
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3
Traducido por: Xeniaxen
Capítulo 13
La cola
Al día siguiente, tan pronto como Ailan regresó al Pabellón de Jade, Maomao recibió una citación de una persona en particular. Para su asombro, la emisaria era la doncella de mediana edad que el día anterior le había agarrado el cuello.
—Así que desea ver a Maomao —dijo la consorte Gyokujou con la mano en la barbilla, mientras Ailan le solicitaba el permiso.
Se encontraban en el salón. La consorte estaba reclinada en un diván. Su vientre ya había crecido considerablemente y sus movimientos se habían vuelto más lentos. Aunque utilizaba ropa diseñada para disimular su figura, era probable que la noticia ya se hubiera difundido en el exterior.
—Lo lamento. Debería haberme tomado algún remedio aquí —dijo Ailan.
Al parecer, Ailan se había tomado en la enfermería la medicina que Maomao le preparó el día anterior. Aquella doncella la había descubierto y le preguntó por la procedencia del preparado. «Claro. Qué cagada», pensó Maomao. En la enfermería, un espacio sin un médico oficial designado, no se les permitía utilizar medicamentos a su discreción. Si no lograban esclarecer el origen del fármaco, se arriesgaban a provocar una investigación sobre las prácticas de ese sitio.
En lo que Maomao le daba vueltas a si lo más prudente sería retirarse con celeridad y aceptar el castigo, escuchó algo inesperado:
—Nos ha pedido que se la cedamos por un tiempo.
—Vaya, vaya —dijo Gyokujou, ladeando la cabeza y posando su mirada en Maomao.
Ailan también dirigió una expresión de visible preocupación a Maomao. La boticaria supuso que se había envuelto en otro lío, pero se puso a pensar en los ingredientes para una nueva medicina.
Al final, bajo supervisión, Maomao tuvo que dirigirse a la enfermería. Su acompañante no fue Ailan, sino Yinghua. Probablemente, porque a diferencia de Ailan, ella era de complexión menuda, si bien activa y de carácter resuelto, lo que la hacía más idónea para la tarea.
Aun estando en el mismo palacio interior, la distancia resultaba considerable. Yinghua era sumamente habladora, y no guardó silencio durante el trayecto:
—Oye, Maomao. Después de dejar a Ailan ayer, ¿anduviste cerca del farol del jardín?
—¿Me viste? Solo estaba buscando si había ingredientes para medicina.
Eso fue después de regresar de la enfermería, o más bien, después de toparse con Jinshi en el camino. Cuando oscurecía, encendían los farolillos. Los insectos se acercaban a la luz. Y ciertos seres vivos se acercaban para cazar a esos insectos.
—¿Buscabas algo? No eran insectos, ¿verdad?
—No, no eran insectos.
Ciertamente, no había estado buscando insectos, pero el rostro de Yinghua se contrajo, como si olfateara un mal augurio.
—Maomao, en tu habitación acumulas demasiadas cosas últimamente. El olor a medicina es muy fuerte y Hongnyang te está vigilando.
—Qué miedo.
—No pareces muy asustada.
Maomao pensaba que no era para menos. La jefa de las doncellas del Pabellón de Jade actuaba con presteza. Si una no se hacía fuerte, no podría sobrevivir en el palacio interior.
—Ten cuidado, porque podrían echarte de tu habitación y mandarte al almacén de al lado —dijo Yinghua con una sonrisa socarrona.
—¡Eso estaría muy bien! —exclamó Maomao, como si aquello le hubiera dado una idea.
Aquel almacén era más amplio que su cubículo actual y, sobre todo, estaba lejos del dormitorio de todas, por lo que podría hacer ruido por la noche sin que la descubrieran. Le frustraba no poder usar muchas de las herramientas que había sustraído de la oficina médica.
—Entonces, en cuanto volvamos, le preguntaré a Hongnyang —decidió Maomao, con los ojos brillando de entusiasmo.
