
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3
Traducido por: Xeniaxen
Capítulo 14
Xing (parte I)
—¿Qué quiere ahora, después de tanto tiempo? —dijo una de las doncellas, con el ceño fruncido.
En el centro de la escena, se encontraba, inusualmente, el único médico oficial del palacio interior. Aquel galeno rara vez abandonaba la comodidad de su oficina médica. ¿Acaso no hacía casi un año que no venía a este pabellón? Pese a ser el médico oficial, su valía era nula. Solo por su título no se había atrevido a aparecer allí ni una vez tras la muerte del joven Príncipe Heredero. Sin embargo, seguía cómodamente en este jardín de mujeres sin ser castigado, sencillamente porque no había un sustituto. «¿Qué querrá ahora?», se preguntó Xing.
El médico oficial portaba un fardo de tela de forma aparatosa, y le seguía una doncella. Ella era delgada, esbelta y seguía al hombre con movimientos gráciles y mesurados. Llevaba un carmín de color rojo intenso en los labios, bien cerrados, y sus mejillas estaban ligeramente empolvadas de rosa.
«No me suena de nada. ¿Le habrán asignado una nueva ayudante?», se preguntó Xing. Pensó que lo normal habría sido que el médico oficial, siendo un eunuco, fuera acompañado por otro eunuco, pero no parecía ser el caso. No, había dos mil doncellas en el palacio interior. No era extraño que hubiera una o dos caras que no conocía.
Mientras todas cuchicheaban, Xing decidió avanzar.
—¿Necesita algo?
Al oír su voz, las doncellas que hablaban cesaron. Xing no pasó por alto cómo las sirvientas retornaron a sus puestos con premura. Aunque no podía controlar la totalidad del palacio interior, su labor exigía conocer bien a quienes servían en este pabellón. Esa era la tarea de Xing. Cuando se decidió que Lihua sería consorte, Xing entró con ella para asistirla en ganarse el afecto del Emperador.
—Me gustaría ver a la Consorte Sabia —dijo el médico oficial.
Xing entrecerró los ojos ante aquellas palabras. No le agradaba escuchar el título de Consorte Sabia en boca de este hombre.
—Lo lamento. No creo que la señora Lihua desee veros.
Ante su rechazo, que era a la vez suave y firme, el médico oficial, con su barba de cuatro pelos, frunció el ceño. Era la barba patética propia de un eunuco que ya no era funcional como hombre, a diferencia del Emperador, que lucía una barba hermosa y majestuosa.
El eunuco miró hacia atrás con una expresión de turbación. La doncella, con rostro imperturbable, le susurró algo al oído. A regañadientes, él extrajo algo de su túnica.
—Me han dado este documento.
Desdobló un pergamino. Con una letra elegante, instruía que se permitiera la entrada al médico oficial. El nombre que firmaba era Jinshi.
Si se mencionaba al apuesto eunuco en el palacio interior, él era la primera persona que venía a la mente. Poseía una belleza que podría conducir a la ruina de una nación si fuese mujer, pero no era mujer. Y tampoco era un hombre. Xing no podía negar que era una figura que provocaba suspiros, pero, a diferencia de otras doncellas, no sentía nada más allá por él. Teniendo en cuenta la razón por la que había accedido al Palacio Interior, no tenía tiempo que malgastar con un eunuco.
Era fundamental para su clan que el Emperador las favoreciera. Eso era lo que se les había inculcado a Xing y a Lihua desde la infancia. La madre de Xing era la hermana del padre de Lihua. Al ser de la misma edad que Lihua, había accedido al palacio para dirigir el Pabellón de Cristal, donde residían. Todas las damas de compañía del Pabellón de Cristal eran hijas de familias nobles, con linajes adecuados para servir al Emperador.
—De acuerdo... —acceptó Xing, a disgusto, pero sin alternativa.
Se dispuso a guiarlos hacia el interior. Podría haber dejado la tarea a otras doncellas, pero si el médico oficial venía por orden del administrador del palacio interior, la situación era diferente.
«¿Qué querrán?», se preguntó. El médico oficial solo acudía al pabellón de una consorte cuando esta presentaba algún problema de salud. Pero Lihua no había manifestado síntoma alguno. Xing, que siempre estaba a su lado, no lo habría pasado por alto. Hoy también gozaba de buena salud y había tomado su desayuno.
Mientras Xing reflexionaba, escuchó que los pasos tras ella cesaban. Se dio la vuelta y vio que el médico oficial y su acompañante se habían detenido. Miraban hacia un barracón al final del jardín. La habitación de Lihua estaba lejos, en el piso superior y en el ala más recóndita del pabellón. El barracón que observaban era uno de los utilizados como almacén, justo en el camino.
—¿Qué sucede?
—No, me preguntaba para qué se usa ese barracón.
—Es un simple almacén.
«¿Por qué pregunta algo así si debería darse prisa?», discurrió Xing. El Pabellón de Cristal había sido ampliamente renovado para ser el lugar donde el Príncipe Heredero debía crecer. No era extraño que tuviera un baño anexo o almacenes. Además, el año pasado, una peculiar muchacha pecosa vino y erigió algo extraño junto al baño. Lo llamó sauna de vapor, pero a Xing no le gustaba, y Lihua solo lo usaba ocasionalmente.
A pesar de que dijo que era un simple almacén, la doncella menuda continuó mirándolo fijamente. ¿Qué podría ser tan interesante? Era solo un lugar común, con unas macetas con flores amarillas junto a la ventana.
