Vaya, ya hacía más de medio año que no subíamos esta serie... En mi defensa, el traductor que se había reservado este capítulo todavía sigue sin entregarlo (al final lo he traducido yo).
La semana que viene publicaremos el siguiente, que ya teníamos preparado todo este tiempo.
En cuanto al resto, los traductores del inglés solo tienen avanzado hasta el 97, así que por el momento llegaremos hasta ahí como máximo... Lo siento. Si alguien sabe japonés, que colabore.
-Xeniaxen
Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator
Traducido por: Xeniaxen
95
Cuando Yuusuke regresó al palacio, encontró a Violet esperándole en la sala que solían utilizar para reuniones confidenciales. Le acompañaban Krielov y Sun. A pesar de haber recibido a quemarropa el proyectil más potente de las técnicas acuáticas ofensivas, la lanza de hielo, solo había sufrido unas contusiones leves. Al verle en perfecto estado, los tres dejaron escapar un suspiro de alivio.
—Yuusuke... Me alegro tanto de que estés bien...
—Menos mal que no ha sido nada grave.
—Sí, salí del paso gracias a que Hisotta me avisó y reforcé bien la defensa.
—Aun así, jamás imaginé que llegáramos a una situación como esta...
Como sería el Rey Esvobus quien decidiría si el incidente debía hacerse público o no, Krielov insistió en que nadie debía decir nada al respecto por el momento, ni siquiera los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro o sus subordinados que estaban buscando a los atacantes por toda la ciudad.
—Vuelve a casa y descansa por hoy. Sun, tú también deberías ir con él. Krielov, ven conmigo. Tengo que hablar con padre un momento.
Con el rostro tenso y severo, Violet salió de la sala junto a Krielov. Yuusuke dudó un instante, pero decidió seguir las órdenes de su jefa.
—Volvamos, Sun.
—Sí.
En la zona de carruajes del palacio les esperaba su coche privado. Subieron y emprendieron el camino de regreso.
Aún no había llegado ni la tarde, pero el sol ya se había hundido en el horizonte. El tranquilo distrito de la alta nobleza estaba sumido en el mismo silencio apacible que durante la noche. Acompañado por el traqueteo constante del carruaje, Yuusuke miraba distraído por la ventana. Sun notó algo distinto en él, y le habló con cautela.
—¿Yuusuke?
—¿Mm...? ¿Qué pasa, Sun?
—Ah, nada... Perdón si he interrumpido tus pensamientos...
—Nah, solo estaba embobado.
Yuusuke le dedicó una sonrisa al decir eso. Pero en esa sonrisa había algo que no encajaba, y Sun sintió una punzada de incomodidad. Se quedó callada, y el silencio se hizo denso. Incómoda con la situación, buscó algo que decir y continuó:
—Yuusuke, eres increíble, de verdad. Siempre estás tan tranquilo y sereno...
—Bueno, a lo mejor es que no acabo de asimilar lo que pasa.
—No digas eso. Has dado órdenes claras a todos tus subordinados, ¿no?
—Ah, bueno. Es que todos me entienden con pocas palabras... Les digo una cosa y ellos ya han hecho cinco... o tres, al menos.
Sun soltó una risita ante la evaluación con cifras tan arbitrarias. Al ver a Yuusuke tan natural como siempre, se sintió aliviada, y pensó que quizá aquella incomodidad de antes no era más que una ilusión. O tal vez, lo que la había afectado era su propia agitación tras todo lo ocurrido con el intento de asesinato, que a su vez había distorsionado la forma en que percibía a Yuusuke.
Sin darse cuenta, llevó la mano a la antigua cicatriz que le cruzaba el abdomen.
—Yuusuke, eres muy fuerte. Yo... A mí me daría miedo que me quisieran matar.
—Yo también tengo miedo, igual que tú...
—¿Eh?
—Claro que tengo miedo.
Sun se quedó sin aliento al ver los ojos de Yuusuke cuando volvió a esbozar aquella sonrisa. No, no había sido una ilusión: la incomodidad que había sentido antes era real.
Aquella mirada... la había visto antes. Fue durante la campaña de pacificación de la revuelta de Trent Rietta, la noche anterior a la batalla final, en un pueblo cerca de la frontera. Aquella noche en la que escuchó por casualidad un soliloquio de Yuusuke, en una esquina de la ciudad.
