Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
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Traducido por: Xeniaxen
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Siguiendo la petición de Fonkrank, cinco días después de la reunión del consejo de emergencia, Valerie y otros antiguos miembros de Viento Afilado fueron trasladados bajo escolta desde Trent Rietta a Sanc Adiet. Entre los convocados estaba Brentford, la ex oficial militar, y los domadores de bestias que estuvieron bajo su mando.
En cuanto a ella, Yuusuke había intercedido a través de la princesa Violet y del Rey Esvobus para solicitar su indulto a las autoridades de Trent Rietta, quienes accedieron a la petición. Su carisma dentro del antiguo grupo de Viento Afilado era notable, por lo que se consideró que era mejor mantenerla con vida. Actualmente, cumplía trabajos forzados en la mina de Lidea, donde ejercía de supervisora.
Por otro lado, Valerie llevaba una vida de confinamiento en la residencia de la familia Elfidras, que había quedado abandonada en Ringwall, acompañada solo por sus dos asistentes y el joven esclavo. En la práctica, se la mantenía como rehén en caso de que fuera necesario presionar a Brentford. Aunque esa clase de precauciones eran innecesarias con alguien de su carácter, el siempre prudente Rey Cliffzah había tomado tales medidas como seguro.
Cabe mencionar que el oficial general Fortress había caído en combate, mientras que el oficial financiero Izaac seguía en paradero desconocido.
—Hola. Cuánto tiempo.
Valerie y Brentford, que habían llegado tensas al encuentro con el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro, sintieron una extraña mezcla de desconcierto y alivio al notar que Yuusuke no mostraba ninguna diferencia en su actitud con respecto a cuando habían tratado con él en su país.
No era raro encontrar personas que mostraban una cara completamente distinta dependiendo del entorno. Había quienes, detrás de un historial impecable de hazañas, escondían una personalidad fría e incluso despiadada. De hecho, entre los rumores que circulaban en torno al héroe de Fonkrank, algunas historias apuntaban en esa dirección. Esa idea había inquietado a ambas.
—Veo que sigues viva. Impresionante.
—Je, je. Me alegra ver que tú también gozas de buena salud —una vez relajada, Brentford respondió con un tono acorde a su antiguo rango, con la misma presencia imponente de siempre, en la que su belleza se combinaba con un aire de fiereza.
—Sigues siendo tan natural como siempre, ¿eh? —añadió Valerie, ya sin tensión también, y le dedicó una sonrisa irónica.
—Bueno, simplemente no me gustan los formalismos.
Mientras el capitán oscuro y las testigos intercambiaban saludos casi como viejos amigos, los guardias de Fonkrank intercambiaron miradas de desconcierto. Aun así, la sorpresa les duró poco: «Bueno, es el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro, después de todo». Al parecer, la forma de ser de Yuusuke ya no les resultaba tan extraña.
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Al otro lado del palacio, en dirección opuesta a la residencia de la familia Vuolasche, un espía que había estado investigando el entorno del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro regresó a la mansión del marqués Volard con un rumor peculiar. Se trataba de una historia sobre la verdadera identidad del capitán.
La información provenía de un agente infiltrado en Gazetta. Allí, se decía con gran convencimiento que existía un ser llamado Dios Oscuro, una deidad maligna que caminaba entre los mortales, y que su descripción coincidía a la perfección con la del héroe de Fonkrank.
Si solo se tratara de una habladuría en una taberna cualquiera, no sería más que un chisme sin fundamento. Sin embargo, corrían historias similares que vinculaban al capitán con ese Dios Oscuro en Fonkrank y Blue Garden, e incluso en Trent Rietta y en la desaparecida Noscentes. Ante la coincidencia de los testimonios en tantas regiones, Volard no podía permitirse descartarlo como una simple invención.
—¿La leyenda del Dios Oscuro de la Calamidad...?
Los registros del Consejo Divino de Noscentes contenían información detallada sobre este dios. El hecho de que hasta ahora no hubieran salido a la luz solo podía significar que el Rey Esvobus había decidido ocultarlos. Dada la gravedad del asunto, el marqués consideró que la decisión del monarca había sido acertada.
—No obstante, aún no puedo utilizarlo.
