Con estos capítulos ya sí que cerremos el tomo 4 de la novela, y por consiguiente tenemos su PDF:
¡Disfruten de la lectura y hasta la semana que viene!

-Xeniaxen
Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator
Traducido por: Xeniaxen
83
Una vez llegó cerca del punto donde preveían el enfrentamiento, Yuusuke comenzó a transformar la carretera en material aprovechable. Una y otra vez, motas de luz emergieron del suelo para luego desvanecerse. Convirtió un tramo de aproximadamente seiscientos metros de largo, preparándolo como una trampa. Luego, unos cientos de metros atrás, fuera de la zona de combate, replicó otra área de igual tamaño. Para conectar ambos, creó puntos intermedios a lo largo del camino, siendo estos más pequeños, para ahorrar tiempo. El resultado final fue una carretera de dos kilómetros.
—¡Bien, lo logré a tiempo! Ahora todo depende del plan.
—¡Entendido! Procederemos a nuestras posiciones.
Siguiendo las órdenes de Yuusuke, Vermeer desplazó al grupo de distracción hasta los extremos de la carretera. Se trataba de un escuadrón de veinticuatro soldados compuesto principalmente por especialistas en ataques a distancia, junto con algunos usuarios de artes aéreas de asistencia al movimiento y comunicación. El plan era que este grupo hostigara al enemigo y luego escapara rápidamente.
Mientras se posicionaban en el extremo este, Yuusuke se colocó en el oeste. Más al oeste aún, el resto de los soldados aguardaba en posición. Con esto, todo estaba listo.
En el interior del bosque, una figura observaba en silencio los preparativos de los de Fonkrank.
—Vaya, parece que realmente tienen intención de luchar... —murmuró.
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Veinte escuadrones, alrededor de cuatrocientos mercenarios, avanzaban en formación junto con los ochenta soldados de élite bajo el mando directo de la oficial militar Brentford. La columna se desplazaba lentamente por la carretera. Las artes aéreas de rastreo les indicaban que la Patrulla del Dios Oscuro no debía estar lejos.
—Parece que no podemos establecer contacto con la unidad de bestias mágicas encargada de frenarlos...
—Tampoco hay rastros de ondas de interferencia contra artes divinas.
Brentford respondió con calma a su subordinado, que parecía desconcertado. Lo más probable era que la unidad hubiera sido aniquilada o que hubiera sido forzada a retirarse tras un enfrentamiento. En cualquier caso, consideraba que habían cumplido con su propósito de retrasar al enemigo.
Poco después, el grupo de mercenarios en vanguardia envió una advertencia:
—¡Divisamos una unidad enemiga al frente. ¡Son unos veinte...! ¡Vienen a atacarnos!
—¿En serio...? ¿Piensan enfrentarse con tan pocos efectivos? Bueno, aún estamos fuera de su alcance.
Tal y como Brentford había señalado, el ataque enemigo no los alcanzó. ¿Se trataba de un intento desesperado ante la presión de un ejército tan numeroso, o acaso formaba parte de una estrategia? Después de la primera ofensiva, la unidad de la Patrulla del Dios Oscuro que estaba apostada en la carretera comenzó a retirarse lentamente.
Brentford y sus tropas dependían principalmente del combate cuerpo a cuerpo, y sin el apoyo de bestias mágicas, no podían permitirse sufrir bajas innecesarias antes de cerrar la distancia. Para minimizar los daños, posicionaron a los mercenarios especialistas en defensa en la primera línea y aceleraron su avance.
En respuesta, el enemigo aumentó la velocidad de su retirada. Brentford frunció el ceño, sintiendo que algo no cuadraba.
—¿Huyen? Pero su formación es demasiado ordenada para ser una retirada descontrolada...
La Patrulla del Dios Oscuro debía saber que atacar desde tan lejos era inútil. Incluso si intentaban hostigarlos mientras retrocedían, solo resultaría en un desgaste innecesario sin causar daño real.
—Quizás intentan distraernos.
—Hmpf... No sé, pero no les seguiremos el juego.
Brentford consideró que la hipótesis de su subordinado era razonable y decidió tomar la iniciativa para romper la estrategia del enemigo.
—¿Ordenamos la carga?
—Según la información que tenemos, la Patrulla del Dios Oscuro y sus aliados suman alrededor de setenta efectivos. Su unidad principal debe estar más adelante.
Si la unidad principal de la Patrulla del Dios Oscuro había preparado alguna artimaña, lanzarse sobre ellos evitaría que pudieran atacar con libertad. Además, con la habilidad del capitán para construir estructuras a gran velocidad, Brentford tomó una decisión.
—¡Avanzad a máxima velocidad con asistencia de movimiento! ¡Si aparecen muros o construcciones, no os alteréis!
Basándose en los antecedentes de la torre de observación de Sanc Adiet, los enfrentamientos en Blue Garden y el laboratorio de bestias mágicas, Brentford había deducido que lo más probable era que el enemigo creara estructuras en la carretera y lanzara ataques desde lo alto de ellas.
—Por mucho que se defiendan, si nos abalanzamos sobre ellos, solo les quedará atrincherarse.
Si hubiera sido el tipo de comandante que sacrifica sin dudar a sus propias tropas en una retirada, quizás habría sufrido algunas bajas considerables, pero nada más grave que eso. Rodear al enemigo e irlo desgastando poco a poco le parecía la estrategia más sensata.
Animados por la posibilidad de obtener gloria combatiendo contra la célebre Patrulla del Dios Oscuro, los mercenarios avanzaron con un ímpetu feroz, rugiendo mientras se lanzaban sobre el escuadrón enemigo en retirada como una corriente desbordada. Pero en el instante en que estaban a punto de alcanzarlos...
El escuadrón desapareció sin dejar más rastro que un fulgor de partículas de luz.
—¡¿Q-Qué?!
—¿Se han desvanecido?
—¡No, están ahí!
—¿Cuándo han...? ¿Qué demonios ha sido eso?
Los mercenarios que lideraban la carga se quedaron perplejos. Apenas a unos metros de haber atrapado a la Patrulla del Dios Oscuro, ahora la veían moviéndose mucho más adelante, como si hubieran sido transportados en un parpadeo. Y justo entre las dos formaciones en las que el escuadrón se había dividido, una figura solitaria se plantaba en mitad del camino.