—Yuusuke...
Sun lo abrazó, rodeando con los brazos su cabeza. Al principio, Yuusuke pareció desconcertado y se removió nervioso, pero al poco rato se rindió a ese abrazo y relajó el cuerpo, dejándose llevar. Se acurrucó contra el pecho de Sun, dejando que lo envolvieran su fragancia, su calor y los latidos de su corazón.
Cuando el enemigo al que debía vencer estaba claro, todo era más fácil. Si lo derrotaba, estaba a salvo. Una amenaza definida, tangible. Eso le permitía centrarse únicamente en eliminarla. Mientras estaba concentrado en esa tarea, podía dejar a un lado el miedo, la ansiedad. Pero una amenaza que no podía identificar claramente era mucho más difícil de enfrentar. No sabía qué hacer, ni cómo actuar, ni qué medidas tomar para estar a salvo. Necesitaba consuelo. Si no podía eliminar lo que le produce miedo, necesitaba algo más para seguir adelante.
Yuusuke permaneció un rato abrazado a ella en silencio. Al cabo de un rato, pasó lentamente las manos por la delgada cintura de Sun y, con suavidad, se incorporó, como cubriéndola.
—¿Yuusuke...?
Sun quedó recostada en el asiento, un tanto confundida. El interior del carruaje era lo bastante amplio como para tumbarse un poco, aunque no podían estirar completamente las piernas y, al estar en movimiento, el vaivén no ofrecía precisamente una buena estabilidad para dormir.
—Eh, esto...
—...
Sun estaba a punto de decir algo tonto como, «Tal vez sería mejor descansar cuando lleguemos a la mansión», pero cuando Yusuke comenzó a desabotonar la parte delantera de su uniforme de asistenta, ya no pudo ocultar su impaciencia interior.
«¡¿Eh?! ¡¿Qué?! ¿¡Aquí?! Aún no estoy mentalmente preparada...»
Aunque estaba tan oscuro afuera que no se veía nada, todavía era de día. Mientras el carruaje pasaba por la calle, Sun no pudo negarse a Yusuke, que tenía una mirada en sus ojos como si estuviera poseído por algo. Mientras ella entraba en pánico y pensaba: «¿Qué debo hacer, qué debo hacer?», el pecho de su vestido finalmente se abrió, revelando la tela que protegía sus modestas curvas.
Sin dudarlo, Yusuke le apartó la prenda y la besó, sintiendo más profundamente la temperatura de su cuerpo.
—Hmm... Ah...
Cuando los labios de Yusuke tocaron su piel directamente, el cuerpo de Sun se puso rígido por un momento y dejó escapar un suspiro, sus hombros temblando de tensión y vergüenza. Entonces, el carruaje pareció pisar una piedra que rodaba en la calle. Las ruedas rebotaron y el carruaje se sacudió.
Yuusuke recuperó el sentido. Miró hacia arriba y vio una pizca de miedo en los ojos de Sun. Su deseo de conquistarla se desvaneció rápidamente, mientras su sentimiento de culpa crecía.
—¡L-Lo siento...!
Se apartó rápidamente y apartó la mirada de Sun, a quien había puesto en un estado indecente con sus propias manos. Ella se incorporó y se acomodó el pelo despeinado. Tal vez por vergüenza o por sorpresa, inclinó la cabeza y se sentó en el borde de su asiento. Los dos no intercambiaron una sola palabra hasta que llegaron a la mansión.
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—Uuuhh... Aaahh...
Tumbado boca abajo en la cama de su habitación, atormentado por los remordimientos, Yuusuke se giró hacia la puerta al oír unos golpecitos.
—¡Yuusukeee! ¿Estás despierto?
—¿Raaz...?
Desde el otro lado de la puerta, entreabierta, Raazsha asomó la cabeza con un gesto ágil. En cuanto comprobó que el joven estaba despierto, entró en la habitación y se deslizó hasta el borde de la cama, donde le susurró al oído.
—Me han dicho que querías hacerte a Sun dentro del carruaje, ¿no?
—Ugh...