—¡¿Eh?! ¡Espera un momento! Yo... —intentó decirle Yinghua en el mismo instante en que llegaron a la enfermería.
—Bueno, entremos, ¿de acuerdo?
—¡Eh, un momento! Lo de antes...
Maomao se sentía ilusionada, pensando que si se mudaba al almacén, quizás podría llevar a cabo trabajos que requirieran el uso de fuego.
La doncella de mediana edad a cargo de la enfermería se llamaba Shenlu. Al observarla de cerca, sus ojos poseían un matiz verdoso, similar al de la consorte Gyokujou. Tal vez portaba sangre occidental.
Maomao fue conducida a lo que parecía ser una sala de recepción dentro de la enfermería. Era probable que fuese un ala antigua de las consortes reconvertida. Aunque se habían retirado los adornos superfluos, la estructura no había sido alterada sustancialmente. En la estancia, con su leve aroma a alcohol, Shenlu le sirvió té. La mesa era simple, y los estantes y sillas circundantes se veían robustos, si bien acusaban el desgaste del tiempo.
—No sabía que veníais de la residencia de la Consorte Bella. Te pido disculpas por mi rudeza.
—No es nada.
Las doncellas externas al Pabellón de Jade solían referirse a la consorte Gyokuyou por su título oficial. A diferencia de las otras doncellas, la formación de Maomao no era refinada. Ocupaba una posición inmerecida.
La voz de Shenlu era sosegada. No exhibía atisbo alguno del temperamento de matrona que Maomao le había visto mientras cargaba la colada el día anterior. Parecía haber recibido una educación propia de una doncella de la corte. «Debe ser una persona muy inteligente», pensó Maomao. Había doncellas en el palacio interior que ni siquiera sabían leer y escribir. Para haber permanecido tanto tiempo, debía ser inteligente. O quizás existía una razón especial.
El rostro de Shenlu parecía algo sombrío, quizás porque se había enterado de que Maomao venía de la residencia de la consorte Gyokujou. Maomao se sintió un tanto incómoda, pensando que le estaban confiriendo un trato preferente. Existía una tendencia a ser condescendiente con las doncellas de las consortes de alto rango. Empezar con una citación debía hacer sentir aprensión a Shenlu. No obstante, esta suspiró profundamente y miró hacia el frente.
—Tengo algo que pedirte.
—¿De qué se trata?
Shenlu se sorprendió por un momento de la naturalidad de Maomao, pero recobró la compostura y continuó:
—Sé que puede sonar impertinente, pero, ¿me lo permites?
—Adelante.
Estaba acostumbrada a que la trataran de forma impertinente. Es más, a veces creía que ella misma podía ser así. Por lo tanto, Maomao confiaba en que podía ignorar casi cualquier cosa que le dijeran.
—Pues bien, quiero pedirte que prepares una medicina para una doncella de la Consorte Sabia.
—¡¿Qué?!
La que reaccionó no fue Maomao, sino Yinghua. Golpeó la mesa y se inclinó. La taza de té se agitó, y unas gotas mancharon la superficie del tablero.
—¡¿Sabes lo que estás diciendo?! —le espetó Yinghua a Shenlu.
—Soy plenamente consciente —dijo esta, suspirando de nuevo. Luego miró fijamente a las dos jóvenes doncellas.
Maomao se dio cuenta de que Shenlu no estaba bromeando y que debía haber una razón de peso para sustentar sus palabras.
—Seguro que tiene un buen motivo.
—¡Maomao!
—Perdón. ¿Por qué no escuchamos de qué se trata?
Yinghua se sentó, con el ceño fruncido. Tomó un sorbo de té frío para apaciguarse.
—¿Puedes contarnos la situación?
—De acuerdo.
Shenlu comenzó a relatar lentamente.
—Vaya, en menudo lío nos hemos metido —dijo Yinghua con los hombros caídos, algo inusual en ella.
