
¡Feliz 2025 (?)!
No sé si alguien se había percatado pero llevo unos meses re-traduciendo World Customize Creator. 10 años después... Vaya, cómo pasa el tiempo. Publico esta nueva entrada porque el Tomo 3 tiene unos mini contenidos extras que no habíamos sacado a la luz.
Un abrazo a todos los que leáis esto <3
-Xeniaxen
Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator
Historias secundarias:
El día a día de los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro
Un día normal de Vermeer
En la sala de descanso de la guardia de palacio, en la planta baja del Palacio de Volance, Vermeer despertó de su siesta. Tal vez por vivir solo, no solía volver a casa con frecuencia, por lo que había convertido esa sala en su base de operaciones. Solía alimentarse con las raciones que se distribuían a los guardias.
Como era habitual, hoy había salido a patrullar la ciudad mientras masticaba una de ellas. Vivía prácticamente en servicio continuo, sin días de descanso, lo que hacía que Hinke a menudo se burlara de él diciendo: «Vermiejo, ¿pero tú cuándo descansas?».
Pero él no se lo tomaba como un trabajo que le ocupaba la mayor parte del día, sino como simplemente su modo de vida. Le gustaba tanto, que para él trabajar era como estar de ocio.
—Hmm... Esto ya está un poco desgastado. ¿Debería pedir ayuda al capitán o arreglarlo yo mismo?
Al notar que su uniforme estaba descolorido y con algunos rasguños, Vermeer sacó su costurero y revisó cuánto hilo le quedaba.
Cuando el capitán Yuusuke le había otorgado la mejora especial, también le ofreció renovarlo por completo, pero él prefirió conservarlo tal como estaba, con el uso marcado por el tiempo. Yuusuke le preguntó: «¿Quieres que te lo deje como nuevo o lo prefieres así?». Y cuando él eligió lo segundo, el otro simplemente respetó su decisión.
Vermeer apreciaba el hecho de que su capitán entendiera ese apego por algo que lo había acompañado durante tanto tiempo. Lo veía como una muestra de su gran comprensión y excelente criterio.
—Oh. ¿Estás cosiendo?
Mientras estaba concentrado en los remiendos de su uniforme, Zaisha apareció en la sala de descanso. Como siempre, iba acompañada de Hisotta.
—Sí, tenía algunos descosidos.
Mientras seguía zurciendo con destreza, invitó a las dos a unirse a su patrulla de hoy. Dentro de poco, Hinke y Zhahid también llegarían para su turno.
—De vez en cuando, no está mal que patrullemos juntos.
—Es verdad —afirmó Zaisha, ya que fortalecer los lazos entre ellos era una buena razón—. Y con las misiones que le dan al capitán, seguro que cada vez nos reuniremos más seguido.
Hisotta también asintió repetidamente.
Cuando llegaron Hinke y Zhahid, Vermeer los incluyó en el grupo y organizó una patrulla por la zona comercial.
—Bien. Salgamos.
—¿Eh? ¡¿Ya?! ¡Pero si acabamos de llegar!
—¿Y qué quieres, descansar nada más llegar? Vamos.
Ignorando la queja de Hinke, salieron a patrullar el distrito de clase media.
En la zona comercial del distrito de clase media solo había tiendas con licencia. A diferencia del distrito de clase baja, donde había puestos callejeros sin regular, aquí estaban prohibidos. Así pues, a pesar del gran número de transeúntes, el ambiente era relativamente tranquilo.
Mientras cruzaban un pequeño puente que conectaba con el siguiente sector, Hinke señaló hacia abajo.
—¡Eh! ¿Ese no es el capitán?
—¿Mhm?
Desde su posición, en el distrito de clase baja, y en la dirección que dijo Hinke, había una silueta vestida completamente de negro atravesando veloz los callejones.
—Oh. Es verdad.
—¿Qué estará haciendo?
—Hmm...
Fijándose mejor, vieron que no estaba solo. Varios niños también se movían a su alrededor de un lado a otro. En la intersección donde sus caminos se cruzaban, una pequeña figura marrón rodó por el suelo.
