
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3
Los polvos faciales que llevaba puestos le daban náuseas. El carmín rojo resultaría difícil de eliminar, y tendría que lavar a fondo su cabello, endurecido con aceite perfumado, más tarde. Se había cortado mechones finos, los había trenzado y pegado cerca de los ojos con goma. Era un artificio propio de las cortesanas para disimular una mirada pequeña, y le preocupaba que el pegamento cediera.
Se había puesto un mo (falda larga) más largo de lo habitual y zapatos con suela gruesa para disimular su estatura, pero quizás había sido innecesario. Las dondellas del Pabellón de Cristal no se habían dado cuenta de nada. (NT: Un mo, o más comúnmente llamado mamianqun, es un tipo de falda larga tradicional china, de la dinastía Han, hecha de varias capas de tela y caracterizada por sus paneles plisados en la parte delantera y trasera, una sección frontal decorada y una parte trasera más simple o sin decoración.)
Un poco frustrada, Maomao se quitó los zapatos de plataforma. Se cambió de ropa, pues su vestimenta se había manchado con el esputo al asistir a la enferma. (NT: Flema o mucosidad espesa que se expulsa de los pulmones al toser.) Menos mal que no había sangre mezclada. Aunque la contagiosidad fuera baja, pensó que no era bueno ir por ahí así, por lo que le habían dispuesto una muda de recambio. Como era del Pabellón de Cristal, era un uniforme de doncella algo deficiente en funcionalidad, pero no tenía otra opción. En realidad, le hubiera gustado tomar un baño, pero lo dejó correr. Una vez que se sintió presentable, se dirigió a la estancia donde todos la aguardaban.
En el salón de recepción del Pabellón de Cristal, se había congregado una asamblea de rostros serios. Era un grupo suntuoso, digno de la decoración colorida del lugar, pero Maomao, desmaquillada, se sintió completamente fuera de contexto. Estaban presentes la consorte Lihua, Jinshi, Gaoshun, y una belleza de rasgos elegantes y bien definidos. Maomao le había solicitado a la Consorte Lihua que hiciera salir a las otras doncellas. El médico quiso quedarse, pero se le dio prioridad a otra tarea.
La belleza era Xing, la jefa de las damas de compañía de la consorte Lihua. Era prima de la consorte y, debido a su noble linaje, una mujer tan orgullosa como notable incluso dentro del palacio interior. Tal vez por el parentesco, sus rasgos guardaban un leve parecido con los de la consorte Lihua. Aunque solo era una jefa de doncellas, dado su estatus, no habría sido inusual que hubiera alcanzado el estatus de consorte de rango medio.
«¿Decidió quedarse como jefa de las doncellas a propósito?», caviló Maomao. No todas aquellas a quienes el Emperador favorecía se convertían en consortes. La historia no carecía de casos en que una simple sirvienta ascendía a madre de la nación si lograba atraer la atención imperial. En ese caso, ¿no sería más ventajoso concentrar muchas flores hermosas en un solo lugar para atraer más miradas? Si una doncella al servicio de una consorte de alto rango era favorecida por el Emperador, y su estatus era apropiado para ser una consorte, se le otorgaría un título oficial de inmediato.
«¿Y qué sentirán ellas?», se preguntó Maomao. Desconocía los entresijos de la familia de la consorte Lihua. Pero seguro que los sentimientos entre ellas eran complejos. Si la confianza que las unía superaba eso, entonces el mundo estaría en paz.
«La consorte Gyokujou tiene suerte», pensó. Hongnyang, su jefa de doncellas, no había sido enviada allí como candidata a esposa, sino simplemente para servir a la Consorte Bella. Gracias a ello, había sobrepasado la edad de contraer matrimonio. Sería oportuno que la consorte Gyokujou le encontrara un buen esposo. Las otras doncellas también eran bellas, pero carecían de la audacia de aspirar al afecto del Emperador. En cambio, las doncellas de la consorte Lihua...
—¿Qué significa esto? —dijo Jinshi, entrecerrando los ojos y golpeando la mesa.
