WCC - Capítulo 2

Desde hoy se normaliza el día de publicación de esta novela en los martes (moviendo The Finite a los domingos con Kubera). Cada martes habrá un capítulo nuevo de WCC. En el de hoy, conoceremos junto a Yuusuke algunas de las normas que rigen el mundo de Kaltcio. Y presenciaremos los primeros usos de su habilidad personal.

Por problemas internos no pudimos sacar Re:Monster el viernes pasado, pero esta semana habrá doble entrega para compensar. Por lo demás, el proyecto sigue avanzando como siempre.

-Xeniaxen

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Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)

World Customize Creator

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Traducido por: Xeniaxen

2

Con un ruido seco, el ramo de flores cayó a los pies de la chica, seguido del fruto rara. En el reflejo de sus grandes ojos blancos se veía la figura de un hombre, que le extendió su mano mientras murmuraba algo. La chica salió corriendo, gritando, con la cara envuelta en un pánico absoluto.

—Oye, espera un momento...

Cuando llegó al final del pasillo de piedra, Yuusuke se encontró con esa chica con el pelo blanco... que echó a correr... gritando...

—Solo quería preguntarte algo... —dijo perplejo mientras recogía el ramo de flores y lo que parecía fruta, que la chica había tirado. Era idéntico a las ofrendas que había en la cámara de piedra.

—¿Es ella quien me hizo la ofrenda...?

Recordó la espeluznante estatua en el altar y se preguntó si podrían haberlo confundido con ella. Pensó en su apariencia, al menos no se parecía a la estatua, la que no podría decir si era humana o monstruo. Quizá simplemente pensó que era sospechoso.

—Mhm.

Yuusuke suspiró mientras comprobaba su alrededor. Era un lugar silencioso, rodeado de unos árboles bastante altos. La vegetación era tan frondosa que impartía oscuridad al bosque y no dejaba ver el otro lado.

El espacio de donde había salido parecía estar bastante adentro. El ambiente solemne le recordó a los santuarios de su mundo. En la dirección hacia donde se había ido la niña, había un sendero que parecía muy transitado.

—¿Debería de seguirla?

No tenía sentido quedarse quieto donde estaba, así que Yuusuke comenzó a caminar por el sendero. Actualmente se encontraba en medio de una situación fuera de lo común. Había aparecido de repente en un altar y no podía comprender nada, por lo que necesitaba conocer gente y escuchar sus historias.

Pensó con optimismo que si aquello era un lugar al que una chica como la de antes había venido sola, no sería demasiado peligroso.

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—¡Profesor! ¡Profesor Zeshald!

—¿Hmm?

Zeshald, que andaba por el pequeño camino al santuario, se alertó cuando vio a Sun corriendo despavorida hacia él.

Saltó a los brazos de Zeshald de lo más asustada, como si la estuvieran persiguiendo. Zeshald le acarició el pelo para calmarla y le preguntó si se había vuelto a meter en un lío con los rufianes de la ciudad.

—¿Qué ha ocurrido?

—¡Profesor! Es el Dios de la Calamidad... ¡Es el dios del santuario!

—¿El Dios de la Calamidad, dices...?

Pensando en qué podría haber sucedido, Zeshald miró hacia el camino que llevaba dentro del bosque, y topó con la figura de un hombre que venía de allí.

—Usted me dijo... que tendía el pelo negro, ¿verdad?

Temblando, la chica asustada se giró para verlo y, tras confirmar la presencia de la “persona con el pelo negro”, se escondió detrás de Zeshald.

Los usuarios de artes divinas tienen los ojos y el pelo de color según el dios que les ha bendice:

• El rojo indicaba que eran [Usuarios de Artes Ígneas] con la bendición del Dios del Fuego, Volnar.
• El azul indicaba que eran [Usuarios de Artes Acuáticas] con la bendición del Dios del Agua, Zeshnar.
• El amarillo indicaba que eran [Usuarios de Artes Terrestres] con la bendición del Dios de la Tierra, Shalhnar.
• El verde indicaba que eran [Usuarios de Artes Aéreas] con la bendición del Dios del Viento, Hilgnar.