—Eso es... ¡Parece un kina...!
—¿Lo están persiguiendo?
—¿Se habrá escapado de algún corral?
—No... Quizás sea uno de los que vimos en el subsuelo... —recordó Vermeer.
En su última misión, donde investigaron el incidente de los "fantasmas", habían visto un ave kina volando por los túneles. Se decía que algunos niños los criaban en secreto o que algunos escapaban de los corrales y terminaban allí, donde acababan adaptándose a la vida salvaje. Probablemente, este era uno de esos casos.
—Un kina criado en cautividad no debería correr tan rápido.
—Ah, pues tienes razón.
La persecución terminó cuando el kina giró hacia uno de los callejones donde lo esperaban los niños, quienes lograron capturarlo. Después de haber estado corriendo por la zona, los pequeños se reunieron para felicitarse mutuamente por el éxito de la caza. Vocearon un entusiasta «¡Adiós!» mientras agitaban las manos para despedirse de Yuusuke, que también había participado en la persecución. Él les respondió con un breve gesto antes de empezar a caminar de vuelta a la calle principal.
—¿El capitán estaba jugando con los niños?
—Debe de ser parte de su misión para la princesa.
—Creo que su tarea consiste en interactuar con la gente común y luego informarle de ello —añadió Vermeer. Luego agitó su capa y anunció que debían continuar con la patrulla.
—Vamos, Hisotta.
—Ah... ¡Sí!
Ella aún estaba observando a Yuusuke embelesada, pero recuperó la compostura cuando Zaisha le dio un leve tirón en la manga. Rápidamente, se apresuró a reunirse con el grupo.
Continuaron la patrulla sin incidentes hasta el mediodía. Una vez de regreso en el palacio, cada uno se dispersó para almorzar o descansar.
—Oh. ¿Vas a comer, viejo? —preguntó Hinke.
—Ya he comido. Ahora el campo de entrenamiento debe de estar libre —respondió Vermeer, que estaba descansando cómodamente en un sofá especial fabricado por el Dios Oscuro.
Como cada día, se dirigió al campo de entrenamiento cubierto para ejercitarse. Mientras lo veía marcharse, Hinke tomó un sorbo de licor y murmuró:
—En serio... No sé cuándo descansa este hombre.
La lealtad de Zhahid
El campo de entrenamiento al aire libre del Palacio de Volance se utilizaba frecuentemente para practicar artes divinas ofensivas. A diferencia del campo cubierto, donde las condiciones eran más estables, el viento y los otros factores del exterior permitían entrenar con mayor realismo, especialmente en el caso de las técnicas arrojadizas. Los proyectiles de hielo, tierra y fuego impactaban contra los maniquíes de entrenamiento y estallaban en llamativos espectáculos. Entre ellos, una esfera de agua chocó contra un blanco con un sonoro chapoteo.
En las técnicas arrojadizas, la eficacia del ataque dependía de cuán densamente se pudiera condensar la energía divina y mantener su forma hasta el impacto. Dentro de las artes acuáticas, la lanza de hielo, capaz de perforar el objetivo, se consideraba la más poderosa. Le seguían los bloques de hielo, que al impactar funcionaban como piedras arrojadizas, con una gran potencia destructiva. En comparación, una simple esfera de agua, al no estar completamente solidificada, tenía un poder ofensivo mucho menor. Por ello, cuando se utilizaba como ataque, lo común era mezclar en el agua sustancias venenosas o irritantes para infligir daño indirecto.
No obstante, Zhahid, guardia de la Patrulla del Dios Oscuro y especialista en esta técnica, se aferraba a la idea de que podía derrotar a sus oponentes solo con una esfera de agua bien elaborada. Creía que, dependiendo del punto de impacto, el momento y la forma de utilizarla, podía desarrollar patrones de ataque más flexibles que con proyectiles sólidos. Bajo esa convicción, dedicaba tiempo cada día a entrenar y perfeccionar su técnica.