Sobre la mesa había varios aceites perfumados y especias. Eran los que se habían encontrado en el almacén donde tenían confinada a la enferma. Por separado, no habrían llamado la atención, pero mezclados, el olor era notorio. El olor persistente flotaba alrededor de la jefa de doncellas Xing. Y eso que antes no usaba perfume.
«¿Tal vez por no usar perfume no le confiscaron los artículos comprados, a diferencia de otras doncellas? O tal vez supieron esconderlo bien», se figuró Maomao.
—... —Xing permaneció en silencio, con los ojos cerrados.
«¿Se acoge al derecho a no declarar?», pensó la boticaria. El crimen de Xing era doble: ocultar aceites y especias prohibidas y, al mismo tiempo, intentar fabricar algo con ellos. En cuanto a aislar a la sirvienta en el almacén, no se le podía culpar. Trasladarla de la sala común para evitar contagios era una medida adecuada. Solo había un médico oficial en el palacio interior, y en principio no se permitía que una simple sirvienta le viera.
Incluso si la hubieran llevado a la enfermería, una sirvienta no podía decidirlo por sí misma. Había quienes se oponían a que las mujeres realizaran actos médicos. Pero si por ello la persona moría, era un problema, aunque inevitable. La vida de una sirvienta valía poco.
Jinshi, consciente de esto, quería presentar las pruebas y culparla por lo que pudiera. Sin embargo, Xing se mantuvo firme, con una expresión de desconocimiento. Dado su linaje noble, quizás sentía que tenía derecho a protestar, sin importar lo que dijera un eunuco como Jinshi. Y lo curioso era la consorte Lihua. Miraba a su jefa de doncellas con los ojos bajos, con una expresión de preocupación.
Xing miró al eunuco que la había interrogado directamente sin bajar la mirada. «Vaya, qué valiente», pensó Maomao. La mayoría de las doncellas se desmayarían si Jinshi las interrogara. Parecía que sus habilidades demoníacas no funcionaban con ella.
—No sé de qué se me acusa. Es cierto que ordené trasladar a la sirvienta allí. Pero, ¿no es más problemático que ellos hayan irrumpido de repente, exigiendo ver a la señora Lihua, y luego hayn hurgado en el almacén? —denunció con un tono firme. Ciertamente, no había pruebas de que lo que se encontró en el almacén fuera propiedad de Xing. Como había una enferma, la gente solo interactuaba con ella para llevarle comida, pero cualquiera podría haber entrado en ese lugar.
—Entonces, preguntémosle a la sirvienta que estaba allí.
—¿Hasta qué punto es fiable el testimonio de una sirvienta que delira por la fiebre?
—Así que sabíais que tenía fiebre —dijo Maomao de inmediato, cambiando a un lenguaje más formal debido a quienes la rodeaban. El rostro de Xing cambió por un instante—. Qué amable de vuestra parte. Os preocupasteis tanto por el estado de una simple sirvienta —añadió Maomao con descaro—. Entonces, no es extraño que el olor a aceite perfumado se haya quedado en vos.
Maomao tomó una botellita de la mesa y la expuso ante todos. «¡No te extralimites más!», pensó. A pesar de sus pensamientos, su cuerpo se movió. Estaba sumamente molesta. A veces, había cosas que le irritaban más allá de su propia posición.
—Oléis igual que este aceite perfumado. Y eso que esta botella estaba colocada cuidadosamente dentro de un arcón. ¿Tan fuerte es el olor como para filtrarse? Para asegurarme, ¿me permitís comprobarlo?
Maomao intentó agarrar la manga de Xing, pero esta la apartó. Al hacerlo, su larga uña le rasgó la mejilla a Maomao. Mientras la gente murmuraba, se limpió el rasguño con el pulgar. No era mucha sangre, solo se le había desprendido una fina capa de piel.
—Lo lamento. No debería haber intentado tocaros siendo alguien de mi rango. Dejemos que otra persona lo revise —mientras Maomao hablaba con calma, todas las miradas se centraron en Xing.