«Así que era por eso», pensó Yuusuke mientras apartaba la cara con gesto incómodo. Esbozando una sonrisa maliciosa, Raazsha se volvió hacia la puerta entreabierta y llamó.
—¡Suuun, pasa, pasa!
—N-N-N-... ¡¿Uh?!
Ignorando la extraña exclamación de Yuusuke, Raazsha hizo un gesto con la mano para que Sun se acercara. Entró titubeando en la habitación. La sentó junto a Yuusuke. Ambos tenían la cabeza agachada.
—...
—O-Oye, Raaz, ¿pero qué estás...?
—Ju, ju, ju. Qué incómodo, ¿verdad?
—Muchísimo. Esto es muy incómodo.
Suplicando mentalmente que lo dejaran en paz, Yuusuke no era capaz de mirar a la cara a Sun, que permaneció en silencio. Raazsha parecía estar disfrutando un poco de la situación. Mantenía su aire relajado, pero su voz se tornó seria y adoptó un tono casi didáctico.
—Estas cosas, cuanto antes se solucionen, mejor.
—¿Solucionar...? ¿Qué estás tramando?
—¿Cómo que tramando...? No es para tanto. ¿Qué tal si hacemos una merienda nocturna los tres juntos, para empezar?
—Pero si todavía es de día...
Los sentimientos que normalmente se guardaban en lo más profundo del corazón, aquello que no se atrevían a decir en voz alta... era el momento perfecto para que pudieran confirmarlos y enfrentarlos juntos.
—Es ideal. Creo que los dos deberíais intentar hablar con sinceridad, ¿no os parece?
Como Yuusuke era reacio y Sun tendía a contenerse, cuando estaban a solas era fácil que ambos se echaran atrás y nunca llegaran a tocar los temas importantes. Por eso, Raazsha parecía dispuesta a intervenir como mediadora, tendiendo un puente entre emociones y palabras.
—Hablar, ¿eh...?
—¿Cómo? ¿Esperabas otra cosa?
—No, ¡claro que no!
La réplica de Yuusuke hizo que Sun soltara una risita. Al ver que ambos parecían haberse relajado un poco y segura de que era el momento, Raazsha desplegó las habilidades de conversación que había perfeccionado en sus tiempos como espía: saber escuchar y saber hacer hablar.
—Bien, entonces. ¿Empezamos? Primero, ¡un brindis!
—¿Un brindis? Espera, ¿¡de dónde ha salido el alcohol!?
—Je, je, je... No te preocupes, esto es una fiesta.
Y así, se dice que aquella noche los tres siguieron conversando hasta bien entrada la madrugada.
Unos días después del intento de asesinato, resuelto sin daños mayores, en la residencia de Yuusuke...
Desde primera hora de la mañana, la visita de un duque heredero tenía a los sirvientes más tensos de lo habitual. Se movían de un lado a otro con nerviosismo. Mientras tanto, el dueño de la casa mantenía su habitual aire relajado y acogía tanto a su invitado como a sus subordinados con la misma tranquilidad de siempre, guiándolos hacia una sala apropiada para reuniones importantes.
—Ahora que lo pienso, creo que es la primera vez que vengo a tu casa. Es algo... modesta, ¿no? —dijo Hivodir, mientras echaba un vistazo a la sobria decoración.
—No lo compares con la tuya —Yuusuke respondió a la crítica con una pulla. Al fin y al cabo, su mansión de duque, parecía más un palacio que una vivienda.
En la sala estaban reunidos Hivodir de la Patrulla de Fuego, los cinco miembros de la Patrulla del Dios Oscuro, su asistente Sun, el guardia de apoyo Sorzak, la esclava Raazsha y Rasanaasha, una antigua cantarina. En total, once personas. El objetivo de la reunión era escuchar a Hivodir, que había estado presente durante el interrogatorio, sobre la identidad de los responsables del intento de asesinato y coordinar las medidas a tomar a partir de ahora.
Cabe destacar que Hivodir pudo asistir al interrogatorio gracias a que Violet intercedió directamente ante el Rey Esvobus. A diferencia de Krielov, que estaba obligado a custodiar a Violet en todo momento, Hivodir gozaba de libertad para moverse fuera del palacio y mantener una relación más informal con Yuusuke, como acudir a su casa y discutir asuntos con él, como en esta ocasión.