De hecho, sus esferas de agua no eran simples masas de líquido condensado. Gracias a su control preciso de sus artes divinas, generaba un flujo interno dentro de la esfera, que maximizaba el impacto en el momento del contacto. Y no solo eso. El equipo especial que le dio el capitán potenciaba aún más su técnica.
La esfera de agua que lanzó en ese momento explotó contra el objetivo con un sonido como el de una detonación. El violento estremecimiento del maniquí evidenciaba la fuerza del golpe. Un guardia de la Patrulla de Fuego observó la escena desde su sitio y se dirigió a Zhahid:
—Vaya. Tienes una potencia impresionante.
—Sí —respondió él, con su habitual tono seco.
El otro, encogiéndose de hombros, cambió de tema y mencionó la daga especial. A simple vista, se trataba de una daga estándar del equipo de la guardia de palacio. Sin embargo, su verdadera característica residía en los efectos especiales que confería a su portador solo con sostenerla. Era un arma de refuerzo única.
—Si me uniera a la Patrulla del Dios Oscuro, ¿también me darían una de esas? —preguntó en tono envidioso, con un deje de insinuación.
Normalmente, Zhahid habría ignorado un comentario así, descartándolo como una trivialidad sin importancia. Ahora bien, quizás por aburrimiento, esta vez decidió prestarle atención.
—Si consigues caerle bien al capitán, quizá te lo conceda...
—¿Eh? ¿De verdad?
—Claro, pero no es tarea fácil. Si te le acercas sin estar convencido del todo, probablemente te matará.
Al oír la posibilidad de obtener un objeto tan valioso, los otros guardias que estaban cerca comenzaron a prestar atención a la conversación. Pero las palabras de Zhahid los tensaron.
—¿Tan... estricto es?
—Pero si... parece una persona muy afable... incluso demasiado.
La actitud amistosa del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro era bien conocida entre los guardias. Sin embargo, eso no significaba que esa fuera su verdadera naturaleza. Se trataba de alguien con un pasado excepcional: un héroe nacional con fuertes lazos con Zeshald, el antiguo instructor de artes divinas real, quien aún mantenía una gran influencia en el palacio a pesar de haber dejado su cargo. Y su vida privada estaba envuelta en rumores, aunque la mayoría eran inciertos.
Algunos de los guardias, ya reunidos en torno a Zhahid, comenzaron a hacer preguntas.
—Oye... He oído que si le presentas a una mujer que le guste, te recompensa con una arma mejorada de las suyas.
—Eso es mentira.
—A mí me dijeron que si le entregabas un niño desvalido, también le gustaba.
—No sé de dónde ha salido ese rumor, pero hacer algo así solo lo enfurecería —Zhahid se limitó a desmontar, con calma, cada uno de los rumores sobre la supuesta forma de "caerle bien" al capitán de la Patrulla del Dios Oscuro—. El capitán puede ser algo ingenuo, pero no es diferente a nosotros... Bueno, no. En realidad, es alguien mucho más noble que nosotros.
Les aseguró que si lo trataban con respeto y cortesía, sin dejarse llevar por los rumores sin fundamento, podrían establecer una buena relación con él sin necesidad de hacer ningún trueque absurdo. Mientras compartía este consejo, se reafirmó a sí mismo la percepción que tenía de Yuusuke.
—Ya veo...
—¡Gracias! Lo tendremos en cuenta.
—Ajá.
Satisfechos con la curiosa conversación sobre el enigmático capitán, los guardias volvieron a su entrenamiento. Zhahid los observó sin darle mucha importancia, pero en su interior pensó: «Cuantos más aliados tengamos... mejor».
El éxito de Yuusuke no era visto con buenos ojos por todos. Había miembros de las altas esferas del palacio que lo consideraban una molestia. Consciente de ello por sus propias observaciones, Zhahid había actuado de forma poco habitual ese día para reforzar, aunque fuera mínimamente, la posición de su capitán.