—¡Es el héroe de Fonkrank!
—¡El capitán de la Patrulla del Dios Oscuro!
Tal como había planeado, Yuusuke había usado Shift Move para trasladar al escuadrón señuelo de Vermeer hasta el final del área personalizada. Desde allí, se colocó frente a la columna de mercenarios, a unos cien metros de distancia. El propósito del escuadrón señuelo era atraer a las tropas de Viento Afilado hacia la zona personalizada. Para evitar que intentaran rodearlos a través del bosque, debían mantener una distancia precisa, suficiente para hacerles creer que casi podían atraparlos.
—Para ser sincero... Esto da miedo.
Incluso a través de la interfaz de personalización, ver a un ejército entero avanzando como una ola imparable por la carretera le provocaba un escalofrío. Detrás de Yuusuke, el grupo de Vermeer jadeaba con el pulso acelerado, todavía afectados por la sensación tan abrumadora. Pero lo importante era que, en ese momento, la mayor parte del ejército enemigo se encontraba sobre la zona personalizada. En otras palabras, estaban en la palma de la mano del Dios Oscuro.
Yuusuke deslizó sus dedos por la pantalla de la interfaz y activó el comando.
—¡Ejecutar!
Ver al capitán de la Patrulla del Dios Oscuro justo frente a ellos encendió aún más la sed de gloria de los mercenarios. Si lo abatían, su fama resonaría en todo Kaltcio. Algunos sintieron una ligera inquietud al ver que estaba haciendo un gesto con la mano, como si fuera a activar alguna habilidad. Pero con la ventaja de su número, no creyeron que pudiera hacer nada relevante. Cada uno de ellos, ansioso por ser el primero en abatirlo, desenvainó su arma y cargó hacia él.
—¡...!
—¡¿Un muro?!
De repente, surgieron muros de más de dos metros de altura a ambos lados del camino.
Lo realmente aterrador no era solo su altura, sino su longitud: se extendían a lo largo de toda su formación, atrapándolos dentro de un estrecho pasillo. Brentford sintió un escalofrío recorriéndole la columna vertebral.
—¡Retiraos! ¡Salid de dentro de los muros!
—¡Retroceded! ¡Vamos!
Los soldados de Brentford que se encontraban en la parte trasera del contingente reaccionaron de inmediato, dándose la vuelta apresuradamente para escapar. Pero justo en ese instante, el camino, confinado entre las murallas, se iluminó con un resplandor cegador. Cuando el resplandor se desvaneció, lo único que quedó fueron diminutas partículas de luz flotando en el aire... y la ausencia total de la mayoría del ejército mercenario.
—¡¿Quéééé?!
—¡¿Q-Qué demonios ha pasado?!
—¡Los muros...! No, espera... ¡Es un agujero!
—¿C-Cuándo nos han hecho caer dentro?
Donde antes estaba el camino, ahora se extendía una enorme zanja de al menos dos metros de profundidad. En su interior, los mercenarios se agolpaban, amontonados y aturdidos. Incluso si se trataba de una trampa preestablecida, algo capaz de hacer desaparecer un batallón entero en una fosa de semejante magnitud era, simplemente, inconcebible.
Entonces, como si el espectáculo no fuera lo suficientemente absurdo, las murallas que flanqueaban la carretera se desvanecieron en un destello de luz. Al mismo tiempo, sobre la gigantesca zanja, apareció una cubierta de rejas, que dejó sellada por completo la posibilidad de escapar. Ahora, los mercenarios atrapados se veían como prisioneros en una celda vertical.
—¿Cómo...? ¿De qué va todo esto...?
—¡O-Oficial militar! ¡La unidad de mercenarios...!
—No perdáis la calma. Aún les superamos en número. Organiza un equipo de rescate de inmediato. Mientras el escuadrón de ataque mantiene al enemigo ocupado, nosotros...
Pero antes de que Brentford pudiera terminar su orden, una extraña onda de energía se extendió por todo el campo de batalla. Justo cuando intentaba calmar a sus hombres y planear el rescate de los mercenarios, su mirada se desvió involuntariamente hacia el final del camino, donde se alineaban más jaulas verticales en el horizonte.
Allí, una figura vestida completamente de negro se erguía con su pequeño escuadrón detrás de él. Con el mismo movimiento que antes, el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro alzó el brazo y lo agitó en su dirección.
En el instante siguiente, todas las celdas brillaron intensamente... y luego, el silencio se apoderó del lugar.
El canto de los pájaros en lo profundo del bosque. El susurro del viento deslizándose entre los árboles. El leve ondear de una capa negra.
—¡...!
—Imposible...
El campo de batalla había cambiado por completo. Solo quedaba un simple camino, igual que antes de la batalla. Ni rastro de las jaulas. Ni rastro de los mercenarios. Los gritos de confusión, el murmullo de la multitud, el entrechocar de armaduras, el sonido metálico de las armas... Todo, absolutamente todo, había desaparecido como si jamás hubiera existido.
—Uf... Parece que ha salido bien...
El plan de Yuusuke consistía en utilizar la carretera personalizada como trampa a gran escala para inmovilizar y neutralizar a las fuerzas enemigas de una sola vez.
Primero, atrajo a las tropas enemigas hacia la zona personalizada del este y bloqueó sus rutas de escape levantando muros a ambos lados. Luego, personalizó el suelo, transformándolo en una zanja. Una vez atrapados, intercambió la estructura de seiscientos metros de largo con la zona personalizada del oeste. Allí había patrullas de Fonkrank, quienes vigilarían a los mercenarios en caso de que intentaran escapar.
Inicialmente, Yuusuke había considerado colocar una pequeña fortaleza sobre la carretera y atraer al enemigo teletransportándola. Sin embargo, la falta de recursos y tiempo lo obligó a optar por un plan más viable, dejando que el escuadrón de Vermeer actuara como señuelo.
Este le alzó el puño con firmeza en señal de celebración por el éxito de la estrategia. Él asintió en respuesta y luego se centró en las tropas restantes de Viento Afilado.