Hasta que no tuviera más detalles concretos, mover ficha sería imprudente. Así que ordenó a sus espías que continuaran investigando sobre ese ser conocido como Dios Oscuro.
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Después de recibir una explicación detallada de Valerie y las bestias mágicas modificadas y de consultar la investigación realizada por Trent Rietta, Yuusuke finalmente comprendió la naturaleza de estas criaturas que no respondían al sonido de las flautas mágicas. La razón era sorprendentemente simple: aunque habían sido modificados para poseer la capacidad de anular artes divinas, nunca llegaron a ser domesticadas.
En el laboratorio, las bestias modificadas pasaban por un proceso de mutación y, posteriormente, eran entrenadas para obedecer órdenes a través de una flauta mágica, completando así su conversión en bestias de guerra. Sin embargo, cuando ocurrió el accidente, entre las bestias mágicas que escaparon había muchas que aún no habían sido sometidas a este proceso de domesticación.
Además, las bestias modificadas con la capacidad de anular artes divinas se reprodujeron con bestias de guerra. Esto dio lugar a una segunda generación de bestias con ciertas habilidades heredadas. Esa fue la conclusión a la que llegaron tras combinar el conocimiento de Trent Rietta con la información recopilada por Fonkrank.
A diferencia de las bestias mágicas normales, la segunda generación nacía y crecía como las modificadas desde el principio. Esto llevó a la hipótesis de que los ataques frecuentes no eran meros incidentes aislados, sino una estrategia para obtener alimento con el fin de sostener su propia reproducción y prosperar como especie.
—¿No estará involucrado ese tal Izaac, el que se llevó a las bestias de guerra? —preguntó Yuusuke.
—Aunque el oficial financiero está oficialmente en paradero desconocido, hasta ahora no se ha avistado a ningún domador entre las hordas de bestias —respondió Brentford—. No parece haber ninguna conexión.
Sabían que, durante su huida de Ringwall, el oficial financiero Izaac había tomado consigo poco más de una decena de bestias de guerra y apenas uno o dos domadores. No era suficiente personal para controlar a las hordas de bestias mágicas actuales. Y, de todos modos, las flautas mágicas no funcionaban con ellas.
—Entonces... ¿podría ser que haya fallecido?
—Desde Trent Rietta, lo dan por hecho.
Se creía que el destino de Izaac y su grupo era un asentamiento de la organización, pero para llegar allí debían pasar cerca del laboratorio. Si hubieran usado una flauta mágica en un bosque infestado de bestias, solo habrían logrado atraerlas. Por más que contaran con una decena de bestias guerra, enfrentarse a una horda en su terreno era un suicidio. De hecho, antes de llegar al bosque, ya habrían sido devorados por sus propias bestias de guerra. Pero nadie conocía con certeza ese desenlace.
Lo que sí estaba claro era que exterminar a las hordas de bestias de segunda generación sería una tarea extremadamente difícil. Había que idear nuevas estrategias.
—Supongo que tendré que plantearme la fabricación de armas...
Dado que el grupo del marqués Volard lo tenía en la mira, lo más sensato era no actuar por cuenta propia hasta recibir una orden oficial. Mientras regresaba al palacio desde la prisión, Yuusuke reflexionaba sobre estos problemas.
Al día siguiente, Yuusuke volvió a visitar la comisaría con la intención de llevarles un par de obsequios a los de Viento Afilado. Había preparado sus dos especialidades: frutos rara dulces, y algo que probablemente aún no se había popularizado en Trent Rietta, frituras de pescado.
Al cruzar la puerta de entrada, el fondo del edificio estalló en vítores y gritos de entusiasmo.
—¿Qué pasa? —preguntó al guardia de la puerta—. Parece que hay jaleo.
—Ah, señor Yuusuke. Se está llevando a cabo un duelo en el campo de entrenamiento para prisioneros.
—¿Un duelo...? ¿Eso está permitido?
—Ah, no, no. Bueno, en realidad es solo un combate amistoso.
Según explicó, no era más que un ejercicio dentro del programa de ejercicio físico diseñado para garantizar que los prisioneros se mantuvieran en buen estado de forma. El uso de artes divinas estaba prohibido, y la lucha se limitaba al combate cuerpo a cuerpo. Se permitía realizar lanzamientos de objetos e inmovilizar al contrincante, pero quedaban excluidos los golpes a puntos vitales.
