08/11/2025

Los diarios de la boticaria 3 - 8




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 8
Estrategia de manumisión (parte II)
(NT: La manumisión es el acto por el cual un amo libera a un esclavo, otorgándole la libertad.)


Nota de la autora: ¡Este es el capítulo que estabas esperando!


«Qué misteriosa es la vida. ¿Qué hago aquí sentada en posición seiza?», se preguntaba Maomao. Frente a ella, Jinshi la miraba con una expresión gélida. Lihaku, quien había estado en la misma sala hasta hacía poco, se había marchado cabizbajo y semidesnudo. Maomao pensó que era injusto, aunque también consideró que, de haberse quedado, la situación se habría complicado aún más.

—¿Qué estabas haciendo?

Maomao alzó la vista, pensando en lo aterrador que resultaba un hombre hermoso cuando estaba enfadado. Jinshi se alzaba imponente con los brazos cruzados en un gesto de intimidación. Detrás de él, Gaoshun juntaba las manos con el rostro de un monje que ha alcanzado el nirvana.

Frente a las dos entradas, dos eunucos, aunque exhaustos, seguían lanzando miradas furtivas al hermoso jefe de los eunucos. Tras la puerta, sellada herméticamente, Maomao imaginó que una multitud de doncellas estarían al acecho. Se preguntó qué haría cuando tuviera que salir de allí.

—¿Qué estaba haciendo? Prestando asesoramiento.

En el Pabellón de Jade se había asegurado de informar a Hongnyang. Había terminado la colada por la mañana y no había ninguna ceremonia de té programada, por lo que el veneno no era un problema. Si regresaba antes de la cena, su trabajo no se vería afectado.

—Entonces, ¿por qué ese hombre se había desvestido delante de ti?

«Ah, se refiere a eso», pensó Maomao. Era innegable que resultaba muy problemático que un hombre del exterior estuviera casi desnudo, incluso si había vigilantes. Maomao pensó que debía disipar el malentendido con claridad.

—No había nada impropio. Simplemente lo estaba examinando con atención, sin tocarlo ni nada.

Maomao enfatizó que solo había estado mirando. No había puesto un solo dedo sobre él. Quería que eso quedara claro. No obstante, Jinshi abrió los ojos de par en par y adoptó una postura ligeramente echada hacia atrás. Gaoshun parecía haber pasado del nirvana a la liberación. ¿Por qué la miraba con un rostro que parecía el de un bodhisattva? (NT: Un ser iluminado en el budismo que pospone su propia liberación o nirvana para ayudar a todos los demás seres a alcanzar la iluminación.)

—¿Examinando...?

—Sí, simplemente mirando.

—¿Con qué propósito?

—A pesar de la pregunta, el propósito era verificar, tras previa consulta, si el coito tendría éxito al ver al sujeto en persona.

Aunque la cuestión era la manumisión de Pai Lin, la joven boticaria también quería asegurarse de la voluntad de la propia cortesana. Ella era muy enamoradiza, y Maomao prefería que fuera con un hombre que realmente le gustara. Por eso, al conocer los gustos de Pai Lin, quería verificar hasta qué punto Lihaku entraba dentro de su rango de preferencias. Si Lihaku hubiera estado demasiado lejos del ideal de Pai Lin, Maomao no se habría molestado en darle consejo. No era tan bondadosa como para meterse en asuntos ajenos.

Había sido criada en la Casa Verdigris hasta que su padre la recogió. Sus cuidadoras fueron las Tres Princesas —Pai Lin, Meimei y Joka— y la madame. Pai Lin nunca había dado a luz, pero tenía una constitución especial que le permitía producir leche materna, y Maomao se había alimentado de ella. Aunque Pai Lin acababa de graduarse de aprendiz de cortesana cuando la boticaria nació, su cuerpo ya estaba completamente desarrollado. Maomao siempre la llamaba hermana, pero en realidad era más una madre. No la llamaba hermana mayor para evitar el enfado de Meimei y Joka.

Se habían planteado opciones de manumisión, pero creía que ninguna de ellas le daría a Pai Lin la vida que deseaba. Además, le preocupaba que acabara convirtiéndose en una madame. Muchas mujeres que habían sido cortesanas renunciaban a tener hijos. Al estar constantemente expuestas a anticonceptivos y abortivos, algunas perdían la capacidad de concebir.

Maomao no sabía si Pai Lin era uno de esos casos. Sin embargo, al recordar los días de su infancia, acunada y mecida en aquellos brazos, sentía que era una pena. Era una mujer de fuerte apetito sexual, pero poseía un sentido de la maternidad igualmente intenso.

Lihaku estaba enamorado de Pai Lin, la cortesana. Comprendía perfectamente que ella ejercía su oficio con otros clientes. Aunque era un poco perro faldero, parecía tener un buen fondo y era ese tipo de tonto adorable que aspiraba a ascender por amor a una mujer. Una personalidad así solía ser muy fiel, y era improbable que su afecto se enfriara fácilmente. E incluso si se enfriaba, Maomao pensaba que podría gestionar los trámites de la separación. Y lo más importante, tenía una resistencia sexual legendaria. Esta era la razón por la que Maomao había accedido a la consulta de Lihaku.