Al otro lado de la zona personalizada, ahora sumida en el silencio, distinguió la figura de una persona que parecía estar al mando del ejército enemigo. Probablemente se trataba de Brentford, la oficial militar de la que Valerie le había hablado.
—Llamad a Valerie.
—¡Sí! ¡Mensajero!
Mientras tanto, en las filas de Viento Afilado se desataba una disputa entre los mercenarios restantes y los soldados bajo el mando directo de la oficial militar, todos pálidos por haber visto cómo más de trescientos efectivos habían sido sepultados en un instante.
—¡Luchar contra la Patrulla del Dios Oscuro es una locura! ¡Yo me largo de aquí!
—¡Espera! ¡Eso sería una violación del contrato!
—¡En ninguna parte del contrato decía que tendríamos que enfrentarnos a esos monstruos!
—¡Desde el principio se nos informó que combatiríamos contra ellos!
Los acalorados intercambios de opiniones se intensificaban por momentos. Algunos incluso empezaron a desertar, priorizando su vida.
Brentford no intentó detenerlos. Entendía perfectamente sus razones y dejó que se marcharan sin más. En lugar de preocuparse por ellos, centró su atención en el joven de cabello negro que se alzaba en el camino, con su capa oscura ondeando.
Su espíritu de guerrera vibraba con emoción. Reprimió el escalofrío que recorría su espalda y la euforia que comenzaba a brotar en su interior mientras se dijo a sí misma:
—No te vas a salir con la tuya...
84
Las fuerzas de refuerzo de Hivodir y el ejército de Trent Rietta luchaban con fiereza para recuperar Ringwall. Tras debilitarlos con la neutralización de sus bestias de guerra, Viento Afilado perdió su formación. Finalmente, consiguieron derribar la puerta de entrada a la ciudad.
Irrumpieron dentro, uniéndose con quienes eran afines a ellos, aquellos que hasta entonces habían permanecido a la espera. Todos se sumaron a la revuelta con una actitud despreocupada, pensando: «Después de todo, mejor nos quedamos con el Rey Cliffzah».
Poco a poco, rodearon el palacio de Ringwall. La recuperación de la capital era ya solo cuestión de tiempo.
—¡¿Qué pasa con los refuerzos de Brentford?! —estalló en furia Izaac, en la sala de mando del palacio.
—Se estaban dirigiendo hacia aquí, pero parece que han tomado la Puerta Oeste, así que no podrán unirse a la defensa del palacio —respondía Fortress con calma, exponiendo la situación.
Aún no se había confirmado, pero corría el rumor de que más de la mitad del ejército de la oficial militar había sido aniquilado por una estratagema de la Patrulla del Dios Oscuro. Fuera cierto o no, lo único claro era que no podían esperar más refuerzos. La situación era desesperada.
—¡¿Cómo demonios puedes estar tan tranquilo?!
—Ja, ja, ja, ja. Qué ocurrencia... Mira —dijo Fortress, con una leve risa, señalando hacia el exterior—. Esa gente, que hasta ahora no era más que un rebaño de holgazanes, ¿no te parece que ahora están llenos de vida?
De pie en el balcón con vistas a la ciudad, el oficial financiero observó a la multitud que rodeaba el palacio. Estaban intercambiando ataques de artes divinas con las tropas leales. Extendiendo los brazos, Fortress los alabó, convencido de que esta era la verdadera esencia del pueblo de Trent Rietta, la que el conde Elfidras siempre había deseado: una sociedad donde la lucha era un principio inquebrantable.
—Es magnífico... realmente magnífico. Hemos logrado avivar el espíritu de lucha en el pueblo, tal y como el conde quería.
—Si no podemos controlarlos, de nada nos sirve la supremacía ni la gloria... ¿Qué pasará con nuestro legado?
—¿Supremacía? ¿Gloria? Todo eso no es más que un mérito añadido. Nuestra verdadera misión era despertar el espíritu combativo del pueblo.
El rostro de Fortress, habitualmente imperturbable, ahora reflejaba una expresión de éxtasis. Esquivó sin esfuerzo una cuchilla de viento lanzada desde el suelo y dejó escapar una risa contenida.
Al ver aquella peligrosa actitud, Izaac empezó a cuestionar la cordura de su compañero. Siempre había sido un hombre difícil de leer, así que no tenía ni la menor idea de lo que realmente pensaba.
—En cualquier caso... si seguimos así, estamos acabados. Tú haz lo que quieras, pero yo voy a ver cómo salir por patas de aquí.
—Ja, ja, ja, ja... —con una risa malvada, Fortress seguía contemplando con satisfacción el fervor que se extendía por las calles de Ringwall.
«Este tío está chalado... », pensó Izaac. Sacudiendo la cabeza, salió de la sala del cuartel general con paso apresurado.
En la carretera donde la Patrulla del Dios Oscuro y las tropas de Viento Afilado se estaban enfrentando, el ejército de Brentford seguía paralizado. Acababan de ser testigos de algo aterrador: las artes divinas del capitán oscuro habían engullido a un batallón entero bajo tierra. Aunque no habían sido completamente aniquilados, la escena los había dejado inmóviles en medio del camino, incapaces de avanzar.
Aún los superaban en número, con ochenta soldados bajo el mando directo de Brentford y más de sesenta mercenarios que habían decidido quedarse por la recompensa y la gloria. Pero nadie se atrevía a acercarse. Todos tenían claro que, si entraban en cierto radio, terminarían enterrados vivos. Avanzar era demasiado arriesgado, pero retirarse tampoco era una opción viable. Estaban perdidos.
El fenómeno que habían presenciado parecía ser una una trampa gigantesca de ese hombre de negro.
Durante la marcha, cuando habían visto neutralizados a sus bestias de guerra y habían decidido enviar la mitad de sus tropas de vuelta a Ringwall, habían descubierto que el enemigo había replicado las flautas mágicas en grandes cantidades. Esto les llevó a suponer que en Fonkrank debía de haber muchos expertos en artes terrestres. Jamás hubieran imaginado que todo había sido obra de un solo hombre.