Tenía los labios crispados y los ojos inyectados en sangre. Se percibía el sudor desagradable. Sus pupilas estaban dilatadas. La gente transpira cuando está nerviosa. A diferencia del sudor provocado por el ejercicio, es un sudor pegajoso. Posee un olor fuerte y resulta repulsivo. Lo mismo ocurría con sus ojos. Aunque no es tan manifiesto como en un gato, las pupilas humanas también varían de tamaño. La consorte Gyokuyou, con su pigmentación clara, era más fácil de descifrar en ese aspecto, por lo que a menudo sonreía con los ojos ligeramente entornados cuando ofrecía un té a otras consortes. «Ya casi la tenemos», pensó Maomao. Dio un paso adelante.
—Deteneos. Dejadme esto a mí, por favor —ordenó una voz digna, pero no arrogante. La consorte Lihua, que estaba sentada en el sofá, se levantó. Arrastrando su larga falda, se acercó a Maomao, o más bien, a Xing—. Vaya...
El vestido de la consorte Lihua era muy similar al diseño que la consorte Gyokujou llevaba últimamente. Era normal, ya que la procedencia de ambos era la misma caravana comercial.
—¿De qué crimen es esto probatorio?
—Señora Lihua... —dijo Xing. Sus ojos parecían contener una multitud de emociones, pero por alguna razón, no se vislumbraba súplica alguna.
—Si intentaba fabricar un abortivo, es equivalente al asesinato del hijo del Emperador —respondió Jinshi, y cerró los ojos, creyendo que con eso bastaría.
—¿De veras? ¿Eso aplica a todas las consortes?
—A todas, de alto, medio o bajo rango, por igual.
La consorte Lihua bajó la mirada y la dirigió hacia su prima Xing.
«Ahora que lo pienso...», caviló Maomao. Lihua (pera) y Xing (albaricoque), parecían nombres elegidos para ir a la par. Maomao consideró que la jefa de doncellas no parecía tonta. No obstante, el mundo estaba lleno de gente inteligente pero insensata. La mayoría de sus acciones estaban dominadas por las emociones. Maomao pensó que Xing era una de ellas. Y la consorte Lihua llegó a la misma conclusión.
—¿Aunque solo me lo estuviera haciendo a mí?
—¡Consorte! ¡Eso es...!
Jinshi se inclinó hacia adelante. Gaoshun también abrió mucho los ojos. La declaración de la consorte Lihua fue la clave para Maomao. Siempre había pensado que algo andaba mal. La consorte Lihua tenía talento de sobra para ser una consorte. Pero Maomao siempre había pensado que no encontraba buenas doncellas. Y no era eso. Este grupo de doncellas del Pabellón de Cristal había sido reunido con tal propósito, y la artífice era Xing.
Cuando ocurrió el incidente de los polvos faciales envenenados, solo una doncella fue despedida. Pero, ¿qué pasó con su superior? Había seguido trabajando tan tranquilamente. La jefa de doncellas Xing...
—Xing, nunca me has llamado Consorte, ¿verdad? Creías que no era digna de ser madre de la nación.
Las palabras de la consorte Lihua resonaron en Maomao. ¿Xing nunca la había llamado Consorte?
—Tú y yo, cuando éramos pequeñas, no sabíamos quién de las dos sería la consorte al final —dijo Lihua con voz triste.
Lihua sentía afecto por Xing. ¿Sentiría su prima lo mismo por ella? Ahora mismo se estaba mordiendo los labios y miraba a la consorte con odio.
—¿Por qué hablas con ese tono condescendiente...? —le salió una voz despectiva—. Esa es la parte que siempre me ha disgustado de ti. Yo era mejor estudiante. Hay muchas otras cosas en las que te supero. Entonces, ¿por qué todo el mundo...?
«Por el tamaño de su delantera», se le ocurrió a Maomao, avergonzándose de su propio pensamiento. Xing también tenía un pecho respetable.
—¡¿Porque eres la hija del cabeza de familia?! ¿Acaso soy inferior a ti por eso? ¡Claro que no! ¡Me han educado toda mi vida para ser la madre de la nación, igual que a ti!
Xing mostró sus caninos como una loba. Maomao pensó que podría saltar en cualquier momento y se interpuso instintivamente delante de la consorte Lihua, pero Gaoshun y Jinshi ya se habían interpuesto.