A los [Desvalidos], que no habían recibido la bendición de ninguno de los Cuatro Grandes Dioses, les caracterizaba el color blanco. Y el negro era, por supuesto, el color de la [Calamidad] usado para representar las estatuas del Dios de la Calamidad.

Al menos, en los 52 años que Zeshald había vivido hasta ahora, ni siquiera durante los 30 años que pasó viajando por varios países investigando al Dios Oscuro, nunca se había encontrado con un humano con el cabello y los ojos negros.

Invocando el poder del arte divino dentro de él, Zeshald dio un paso al frente para proteger a Sun de aquel ser extraño.

—Por mis barbas, ¿quién eres?

Yuusuke vaciló sobre cómo responder a eso, por la pinta del hombre mayor que protegía a la chica de sus espaldas y que, sin un solo indicio de miedo en su cara, le había pedido que se identificara. No parecía hostil, pero definitivamente no era amistoso. Quizá hubiera habido algún malentendido con la chica. Pensándolo así, Yuusuke abrió la boca para decirle que no era nadie sospechoso.

—Ehm... Me llamo Yuusuke Tagami y vengo de Japón. Esto... ¿comprendes lo que digo?

—Sí, hablas un lenguaje común adecuado. Te llamas Yuusuke Tagami y Japón es el nombre de tu comunidad, ¿no es así?

El hombre que había preguntado a Yuusuke y le había dicho que hablaba en lenguaje común parecía preferir la comunicación antes que la fuerza. Tras explicarle que Japón era un país y que el idioma que hablaba era japonés, le contó las cosas misteriosas que le habían pasado a su cuerpo.

La historia de Yuusuke, que comenzó con la “voz” en su cabeza y luego apareció en un lugar desconocido habría divertido a cualquiera como el delirio salvaje de un loco. Sin embargo, lejos de eso, Zeshald curiosamente prestó mucha atención a su narración.

Yuusuke Tagami... había aparecido de repente en un santuario desvalido... podría tratarse del mismo Dios de la Calamidad. Además decía que una voz lo llamó estando en otro mundo.

—Tu historia es realmente interesante. Entonces eres el Dios del Destino.

—Ah, no, yo solo soy una persona normal.

—Pero la voz te llamó por ese nombre, Dios del Destino, ¿no?

—¡No! Eso... solo digo que la voz lo dijo. Pero yo soy una persona normal.

Sun se mantuvo escondida detrás del hombre mayor durante toda la conversación.

—Entonces, ¿vas a traer calamidades a este mundo?

—Más bien creo que yo soy el que ha pasado por calamidades para llegar hasta aquí...

Después de escuchar la historia de Yuusuke y decidir que no era alguien peligroso, Zeshald se ofreció a acompañarlo hasta el pueblo de Rufk. Sun siguió visiblemente pálida y temblorosa pese al “No te preocupes” de Zeshald.

De camino hacia allí, siguieron hablando sobre por qué esa voz dijo que Yuusuke era el Dios del Destino y sobre si tendría la capacidad de traer algún tipo de calamidad al mundo, aunque no tuviera intención de hacerlo. A pesar de discutirlo durante todo el camino, quedaron más preguntas que respuestas sobre la mesa.

—Son enfermedades que no podemos curar. Si son contagiosas, las llamamos calamidades.

—Estoy perfectamente sano.

El normalmente asocial Yuusuke había encontrado un tema inusual de su interés y discutía emocionado con Zeshald. Su compañero resultó ser un viejo amistoso y sensato que le transmitía seguridad.

Zeshald fue honesto con Yuusuke por fuera, pero por dentro intentaba no dejarse llevar ni bajar la guardia.

—Aun así, esta ropa... creo que podría darte algo mejor.

Yuusuke suspiró de la vergüenza de parecer una persona de otra época con la ropa que alguien había dejado de ofrenda. Con respecto a la ropa de Zeshald, llevaba unos pantalones anchos de lino metidos dentro de unas botas marrones y una cómoda camisa cubierta por una capa. La ropa de Zeshald parecía la que un noble de la época medieval se habría puesto en los países occidentales, pero aun así era normal.