«Sí, la verdad es que es un lío», pensó Maomao. Y aunque lo fuera, no podía ignorarlo. Una sirvienta de la consorte Lihua (la Consorte Sabia) estaba gravemente enferma. Y seguía confinada en el Pabellón de Cristal. Era una sirvienta que solía ir a la lavandería del norte, por lo que Shenlu la conocía. Le había aconsejado que guardara reposo, pues su tos resultaba extraña, pero no había regresado en cinco días.
Yinghua preguntó si habría cambiado de lavandería o si en el Pabellón de Cristal habrían encomendado la colada a otra doncella, pero Shenlu negó con la cabeza.
—Aun así, deberíamos ir a verla —dijo Shenlu.
Al parecer, la tos que tenía era anómala. «Tos, ¿eh?», caviló Maomao. La tos había comenzado unos días antes de que dejara de ir, y se había ido uniendo a la fatiga y la fiebre leve.
Cuando le preguntaron si la sirvienta había acudido a la enfermería, la respuesta fue simple: no le dieron permiso. «Ese es el problema de ese lugar», pensó. Para una simple sirvienta, el permiso no vendría de la consorte Lihua. Era muy probable que una de las doncellas mayores ignorara la petición de la joven. Y al enlazar los síntomas, una sensación de mal presentimiento recorrió a Maomao. «¿Estará realmente ahí esa chica? Creo que es imperativo investigarlo», decidió.
Si era cierto, debían actuar de inmediato. El problema podría extenderse más allá del Pabellón de Cristal. Yinghua miró fijamente a Maomao.
—Sé que eres curiosa, pero el lugar es sensible. Sabes que tienes que pedir permiso antes de ir, ¿verdad? No puedes precipitarte como haces siempre.
—Sí.
Aunque Maomao tenía cierta conexión con la consorte Lihua, no podía presentarse en su residencia sin más. Acababa de cometer un error similar hacía no mucho. La única vía para proceder era a través de Jinshi. Deseaba ir cuanto antes, pero la inmediatez resultaba imposible. «De nada sirve precipitarse», pensó para serenarse.
Intentó distraerse concentrándose en otros asuntos. En ese instante, algo apareció en su campo de visión. Salió corriendo hacia ello. Saltando como una rana, finalmente consiguió atraparlo.
—¡Maomao! ¿Qué estás haciendo justo después de lo que te he dicho?
Yinghua se acercó, sujetándose el bajo de su kimono. Maomao hizo una mueca, pero se levantó sintiendo algo moverse en sus manos juntas.
—Disculpa. Encontré lo que estaba buscando, y no pude evitarlo.
—¿El insecto de antes? Ay, no, ¡por favor!
—No es un insecto.
No era un insecto. Y tampoco era un animal en su totalidad. Desafortunadamente, la criatura se había escapado, pero lo que Maomao quería se agitaba en la palma de su mano.
—Mira.
Abrió la mano, y ahí estaba la cola de una lagartija, que aún coleaba. Xeniaxen: Esta era la cola del título. La cola de las lagartijas vuelve a crecer si se rompe. Ahí residía la clave. «No hay que darse por vencido con nada», pensó. ¿Qué sabio había dicho que si uno se rendía, todo terminaba allí? Para crear una medicina desconocida, se debe empezar por investigar sustancias con efectos análogos. Por eso, Maomao había estado observando cerca del farol de noche, atenta a las polillas, para ver si alguna lagartija residía en las cercanías.
—Solo quería investigar cómo es que la cola vuelve a crecer —dijo Maomao con un poco de alegría.
No recibió respuesta. Al mirar al frente, vio que Yinghua estaba pálida, con la boca abierta. Y entonces, se desmayó hacia atrás. Maomao envolvió la cola capturada en un pañuelo y se la metió en el bolsillo, luego se vio obligada a atender a su compañera, que se había desplomado.
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