
Webnovel original en japonés por: 日向夏 (Natsu Hyūga)
Los diarios de la boticaria
Volumen 3
¿Cuántos días habían transcurrido desde la última vez que vio a Jinshi? Recordaba ese momento en el que él tenía el rostro completamente pálido y no pronunció palabra. Maomao tampoco pudo hacer preguntas. Lo intentó, pero no quería entrar en detalles y, sobre todo, el reishi (hongo de la inmortalidad) que había conseguido acaparaba todos sus pensamientos. Era inevitable...
Por eso, durante los últimos días, había estado temiendo el momento en que ese eunuco (o simulacro de eunuco) aparecería en el Pabellón de Jade, pero, en lugar de eso, él la había mandado llamar directamente. Maomao se agarró el cuello del vestido con fuerza.
—¿De qué quería hablar, señor? —preguntó, armándose de valor.
Al ver su expresión, Jinshi sonrió maliciosamente.
—Pensé que deberíamos continuar con la conversación del otro día.
«Así que por ahí van los tiros...», pensó Maomao, exhalando profundamente. Ya se esperaba lo que este hombre quería decirle.
—De acuerdo —respondió, sacando una bolsa de tela de su bolsillo y colocándola sobre la mesa—. He venido preparada.
Ante la expresión seria de Maomao, Jinshi ladeó ligeramente la cabeza.
—¿Eh...? ¿Preparada para qué?
¿Por qué se estaba haciendo el tonto este hombre? Maomao abrió la bolsa.
—La mezcla aún es insuficiente, pero si se combina con otra hierba más, estará completa. Con el producto terminado, parecerá que la causa de la muerte hubiera sido una enfermedad cardíaca.
Necesitaba que Jinshi consiguiera el ingrediente que faltaba, ya que no se podía encontrar allí. Estaba segura de que, si alguien podía hacerlo, era él. Era una hierba importada y algo cara, precisamente por eso no dejaría rastro. Quería pedir que se le concediera ese último deseo: morir con una hierba que siempre había querido probar. Aunque había intentado no pensar en ello, Maomao también tenía sentimientos sobre su propia muerte. «Si voy a morir, que sea de una forma que me guste», solía reflexionar.
Pero incluso para un deseo tan pequeño, Jinshi puso una cara de disgusto. ¡¿Qué pasaba?! ¿Acaso iba a decir que no podía comprar una hierba tan cara? No, no podía ser eso. Entonces, ¿su intención era deshacerse de ella de una manera más barata?
—Señor Jinshi... —empezó Maomao con cautela.
Jinshi había pasado de su anterior compostura elegante a una expresión sombría. Se puso un dedo en el entrecejo, y luego comenzó a apoyar la mejilla en la mano de forma descortés.
—Te lo voy a preguntar por si acaso... ¿Qué pretendes con esto?
—¿Qué pretendo? Me he armado de valor a mi manera. Pensé en una forma de morir que no dejara rastro.
La cara de Jinshi se deslizó de su palma y golpeó la mesa con un ruido sordo. Maomao se echó hacia atrás sin querer. Gaoshun se acercó al eunuco celestial, pero este lo detuvo con un gesto de su mano.
—Déjame preguntarte una cosa: ¿acaso has estado pensando en eso durante los últimos días?
“Eso” era que Jinshi la iba a eliminar, y Maomao no pudo hacer más que afirmarlo nerviosamente con la cabeza.
—Sí. Porque no le agrado en absoluto, ¿no es así?
O tal vez estaba pensando en cómo silenciarla. En ese caso, tomar un rehén sería lo mejor. ¿Sus hermanas del burdel? No, ¿sería su padre? Su padre había sufrido mucho a lo largo de su vida. No necesitaba sufrir más. Esa había sido una de las razones por las que Maomao había preparado la medicina. Si se le negaba el uso de ese medicamento, ¿qué pasaría? «¿Un ahorcamiento rápido? ¿Se inventarán alguna falta?», caviló.
Se escuchó un fuerte ruido de la mesa al moverse, y de repente Jinshi estaba de pie frente a Maomao. Se inclinó y la miró con ojos húmedos. Maomao retrocedió un paso sin querer, pero Jinshi avanzó un paso para seguirla.
—Señor Jinshi... ¿No sería mejor que se relajara en el diván?
—¡¿Y por qué crees que no puedo relajarme?!