—Si al menos tuviera unos pantalones y una camisa normales...

Yuusuke dijo eso mientras tocaba su túnica, pero paró de repente. Sintió que Zeshald, quien andaba dos o tres pasos por delante de él, se giraba. Al ver al joven perplejo mirando a la nada, Zeshald empezó a preocuparse.

—¿Qué ocurre?

—Estoy... Debo de estar soñando...

—Jojo. ¿Entonces yo soy parte de tu sueño?

Yuusuke no tuvo tiempo de reaccionar ante la ingeniosa respuesta de Zeshald y continuó mirando fijamente lo que tenía delante. O, para ser más preciso, a una imagen que flotaba en su mente. La imagen de una ventana de menú de aspecto simple.

Era el menú del [Sistema de Creación de Objetos Personalizados], una característica especial del juego al que había estado jugando antes de que lo llamara la voz misteriosa. En la ventana de personalización Yuusuke podía ver un modelo 3D giratorio del atuendo que llevaba puesto.

Entonces se acordó de algo.

—¡Oh, ya sé! ¡El sonido de antes era el que se produce al obtener un artículo personalizable en ese juego!

Zeshald inclinó la cabeza mientras observaba cómo Yuusuke hablaba consigo mismo.

—Hmm... No entiendo ni la mitad de lo que dices. ¿Te has acordado de algo?

—Ah, por favor, espera un minuto.

Yuusuke empezó a interaccionar con el menú que solo él podía ver ante el rostro confundido de Zeshald.

Personalizó el color y la forma de la ropa. Había otros modificadores de habilidades y parámetros para el objeto, pero se limitó a utilizar los necesarios. Uno por uno, casi igual que en el juego, podía calibrar todas y cada una de las propiedades de la prenda.

—No hay puntos de personalización, así que ¿eso significa que puedo alterarlo tanto como quiera? ¿No es eso hacer trampas?

Con la mirada fija en algo invisible y murmurando palabras irreconocibles mientras movía el dedo índice por delante de él, Zeshald sintió un poder parecido al de una arte divina emanando del joven.

«¿Qué estás tramando... Yuusuke Tagami?»

La ropa de la ofrenda era un trozo de tela muy grande, por lo que Yuusuke la separó en una camisa y unos pantalones, y luego les cambió la forma. En el juego, los jugadores podían personalizar su ropa, comprada a los NPC, y vestir a su personaje.

A propósito, también se hizo unos calzoncillos, ya que no se sentía cómodo sin llevarlos.

—Vale, con esto servirá... ¡Aceptar!

Inmerso en la pantalla de personalización, Yuusuke temía que fuera solo un sueño, vaciló por un momento, pero al pensar que si despertaba no ocurriría nada malo, presionó el botón «Aceptar».

Un efecto luminoso envolvió a Yuusuke.

—¡¡¡Oh!!!

—¡Oye, tú...!

La ropa de la ofrenda se transformó en una camisa gris, unos pantalones negros y unos calzoncillos de color azul marino.

—¡Aaaaaaaaaah!

El grito de la chica resonó cuando la luz desapareció. Sun salió corriendo, con su blanca melena ondeando al viento, tapándose la cara, roja de vergüenza.

—Ah...

—Otra vez salió corriendo despavorida —suspiró Yuusuke, de pie en medio del sendero rodeado de una densa vegetación, desnudo—. Ah, claro. Mientras personalizas lo que llevas puesto, se quita en el proceso. Por eso he acabado así. Jajaja...

Mientras Yuusuke soltaba una risita nerviosa, recogió la ropa del suelo y se vistió. Zeshald le preguntó si había hecho eso usando un arte divina.

—¿Qué es lo que acabas de hacer? No conozco ninguna arte divina que permita remodelar la ropa instantáneamente.

—¿Arte divina?

Al ver a Yuusuke inclinar la cabeza, Zeshald se convenció de que en realidad el chico no era de este mundo, por lo que decidió contarle lo de los Cuatro Grandes Dioses y, a su vez, pedir que le explicara en detalle cómo había hecho aquello.

—Hmm, ¿qué debería enseñarte primero?

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