—Bueno, es una forma de entretenimiento para ellos.
—Hmmm... —asintió Yuusuke, comprendiendo la situación.
No era precisamente algo a lo que él habría llamado entretenimiento, pero lo dejó pasar sin darle mayor importancia. Luego, le preguntó sobre las celdas de los reclusos importantes, donde se encontraban Valerie y Brentford. Entonces, el guardia le hizo otra pregunta.
—Disculpe, ¿acaso ha venido a ver a los de la familia Elfidras?
—Sí, pensaba darles un pequeño obsequio. ¿Ha pasado algo?
—No, en ese caso...
El guardia señaló en dirección al bullicioso campo de entrenamiento, donde los gritos y vítores se mezclaban con insultos y abucheos. Desde la entrada, podían verse las espaldas de numerosos espectadores.
—Ahora mismo están ahí.
—Oh, vaya... Claro —Yuusuke sonrió con resignación al darse cuenta de que ambas seguramente estarían disfrutando del espectáculo—, una fanática de las peleas y una señorita de temperamento explosivo. No sé de qué me extraño.
Le dio las gracias al guardia y se dirigió hacia el campo de entrenamiento. Este pareció querer añadir algo más, pero terminó guardando silencio y lo despidió con una reverencia.
(Xeniaxen: Todxs sabemos que serán ellas dos las que están peleando por entretenimiento... Este tomo tiene cosas predecibles, pero a la vez me gusta; me engancha más a la historia, ¿no os parece?)
El campo de entrenamiento para prisioneros era lo bastante amplio como para que más de diez personas pudieran combatir a la vez. Contaba también con equipamiento de fuerza, como mancuernas y barras similares de halterofilia. En ese momento, todos esos aparatos estaban recogidos contra la pared, y una multitud rodeaba el ring central, destinado a los combates amistosos.
«¿Dónde estarán Valerie y Brentford?» pensó Yuusuke, mientras escudriñaba entre la gente agolpada en torno al duelo. Entonces divisó a Valerie en primera fila. Poco después localizó a Brentford, que estaba luchando contra un prisionero usuario de artes terrestres.
—Lo sabía... Está obsesionada con las peleas —murmuró Yuusuke con un deje de reproche, al ver cómo Brentford había atrapado el brazo del enorme adversario y lo arrastraba al suelo para aplicar una llave de estrangulamiento.
—¡Eh, Valerie!
—¡Ah! Eres tú.
Yuusuke se abrió paso entre la muchedumbre y se colocó a su lado. Le preguntó qué demonios estaba pasando.
—Ah, bueno, verás...
Según le explicó ella, todo había empezado porque un preso se había burlado de la relación entre ellas dos. Como siempre iban juntos a todas partes (ya fuera para pasear, comer o bañarse), empezaron a gritarles que seguro que eran pareja amorosa.
Si la cosa se hubiera quedado ahí, Brentford habría pasado del tema sin llegar al punto del duelo, pero...
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—Con ese niñato no vas a quedar satisfecha, ¿no lo ves?
—Igual resulta que es virgen, ¿sabes?
—¿Te enseñamos cómo es un hombre de verdad?
Ante las groseras burlas de los presos, Valerie reaccionó al instante sacando los colmillos fuera:
—¡Ehh! ¡¿A quién llamáis niñato?!
—¿Eh? No hables como una tía, que das grimilla.
—¡¡¡QUE SOY UNA TÍA, HOSTIAS!!! ¡¿Dónde coño tenéis los ojos puestos, panda de cegatos?! —estalló con toda la rabia propia de su temperamento.
Los presos se lo tomaron a broma y respondieron con sonrisas burlonas:
—¿Ah, sí? Pues enséñanos una prueba, venga.
—¿U-Una prueba...?
—Si no tienes colgajo, igual te creemos, pero vamos...
—¿Qué más da si tiene o no? ¡Si es más lisa que una tabla! ¡Pua, ja, ja, ja, ja, ja!
Valerie enrojeció hasta las orejas y quiso contestarles algo más, pero antes de que pudiera abrir la boca, Brentford se interpuso entre ella y los hombres con gesto severo.
—Os ruego que dejéis de insultar a la señorita.
