mientras cavilaba, alargó la mano hacia la fruta fresca que había ante ella. Era imposible no sentir la tentación cuando había fruta exótica allí. El lichi fresco era una rareza. Justo cuando iba a tomar una sola fruta a escondidas, sus ojos se encontraron con los de Jinshi. Se detuvo, pero su mano ya se había acercado al borde de la cesta. Jinshi tomó la cesta de fruta y le ofreció la rama con lichis a Maomao.

—Buen trabajo. Esto es una recompensa.

Jinshi le dio una sonrisa radiante y colocó un lichi en la palma de Maomao.

—Gracias —dijo Maomao sinceramente. Pensaba en usar la mitad como aperitivo y la otra mitad para hacer medicina

—Espero grandes cosas de ti la próxima vez —espetó Jinshi. Acto seguido, abandonó la sala con gracia.

«Esto no me gusta...», pensó Maomao. Se peló la fruta con las yemas de los dedos y se llevó la pulpa blanca y turgente a la boca. Pensó que estaba mucho más deliciosa que la seca, y se lamió los dedos húmedos. «Aun así, la otra versión me resulta más tolerable», consideró. Las raras ocasiones en que el eunuco mostraba una expresión algo infantil y descompuesta eran, en realidad, más naturales.



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