—¿Podemos considerar esto como una confesión? —preguntó Jinshi.
En respuesta, Xing tomó la botella de aceite perfumado de la mesa y se la arrojó a la consorte Lihua. Gaoshun la desvió, y la botellita se estrelló contra el suelo.
—¡Ojalá te pudras en el jardín de las flores, estéril! —maldijo Xing. Gaoshun la agarró por ambos brazos para detenerla—. ¡No me toques, eunuco! ¡Eres asqueroso!
La jefa de las damas de compañía se revolvió, pero no podía con dos hombres, aunque fueran eunucos. De su boca de noble no hicieron más que salir palabras soeces sin cesar.
«Vaya, siempre hay gente así», discurrió Maomao. Se paró frente a Xing, que se había quedado sin aliento tras su diatriba, y le sonrió.
—¡¿Qué quieres?!
—No, nada. Solo que parece que usted admira mucho al Emperador.
—¡Pues claro! ¡¿Qué tonterías dices?!
—No, es que me parecía que amabais la posición de madre de la nación, no al Emperador. A diferencia de la consorte Lihua.
Maomao volvió a sonreír con los dientes al descubierto. Xing se quedó boquiabierta. Lo que la consorte Lihua tenía, y Xing no, resultaba evidente.
—Xing, eso era lo que pensabas —dijo la consorte Lihua con voz temblorosa, pero firme. Luego se paró frente a Xing, levantó la mano y le propinó un bofetón en la mejilla.
«Vaya, eso sí que no lo vi venir», pensó Maomao. Mientras, la consorte Lihua dijo algo inesperado:
—Señor Jinshi, solicito el despido formal de mi jefa de doncellas. Le ha faltado al respeto a su señora. ¡Hasta el punto de que yo misma he tenido que golpearla!
—Pero, consorte... —articuló Jinshi, estupefacto por la situación.
—Tiene razón. Un bofetón no es suficiente, ¿verdad?
La consorte Lihua agarró el cuello de Xing, que estaba aturdida por el golpe, y cerró el puño. Jinshi y Gaoshun se apresuraron a detenerla.
Maomao no pudo evitar soltar una carcajada. «¡Qué carácter!», pensó. La consorte Lihua ya no era la misma de antes. Ya no era una mujer frágil que esperaba que su hilo de vida se rompiera.
—¡Queda despedida! Y quiero que se le prohíba de forma permanente la entrada al palacio interior —declaró con firmeza.
Xing permanecía apabullada por el golpe. «¿Se dará cuenta esta mujer de la clemencia implícita que hay en este acto? ¿Querrá vengarse?», se preguntó Maomao.
No, no importaba. Por muy noble que fuera su linaje, una mujer que regresaba del palacio por un escándalo no podía vengarse de una consorte. Maomao pensaba que el castigo era demasiado suave, pero pensó en la humillación que sentiría una mujer orgullosa con tal trato.
Gaoshun sacó de la habitación a Xing. Afuera se había reunido una multitud de curiosos, pero se dispersaron como arañas cuando Maomao los fulminó con la mirada. «¿Estará bien este pabellón?», consideró. Mientras pensaba eso, un dedo de gran tamaño apareció frente a ella. La boticaria dio un paso atrás instintivamente.
—¿Qué pasa? ¿Por qué tan de repente?
El dueño del dedo era Jinshi.
—Cúrate esa herida...
Jinshi le tendió un pañuelo a Maomao con el ceño fruncido. Ella recordó el arañazo en su mejilla. «Tampoco es para tanto», pensó.
El pañuelo que le dio Jinshi era de una tela fina y perfumada. Maomao entornó los ojos. Como sería un desperdicio mancharlo de sangre, se lo guardó en el bolsillo y se limpió la cara con su propio pañuelo. Normalmente, debería haberlo devuelto, pero supuso que Jinshi no era tacaño y se lo había obsequiado. Maomao pensó en venderlo más tarde.