Dado que la Patrulla del Dios Oscuro había conseguido preparar una trampa de semejante magnitud en una carretera aparentemente despejada, era lógico pensar que habría más trampas escondidas. En ese caso, el bosque sería todavía más peligroso. Nadie se atrevía a rodear la zona para cercarlos.
—Oficial Brentford, creo que lo mejor sería retirarnos...
—No.
—P-Pero...
—He dicho que no.
Mientras observaba fijamente al capitán, repasó en su mente la escena de antes y analizó la situación. ¿Era posible que aquella trampa hubiera sido su último gran recurso? Al menos, por espacio, parecía poco probable que en la carretera hubiera más mecanismos ocultos. ¿Estaría ese hombre de pie en mitad del camino para intimidarlos?, ¿solo para ganar tiempo? Si era así, cuanto más esperaran, más favorecerían sus planes.
Detrás de él había un pequeño escuadrón con una potencia de fuego considerable, pero su bando todavía conservaba una ventaja numérica de casi cinco a uno. «Si los encaramos de frente, ¿acaso no seguimos teniendo las de ganar...?».
Justo cuando Brentford estaba a punto de dar la orden de atacar, el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro alzó un brazo y lo movió con suavidad. Instintivamente, las tropas de Viento Afilado se pusieron en guardia.
De repente, a su lado aparecieron cuatro personas: tres hombres y mujeres con atuendos de viaje y un joven desvalido.
—¿Esa no es... la señorita Valerie...?
Yuusuke trasladó a Valerie y los suyos con Shift Move. Al confirmar que la persona al mando del frente enemigo era, como sospechaba, la oficial militar Brentford, le pidió a Valerie que intentara convencerla.
Utilizarían artes aéreas de transmisión para hacerle llegar la voz de Valerie y persuadirla de que se rindieran. A pesar de que ella y su grupo aún estaban aturdidos por su primera experiencia de teletransportación, lograron recomponerse y aceptar la propuesta.
—Bien. Rufina, encárgate de la transmisión.
—¡Sííí!
A diferencia de un transmisor profesional, las artes aéreas de Rufina tenían un alcance algo más limitado, pero Welsh sugirió que sería más efectivo utilizar a alguien de confianza.
—¡Brent, soy yo! ¡Esta batalla no tiene sentido! ¡Retira tus tropas o ríndete!
El enfoque directo de Valerie hizo que Yuusuke se preguntara si eso podía considerarse una negociación. Enseguida, desde las filas de Viento Afilado, llegó la respuesta de Brentford.
—Lo siento mucho, señorita, pero no voy a ceder.
En ese momento, en Ringwall, sus compañeros luchaban contra los de Fonkrank y los del Rey Cliffzah. Independientemente de cómo hubiera comenzado todo, la situación ya había ido demasiado lejos. No podía traicionar a los suyos por un momento de sentimentalismo. Su tono dejaba entrever su pesar.
Al percibir la carga emocional en su respuesta, Valerie comprendió que Brentford estaba actuando bajo una idea equivocada sobre la situación, así que intentó aclarárselo.
—¡Escúchame, Brent! ¡Estoy colaborando con ellos por voluntad propia! Es más, ¡me están protegiendo!
Explicó las razones por las que habían ido a la ciudad portuaria, cómo el capitán oscuro los había resguardado y lo que sabía sobre el levantamiento de la organización. Su relato difería considerablemente de la versión que Brentford había recibido del oficial general y el oficial financiero.
—Entonces... ¿No está cautiva, señorita?
—¡No! Además, según me contó Od, el oficial general y financiero... querían deshacerse de mí.
Las palabras de Valerie resonaron por la carretera. Algunos de los soldados bajo el mando directo de Brentford mostraban signos de incertidumbre. Los mercenarios, que no tenían interés en aquellos asuntos internos, se limitaron a observar en silencio.
—Ya veo... En ese caso, tendré que rendir cuentas con ellos más tarde. Aun así, sigo sin poder retirarme de esta posición ahora.
—¡¿Por qué no?!
—Ya se lo he dicho. Independientemente de cómo comenzara todo, la situación ha llegado demasiado lejos.
La lucha de la organización continuaba en ese preciso instante. Si ahora que conocía la verdad decidía rendirse, traicionaría a todos los que habían luchado y caído por la causa.
—No puedo permitir que las muertes que ha habido sean en vano. Y además... sería un honor enfrentarme al capitán de la Patrulla del Dios Oscuro, que ha tejido toda esta emboscada.
Dicho esto, levantó su lanza, expresando su verdadero deseo de medir fuerzas con él.
Parecía que la negociación no había dado resultado, pues Valerie y su séquito volvieron con Yuusuke.
—¿Llamamos a los de la retaguardia?
—Mmm... Si hacemos eso ahora, el enfrentamiento será inevitable.
Aún quedaban más de cien combatientes y, por lo que había oído, eran la élite de Viento Afilado. Yuusuke quería evitar el choque directo a toda costa. No obstante, Welsh comentó que Brentford no cedería sin medir sus fuerzas primero.
—Incluso dentro de la organización, cuando hay un conflicto de opiniones, suele proponer resolverlo en un duelo.
—Es ese tipo de persona, ¿eh...?
Ni atrapándola en un foso ni en una jaula con barrotes conseguirían que se rindiera. Afortunadamente, aún quedaba un espacio libre en la zona personalizada y podía usar la misma técnica con la que había atrapado a los mercenarios. En caso de combate, podría recurrir a eso para inmovilizar temporalmente al enemigo.
Ahora bien, los muros de tierra que Yuusuke podía levantar no eran lo bastante resistentes. Por mucho que los reforzara, si Brentford y los suyos querían romperlos, con fuerza bruta podrían lograrlo. Además, en cualquier momento los mercenarios atrapados podrían darse cuenta de que podían abrirse paso así y escapar.
Los guardias sin habilidades de combate que los vigilaban no serían capaces de detenerlos. Tenían que resolver la situación antes de que eso ocurriera.
—Será mejor acabar con esto cuanto antes —murmuró Yuusuke mientras comenzaba a trazar líneas en el aire.
Valerie lo miró preocupada. Para ella, Brentford era como una hermana mayor. Rogaba porque no la matara.
