20/08/2025

Los diarios de la boticaria - Capítulo 14




Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 14
Cuidados intensivos

La salud de la consorte Lihua estaba peor de lo que esperaba. Maomao hizo que el cocinero convirtiera la papilla de cereales en gachas más líquidas, pero la concubina no tenía intención de tomarlas de la cuchara. Tuvieron que forzarle a abrir la boca para que las gachas resbalaran y las tragara lentamente.

No comía. Ese era el principal problema. Maomao le dio de comer con una paciencia tan persistente que rozaba la pesadez.

Cuando ventilaron la habitación, el aroma a incienso, tan fuerte que asfixiaba, se desvaneció, dejando a su paso el olor característico de un enfermo. Probablemente lo quemaban para enmascarar su olor corporal, ya que la mujer no se había bañado en días. La indignación de Maomao hacia aquellas sirvientas, tan inútiles como habían demostrado ser, no dejaba de crecer.

Al parecer, la sirvienta a la que ella había señalado había sido puesta en arresto domiciliario. Ella fue la artífice de que se hubieran guardado polvos de maquillaje de reserva. Pobre del eunuco que escudriñó en vano cada rincón del Pabellón, pues le habían dado latigazos. Estaba claro que el castigo dependía del estatus social. Maomao dirigió una mirada de desprecio a los eunucos a cargo. Su gesto de resignación y desdén, sin embargo, se perdió en el vacío.

Ordenó que le prepararan una palangana con agua y paños. Convocó a las sirvientas y, junto con ellas, se dispuso a limpiar el cuerpo de la consorte. Al principio, ellas se mostraron reticentes, pero al ver la mirada de la pequeña experta en venenos, se callaron.

Su piel, áspera y cuarteada, repelía el agua sin absorberla, mientras que sus labios, partidos por el dolor, eran un mapa de grietas. Maomao le untó miel en lugar de carmín en los labios, y le recogió el cabello de forma sencilla. Después de eso, se aseguró de que bebiera té a cada oportunidad. De vez en cuando, en lugar de té, le daba un caldo aguado. El número de veces que la consorte tenía que ir al baño aumentó.

Pese a que lo más natural hubiera sido que Lihua se mostrara hostil hacia la extraña recién llegada, se dejó cuidar como una muñeca. Sus ojos vidriosos no daban a entender que supiera quién era quién. Cuando la cantidad de gachas líquidas que comía aumentó de media taza a una taza entera, Maomao empezó a añadir poco a poco arroz. Una vez que la paciente empezó a tragar por sí misma, sin necesidad de que le sujetaran la mandíbula, le añadió un caldo con esencia de carne y fruta rallada. Un día, cuando ya podía ir al baño sin ayuda, los labios de la concubina Lihua se movieron:

—Por... qué…

—…

Para escuchar lo que decía, Maomao se acercó.

—¿Por qué no me has dejado morir en paz? —dijo con una voz pequeña y a punto de quebrarse.

Maomao frunció el ceño.

—Si no quiere vivir, tan solo tiene que dejar de comer. Si come las gachas, es porque no quiere morir.

Dicho esto, le dio un sorbo de té caliente. La consorte tragó y, de su boca, salió una risa ronca.

—Ya veo…



La presencia de Maomao dividía a las damas de compañía: unas la rehuían con recelo, mientras que otras ocultaban su miedo bajo una capa de desafío.

«¿Me habré pasado?», pensaba ella. Creía que era un mal hábito el reaccionar de forma tan extrema cada vez que sus emociones se desbordaban. Aunque solía ser inexpresiva, Maomao pasaba por ser una persona de buen carácter, así que le dolía sutilmente que la mirasen de lejos como si fuera un demonio o un yōkai. (NT: Término japonés que se refiere a una amplia gama de criaturas sobrenaturales y fenómenos misteriosos, incluyendo fantasmas, demonios, monstruos, cambiaformas y seres embaucadores. En esencia, son entidades que habitan el mundo de lo sobrenatural y a menudo interactúan con el mundo humano. Fuente: AI Overview de Google.) En este caso, lo justificó pensando que era algo necesario para la atención de la consorte Lihua.