Maomao retrocedió un paso más, y Jinshi dio otro paso hacia adelante. Intentó buscar ayuda en Gaoshun, pero este tenía las palmas juntas, mirando al techo inexistente como si estuviera a punto de alcanzar la iluminación. Cuando se dio cuenta, estaba acorralada contra la pared. Una mano se colocó junto a su oído con un golpe. Jinshi se apoyó en la pared, mirando a Maomao desde arriba.
—Ya te lo dije... ¿no? Que tenía algo que decirte. Entonces, ¿por qué iba a tener alguna razón para deshacerme de ti? —dijo Jinshi, exhalando.
«¿Dijo eso?», se preguntó Maomao. Probablemente, su memoria de ese momento estaba hecha polvo por culpa del hongo de la inmortalidad. No lo recordaba bien. Sí, la culpa era de ese hongo.
—Es decir, ¿no tiene intención de deshacerse de mí?
Al decir eso, Maomao miró el rostro de Jinshi, y este se estremeció.
—Esa es la intención, pero...
—¡Qué alivio! —suspiró Maomao.
—... —mientras, Jinshi la miró con una expresión muy compleja.
—¿Qué pasa, señor Jinshi?
—No, es decir, siento interrumpir tu alivio, pero no creo que este sea un momento para aliviarse.
Las palabras de Jinshi no tenían sentido. Maomao miró a su alrededor. Él seguía en la misma postura, con todo el cuerpo inclinado encima de ella y con una mirada penetrante que daba escalofríos.
—Señor Jinshi, ahora que el malentendido está resuelto, ¿podría apartarse, por favor? —preguntó Maomao con franqueza. Jinshi era un obstáculo y ella no podía moverse de la pared. Podría deslizarse, pero sería una falta de respeto pasar por debajo de las piernas de un noble.
—En serio... No lo has entendido en absoluto. ¿Sabes lo que significa que yo... no sea un eunuco?
—Significa que sería un gran problema si se descubriera aquí, ¿no?
No estaba permitido que hubiera ningún hombre en el palacio interior, el jardín de flores creado solo para el Emperador. Sin embargo, pensándolo bien, no parecía que el Emperador fuera a permitir que un hombre tan llamativo como Jinshi estuviera allí sin hacer nada. ¿Habría alguna razón por la que le permitía mantener su hombría?
«¡¡¡Es imposible!!!», se dio cuenta entonces la boticaria. ¿No sería que el Emperador quería hacer que Jinshi tuviera un hijo con alguna consorte de rango inferior? El derecho de sucesión de un niño nacido de una consorte de rango inferior era bajo, a diferencia de una consorte de alto rango. Si naciera un niño, sería problemático, pero si naciera una niña, ¿qué pasaría...?
Una hija de Jinshi... Su cara sería tan hermosa que podría arruinar uno o dos países. Y si fuera hombre, se convertiría sin duda en una pieza clave en la diplomacia. Puede sonar como algo a largo plazo, pero los matrimonios políticos se deciden antes de que la niña cumpla diez años. Podría haber muchos problemas, pero también podría haber grandes beneficios.
«¡Qué Emperador tan temible! ¡Y qué semental este Jinshi!», discurrió Maomao, observando al eunuco celestial con una mirada indescriptible: mitad desprecio, mitad lástima.
—Entiendo que su posición es complicada, señor Jinshi. No obstante, esto es un asunto demasiado pesado para mí. ¿Podría perdonarme de escuchar más? No se lo diré a nadie, ni aunque me partan la boca.
Eso era todo lo que Maomao pudo articular.
—Creí que eras intuitiva... ¿No te habías dado cuenta?
—Sí, ahora estoy segura. Entiendo que está en una posición difícil, pero es un asunto que no me corresponde.
—De acuerdo... Lo acepto.
El rostro de Jinshi no mostraba alegría. Estaba temblando y se metió la mano libre en el bolsillo. Parecía que estaba a punto de sacar algo, pero se detuvo. Parecía que había una emoción compleja dentro de él.
—No, es decir, también es eso, pero, ¿hay algo más, verdad? Algo que no tiene que ver con mi posición, sino conmigo mismo.
—¿Con usted mismo, señor Jinshi?
¿Debía decir algo como: «Como buen semental, tiene algo espléndido, ¡nada mediocre!», por ejemplo? Es cierto que este hombre se jactaba extrañamente de su cuerpo.
—No, no, no... No se lo voy a mirar —murmuró ella sin querer.