Al capitán oscuro tampoco le gustaba la atmósfera sombría de la batalla. Si había una forma de evitar el derramamiento de sangre, por supuesto que la prefería. En la conversación anterior, había percibido que Brentford valoraba a sus subordinados. Decidió atacar por ahí primero.
—Rufina, necesito que transmitas mi voz.
—¿Ah? Claro.
Después de meditarlo, decidió soltar la verdad para hacer que Brentford dudara. Revelaría que los soldados desaparecidos no habían muerto, sino que los había trasladado a otro lugar con su habilidad divina. Sin embargo, quería advertirla de que, a partir de ese momento, no podría volver a contenerse.
—Si decides luchar, hazlo con la muerte en mente.
Su idea era que, al saber que sus compañeros seguían vivos, Brentford perdería la voluntad de arriesgar su vida en una batalla inútil. Pero...
—Capitán, capitán, ese enfoque no funciona con alguien como ella —señaló Vermeer con tono resignado.
Y enseguida llegó la respuesta de Brentford:
—Es un honor poder enfrentarme al héroe de Fonkrank.
—¿Eh...?
—Uh, vale... Me temo que ya es demasiado tarde.
«Nota mental: la próxima vez, le consultaré a Vermeer antes», se dijo Yuusuke tras aprender la lección.
Tal y como señaló Vermeer, la unidad de mercenarios comenzó a retirarse. Al parecer, Brentford no tenía intención de detenerlos, pues la reorganización del ejército de Viento Afilado continuó sin contratiempos. Quienes estaban al mando de los mercenarios fueron reasignados a la unidad que ella lideraba. Lo único que quedaba ahora eran unos pocos mercenarios experimentados y sus combatientes de élite, sumando en total alrededor de noventa personas.
Yuusuke suspiró. «Bueno... No queda otra».
Había estado preparando su equipo en el menú de personalización. Cuando estuvo listo, avanzó hacia el frente. No tenía intención de perder, pero, si las cosas salían mal, siempre podía usar Shift Move para escapar. Sin presión, pero con cautela. Le sorprendió darse cuenta de lo tranquilo que se sentía.
La primera vez que luchó usando su habilidad de personalización, la tensión, la adrenalina y la ira lo habían cegado, haciendo que su combate fuera torpe y desordenado. Ahora, después de todo lo que había vivido, era diferente. Quizás la experiencia acumulada había dado sus frutos.
Quizás... su primer beso con Sun también había tenido algo que ver.
Sacudió la cabeza con una leve sonrisa, despejando esos pensamientos innecesarios. Mientras caminaba hacia las filas de Viento Afilado, activó mentalmente el menú de personalización y comenzó a manipularlo.
Siguiendo su plan, Yuusuke estaba avanzando lentamente cuando, de repente, se trasladó instantáneamente hasta la mitad del camino.
Los combatientes de Viento Afilado, incapaces de reaccionar a tiempo, se sobresaltaron. En cambio, Brentford no se inmutó y dio un paso al frente.
Ya había presenciado en dos ocasiones cómo una unidad entera desaparecía en un instante. Era, sin duda, un fenómeno asombroso, pero en su mente lo había catalogado simplemente como la habilidad divina del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro. No había razón para sorprenderse a estas alturas.
—Brentford, oficial militar de Viento Afilado... Encantada de conocerte.
Con un tono solemne, pronunció su nombre y alzó su arma favorita: una larga lanza imbuida en artes aéreas cortantes. Su técnica consistía en lanzar tajos de viento comprimido, lo que le permitía atacar a distancia con un gran poder destructivo. Además, podía controlar la extensión de sus cortes, lo que la hacía efectiva tanto en combate cuerpo a cuerpo como en ataques a media distancia. Era un estilo similar al que empleaba Krielov con su lanza ígnea.
Los de Viento Afilado, cuidando de no ser atrapados por el suelo que Yuusuke podía alterar, avanzaron por el arcén de la carretera.
«Buena esa», pensó Yuusuke mientras reflejaba en el campo de batalla los datos de su menú de personalización.
De repente, apareció una torre cilíndrica de quince metros de altura, junto con tres gigantes con armadura.
La torre estaba basada en los puestos de vigilancia que había construido en la fortaleza de Deernorth, y los gigantes eran del mismo tipo que había usado en su combate con Thalys durante el Festival de la Danza.
Cabe mencionar que la torre no tenía un interior accesible, salvo un pequeño espacio en la cima, al que solo se podía entrar o salir mediante Shift Move.
—¡E-Esto es... el poder del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro!
Brentford alzó la vista, observando la torre y los gigantes con asombro. Pero al notar unas partículas de luz brillando a sus pies, se apartó de inmediato.
Esperaba que se tratara del mismo tipo de agujero que había engullido a los mercenarios antes, pero en lugar de eso, el suelo donde había estado parada comenzó a girar en espirales.
Era un espectáculo extraño y perturbador. Por todo el terreno se formaban pequeños torbellinos, haciendo que algunos combatientes de élite que intentaban rodear el área perdieran el equilibrio y cayeran.
Y entonces, los gigantes acorazados atacaron.
—¡Uaaaaggh!
—¡No vayáis de frente! ¡Rodeadlos!
—¡Maldita sea! ¿Por qué son tan rápidos estos gólems?
Las enormes figuras, que en apariencia debían haberse movido con torpeza, lanzaban golpes con una velocidad sorprendente, pillando desprevenidos a los combatientes de Viento Afilado.
Los que fueron alcanzados salieron despedidos hacia el bosque, estrellándose contra los árboles. Otros quedaron inconscientes al ser golpeados por los propios cuerpos de sus compañeros despedidos. En cuestión de segundos, más de una decena de ellos ya estaban fuera de combate.
La estrategia de Yuusuke consistía en observar el campo de batalla desde la torre, usar el suelo giratorio para entorpecer los movimientos del enemigo y rematarlos con los gigantes acorazados. Con su menú de personalización, ajustaba en tiempo real la dirección y el ángulo de ataque de cada gigante para enfrentarlos a los combatientes que se acercaban.
Atrapaba a aquellos que quedaban aturdidos tras recibir los golpes en un foso con una valla rejada, convirtiéndolos en prisioneros temporales antes de enviarlos fuera del campo de batalla.