Aunque, al principio, él había insinuado otra razón, que también le preocupaba, y se preguntó qué habría sido de ella. «Al final no me la ha devuelto», pensó. Se refería a la pipa de marfil. Si nadie iba a usarla, tenía la intención de empeñarla.

Jinshi había llegado justo en medio de su evaluación de Lihaku. Como administrador del palacio interior, probablemente le molestaba que una doncella se reuniera tan alegremente con un hombre del exterior. Era un adicto al trabajo en los momentos más inoportunos.

—¡¿Si tendría éxito?!

—Sí. El aspecto físico es solo un factor de la condición humana, pero es mejor tenerlo que no tenerlo.

El físico de Lihaku había obtenido un aprobado alto. Le faltaba confirmar la parte más crucial y luego pensaría en cómo abordar a Pai Lin. Maomao había mencionado diez mil lingotes de plata para la manumisión, pero con un plan, podía reducirse a la mitad. Eso dependería, por supuesto, de lo que Pai Lin sintiera por Lihaku.

—¿Tanto importa el aspecto físico?

Jinshi por fin dejó de estar de pie y se sentó en una silla. Su irritación persistía, y golpeaba el suelo con el tacón. Su pregunta le resultó extrañamente molesta a Maomao.

—Depende de las circunstancias.

—Me sorprende que digas eso. Entonces, ¿cómo era el aspecto de ese hombre?

«¿Por qué pregunta tanto?», pensó Maomao. Sin embargo, la parte difícil de ser una subordinada era que debía responderlas todas.

—Tenía un físico notablemente bien proporcionado. Su musculatura no tiene imperfecciones, ni en el tren superior, ni en el inferior. Parece un hombre diligente que no falta a su entrenamiento diario, y estimo que es uno de los militares más competentes.

Ante esas palabras, Jinshi abrió un poco los ojos. Su rostro reflejaba que el comentario de Maomao le había sorprendido. Acto seguido, adoptó una expresión de profundo desagrado.

—¿Puedes deducir cómo es una persona solo por su físico?

—Aproximadamente. Los hábitos de vida se manifiestan claramente en el cuerpo.

Al ser boticaria, había adquirido esa habilidad por necesidad. Cuando tenía que entregar medicamentos a un cliente que no hablaba de sí mismo, era vital hacer esa evaluación.

—Si examinaras mi cuerpo, ¿podrías hacer la misma deducción?

—¿Eh...?

Maomao dejó escapar un sonido estúpido sin querer. Al mirar el rostro de Jinshi, notó un rastro de resentimiento.

«¿Será que...?», se preguntó. Pensó que el hombre podría estar celoso de Lihaku. Ese sería el motivo por el que su expresión había pasado a ser de aún mayor desagrado: Maomao había elogiado sin reservas el físico de Lihaku. «Qué hombre tan problemático...», pensó Maomao con ganas de suspirar. «Quiere presumir de que él es más hermoso», caviló.

El rostro de Jinshi era bello, lo suficiente como para derrocar países si fuera mujer, e incluso siendo un hombre, Maomao pensaba que no era imposible. Tenía una belleza más que suficiente, pero, ¿ahora quería presumir también de su físico?

«Puede hacerlo, claro que puede», admitió. El cuerpo de Jinshi, que había visto fugazmente, era sorprendentemente esbelto y fibroso. Incluso sin una inspección detallada, sabía que tenía un físico excepcional.

Mas, ¿de qué serviría verlo? ¿Quería que ella lo recomendara a Pai Lin por tener un cuerpo más perfecto que el de Lihaku? Maomao se preguntó si le había hablado a Jinshi sobre Pai Lin.

Jinshi apoyó los codos en la mesa, con los labios ligeramente fruncidos, mirando fijamente a la joven. Detrás de él, los eunucos de guardia, temblorosos, se veían arrobados por la expresión de enfado de Jinshi. Gaoshun la miraba con una serenidad propia de un cuadro del Nirvana.

A pesar de las posibles consecuencias, Maomao decidió ser honesta. La parte más importante para Pai Lin, el factor crucial, era algo que Jinshi no tenía. Y por muy excelente que fuera en otros aspectos, sin eso, no tenía sentido.

—No tiene ningún sentido que vea su cuerpo, Señor Jinshi —dijo con sumo cuidado. El aire circundante se congeló al instante. Gaoshun pasó del nirvana a tener el rostro de un pecador al que se le ha cortado el hilo de araña—. Lamentablemente, creo que usted no es compatible con mi hermana —explicó.

—¿Eh?

Un sonido estúpido salió de la boca de Jinshi. Gaoshun se golpeó la cabeza contra la pared.



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