Se plantó con elegancia, el peso centrado sobre una pierna y una mano apoyada en la cadera. Aunque su cuerpo era el de una guerrera curtida, su silueta de mujer madura desprendía una feminidad irresistible. Los presos, que la recorrían con la mirada desde los pies hasta la coronilla, tragaron saliva con fuerza.
—Esta sí que está demasiado buena pa'l niñato este.
—¡¡Y siguen!! —se bufó Valerie, indignada.
Ellos seguían embelesados con el cuerpo de Brentford, totalmente despreocupados ya de la joven de carácter explosivo.
—Oye, moza, en un sitio como este, eso de la lealtad no sirve pa' na'.
—Olvídate del vejestorio de Elfi-no-sé-qué, que ya estará criando malvas, ¿no?
—Eso, pasa de hacer de niñera y vente con nosotros.
—Te enseñamos lo que es un hombre de verdad.
Los tres se insinuaron descaradamente. Con ese nivel de baboseo descarado, cualquiera habría olvidado que estaban en un centro de detención.
Valerie se quedó tan pasmada que por un momento hasta se le pasó el enfado por haber sido ignorada. Respecto a su padre, el conde Elfidras, ella misma lo llamaba "viejo chocho", así que esos comentarios no le afectaron especialmente.
Pero insultar al señor de un guerrero, eso sí que era un tabú inaceptable.
—No puedo dejar pasar las palabras que habéis dirigido a la señorita... ni al difunto conde —declaró Brentford con voz serena.
Y así fue como Brentford les propuso un combate en forma de duelo.
—Vaya, ya veo... —asintió Yuusuke tras escuchar los detalles.
Al mirar el ring, vio que el preso estaba atrapado en una llave en el suelo: Brentford le había inmovilizado el brazo por completo y además tenía la cara encajada entre sus generosos pechos, con lo que parecía estar al borde de la asfixia. Aunque se le veía sufriendo... también parecía bastante feliz. En realidad, ese era ya el tercer contrincante del día; los dos anteriores también habían sido derrotados sin esfuerzo.
En fin, aprovechando que por fin tenía a alguien con quien desahogarse, Valerie siguió despotricando a gusto:
—¡Joder, pero, aun así, eso de tratarme como a un chico no tiene nombre, vamos!
—Eh... —dudó Yuusuke.
—¡¿Les das la razón?!
—¡No, no...!
Valerie le lanzó una mirada de soslayo, con medio ojo entornado, y Yuusuke agitó las manos en gesto conciliador, sonriendo con torpeza. Ella frunció los labios, con aires de niña enfadada.
—Que sí, que ya sé que soy un poco bruta y eso...
En realidad, no es que tuviera un cuerpo especialmente robusto. Más bien, al lado de Brentford parecía bastante frágil. Pero tampoco es que tuviera un físico deslucido. A sus veintitrés años, que la trataran como a un muchacho era algo que, claramente, la había molestado.
—Bueno, es que si no tratas con alguien a menudo, no llegas a ver su lado más tierno —Yuusuke intentó suavizar la situación, compadecido.
—¿T-T-Tierno...? —Valerie abrió mucho los ojos, sorprendida, pero enseguida frunció el ceño con sospecha, pensando: «Seguro que lo dice por decir». Luego preguntó—: ¿Qué lado tierno tengo, exactamente...?
—Mmm... Cuando te diste cuenta del malentendido en la ciudad portuaria y no supiste cómo manejar la situación... O cuando estabas con Shinja en la reunión y no sabías qué decir y llamaste a tu asistente con ese gesto... O cuando acabó la batalla en la carretera y te alegraste un montón de ver que Brentford estaba bien.
—P-Pero... ¡¿Cómo puedes soltar todo eso así, tan de carrerilla?!
Valerie no pudo evitar sonrojarse. En ese momento, Brentford bajó del ring.
—Ah, señor Yuusuke.
—¡Ey!
Sobre el cuadrilátero aún yacían los hombres inconscientes que no habían querido rendirse y habían acabado perdiendo el conocimiento tras ser estrangulados. Brentford parecía satisfecha tras haberse desahogado un poco, y hasta los vencidos tenían cara de haber disfrutado.
—Aun así... —murmuró Yuusuke, volviendo a observarla con atención.