No solo era una forma de neutralizarlos, sino que también servía para protegerlos del ataque indiscriminado de los gigantes. Si solo retiraba a los caídos, Brentford no podría alegar que la lucha había sido injusta.
—¡Atacad a los gigantes por detrás! ¡No uséis habilidades de movimiento o el suelo os atrapará!
Brentford se dio cuenta de inmediato de que el suelo giratorio apenas afectaba a los combatientes que no usaban artes de asistencia al movimiento para aligerar su peso. Por ello, ordenó a sus hombres que rodearan a los gigantes y atacaran desde sus puntos ciegos.
Ejecutaron sus órdenes al instante. Aunque moverse sin apoyo hacía que sus desplazamientos fueran algo más lentos, empezaron a maniobrar con mayor estabilidad que antes.
Mientras manipulaba sin descanso los ítems del mapa en su pantalla de personalización, Yuusuke quedó impresionado (aunque molesto) por la capacidad de Brentford para detectar de un vistazo los puntos débiles del suelo giratorio y de los gigantes acorazados. «Era de esperar de alguien que ama pelear...», pensó.
No obstante, el suelo giratorio tenía otra función oculta. Dispuestos densamente sobre la carretera, los discos en rotación formaban una cuadrícula perfecta que le permitía conocer con exactitud la posición de todo lo que estuviera encima.
Varios combatientes se habían aferrado a los gigantes acorazados y comenzaban a desgastarlos con ataques desde la espalda. Antes de que pudieran causar daños irreparables, Yuusuke los desmaterializó y los convirtió de nuevo en recursos. Luego, con un solo gesto, hizo que reaparecieran en una posición distinta: justo detrás de un grupo de combatientes que se había congregado demasiado. Este preciso control de la ubicación solo era posible gracias a la cuadrícula invisible que le proporcionaba el suelo giratorio.
Aunque algunas partes de los gigantes fueron reducidas a tierra en el proceso, aún le quedaba una enorme reserva de materiales: originalmente, había dispuesto recursos suficientes para un bloque de 600 metros de largo, 2 metros de profundidad y 6 metros de ancho. Aún tenía de sobra.
—¡¡¡Jaaaah!!!
Aprovechando el breve intervalo tras el impacto de un gigantesco martillo de hierro, Brentford se impulsó por el brazo del gigante y descargó un golpe devastador sobre su hombro.
El viento cortante que envolvía su arma erosionó la tierra con una presión feroz, provocando grietas que se extendieron rápidamente.
Superado el límite de su resistencia, el enorme brazo izquierdo del gigante acorazado se quebró y cayó pesadamente al suelo.
El gigante acorazado, ahora con un solo brazo, intentó seguir atacando, pero su equilibrio se vio comprometido y terminó desplomándose. Desde el bando de Viento Afilado se alzaron vítores.
Ocupado lidiando con los mercenarios en la torre, Yuusuke no pudo prestarle atención a esa parte del combate.
Haber derribado a uno de los gigantes controlados por el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro encendió aún más el ánimo de los de Brentford. Con el fervor en aumento, se dispusieron a eliminar los dos restantes de una vez por todas, pero...
—¡Ejecutar!
—¿Qué...?
—¡Tch!
De repente, varias columnas de luz se elevaron y, en cuestión de segundos, aparecieron ocho nuevos gigantes acorazados.
Aunque el ancho del camino solo permitía que el primero en la línea participara activamente en la batalla, la mera presencia de un número tan abrumador tuvo un fuerte impacto psicológico. El ímpetu que habían mostrado momentos antes comenzó a desmoronarse.
—¡No os acobardéis! Que el enemigo haya desplegado este nivel de fuerza significa que está desesperado —Brentford combinó un análisis frío con una observación alentadora para reforzar la moral de sus subordinados—. Además, con esta cantidad, lo único que ha conseguido es dificultar su propio movimiento.
Para demostrar con hechos su estrategia, esquivó al gigante más cercano y saltó directa hacia el que se encontraba detrás, dispuesta a atacarlo antes de que pudiera reaccionar.
Sin embargo, en el instante en que estaba a punto de lanzar su golpe... el gigante desapareció.
No tuvo tiempo de sorprenderse. Desde su campo de visión, alcanzó a ver cómo otro gigante situado detrás levantaba el brazo.
—¡Maldición...!
Atrapada en el aire, Brentford no pudo esquivar el impacto. Un puño de tierra, duro como el metal, la golpeó de lleno.
—¡Guh...! ¡Gahh!
—¡Oficial militar...!
El impacto le sacó todo el aire de los pulmones. La colisión en pleno aire y el brutal impacto contra el suelo hicieron que sintiera su cuerpo completamente privado de fuerzas.
Cuando alzó la vista, el gigante ya estaba levantando su gigantesco martillo para asestar el golpe final.
«¿Ya está...?», pensó por un momento mientras observaba la sombra de la enorme arma cerniéndose sobre ella.
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Ahora bien, el gigantesco martillo del coloso acorazado nunca llegó a caer sobre ella.
«El ejército del Rey Cliffzah ha recuperado el palacio real de Ringwall.»
La noticia no solo se propagó por todas las ciudades y aldeas de Trent Rietta, sino que también llegó a los países vecinos, alcanzando incluso a las tropas que se estaban enfrentando en la carretera occidental.
Tras un breve lapso, el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro y la oficial militar Brentford confirmaron la veracidad de la información y, de mutuo acuerdo, declararon el fin de las hostilidades.
Una vez se levantó la interferencia en las comunicaciones, los mercenarios capturados por Yuusuke pudieron acceder a los informes. Con ello, sus fuerzas se disolvieron formalmente, marcando el fin de la batalla.
—Vaya... Al final todo ha terminado sin problemas.
Yuusuke dejó escapar un suspiro mientras observaba el campo de batalla desde lo alto de la torre. Acto seguido, comenzó a desmantelar a los colosos acorazados. Debido a que su material había sido extraído del suelo, en algunos puntos de la carretera habían quedado enormes depresiones, pero a medida que desaparecían, esas mismas hendiduras se rellenaban. En poco tiempo, todo volvió a su estado original: una simple y llana carretera.
Los mercenarios liberados en la zona personalizada del oeste se dispersaron hacia diferentes puntos del país, dirigiéndose a los puertos o posadas cercanas. Su actitud era clara: «El trabajo ha terminado, así que nos largamos de aquí cuanto antes».
Mientras tanto, los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro que habían vigilándolos se reunieron con Yuusuke para informarle de la situación. Los soldados de Viento Afilado también regresaron, alrededor de unos cincuenta en total, todos desarmados.
Del mismo modo, los combatientes que habían peleado directamente contra Yuusuke bajaron las armas y se dedicaron a recuperar a los heridos que habían sido trasladados fuera de la zona de combate. Cerca de la mitad de los que habían luchado contra los colosos acorazados estaban gravemente o moderadamente heridos, incapacitados para moverse por sí mismos.
A pesar de haber sufrido graves daños, Brentford recibió un tratamiento de primeros auxilios con artes acuáticas de sanación y ahora dirigía la fase final del proceso tras la batalla. Para ello, dirigió la mirada hacia el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.
El héroe de Fonkrank estaba rodeado por sus subordinados. A su lado, observándola con atención, se encontraban Valerie, sus dos asistentes y el joven esclavo.
—Yuusuke...
Llamado por su nombre, el joven se giró. Brentford avanzó unos pasos, dejando atrás al grupo de soldados de Viento Afilado. Su armadura fracturada dejaba a la vista gran parte de su piel, lo que, combinado con su imponente postura, daba una impresión casi provocativa. Con la mirada firme, comenzó a hablar.
Su discurso reconocía su derrota y suplicaba por la vida de sus subordinados, asumiendo toda la responsabilidad por el caos que su organización había desatado.
—Mis hombres solo cumplieron mis órdenes. La culpa es únicamente mía.
Dicho esto, Brentford de repente llevó una daga a su propio cuello.
—¡Oficial militar!
—¡Señora Brentford, por favor, deténgase!
—¡No os acerquéis! Os he utilizado a todos para acabar con incontables soldados de Trent Rietta. Es justo que reciba mi castigo.
Con un grito severo que silenció a los subordinados que intentaron detenerla, Brentford se volvió hacia el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro. Pronunció su última petición con una sonrisa serena:
—Te ruego que cuides de la señorita Valerie.
Su rostro mostraba la calma de alguien que ya había tomado su decisión. Todos contuvieron el aliento ante aquella expresión de aceptación absoluta.
—¡Detente, Brentford!
—Señorita Valerie... os deseo lo mejor.
—¡Ejecutar!
En el último instante, Yuusuke activó Shift Move y apareció de inmediato junto a Brentford, le sujetó el brazo y evitó que se suicidara. Gracias a su repentina aparición, la sorpresa hizo que Brentford aflojara momentáneamente su agarre, lo que le dio el margen necesario para salvarla.
Brentford mostró una expresión ligeramente incómoda.
—Yuusuke... déjame hacerlo, por favor. Te lo ruego como último gesto de piedad hacia una guerrera. Permíteme una muerte honorable.
Sus ojos no mostraban el menor atisbo de duda. Aun así, Yuusuke se esforzó en convencerla de que desistiera. Buscó desesperadamente algún argumento que pudiera hacerla cambiar de opinión y, al final, lo que salió de su boca fue algo muy propio de un japonés moderno.
—Tus subordinados se salvarán, pero, si mueres así, toda la responsabilidad de la organización caerá sobre Valerie, y podrían ejecutarla. ¿De verdad te parece bien?
Lo que intentaba decir era que Valerie necesitaba a alguien que la defendiera.
—Eso es... Pero, yo...
Por primera vez, la duda apareció en los ojos de la oficial militar. Yuusuke comprendió el significado de aquella mirada suplicante y, sin dudarlo, añadió un último empujón dejando claras sus propias limitaciones.
—Para que lo sepas, por mucho que me llamen héroe, al final solo soy un guardia de palacio más.
Le hizo entender que no tenía la autoridad suficiente para proteger a Valerie por su cuenta. Los crímenes cometidos por Viento Afilado y la familia Elfidras eran graves. Se necesitaba el testimonio de alguien con una posición relevante dentro de la organización para determinar hasta qué punto Valerie había estado implicada, o si realmente no lo había estado.
—De acuerdo...
Brentford aflojó la mano y dejó caer la daga, renunciando a su suicidio.
En realidad, aunque de manera no oficial, Yuusuke sabía que tanto el Rey Esvobus como el Rey Cliffzah ya estaban al tanto de la situación y que no considerarían culpable a Valerie. No obstante, había usado ese argumento para sembrar la duda en Brentford y lograr que desistiera. Y al parecer había funcionado.
Su rápida reacción fue recibida con palabras de gratitud de Valerie y su séquito, así como con gestos de admiración por parte de los subordinados de Brentford. Un tanto avergonzado por tantos elogios, Yuusuke trató de restarles importancia.
—¡Gracias, muchas gracias! ¡Eres una gran persona, de verdad!
Con lágrimas en los ojos, Valerie le estrechó la mano con fuerza y la agitó varias veces antes de lanzarse hacia Brentford, abrazándola con un ímpetu que contrastaba con la seriedad del momento anterior. Por su parte, la oficial la sostuvo con firmeza sin dar señales de que sus heridas le dolieran en lo más mínimo.
—Buen trabajo, Yuusuke —lo elogió Sun.
—Ah... —suspiró él, intercambiando una mirada cómplice con ella—, sí. Ha sido agotador.
Los miembros de Viento Afilado tendrían que comparecer en Ringwall para ser interrogados. Como la investigación también implicaba el uso de bestias de guerra, Fonkrank tenía la intención de exigir la entrega de las figuras clave de la organización junto con la información obtenida.
Cargaron en los carruajes de la Patrulla del Dios Oscuro a los heridos de gravedad, incapaces de moverse por sí mismos. Con ello, ambas fuerzas dieron por finalizado el enfrentamiento y comenzaron el camino hacia Ringwall.
Observando desde las sombras del bosque cómo el grupo se alejaba, Reifold saltó ágilmente a la carretera.