No sabía si era por orden del Emperador, de la concubina Gyokujou o por qué, pero el deslumbrante Jinshi se dejaba ver por allí con frecuencia. A su manera, Maomao le insinuó que ya no era necesaria su presencia, pero Jinshi, al ver que la trataban como si fuera un monstruo, venía a reírse de ella cada vez que tenía oportunidad. Era un eunuco demasiado ocioso. Ella fantaseaba con que aprendiera de Gaoshun, que siempre venía con una caja de dulces. Alguien tan atento podría ser un buen marido, aunque fuera un eunuco.

Decidida a usar todos los recursos a su alcance, hizo construir una sala de baño en el Pabellón de Cristal, de forma urgente. Además del baño que ya existía, ordenó construir una sala de vapor.



Con una dieta rica en fibra y agua, haciendo ejercicio y fomentando la excreción, todo pensando únicamente en expulsar el veneno del cuerpo lo más rápido posible, pasaron dos meses. La consorte Lihua ya podía salir a pasear por sí misma. Su debilidad original, causada por su enfermedad mental, había sido muy grave. Sin embargo, mientras no ingiriera más veneno, no habría más problemas. Todavía le llevaría tiempo recuperar su cuerpo voluptuoso de antes, pero el color había vuelto a sus mejillas y ya no se tambaleaba al borde de la muerte.

La noche antes de regresar al Pabellón de Jade, Maomao se dirigió a saludar a Lihua. Esperaba que, al haber recuperado la conciencia, la consorte la insultara, pero no fue así. Tenía su orgullo, pero no fue arrogante. Tras lo sucedido con el príncipe heredero, Maomao había imaginado una mujer odiosa, pero en realidad, Lihua tenía una personalidad digna de una concubina de alto rango.

—Entonces, me retiraré mañana por la mañana.

Mientras se disponía a salir de la habitación, después de explicarle la dieta que debía seguir y algunas precauciones que debía tener, Lihua la detuvo.

—Dime, ¿podré volver a tener hijos? —preguntó sin ninguna emoción en la voz.

—No lo sé. Quizás debería intentarlo.

—Pero si el favor del Emperador se ha desvanecido…

Maomao entendió lo que quería decir. Al principio, se había quedado embarazada del príncipe heredero porque había sido la pareja temporal del Emperador mientras su concubina favorita, Gyokujou, estaba embarazada. El hecho de que la princesa y el príncipe heredero hubieran nacido con solo tres meses de diferencia lo decía todo.

—Su Majestad fue quien me ordenó venir aquí. Ahora que me voy, pienso que es probable que vuelva a visitarla.

No importaba si la razón era política o emocional. La tarea era la misma.

—¿Crees que puedo ganar a Gyokujou, después de dejar morir a mi propio hijo por no hacerle caso?

—No creo que se trate de ganar o perder. Y de los errores, solo le queda aprender de ellos —mientras hablaba, Maomao cogió un florero de la pared. Contenía una flor de campanilla con forma de estrella—. El mundo tiene cientos, no, miles de flores, pero no creo que se pueda decidir cuál es más bonita, si la peonía o el lirio.

—Yo no tengo los ojos de jade ni el pelo exótico de Gyokujou.

—Tiene otras cosas —Maomao bajó la mirada de la cara de la concubina Lihua. Normalmente, se decía que esa era la primera parte del cuerpo en adelgazar, pero allí seguían sus dos melones dulces perfectamente redondos—, así que no creo que haya problema. No solo tienen el tamaño, sino también la firmeza y la forma de un tesoro.

Y si Maomao, con su ojo experto del barrio del placer, lo decía, era porque no había duda. Nunca admitiría que se había quedado embelesada cada vez que la había ayudado a bañarse. Como sirvienta de la concubina Gyokujou, no podía mostrar favoritismo, pero decidió dejarle un regalo de despedida.

—¿Me permite contarle un secreto?

Con una voz que nadie más podía oír, le susurró algo a una recuperada Lihua: un «truco» que las señoritas del burdel decían que era útil. Se dice que las damas de compañía cuchichearon durante mucho tiempo de lo que le habría contado a la consorte, cuyo rostro se puso rojo como un tomate.



Después, hubo un tiempo en el que las visitas del Emperador al Pabellón de Jade disminuyeron drásticamente. En ese momento, la concubina Gyokujou comentó, con una pizca de sarcasmo: «Por fin he podido tener una buena racha de sueño». Maomao desvió la mirada. Pero esa es otra historia.



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