El rostro de Jinshi se crispó. Maomao buscó a Gaoshun sintiendo que se había metido en un lío descomunal. Gaoshun parecía estar a punto de alcanzar una santidad casi divina, pero reaccionó al sonido de unos golpes en la puerta. Jinshi finalmente se apartó de Maomao y se acostó en el diván como si nada hubiera pasado. La directora del palacio, que había estado esperando afuera, entró.
—¿Qué pasa? —preguntó Jinshi con una sonrisa radiante a la doncella de mediana edad.
—Sí, es que el Emperador ha dicho que esta noche irá al pabellón de la consorte Loulan para el servicio nocturno.
—¿Ah, sí? Había oído que no quería ir a ninguno esta noche.
Jinshi ladeó la cabeza con aire de grandeza. Cuando el Emperador visitaba el palacio interior, se le avisaba con antelación. La habitación que visitaría también requería preparativos. Bañaban a la consorte, le ponían ropa perfumada, se maquillaba, y se les preparaba una cena adecuada.
El rostro algo nervioso de la directora del palacio quería significar que parecía haber algún problema.
—Sí. Es que la consorte Loulan no está en su pabellón.
—Vaya... ¿Se habrá ido de caminata, tal vez?
—Es que... —la mujer parecía tener dificultades para hablar. Estaba muy nerviosa—. Parece que la consorte Loulan a menudo va a algún lado...
Aquella mujer se estaba explicando de forma vaga. Parece que había visto que las doncellas tenían que buscar a la consorte Loulan cada vez que se avisaba de la llegada del Emperador, lo que les causaba problemas de tiempo. Normalmente, aquello no sería asunto de la directora del palacio, pero esta vez el tiempo apremiaba y recurrió a Jinshi en busca de ayuda.
«¿Cómo puede ser?», apreció Maomao. Si una consorte de alto rango salía de su pabellón, debía ir siempre acompañada por alguien. ¿Cómo era posible que nadie supiera adónde iba? ¿Era posible que saliera a escondidas?
«De incógnito... ¡Disfrazada!», valoró. Intentó recordar a la consorte Loulan. Era una dama muy excéntrica que usaba diferentes atuendos cada vez. Siempre llevaba un maquillaje llamativo. Si fuera una mujer elegante, eso sería todo. Sin embargo...
Maomao se acercó de repente a Gaoshun y le habló.
—Disculpa, Gaoshun, tengo una pregunta.
—Dime.
—¿Conoce a una doncella llamada Shisui que trabaja en el pabelló de la consorte Loulan?
—Yo no tengo el control de todas las doncellas del palacio, pero no debería haber una doncella con ese nombre —espetó con claridad.
—¿Qué quiere decir?
—El nombre de Shisui no es raro de por sí, pero no es un nombre que se pueda tener estando al servicio de la consorte Loulan. El padre de la consorte es Shishou. Ya sabes lo que significa ese nombre.
Maomao se tocó la frente. ¿Cómo no había reparado en ello? En la nobleza, a veces se incluye un carácter que representa a la familia en el nombre. Si el padre es Shishou, sus hijos también podrían llevar el carácter “Shi”. Aunque la costumbre era usarlo principalmente para los varones de línea directa, no era imposible que se usara para las mujeres. Si ese fuera el caso, no tendría sentido que una doncella con un nombre tan confuso estuviera al servicio de la consorte Loulan, que era su hija biológica. Sería muy confuso que el nombre de la consorte no llevara ese carácter y el de la doncella sí. Y esto planteaba un problema.
—¿Se refiere a la doncella Shisui? —preguntó tímidamente la directora del palacio. Parecía que había escuchado la conversación de Maomao y Gaoshun.
—¿La conoce?
—Tengo un recuerdo de ella, de hace un tiempo, es un poco vago, pero... —La directora del palacio sacó un cuaderno de la estantería y comenzó a hojearlo. Pasó las páginas y se detuvo en una—. Aquí está. Es esta. Es una doncella que originalmente iba a entrar junto con la consorte Loulan.
Todos miraron el cuaderno que la directora del palacio había abierto. Parecía que el registro era muy detallado para ser solo una doncella. Al ver la composición familiar, lo entendieron.
—¡Es hija del señor Shishou! Y media hermana mayor de la consorte Loulan.
Maomao miró el cuaderno distraídamente y sintió que se le aflojaban las fuerzas. «Con razón me resultaba familiar... », se percató. Y mientras pensaba en eso...
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