«Bueno, caso resuelto, supongo», pensó. Maomao miró hacia la ventana de la habitación. La consorte, con la belleza de una gran rosa, miraba hacia afuera. No hacía falta decir quién estaba al otro lado.
—¿Puedo preguntar algo? —inquirió Jinshi mientras caminaba por el pasillo del Pabellón de Cristal. Su mirada se dirigió al almacén donde había estado encerrada la sirvienta—. Aunque ya hubieras estado en el Pabellón de Cristal, no podrías haber sabido de inmediato dónde estaba la enferma. Incluso te molestaste en disfrazarte para que no fuera extraño que volvieras.
Sí, se había vestido así porque sabía que su cara era conocida en el Pabellón de Cristal y llamaría la atención. Ser la doncella del médico oficial atraería miradas de todos modos, pero era mejor que ir con su propia apariencia. Las sirvientas del Pabellón de Cristal eran muy discretas. Maomao supuso que las doncellas superiores les habían ordenado guardar silencio.
—La encontré enseguida.
Maomao ya había seleccionado los lugares probables. Pensó que estaría en un lugar apartado del dormitorio de las sirvientas, o en un lugar discreto. Cuando ella había estado allí, se había hecho la previsión de cambiar de cama a las sirvientas indispuestas para que no contagiaran a otras. Había un lugar dedicado a ello en el pabellón. «Aunque nunca pensé que sería en un almacén», reconoció.
El olor que desprendía Xing le había parecido extraño, pero nunca se le ocurrió que la situación fuera esa. Encontrarlo había sido una casualidad.
—Es por esto —dijo Maomao, y señaló hacia unas plantas florales.
Eran dondiegos de noche. Habían sido trasplantadas recientemente, pues el color de la tierra debajo era diferente. La disposición era chapucera para ser obra de un jardinero. Estaba justo al lado del almacén. La planta tenía frutos negros, que contenían el polvo blanco para el maquillaje.
—¿Qué pasa con eso?
—En el feng shui, las cosas verdes son buenas para la salud. Y he oído que combinan bien con el blanco.
Todas las flores que estaban floreciendo eran blancas, cuando se suponía que la mayoría de las flores de esa planta debían ser rojas. Maomao se dio cuenta de que se habían seleccionado y trasplantado solo los ejemplares de flores blancas. Recordaba que esta planta no estaba antes en el Pabellón de Cristal. Debía haber estado creciendo en algún lugar del palacio interior. No sabía quién la había trasplantado, pero le consolaba que alguien hubiera obrado así por la enferma.
«Dondiego de noche...», rumió. Resultaba irónico, considerando lo que se había encontrado junto a la enferma. Suspiró profundamente, pero notó que alguien la miraba. Se dio la vuelta y vio a una doncella medio oculta tras un pilar, observándola.
—¿Qué pasa?
Jinshi se detuvo y miró a Maomao. La persona que se escondía detrás del pilar tenía cara de estar turbada.
—Señor Jinshi, por favor, vaya usted delante.
—¿Por qué?
—Así será un impedimento.
La franqueza de Maomao hizo que Jinshi pusiera cara de enfado. Gaoshun, que había regresado, lo apaciguó como si fuera un buey. Maomao agradeció a Gaoshun con un gesto por su perspicacia.
—¿Señorita? ¿Ocurre algo? —dijo la boticaria, dirigiéndose a la otra chica que se escondía detrás del pilar. Parecía mayor que ella, pero estaba nerviosa. No sabía si lo estaba solo con ella o con todos.
—Ah, es que... la chica que estaba ahí...
La chica tenía una nueva flor blanca en la mano. Verde y blanco, colores claros. Hablaba torpemente y estaba nerviosa, pero no parecía albergar malas intenciones.
—Ya no está. Ha salido del palacio, pero podrá recibir tratamiento en un entorno mejor.
—¿Se la han llevado para curarla, entonces...? —dijo la sirvienta. Bajó la mirada, pero también parecía aliviada.
La sirvienta se frotó el rostro para disimular sus ojos humedecidos, se inclinó ante Maomao y volvió a su trabajo. Tras su partida, solo quedó un pequeño pétalo blanco caído en el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario