WCC - Capítulo 1

Buenas noticias. Viendo que los capítulos de esta serie son relativamente cortos y se hacen relativamente rápido, se convierte en un PROYECTO SEMANAL que va a salir cada MARTES~ (se cambia la publicación de The Finite a los domingos con Kubera por cortesía de MEG V ^^)

Me alegro de que les gustase el prólogo y la iniciativa de traducir esta novela. Respondiendo a algunos comentarios: No, esto no va a hacer que dejemos de lado Re:Monster, era evidente. Me ofende que piensen eso.

¡Nos vemos pronto!

PD: MEG V sigue muy desolada por la no aparición de "master666"... 

-Xeniaxen

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Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)

World Customize Creator

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Traducido por: Xeniaxen

1

Tilín.

El eco de un timbre reverberó en su cabeza mientras Yuusuke Tagami despertaba aturdido.

—¡Qué frío!

El aire estaba helado. Al tratar de moverse notó unas piedras irregulares en la espalda y el trasero. Abrió instintivamente los ojos y miró a su alrededor, viendo el fuego brillante y cegador de un brasero que iluminaba la estancia, la cual parecía estar hecha completamente de piedra. Después de incorporarse y descubrir que su cuerpo no había cambiado, miró a su alrededor otra vez para confirmar dónde estaba.

Al parecer estaba tumbado en un altar de piedra. Por algún motivo, se encontraba completamente desnudo. Delante del altar había una estatua totalmente negra de un ser, un monstruo humanoide bastante siniestro.

—¿Qué demonios es esto...? ¿Me han hecho algún tipo de ritual?

Sin saber nada de lo que le había ocurrido a su cuerpo, en vez de sentir miedo o pánico, Yuusuke decidió ir a encontrar información y algo de ropa.

Se levantó del altar, una piedra rectangular de un metro de altura. Había un soporte parecido a una mesa justo al lado, sobre la cual había frutas similares a las mandarinas, y un ramo ligeramente marchito de flores coloridas y un par de trapos que podían servirle de ropa.

—Supongo que es una ofrenda... Me pregunto si me la hicieron a mí.

Tras dudar un poco, no pudo evitar hacer uso de lo que había encima de la mesa. No se sentía cómodo estando desnudo. Al ver más de cerca las prendas que de lejos parecían blancas, vio que estaban algo amarillentas...

Tilín.

—¡Oh!

El timbre volvió a resonar en su cabeza, lo que le hizo retirar las manos de aquellos objetos. Fue el mismo sonido que había escuchado antes. Tras comprobar de nuevo el altar, no vio nada particularmente inusual. En el interior de la cámara de piedra tampoco había ninguna anomalía. Entonces decidió tocar nuevamente la tela.

Esta vez no sucedió nada. Yuusuke cogió la tela e, inquieto por lo que pudiera pasar, intentó desplegarla.

—Es un vestido de mujer, ¿no?

A parte de los tres agujeros con dobladillo alineados para pasar el cuello y los brazos, la tela era extremadamente simple. Le vino a la mente cuando alguna vez había usado un futón para disfrazarse.

—Parezco un monje...

Cuando se enrolló lo que parecía un cordón alrededor de la cintura, se sintió como un viejo budista de estos que salen en las películas. Aun así, estaba más cómodo con algo puesto y recordó lo que le había pasado justo antes de perder el conocimiento.

—No parecía un sueño.

Al mirar la baja altura de la cámara de piedra iluminada por la hoguera, sintió un fuerte déjà vu ante la pintura del techo. Eran un océano y unas montañas que se extendían a lo largo de una tierra en forma de disco, como los mapamundis que diseñaba la gente en la antigüedad.

—¿Qué podría ser...? Escuché una voz extraña y mi cuerpo empezó a flotar... y creo que justo después lo vi.

Más que una voz, fue una sensación extraña, como si las palabras hubieran aparecido en su mente, o más que eso, directamente como si su cabeza hubiera comprendido el mensaje. Después, había aparecido de repente en esa especie de santuario con la memoria un poco difusa.

Yuusuke suspiró, se levantó del altar que había usado a modo de silla y se giró hacia la salida de la cámara de piedra. Un pasillo oscuro y estrecho continuaba más allá de una puerta.

Siguió el pasillo, girando primero a la derecha y luego a la izquierda, alumbrándose con un trozo de madera encendido que había tomado de la hoguera a modo de antorcha.

Cuando lo había tocado, en su cabeza volvió a sonar el mismo timbre, pero Yuusuke hizo todo lo posible para ignorarlo.

Curiosamente, no sentía ansiedad ni miedo. Pese a ser como un fenómeno sobrenatural repentino, no se sentía aturdido mentalmente, por lo que de alguna manera se estaba acostumbrando a ello.

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Una niña con el cabello blanco como la nieve ondeando al viento trotaba por el sendero que conducía al santuario en el bosque, a poca distancia del pueblo.

—Sun, ¿vas al santuario?

—Ah, profesor Zeshald.

Un hombre mayor llamó Sun a la chica que estaba a punto de adentrarse en el bosque con flores y frutos raros recién recogidos. El nombre del hombre era Zeshald. Era el doctor de una aldea cercana, Rufk. Su cabello era azul, así como sus ojos, aunque estos se le habían ido apagando con la edad. Estaba claro que había recibido la bendición del [Dios del Agua: Shalnar] y era un [Usuario de Artes Divinas] de [Artes Acuáticas].

Un usuario de artes divinas...

Las artes divinas son habilidades que tienen las personas bendecidas por los Cuatro Grandes Dioses. En este mundo, la gente cree en la religión de los Cuatro Grandes Dioses creadores del mundo, que gobiernan el [Fuego], el [Agua], la [Tierra] y el [Viento].

La mayoría de la gente tiene la bendición de uno de los Cuatro Grandes Dioses y, como consecuencia de ello, tienen la habilidad de usar artes divinas. Se puede identificar fácilmente al dios que bendice a cada cual mediante el color de su pelo y sus ojos.

Así, Zeshald podía usar las artes divinas de Shalnar, el dios del agua, que es el segundo más fuerte de los Cuatro Grandes Dioses y se considera un dios de fuerza media. Puesto que dominaba la técnica de curación acuática, podría haber vivido rodeado de lujos en una gran ciudad, pero él era un poco excéntrico.

—Profesor, ¿tiene más libros nuevos?

—Ajá. Esta vez parecen ser de un antiguo santuario de Noscentes.

—¿Todavía sigue en pie en una aldea de desvalidos...?

—Después de todo, es probable que la gente desvalida y el Dios de la Calamidad tengan algún tipo de relación.

Un desvalido es alguien que no posee la bendición de ningún dios, ni puede utilizar ningún arte divino.

Los usuarios de artes divinas han ideado un sistema de clases, organizándose en distintas ciudades según el dios que bendice a cada uno. Sin embargo, con algunas excepciones, la gente desvalida no tiene permitido ingresar a las ciudades, por lo que viven en asentamientos y aldeas alrededor de ellas.

Generalmente, un pueblo de desvalidos se llama [Aldea Desvalida]. Hay unos santuarios misteriosos llamados [Templos Desvalidos] en las antiguas aldeas desvalidas repartidas por todo el territorio. Los estudiosos también los llaman [Santuarios del Dios del Destino].

En Kaltcio, el [Dios del Destino] es conocido como el [Dios de la Calamidad] desde tiempos inmemorables. Según cuenta la leyenda, desciende a Kaltcio aproximadamente una vez cada 300 años y lleva calamidades consigo. Este año habrían pasado exactamente 300 años desde la última.

Sin embargo, la última calamidad y el [Dios de la Calamidad] eran solo una leyenda, puesto que no había información escrita sobre los sucesos de hace 300 años ni de los de 300 años antes. Por ello, más de la mitad de la gente cree que este Dios es solo una superstición.

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—¿Un Dios del Destino...? ¿Usted cree que existe de verdad?

—Jo, jo, jo... No creo que exista un ser que invoque bestias malvadas como cuenta la leyenda.

Se cree que el [Dios de la Calamidad] está relacionado con los desastres naturales y las epidemias. Las personas desvalidas que contraen enfermedades o sufren heridas no tienen acceso a ningún poder similar a las artes curativas de los usuarios acuáticos. Por tanto, si se da un desastre a gran escala o una epidemia, los desvalidos suelen llevarse la peor parte. La creencia predominante dice que por este motivo construyeron templos al Dios del Destino junto a sus aldeas donde rezaban para evitar esos grandes desastres.

—En este caso, en Rufk lo tenemos a usted, por lo que no deben asustarnos esas bestias malvadas.

—Jo, jo, jo. Eres una chica lista, Sun.

Zeshald sonrió y acarició el pelo blanco de Sun. Era una chica con unos ojos blancos distintivos, una desvalida. Vivía en una de las aldeas desvalidas que había en la zona, llamada Rufk.

Dado que la diferencia de fuerza entre los usuarios de artes divinas y los desvalidos era tan evidente, esto se había convertido en un indicador absoluto de clase social. Dependiendo del país, la gente desvalida era considerada de clase baja o ni siquiera era tratada como humana.

No solía haber usuarios de artes divinas interesados en la gente desvalida, oprimida constantemente. En este sentido, Zeshald, que vivía en una aldea desvalida, compartía el mismo modo de vida que ellos y usaba libremente sus técnicas curativas para ayudarlos. Era realmente excéntrico.

Por eso, Sun respetaba a Zeshald, como usuario de artes divinas curativas y como persona.

—Bueno, me voy a dejar mis ofrendas.

—Vale. Ten cuidado.

Después de acompañar a Sun al santuario, Zeshald emprendió su camino de regreso a Rufk hojeando la pieza literaria que había adquirido recientemente sobre el [Dios de la Calamidad]. Había un pasaje común en la literatura sobre el Dios del Destino que había investigado hasta ahora: el Dios traía calamidades al mundo y luego desaparecía.

—Hmm. Este libro dice lo mismo... Supongo que, después de todo, es parte del imaginario común.

Además de ser el médico de la aldea de Rufk, Zeshald también llevaba a cabo investigaciones sobre los santuarios de los desvalidos. De hecho, la razón por la que empezó a vivir en una aldea desvalida fue que quería estudiar mejor el estilo de vida rústico de la gente que no tiene ninguna bendición y que no puede usar las artes divinas, cuya sabiduría y esfuerzos por sobrevivir dejaron una profunda huella en él.

En las ciudades de usuarios de artes divinas, si la profesión de uno era fabricar simples joyas o construir espléndidas casas, todo el trabajo lo hacían con artes divinas. Si no fabricabas bienes materiales era casi imposible conseguir un trabajo.

No obstante, en las aldeas desvalidas, el pueblo entero trabajaba en conjunto para construir una sola casa. Desde cortar troncos y preparar los cimientos, hasta completar la puerta y el tejado. La gente que sabía cómo hacerlo y tenía experiencia enseñaba a los que querían aprender el oficio, y juntos trabajaban duro para completar la construcción.

Zeshald admiraba profundamente aquel estilo de vida, en que todo el mundo se ayudaba y se apoyaba entre sí, y creía que ese entorno era la razón por la cual los santuarios antiguos de desvalidos habían podido transmitirse a las generaciones futuras. Si es que había alguna razón.

—A juzgar por la descripción y el periodo de la última calamidad... debería suceder entre el quinto y el décimo día del mes de fuego de Shalnar. Hoy es día 11.

Había bastantes rumores viajando de ciudad en ciudad acerca del periodo de 300 años. Pero la atmósfera estaba calmada y no parecía para nada que se avecinara una nueva calamidad. Esos rumores estaban siempre en la boca de todos con unas copas de más.

—¿Oh...? Hay más pájaros volando de lo habitual.

Alzando la vista hacia el cielo del bosque, Zeshald se alarmó al advertir algo parecido a un poder divino similar al que él mismo poseía. Había perdido de vista a Sun, quien se dirigía hacia el santuario.

—Bueno, el que no arriesga no gana.

Miró otra vez las bandadas de pájaros dando vueltas en círculos alrededor del bosque, paró de trabajar y empezó a caminar hacia el santuario.

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