Capturaron a los autores del atentado rápidamente. Los informadores urbanos, avisaron de la presencia de dos individuos sospechosos escondidos en el distrito de clase baja.
Uno de ellos, el hombre de cabello azul, era un ex ciudadano de Noscentes que guardaba cierto resentimiento hacia la Patrulla del Dios Oscuro. El otro, un guardia de la Patrulla de Tierra, había tenido supuestamente a un conocido entre las filas del escuadrón especial de exterminio de bestias mágicas, que fue aniquilado. Ambos, según los testimonios, habrían coincidido en una taberna despotricando contra el héroe de Fonkrank, y fue entonces cuando apareció un emisario que decía pertenecer a una facción contraria a la Patrulla del Dios Oscuro, ofreciéndoles un encargo: asesinar al capitán de dicho escuadrón.
—Y esa fue la primera versión que dieron los dos.
—¿Fue una declaración falsa?
Hivodir asintió, dispuesto a explicar con orden todo lo que la investigación había sacado a la luz después.
Resultó que, en efecto, el hombre del pelo azul era de Noscentes. Sin embargo, en cuanto al otro, el supuesto guardia, no existía ningún vínculo real con el escuadrón especial de exterminio.
Los guardias encargados de la investigación consideraron extraño que el hombre que propuso el asesinato se presentara tan abiertamente como miembro de la facción. Tras recabar más en ese punto, los dos autores materiales acabaron confesando que el emisario les había dicho: «Si os atrapan, decid que fue un tipo de la facción ¡quien os propuso el plan».
—Al parecer, también les aseguró que no serían castigados aunque los detuvieran —añadió Hivodir.
—Una cosa es que se lo dijeran, pero no creo que se lo creyeran tan fácilmente —replicó Zhahid, con razón.
Hivodir asintió, con el rostro algo serio, señalando que probablemente hubo algún motivo de peso para creerlo. Por las características del hombre que les hizo la propuesta, le recordaba a cierto espía que, al igual que Reifold, recibía órdenes secretas directamente del Rey.
Actualmente, ese espía se encontraba fuera del país en una misión de inteligencia.
—Eso significa que...
—¿No estará diciendo que el Rey...?
Los susurros sorprendidos de Zaisha e Hisotta, acompañados de expresiones de confusión y temor, rompieron el silencio que se había instalado en la sala.
Bajo la atenta mirada de todos, Hivodir soltó un suspiro y explicó que, al ser interrogados con más dureza, los detenidos confesaron que el hombre que los había contratado dejó caer que actuaba bajo órdenes directas del Rey Esvobus.
—Aunque el propio Rey lo ha negado, claro.
Por ahora, la investigación para identificar al hombre que les ofreció el trabajo sigue en marcha, y está previsto que se reanuden los interrogatorios a ambos implicados en los próximos días.
—¿Entonces... querían deshacerse de ti y del bando del marqués al mismo tiempo?
—Si de verdad fue el Rey quien lo ordenó, eso es lo que parece.
—Cuesta mucho creerlo.
—A mí también.
Tal vez por la gravedad del asunto, todos quedaron impactados. Aunque la reunión era para planear los próximos pasos, ni siquiera podían mantener una discusión coherente.
Todavía no había pruebas concluyentes de que la orden viniera del Rey. Ahora bien, el hecho de que en el asunto del cierre del laboratorio en Delia-Lidea también pareciera haber intervenido el monarca a través de Reifold hacía que el pensamiento flotara en la mente de todos.
—Perdón... ¿Puedo decir algo?
—¿Sí? ¿Qué pasa?
Quien había levantado la mano para pedir permiso y hablar era Raazsha. Con Violet, aún se atrevía, pero frente a un duque heredero con el que apenas había tratado, no podía usar su tono habitual. Su actitud era tímida, y en su delgado brazo relucía débilmente la pulsera negra que llevaba siempre puesta.
Hivodir mostró un instante de desconcierto, pero enseguida se recompuso y le dio paso de forma natural.
—Eh... Me gustaría saber cómo se comportaban los culpables.
Quería saber si su actitud cambió entre la primera y la segunda declaración. Hivodir no entendía del todo cuál era la intención tras esa pregunta, pero hizo memoria sobre el interrogatorio y respondió:
—Diría que estuvieron igual todo el tiempo. No parecían especialmente asustados ni nada.