—Parece que ha ganado Yuusuke.
El rey Esvobus había previsto cómo reaccionaría el ejército de Viento Afilado ante la Patrulla del Dios Oscuro. Tuvo en cuenta que Yuusuke no era una persona que buscara el combate activamente. En un escenario ideal, había esperado que, frente a una gran fuerza enemiga, Yuusuke optara por la retirada y sufriera una derrota estratégica.
El plan consistía en hacer que el cuerpo de guardias y el ejército de Trent Rietta se retiraran por la carretera costera, y luego enviar un nuevo ejército, dirigido por veteranos y reforzado con soldados de artes divinas, para retomar la ofensiva.
Al mismo tiempo, la Patrulla del Dios Oscuro habría sido enviada a Sanc Adiet para descansar, aunque se le habría hecho cargar con parte de la responsabilidad por la derrota inicial. Con esto, se pretendía equilibrar la enorme fama que había ganado recientemente y calmar a las facciones dentro del palacio que estaban comenzando a oponerse a ellos.
Así, sin poder criticar abiertamente a la Patrulla del Dios Oscuro, las facciones estaban estrechando sus lazos en las sombras. El rey quería aprovechar la ocasión para desarticular esos movimientos.
—De alguna forma logró abrirse paso. ¿Qué va a hacer ahora, Su Majestad?
Acorralado en una situación desesperada, Yuusuke había demostrado una vez más su talento al desplegar una estrategia de gran magnitud y evolucionar en el proceso. Reifold se percató de que aquello seguía el mismo patrón que en la fortaleza Gearhawk.
Imaginando al Rey Esvobus sujetándose la cabeza, frustrado porque su plan se había quedado corto una vez más, Reifold emprendió el camino de regreso.
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Acompañado por una docena de bestias de guerra y un solo domador, Izaac huía por el oscuro camino costero al pie del acantilado.
—¡Eh! ¿Qué hacéis ahí parados? ¡Daos prisa!
Al ver que Fortress había acudido entusiasmado a dirigir la defensa contra el ejército de Trent Rietta, él decidió abandonarlo a su suerte y escapar a través de un pasaje oculto que desembocaba en la costa este de Ringwall. Desde allí, avanzaba hacia el sur con el objetivo de alcanzar las minas de Ludia.
Si lograba llegar al bosque desde la carretera, podría alcanzar el asentamiento de la organización antes de que llegaran los de Trent Rietta. Una vez allí, solo tendría que recoger toda la fortuna que había dejado escondida y desaparecer por un tiempo. Con las bestias de guerra, la red de contrabandistas y su propio talento para los negocios, podría empezar de nuevo tantas veces como hiciera falta. Al menos, eso era lo que Izaac calculaba.
—¡Una se está quedando atrás! ¡Tened más cuidado, inútiles!
Escupiendo saliva mientras apremiaba a sus subordinados, el exoficial financiero gritaba impaciente. Las bestias de guerra, hambrientas, comenzaban a deambular erráticamente cada vez que pasaba demasiado tiempo entre sonido y sonido de la flauta mágica. El domador estaba teniendo serias dificultades; era incapaz de mantener el control. En condiciones normales, podía manejar como máximo a tres criaturas. Pero en operaciones de combate, lo usual era controlar solo a dos.
Sin embargo, Izaac, ignorando completamente estos límites, le exigía que desplazara a toda una manada.
«Todo esto es culpa suya...», pensó el domador, antes acostumbrado a la tranquila vida del asentamiento. Se había visto forzado a huir sin descanso. Con el colapso de la organización, Izaac no era más que un ex alto cargo en busca y captura. «Si les llevo su cabeza, tal vez...».
Una sombra oscura cruzó su mirada. Entonces, sin dudarlo, llevó la flauta a sus labios.
—¡Agh! ¡Agh...! ¡Qué daño! ¡¿Qué haces?! ¡Contrólalas! ¡Detént...! ¡Graaaah! ¡No! ¡Para...! ¡Paraaaa...! ¡Gggh!
Las bestias de guerra, ahora liberadas, se abalanzaron sobre su festín, desgarrando carne y huesos con ansiosa ferocidad. El domador, sin inmutarse, recogió la cabeza de Izaac con la intención de entregarla como prueba de su lealtad.
Pero en cuanto lo hizo, una de las bestias de guerra también mordió el trofeo.
—¡Oye, oye! Esto no... Coge alguno de los otros trozos, venga.
Intentó razonar con la criatura, pero esta gruñó y se aferró aún más a su presa.
Se enzarzaron en un forcejeo, pero la fuerza de la bestia era muy superior. Decidido a someterla de nuevo, el domador alzó la flauta... pero en ese momento tropezó, y el instrumento rodó entre las grietas del acantilado.
—¡Ah! ¡Maldita sea! Bah, da igual... ¡Te he dicho que te comas otra cosa!
Si soltaba la cabeza, las bestias de guerra la devorarían por completo, perdiendo así la prueba que le garantizaba su seguridad. Aferrándose al cabello del trofeo con ambas manos, tiró con todas sus fuerzas.
Fue entonces cuando las demás bestias, con el hambre apenas saciada, se acercaron y comenzaron a morderle a él.
—¡Agh! ¡No! ¡A mí no! ¡Parad! ¡Os estoy diciendo que NO...!
Se oyó un chasquido seco y, cuando su cuerpo perdió la fuerza, la bestia de guerra con la que forcejeaba cayó de espaldas con su botín en las manos.
Las olas golpeaban las rocas, arrastrando consigo el rojo que teñía la arena.
Saciadas sus ansias de carne, las sombras salvajes se perdieron en la oscura costa, sin dejar rastro de lo que allí acababa de pasar.
Gracias por el capitulo
ResponderEliminargracias por los capitulos
ResponderEliminarGracias por el cap
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminarmuchas gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por el esfuerzo que realizan.
ResponderEliminarUmo... Yuusuke se está convirtiendo en la personificación de un héroe (no está matando ni una mosca)¿se hará baddas?
En la parte final, las bestias también se comieron a su cotrolador, ¿no?
si se los comieron al final las mismas vestias mataron a sus controladores por pura sed de sangre
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