Aquella melena verde que le llegaba hasta la cintura, su presencia imponente que atraía todas las miradas y, sin embargo, ese aire natural y sereno que conservaba... Y, por encima de todo, sus curvas de infarto. Su armadura militar de antes ya era bastante atrevida, pero el uniforme de presa también dejaba intuir su figura, lo que lo volvía provocativo a su manera. Y ahora, que se lo había quitado para el combate, con solo unas braguitas tipo bikini y un sujetador deportivo, el impacto visual en la moral de cualquiera era letal.
—Dan ganas de postrarse ante ella... —terminó Yuusuke.
Los presos a su alrededor, asintiendo con fervor, murmuraron: «Eso es. Tal cual».
—¿Se atreve Su Merced a probarse en combate conmigo? —le ofreció Brentford con una sonrisa.
—Ni de coña. Yo soy de los que tiran de coco, así que lo de revolcarme a hostias no va conmigo.
Pese a lo que decía, Yuusuke sabía que muchas de sus batallas pasadas habían sido de todo menos planeadas y cerebrales, pero prefirió guardárselo. Brentford, por su parte, se sonrojó ligeramente sin venir a cuento.
—Eres, sin duda, todo un caballero —dijo, con una leve sonrisa.
En realidad, ella ya se había dado cuenta de que la mayoría de los hombres que le proponían combates lo hacían más por su cuerpo que por un verdadero interés marcial. En la aldea donde vivía antes, cualquier discusión o diferencia se resolvía proponiendo un duelo. Y como ella disfrutaba con el combate tanto o más que nadie, lo aceptaba encantada. Pero al final, por eso mismo, acabó adquiriendo fama de "la que lo resuelve todo a golpes".
—E-En fin, he traído algo de picoteo, por si os apetece.
—Ah. Se agradece el detalle. Eres muy considerado.
Brentford nunca había sentido especial atracción por los hombres musculosos. Quizá porque ella misma ya era de naturaleza combativa. Lo que la atraía eran personas con una actitud totalmente opuesta. Justo como Yuusuke.
«Un hombre que me superó con su inteligencia, pericia y valentía. De forma atrevida y elegante...». En la sonrisa que le dedicó, había todo eso contenido.
—Je, je, je...
—E-Esto...
Yuusuke empezó a notarse incómodo. Tenía la extraña sensación de estar siendo acechado por un depredador. Al entender perfectamente el interés de Brentford, Valerie solo pudo esbozar una sonrisa resignada.
Después, Yuusuke se trasladó a la celda que les habían asignado a ambas para charlar un rato más. Valerie le contó que en aquella ciudad portuaria en la que estuvieron, aunque iban con intención de hacer turismo, acabaron encerradas en la posada desde el primer día, y que ahora mismo, dentro de Trent Rietta, estaban viviendo bajo arresto domiciliario en una mansión. Por lo general, estaban bastante aburridas.
—Turismo, ¿eh? Igual si solo es dar una vuelta por la ciudad, podría conseguiros un permiso...
Prometiendo que pasaría luego otra vez a saludar, Yuusuke abandonó temporalmente el centro de detención.
Yuusuke se dirigió al aposento privado de Violet, situado en los pisos superiores del Palacio Volance. Allí, como de costumbre, también estaba presente Krielov. Consultó con ellos si sería posible permitir que Valerie y Brentford salieran a hacer algo de turismo por la ciudad.
—Hmm... Bueno, si vas tú con ellas no debería haber problema. ¿Qué opinas, Krielov?
—Así es. Siempre que se limite la zona y la duración del paseo, no habría inconveniente en que visiten el distrito de clase baja.
Aunque técnicamente requerían supervisión, si el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro las acompañaba, consideraron que podrían moverse con cierta libertad. Así pues, Yuusuke obtuvo el permiso para sacarlas a pasear por la ciudad. Sin perder tiempo, volvió rápidamente al centro de detención para darles la noticia.
—¿Eh? ¿¡Que podemos salir!? ¿¡En serio!?
—Bueno, solo será por el distrito de clase baja. Podréis visitar el mercado o la torre de observación.
—Te has tomado tantas molestias... En serio, muchísimas gracias por pensar en nosotras —Brentford inclinó la cabeza en señal de gratitud.
Valerie también estaba encantada: desde que llegaron a Sanc Adiet, ¡había querido subir a esa torre para ver las vistas!