—Tal vez... La influencia del capitán me esté haciendo cambiar.
El sentido del deber de Zaisha
Zaisha había salido de compras al distrito comercial de clase media en su día libre. Últimamente, había una gran cantidad de telas y prendas de la antigua Noscentes, lo que hacía que se pudieran conseguir buenos productos a precios accesibles. No obstante, esto se debía a los comerciantes que habían huido tras la caída del país, así que no era algo que pudiera celebrar abiertamente.
Justo cuando estaba considerando ir hasta el mercado del distrito de clase baja en busca de alguna ganga, al entrar en la calle que conducía a la puerta del distrito, la interceptó un grupo de mujeres vestidas con uniformes azules de la guardia.
—¡Eyy, Zaisha!
—¿Estás de compras? ¿Has encontrado algo bueno?
Eran sus antiguas compañeras de la Patrulla de Agua, con quienes solía pasar mucho tiempo antes de unirse a la Patrulla del Dios Oscuro. Todas eran usuarias de artes acuáticas curativas, igual que ella.
—¿Y vosotras? ¿No deberíais estar patrullando?
Con los brazos en jarra, las miró con desaprobación. Sus ex compañeras estaban claramente holgazaneando y respondieron con tono de burla:
—¡No seas tan aguafiestas! Si tienes el día libre, ¿qué más te da?
Era la típica interacción entre ellas.
—Oye, tía, ¿qué hace la Patrulla del Dios Oscuro normalmente?
—Seguro que ahora cobras más, ¿no? ¿Cuánto ganas?
—¿Conoces a algún guardia de palacio guapo?
—¡Eh! ¡Una cosa a la vez!
Hacía tiempo que no podían hablar con calma por sus respectivos deberes, así que aprovecharon para lanzarle todas las preguntas que llevaban tiempo acumulando.
—De verdad... No tenéis remedio —suspiró Zaisha resignada, pero decidió hacer la vista gorda y pasar un rato con ellas—. Es cierto que el sueldo es mejor que antes.
Además, como la Patrulla del Dios Oscuro solía verse envuelta en incidentes importantes, recibían bonificaciones por peligrosidad, por lo que en poco tiempo sus ingresos habían aumentado considerablemente.
—Pero, a cambio... He visto mi vida pasar por delante de mí muchas veces.
—Ah...
—Uf... Qué pereza meterse en líos.
A pesar de formar parte de la guardia, la mayoría de ellas no eran muy distintas de la gente común. Igual que Zaisha e Hisotta, muchas de ellas se habían enlistado al alcanzar la edad reglamentaria buscando estabilidad.
—Oye, tía... ¿Y qué tal con el "héroe oscuro"?
—Dicho así, parece que sea un villano... ¿Qué quieres saber?
—Ya sabes. Corren muchos rumores...
—¿Cómo es... su lado oscuro, por decirlo así?
Los rumores más comunes sobre su capitán solían estar relacionados con las mujeres. Quienes lo conocían bien sabían que eran absurdos, pero los guardias comunes rara vez tenían la oportunidad de interactuar con los guardias de palacio. Y si se trataba de alguien con el rango de un capitán, normalmente era aún más inalcanzable.
Si bien Yuusuke solía relacionarse activamente con los guardias comunes, por lo que había bastantes personas que conocían su verdadera personalidad, estos seguían siendo una minoría. Por eso, la información que circulaba sobre él se componía de un diez por ciento de verdad, un treinta por ciento de exageraciones, otro treinta por ciento de pura especulación y el treinta por ciento restante de simple desinformación derivada de los rumores anteriores.
—Dicen que les regala joyas carísimas a las doncellas de palacio, ¿verdad?
—¿A ti también te ha dado algo, Zaisha? ¿Y qué te pide que hagas a cambio?
—¡Por supuesto que no! Él no es así. Y además, esa historia tiene una parte completamente falsa.
Zaisha explicó la verdad sobre los rumores de las joyas. Ella misma había recibido un anillo especial como parte de una misión, pero como aún era algo confidencial, decidió no mencionarlo.