—Es solo un almacén. Deberíamos irnos rápido.
La doncella pellizcó la manga del eunuco y le susurró algo de nuevo. El eunuco infló las mejillas con obvia frustración, pero la expresión de la doncella no cambió, y se dirigió a Xing. Sus ojos negros la miraron fijamente. Xing se sintió incómoda y trató de desviar la mirada.
—Hoy llevas perfume —dijo la doncella de modales recatados, con una voz familiar. Luego curvó sus labios en una mueca. No era una sonrisa, sino una expresión muy maliciosa, como la risa feroz de una bestia que ha encontrado a su presa.
—¡...!
—Cuánto tiempo, señora Xing. Mis disculpas por el otro día.
Ese rostro, cubierto de polvo de arroz, con las líneas de los ojos bien definidas y las pestañas exageradamente largas, se le acercó. A pesar de los adornos llamativos, la forma de su rostro era redonda e infantil. Xing reconoció sus ojos sanpaku (de iris pequeño y esclera visible en tres lados). (NT: Sanpaku es un término japonés que significa "tres blancos" y se refiere a una condición ocular en la que la esclerótica (parte blanca del ojo) es visible por debajo o por encima del iris. En la creencia oriental, esto puede indicar un desequilibrio físico o espiritual, o incluso una vida tormentosa y un final trágico. Existen dos tipos: "yan-sanpaku" (blanco visible debajo del iris) y "yin-sanpaku" (blanco visible por encima del iris).) El cuerpo de Xing se heló. Por experiencia, sabía que meterse con esa chica nunca traía nada bueno.
El año pasado, esta muchacha había llegado al Pabellón de Cristal. Había cuidado a Lihua sin descanso, pero en el proceso había actuado varias veces de manera extravagante. Por su culpa, la mitad de las doncellas de este pabellón no se atrevían a desobedecerla. Xing pertenecía a la otra mitad, pero esta chica había intentado arrancarle la ropa de repente hacía poco. Por lo tanto, era una persona que Xing preferiría evitar.
La muchacha la miraba fijamente. Xing retrocedió por acto reflejo.
Fue en ese momento. De repente, el eunuco salió corriendo hacia el jardín. Con su cuerpo regordete, se dirigió al barracón almacén. Xing intentó perseguirlo, pero tenía a la muchacha frente a ella, a la que le tenía aversión. Aun así, la empujó para perseguir al eunuco, pero ya era demasiado tarde. Este se quedó paralizado, sujetando el pestillo de la puerta, con el rostro transfigurado por el asombro.
Un olor peculiar flotaba desde la puerta abierta. Era el aroma característico que Lihua había desprendido antaño, el hedor de una persona enferma que se encamina al más allá. La muchacha, que había caído de espaldas cuando Xing la empujó, se frotó la cadera, pero no parecía nerviosa. Simplemente frunció el ceño y agarró el fardo de tela que llevaba el eunuco.
—¡Señor! ¡Agua! ¡Poned agua a hervir!
Esta vez habló sin susurrar, y entró en el barracón, cuyo aire estaba aún más cargado. Dentro había un lecho de esteras superpuestas, y en él yacía una enferma. Era la sirvienta que trabajaba en la lavandería.
—Entendido, chiquilla —dijo el eunuco, mientras corría de nuevo, agitándosele la papada.
La muchacha le dio de beber algo similar a agua a la sirvienta enferma, y luego miró a Xing.
—¿Por qué la tratáis así?
—¿Por qué? Es de sentido común aislar a una enferma para evitar el contagio.
La muchacha no respondió. Tendría algo que replicar, pero se contuvo por el bien de atender a la chica.
—Supongo que sí. Pero... —La muchacha colocó un pañuelo sobre la boca de la sirvienta, que tosía de forma extraña. Al retirarlo, se veía una mancha roja—. Es una enfermedad contagiosa. Aunque el índice de infección sea bajo, si seguís tratándola así, morirá. Por supuesto, que muera una simple sirvienta no es más que un problema insignificante.
La muchacha dejó a la sirvienta enferma y se adentró en el barracón. Xing intentó detenerla agarrándola del hombro, pero la muchacha se deslizó y pasó al interior.
—¡Para! ¡Ahí no!
Xing tropezó con un arcón intentando detenerla, pero fue demasiado tarde. La muchacha sostenía algo. Era una cajita.
—Al entrar en esta habitación, recordé aquel momento. Cuando la consorte Lihua estaba postrada por la enfermedad.
—¿Y qué?
—Se había encendido incienso para disimular el olor característico de un enfermo.
—¿Y qué pasacon eso? —Xing extendió la mano para que se lo devolviera.
—Al entrar aquí, sentí algo similar. Pero esta vez es al revés —afirmó mientras abría la cajita. Dentro había botellitas de diferentes colores—. Parece que colocaron a la enferma para disimular el olor a perfume —acusó. Entonces abrió una de las botellitas y olfateó su contenido—. Las doncellas del Pabellón de Cristal tenéis muchos secretos. Me temo que un pobre eunuco será azotado de nuevo.
La muchacha había abierto una botellita de aceite perfumado. Era una mercancía que habían obtenido de la reciente caravana comercial. La mayoría había sido confiscada por los eunucos por ser potencialmente tóxicos.
—Un pequeño veneno en cada botella. ¿Qué pasará si se mezclan? —como si estuviera entonando una canción de cuna, la muchacha sonrió con los ojos entrecerrados.
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