—Entonces, ¿por qué se consideró creíble la confesión en la que insinuaban que actuaban por órdenes del Rey?
—Pues porque, a diferencia de la primera, esa declaración no tenía contradicciones ni vaguedades.
—Eso no me cuadra... —dijo Raazsha como ex experta en seducción y manipulación, dejando a todos atentos a sus palabras—. La primera declaración era una mentira que podía destaparse con solo investigar un poco. Pero, en la segunda, el supuesto espía a quien podrían consultar está fuera del país y aún no se ha podido confirmar nada, ¿verdad?
—Exacto. Está muy bien armado: nos cortaron desde el principio cualquier vía para llegar a la verdad —respondió Hivodir, llevándose la mano a la frente en un gesto resignado.
—Es que... —Raazsha frunció el ceño y continuó, con cierto recato—. Ni siquiera está previsto interrogar al testigo clave. Por tanto, no hay motivos sólidos para dar por buena la segunda declaración, ¿no?
—Ah, claro. Tienes razón. Mientras no haya pruebas irrefutables, no se le puede dar fiabilidad al testimonio. De momento, lo único que tenemos es que su versión se mantiene sin fisuras.
Desde luego, cabía la posibilidad de que los propios culpables hubiesen sido engañados. Así, aunque dijeran la verdad, eso no garantizaba que esa verdad fuese cierta. Lo primero era identificar al supuesto espía que les hizo la propuesta y capturarlo, pero tal y como estaban las cosas, ni eso parecía sencillo.
—Esto... Si se acepta esa declaración como cierta, entonces, ¿el hecho de que les ordenaran declarar lo de la la facción también formaría parte de una estrategia del Rey Esvobus...? Empezando por ahí, eso ya es raro.
—Ah... Sí, es verdad. Ciertamente, resulta extraño pensar que el Rey quisiera eliminar a Yuusuke. Entiendo que cueste creerlo.
—¡No es eso lo que digo! ¡Lo que digo es que el Rey no cometería un error tan torpe! —estalló Raazsha, volviendo a su tono habitual, claramente irritada por la respuesta fuera de lugar del "hijito de casa noble" que parecía creer haberlo entendido todo.
Entonces expuso su razonamiento, basado en la extrañeza que sentía y en su conocimiento del Rey Esvobus.
—Si realmente hubiese sido idea del Rey, no habría dejado que la primera declaración tuviera contradicciones ni puntos ambiguos. Incluso si su objetivo fuera eliminar a Yuusuke para así deshacerse de toda la facción, tratándose de alguien tan inteligente como él, lo habría planeado todo con mucha más meticulosidad. Además, el Rey no tiene mucho que ganar con la muerte de Yuusuke. Si de verdad quisiera eliminarlo, tendría muchísimos métodos más eficaces que contratar a unos aficionados.
Ella no confiaba en Reifold, pero incluso así, la forma en que le describía la devoción casi ridícula del Rey por la princesa Violet parecía cierta, tal y como lo había podido sentir durante el desfile del Festival del Aniversario. Y si eso era cierto, no tenía sentido pensar que el Rey quisiera poner en peligro a Yuusuke, sabiendo que era el favorito de su hija, solo por quitarse de encima a una facción molesta.
—¿Y si todo esto no es más que una estrategia de la facción para hacer creer que se trata de una maniobra del Rey? —concluyó Raazsha.
Todos guardaron silencio y se miraron entre sí. Era una conclusión tentadora, que todos querrían abrazar sin dudar. No obstante, aún quedaba la duda de si personajes como el marqués Volard, uno de los líderes de dicha facción, serían realmente capaces de poner en marcha una conspiración tan peligrosa.
Fue entonces cuando el mayordomo jefe, Zhafis, anunció la llegada de un nuevo visitante.
—Señor Yuusuke, la princesa Violet ha venido a verle.
—¿Violet? Hazla pasar enseguida, por favor...
Yuukuse apenas había comenzado a hablar cuando la puerta se abrió y Zhafis se retiró con una reverencia.
Allí estaba ella, acompañada de Krielov. Llevaba su habitual vestido rojo, pero el guardia, en lugar del atuendo de burócrata, iba uniformado con el traje de capitán de la Patrulla de Fuego.