—¿Quééé? ¿De verdad no tenía ninguna otra intención? ¿Solo las repartió porque le sobraban?
—Así es. Lo hace siempre. No parece demasiado apegado a... ni a las cosas, ni a las personas.
Mientras hablaba sobre la personalidad de Yuusuke, reflexionó sobre su forma de ser. Sabía que confiaba en su grupo, pero, al mismo tiempo, siempre sentía cierta distancia. Su relación con los subordinados no se parecía a la de los otros capitanes. Yuusuke era mucho más accesible y cercano, así que, en teoría, deberían sentirlo más cercano. Y aun así, la sensación era la contraria. Parecía alguien cercano, pero en el fondo, era distante.
«Quizá confía en nosotros, pero no nos abre su corazón...». De repente, Zaisha dio con esa conclusión.
—Oye, tía, ¿y qué tiene con la princesa Violet?
—¡Sí, sí! ¡Y también cuéntanos sobre su amante desvalida!
—¡Basta ya! ¡Os estáis pasando!
El interminable bombardeo de preguntas de sus ex compañeras hizo que Zaisha volviera en sí. Sin perder tiempo, volvió a su "modo aguafiestas" y se encargó de mandarlas de vuelta a sus puestos con un buen empujón.
Hinke y... sus cosas
Las paraditas del mercado de Sanc Adiet, según las normas, al atardecer debían cerrar. En ese momento, algunos recogían sus mercancías para marcharse, otros se quedaban con la intención de asegurarse un buen puesto para el día siguiente, y las cantarinas rondaban las calles. Para ellas, esa era la hora más rentable, así que empezaban a desplegar sus encantos. El bullicio diurno daba paso a una actividad de un tono completamente distinto.
Un joven de cabello verde se adentró en un estrecho callejón de casas de ciudadanos comunes, alejándose de la plaza frente a la puerta del distrito. Al fondo del callejón se reunían las cantarinas, en una especie de construcción improvisada: varias chabolas unidas y reforzadas hasta formar un local bastante grande.
Sentada en un banco frente a la entrada, una cantarina de mediana edad fumaba tranquilamente de una larga pipa. Al ver el rostro conocido, lo saludó:
—Vaya, Hinke. Qué pronto has llegado hoy.
—Tampoco tanto. ¿Está Mila?
—Acaba de volver, pero parece cansada.
El tono de la mujer sugería cierta preocupación mientras hablaba de la chica favorita de Hinke. Le estaba aconsejando, indirectamente, que la dejara en paz esa noche. Sin embargo, él decidió entrar de todos modos. Si estaba allí, quería verla. La mujer exhaló el humo de su pipa con un suspiro y se encogió de hombros.
Dentro, la única iluminación provenía de las lámparas en las habitaciones ocupadas, por lo que el ambiente era sombrío. Avanzó por un estrecho pasillo delimitado por paredes de tela y cuero desgastados hasta llegar a una de las habitaciones, separada por simples tablones de madera.
—Ya estoy aquí.
La estancia contenía poco más que una cama cubierta con pieles raídas, una lámpara vieja colocada directamente en el suelo y un cajón de madera que se usaba de armario. Curiosamente, lo más llamativo era un aparador lujoso, aunque deteriorado, que probablemente habían recuperado de algún vertedero.
Sobre la cama, una joven de cabello verde descansaba con aire despreocupado. Al notar la presencia de Hinke, levantó la mirada.
—Vaya. Te has dignado a venir... aunque, bueno, no sé si es el mejor momento.
—Tienes cara de estar cansada. ¿Has estado atendiendo a muchos clientes?
Mientras se sentaba en el borde de la cama, Ludmila se incorporó con pereza y le dedicó una sonrisa burlona.
—No te pongas celoso. Soy una cantarina, ¿recuerdas?
—Bah. Yo no soy celoso.