—Veo que estáis todos. Perfecto. Hay algo importante que debo contaros.
Violet miró alrededor del salón, luego fue directa hacia Yuusuke, que estaba en la cabecera de la mesa, y sin dudarlo se sentó sobre su regazo antes de comenzar a hablar.
—He venido a hablar sobre lo que pasó... y sobre mi padre.
Un murmullo de sorpresa recorrió la sala. Una tensión inmediata llenó el ambiente, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso.
—¿Por qué te sientas en mis piernas? —preguntó Yuusuke, sin saber cómo reaccionar.
—No importa —replicó Violet, sin inmutarse—. No había sillas libres —añadió mientras se acomodaba, antes de dar un golpecito sobre la mesa con la palma.
Después de quedarse mirando sin reaccionar, Sun se levantó apresuradamente para buscar una silla extra, pero Violet la detuvo con un gesto despreocupado. Al parecer, el regazo de Yuusuke le resultaba más cómodo que las sillas del salón.
Así, la atmósfera tensa que se había formado se deshizo por completo, y el tono de la reunión se relajó. Krielov, en cambio, permanecía de pie detrás de Violet, cada vez con el ceño más fruncido, como si sus arrugas fueran a multiplicarse.
Antes de que la princesa Violet iniciara su relato, la hicieron partícipe de la conclusión a la que había llegado Raazsha minutos antes, y entonces...
—¿Cómo? ¿Habéis llegado a la misma conclusión? —dijo la princesa llameante, encogiéndose de hombros.
Yuusuke notó cómo exhalaba un suspiro de alivio al comprender que no haría falta extenderse en explicaciones.
—Violet, ¿tú también has llegado a esa conclusión?
—Por supuesto —respondió ella con un guiño—. No soy tonta.
A continuación, desveló que aquella misma mañana había recibido una carta en la que se sugería algo así como: «¿Por qué no reúnes a la Patrulla del Dios Oscuro en la Fortaleza y protestas ante el Rey?». Era un plan para desacreditar al escuadrón y ganarse la simpatía del pueblo.
—Están convencidos de que resulta fácil engañarme.
—Sí... Bueno... Supongo —asintió Yuusuke.
—¡No les des la razón! —exclamó Violet, y le soltó un taconazo en la espinilla.
Mientras los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro los observaban con miradas algo condescendientes, Krielov retomó la explicación:
—La facción pretende aprovechar la estrecha relación personal entre vosotros para instigar la impulsividad de la princesa y, después, culpar al capitán de todo. Eso significa que creen que ni siquiera yo podría detenerla si decidiera actuar por su cuenta.
Pensaban que, atemorizado por el intento de asesinato, el capitán Yuusuke envolvería a la princesa en su protesta contra el Rey. Para eso convencieron a los dos ejecutores, para que testificaran insinuando que el Rey estaba implicado. Luego, seguramente planeaban difundir ampliamente la noticia por todo el reino y el extranjero para que se creyera que el héroe de Fonkrank se había alzado contra su Rey. Ni la hija de un monarca se libraría de un escándalo así sin sufrir alguna clase de castigo.
—No creo que ese rey tan sobreprotector con su hija sea capaz de imponerle un castigo serio —comentó Hinke con tono despreocupado.
Zaisha le lanzó una mirada afilada por llamar "padre sobreprotector" al rey. Entonces Zhahid señaló una posible jugada de la facción:
—Quizá su plan era organizar una recogida de firmas pidiendo clemencia para la princesa, promovida por el propio marqués Volard.
—Mmm... Es posible —añadió Vermeer—. Así obligarían al rey a elegir entre la princesa y el capitán. Si suavizara el castigo a la princesa, todos pensarían que le debía un favor al marqués.
Al mismo tiempo que presionaran al rey, se ganarían el mérito de haber defendido a la princesa y contribuido a "sanear" la corte, demostrando así su lealtad. Un movimiento político que incluso podría neutralizar cualquier desagrado del monarca hacia ellos. Y al final, toda la responsabilidad del escándalo recaería sobre el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.
—¿Pero por qué tienen tantas ganas de quitarme de en medio? ¿Es solo por mi origen humilde?
—Eso influirá, sí, pero si fuera solo eso, no se molestarían en maquinar tanto —respondió Violet, recostada contra Yuusuke, con expresión de fastidio.
—Probablemente están nerviosos... —entonces puso la voz más grave, como si lo que venía fuese más preocupante—, por la posible abolición del sistema de castas. Tienen miedo de que su estatus y poder se vean amenazados.
—¡Ah...! ¡Conque era eso!
—¿Eso qué significa?
Yuusuke conocía la idea de la Confederación de los Cinco Clanes y lo captó enseguida, pero los demás no tenían ni idea de qué hablaban. Con todos perplejos, Violet miró a Krielov para pedirle su aprobación con la mirada y, al recibirla, les explicó de qué trataba el proyecto.
—Al parecer, mi padre ve con buenos ojos la Confederación de los Cinco Clanes que propone la reina de Blue Garden.
La iniciativa consistía en abolir el sistema de castas basado en la Fe a los Cuatro Grandes Dioses y eliminar las diferencias de estatus entre quienes poseen artes divinas y quienes no, tratándolos a todos por igual.
La facción contraria Patrulla del Dios Oscuro ya estaba al tanto de ello y, además, parecía que también conocían algo sobre el Dios Oscuro. Dado que el Rey se encontraba en una postura que podría interpretarse como un rechazo a la Fe de los Cuatro Grandes Dioses, no sería raro que pensaran que estaba bajo la influencia del Dios Oscuro.
—Así que por eso quieren apartarme...
Era comprensible que ellos lo vieran como algo gravísimo, pero no dejaba de ser un malentendido monumental. Yuusuke se resignó con una mezcla de indignación y aceptación.
—Pero... aun sabiendo todo eso, ¿no sigue sin haber pruebas de que todo este jaleo sea una maniobra de la facción? —dijo Vermeer frunciendo el ceño y con los brazos cruzados.
—Es verdad —coincidió Hinke, con las manos detrás de la cabeza mientras miraba al techo—. Lo que ha deducido Raaz y lo que hemos supuesto aquí tiene sentido, pero... falta algo que sea determinante
Entonces Zhahid sugirió aumentar la vigilancia sobre los dos autores del atentado fallido contra Yuusuke, por si intentaban silenciarlos.
—En cuanto a eso, ya hemos tomado medidas.
—Antes de venir aquí, pasamos por el centro de detención y dejamos allí a subordinados de Krielov. Por eso hoy llevaba el uniforme de capitán de la Patrulla de Fuego.
—Hmm... Nos faltan pruebas, ¿eh...? Ahora que lo pienso, si los dos culpables no saben nada más, ¿realmente hay necesidad de silenciarlos?
—Al menos sabemos que los autores materiales no han tenido contacto directo con los verdaderos culpables. Por eso mismo, si no paramos de interrogarlos, podríamos toparnos con alguna pista que no sea relevante. Debemos actuar con cautela.
Violet trató de resumir los pasos a seguir: no quedaba otra que continuar observando los movimientos de la facción dentro del palacio y recopilar información poco a poco.
Fue entonces cuando Rasanaasha, que hasta el momento había estado siguiendo en silencio el desarrollo de la reunión, intervino con timidez.
(Xeniaxen: Justo estaba pensando yo que Nasha no había intervenido en ningún momento en la reunión.)
—Alteza Violet, ¿me permite una sugerencia?
—¿Eh? Habla, cantarina que se ha convertido oficialmente en la mujer de Yuusuke.
—¡Pero bueno!
Rasanaasha se llevó las manos a las mejillas, sonrojada. Nadie supo si de verdad estaba avergonzada o fingiendo.
A continuación, propuso que se permitiera a Raazsha encontrarse con los dos detenidos. Con su agudo sentido de la observación, quizá podría descubrir si aún ocultaban algo.
—¿Qué opinas tú, esclava de Yuusuke?
—¡Eh!
Yuusuke le tiró de un mechón de pelo a Violet desde detrás, protestando para que usara los nombres de las chicas en vez de apodos absurdos.
Por su parte, Raazsha comprendió que le estaban dejando formar parte de su dinámica, y en su interior sintió una cálida alegría.
—Tengo buen ojo para leer a las personas —dijo con una sonrisa.
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