Hinke frunció el ceño, aunque no pudo ocultar su expresión contrariada. Ella, con una sonrisa amable, se inclinó hacia él y le susurró al oído, dejándole sentir su cálido aliento:
—Tranquilo, no dejo que ningún otro hombre me haga lo mismo que tú.
Ese susurro, junto con su proximidad, le recorrió la espalda con un escalofrío. Sin dudarlo, la besó y la empujó contra la cama. Pero pronto notó que ella no tenía la misma energía de siempre. Preocupado, contuvo sus impulsos y le preguntó con seriedad:
—¿Qué te pasa? No es normal que estés así.
—Vaya forma de preocuparte... —murmuró ella, esbozando una sonrisa cansada—. Me ha estado siguiendo un tipo bastante turbio.
Desde el mediodía, había estado huyendo de una vigilancia persistente, sin lograr despistarlos. Apenas hacía poco que la presión de su presencia había desaparecido, pero no estaba convencida de haberlos perdido del todo.
—Vaya. Si ni siquiera tú has podido quitártelo de encima, debía de ser bastante hábil.
—No exag... No, espera —rectificó Ludmila con firmeza—. Corrige eso. Era parte de la brigada de élite de Blue Garden. Ahora solo soy una cantarina.
En realidad, había pertenecido a la Brigada de Viento, una unidad de espionaje de Blue Garden en la época en que Izapnar era el caudillo supremo del país. Se había infiltrado en Fonkrank como agente encubierta, pero cuando Izapnar cayó acusado de traición, decidió no regresar a su país y quedarse en Sanc Adiet.
Durante el régimen del caudillo, mientras llevaba a cabo su misión, ella había disfrutado de la libertad de la ciudad como una cantarina más. Para alguien que había sido criada por una familia de militares con la intención de convertirla en una soldado de élite, y que había vivido bajo esa estricta disciplina, aquella vida relajada era una bocanada de aire fresco.
Fue entonces cuando conoció a un joven en una taberna: Hinke, un guardia de la legendaria Patrulla del Dios Oscuro. Al principio, lo vio solo como un objetivo interesante para obtener información, pero cuanto más interactuaba con él, más se daba cuenta de que no tenía nada del típico subordinado de un héroe. Esa diferencia, su forma libre de vivir, terminó por atraerla.
La noche del Festival de la Cosecha, cuando en Paula se anunció la creación de Espejo de Agua, una organización a favor de la reina, Ludmila decidió revelarle su identidad a Hinke. Era evidente que Izapnar intentaría resistirse. Tarde o temprano, su país entraría en un caos y ella recibiría la orden de regresar. Quería que, antes de eso, él supiera quién era realmente. Estaba dispuesta a desaparecer después de confesarlo. Pero lo que recibió como respuesta fue algo que jamás habría imaginado.
—Entonces quédate aquí. Yo cuidaré de ti.
—¿Qué...? ¿Qué dices...?
—Mi capitán también se está moviendo por todo este asunto. Seguro que el líder de Paula caerá en nada.
Hinke le propuso algo completamente inesperado. Aunque al principio se mostró escéptica, sus palabras la hicieron dudar. Si regresaba a Blue Garden después de la caída de Izapnar, volvería a su vida de soldado, bajo la vigilancia de sus padres, sometida a la misma rutina estricta de siempre. No había ninguna garantía de que pudiera volver a Sanc Adiet. Además, con su edad, era probable que en el próximo Festival de la Danza, al inicio del siguiente ciclo, sus padres la obligaran a aceptar un matrimonio concertado.
A pesar de conocer su verdad, Hinke le ofreció un futuro diferente. «Quédate aquí. Yo cuidaré de ti».
Así, en la noche en que la Patrulla del Dios Oscuro regresó triunfante tras su intervención en la revuelta interna de Blue Garden y la conquista de la Fortaleza Deernorth, Ludmila tomó su decisión. Se quedó en aquella casa improvisada y, cuando Hinke llegó a buscarla, lo recibió con una sonrisa y aceptó su propuesta.
Ahora bien, al haber desertado, no podía moverse con total libertad. Por la misma razón, tampoco podía quedarse en casa de Hinke, un guardia de Fonkrank, al menos por un tiempo. Así que, hasta que las cosas se calmaran, planeaba seguir fingiendo ser una cantarina y esperar el momento adecuado para convertirse en una ciudadana normal y poder estar a su lado oficialmente.
—Entonces, ¿qué clase de persona era el que te estaba siguiendo?
—Pues era un usuario de artes aéreas bastante hábil. Usaba técnicas de rastreo y de asistencia de movimiento. Diría que era un especialista.
Al dominar las artes aéreas de transmisión, Ludmila pudo detectar las ondas de rastreo de su oponente y seguir su rastro. Esto le permitió esconderse mientras suprimía sus propias ondas de energía. Era especialmente hábil en huir por calles laberínticas y mezclarse entre la multitud. Sin embargo, esta vez, sus perseguidores habían logrado usar el viento para buscarla sin dejar rastro de su propia presencia. Era como si ellos pudieran ver su posición sin que ella pudiera verlos a ellos.
—Dominaba las artes aéreas a la perfección. Parecía que tenía mucha experiencia.
—Entonces no era un simple guardia. Puede que fuera un agente especial de palacio —murmuró Hinke, recordando que había visto a alguien parecido en casa de Hisotta.
Luego, con seriedad, le dijo que, si llegaba a estar en peligro, no dudara en usar su nombre para protegerse.
—Pero... ¡Eso pondría en riesgo tu puesto!
—No te preocupes. Si hablo con mi capitán, sé que podremos solucionarlo.
—¿...? ¿Estás seguro o lo dices para hacerte el interesante?
Ludmila no pudo evitar señalar lo endeble que sonaba la seguridad de Hinke, pero, al mismo tiempo, sintió una calidez dentro de ella. Saber que alguien se preocupaba tanto por ella le dibujó una pequeña sonrisa.
—En fin, no esperaba tener que usar esto contigo.
—¿Eh? ¿El qué?
Ludmila ladeó la cabeza al ver a Hinke sacar un pequeño frasco de su bolsa de herramientas. No parecía un medicamento común de los que usaban los soldados.
—Es un tónico especial que me ha dado el capitán. Te quitará el cansancio de golpe. Así que bébetelo y volvamos a la acción.
—Desde luego, que tú...
Todo el sentimiento de ser alguien importante para él se disipó en un suspiro.
(Xeniaxen: ¿No se habrá confundido y habrá usado el afrodisíaco? ¡Que este tío es capaz!)
Mientras esa escena se desarrollaba en la humilde casa, una figura de cabello verde los observaba desde lo alto del muro de un edificio cercano.
—Hmm... Parece que es solo una desertora que decidió quedarse por asuntos personales.
Tras llegar a esa conclusión, Reifold se retiró sin dejar rastro, desvaneciéndose sin que nadie notara su presencia.
La devoción de Hisotta
En las afueras de Sanc Adiet, una joven guardia de pequeña estatura caminaba por una calle estrecha del barrio de los desvalidos. Desde una esquina, una robusta mujer del barrio le dirigió una mirada cautelosa a la uniformada por un instante. Cuando la reconoció, su expresión se tornó afable.
—Oh, Hisotta. ¿Vas a hacer recados?
—Hola, tía Tisa. Sí. Si necesitas algo, dime y te lo traigo.
Vestida con el uniforme verde de la guardia de palacio, intercambió saludos con la mujer con la naturalidad de quien habla con un vecino de toda la vida. Se había criado en ese barrio, así que conocía a la mayoría de sus habitantes. A diferencia de otros guardias, no despertaba desconfianza. Es más, dado que a los desvalidos no se les permitía entrar libremente en Sanc Adiet, muchos le pedían que les comprara cosas de la ciudad.
—Por ahora no me hace falta nada, pero si cargas con algo pesado, no dudes en pedirle ayuda a mi hijo.
—Gracias... Pero no estoy acostumbrada a pedirle cosas a la gente...
No era raro que los comerciantes usuarios de artes divinas contrataran a desvalidos de los suburbios como sirvientes temporales. Sin embargo, a Hisotta le resultaba difícil tratar a los desvalidos como inferiores solo por el hecho de serlo. Y si encima se trataba de conocidos, su incomodidad era aún mayor. Que una usuaria tuviera una relación cercana con los desvalidos atraía miradas extrañas, y para alguien tan tímida como ella, eso era una carga difícil de sobrellevar.
—Ojalá tuviera la determinación del capitán...
—¿Te refieres a ese chico del pelo negro?
Incluso dentro del palacio, Yuusuke trataba a Sun de igual a igual. Por eso, Hisotta lo admiraba profundamente.
—La última vez que lo vi no me pareció tan imponente, pero ahora es toda una celebridad.
—Sí. Es una persona increíble.
Por alguna razón, recibir halagos sobre Yuusuke le hacía sentir feliz, y así, con una sonrisa, Hisotta continuó charlando con Tisa sobre el "héroe de Fonkrank".
—Por cierto, ¿cómo estás? Escuché que ese capitán fuerza a las chicas a estar con él.
Hisotta casi se cayó de bruces. ¡¿No se suponía que aquel rumor ya se había disipado?!
—Hasta fue a conocer a tus padres... ¿Estará pensando en casarse contigo? Oh, no. ¡¿Ya te ha dejado preñada?!
—¡E-Espe...! ¡T-Tía, ¿pero qué dices?!
Hisotta se puso roja como un tomate, completamente nerviosa. Defendió la inocencia de Yuusuke con todas sus fuerzas. Insistió en que no era un mujeriego como se rumoreaba, sino un hombre amable y de fiar.
—¡Ja, ja, ja, ja! Tranquila, tranquila. Pero, oye... Te gusta, ¿verdad?
—¡Aaah! N-No es eso... Yo solo... ¡Yo solo lo respeto mucho!
—¡Sigues siendo igual de fácil de engañar! —dijo Tisa, riéndose con alegría con las arrugas en las comisuras de sus ojos muy marcadas.
Fue entonces cuando Hisotta se dio cuenta de que le estaba gastando una broma, y el bochorno le hizo soltar un quejido.
—Uuuh... Qué mala...
—Ja, ja, ja. Bueno, en todo caso, me alegra ver que estás bien. Y ese capitán por aquí no tiene tan mala fama, así que quédate tranquila.
Gracias al trabajo de los "limpiadores desvalidos", ahora había quienes vivían mejor que antes. Al escuchar eso, Hisotta mostró una expresión entre aliviada y melancólica.
Desde que sus misiones con la Patrulla del Dios Oscuro la llevaban a viajar con más frecuencia, cada vez pasaba menos tiempo en su hogar, en el barrio de los desvalidos. Comparado con antes, apenas tenía oportunidad de conversar con sus viejos conocidos, y la distancia entre ellos se hacía cada vez más evidente. Las noticias que Tisa le contó sobre el barrio solían ser algo que ella misma habría sabido al instante en el pasado. Y ese pensamiento le hizo sentir un poco de nostalgia.
—Anda, no pongas esa cara tan triste. Si te gusta ese capitán, entonces échale ganas tanto al trabajo como al amor.
—¡Ah! T-Tía... Ya basta...
Hisotta se atragantó de la impresión al sentir un golpe cariñoso en su pequeña espalda y, avergonzada, apartó la mirada.
Hola, me estoy animando a leer esta novela. Ya esta re-traducido desde el primer capitulo o solo este tomo?
ResponderEliminar¡Hola! Todo lo que veas con estos nuevos botones azules para navegar de un post al otro está re-traducido. También lo notarás por el uso de guion largo en los diálogos en vez de comillas. Lo estoy re-publicando todo poco a poco. ¡Gracias por leerlo! :)
Eliminarhola que tal como estan que a pasado con ustedes que no an subido mas capitulos de Re:Monster que daron en pausa desde hace 5 meses ya
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