—¡Pues hala, Brent, a prepararse! ¡A cambiarse de ropa, venga!
—Sí.
Como no podían ir de turismo vestidas con el uniforme de prisión, ambas se dispusieron a cambiarse a la ropa de civil que habían traído de Trent Rietta. Se levantaron la camiseta del uniforme y se la quitaron de un tirón, sin la menor vergüenza.
—¡¡¡No os cambiéis delante de mí!!!
Yuusuke escupió todo el té que estaba tomando tranquilamente y salió de la sala a toda prisa, completamente rojo.
Los tres llegaron al mercado, uno de los atractivos más famosos del distrito de clase baja, así como la plaza de la torre, situada junto a la puerta del distrito colindante. Se acercaba el atardecer, momento en que los tenderos debían empezar a recoger sus puestos, así que todos alzaban la voz intentando vender los últimos productos.
Mientras las guiaba por el lugar, Yuusuke aprovechó para comprar algunos materiales para los anillos de artes divinas. También necesitaba componentes para los anillos de curación con los que pensaba equiparlas para subir y bajar la torre.
La calle del mercado, sumida ya casi en la noche, estaba iluminada por las lámparas de aceite de los puestos, que titilaban por doquier, creando un paisaje nocturno lleno de vida. Era una belleza distinta del resplandor refinado de las lámparas green en Trent Rietta: esta tenía un encanto vibrante, lleno de fuerza.
—Qué guay esta calle. No parece que haya sufrido mucho por los ataques de las bestias mágicas.
—Bueno, por aquí abajo todo se mueve dentro del propio distrito. Dicen que la zona alta de la ciudad sí que se ha visto bastante afectada.
Valerie caminaba al lado de Yuusuke, charlando animadamente sobre lo mucho que le gustaba el bullicio del mercado. De pronto, Brentford, que iba un paso por detrás, expresó la extrañeza que llevaba sintiendo desde hacía un rato:
—Si has comprado un artículo de ese puesto... ¿por qué los habitantes parecen recelosos de ti, Yuusuke?
Podría deberse a los nervios por estar ante un héroe nacional, pero, tratándose de Yuusuke, que se mostraba tan accesible, resultaba raro ver actitudes tan temerosas. No era miedo ni odio lo que se notaba, así que no parecía que hubiera mala intención. Era más bien una forma de precaución.
—Ah... Bueno, es que mi situación es un poco complicada.
Yuusuke resumió brevemente los entresijos de su reputación. Explicó que había personajes importantes del palacio que le tenían entre ceja y ceja, y que eso había dado pie a la difusión de toda clase de rumores. Además, por algún motivo, entre el pueblo había circulado la idea de que el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro era un mujeriego empedernido, y eso hacía que las chicas jóvenes lo evitaran como a la peste.
—¿Eh? ¿Tan mala fama tienes con las mujeres? —preguntó Valerie.
—No, para nada —respondió Yuusuke con voz monótona, como mandaba el guion.
Brentford, que sí que había captado el fondo real de la situación, se preocupó por él, consciente de lo peligroso que era tener enemigos incluso dentro de sus propias filas.
—Ni siquiera con todos los méritos que has hecho te libras de los líos por tu linaje y tu estatus, ¿eh?
—Vaya papeleta, la tuya...
—Ja, ja, ja... Bueno, por suerte tengo buenos compañeros, así que me las voy apañando.
Yuusuke se rascó la cabeza, algo avergonzado ante su preocupación. En ese momento, una silueta menuda que corría a paso ligero entre la ya dispersa multitud se detuvo y se dirigió a ellos.
—¿Eh? ¿Capitán?
—¿Hm? Ah, Hisotta.
Era Hisotta, vestida con ropa de calle. Al principio Yuusuke pensó que no llevaba nada, lo cual sería raro en ella, pero al fijarse mejor, vio que llevaba una bolsa de la compra doblada bajo el brazo. Por lo visto, justo iba a hacer la compra.
—Has apurado mucho, ¿no crees? El mercado está a punto de cerrar.
—Sí, me entretuve un poco con los preparativos. ¿Usted también ha venido de compras, capitán?
—Nah, solo estoy haciendo de guía turístico.
Al oír la pregunta de Hisotta, Yuusuke se ladeó y señaló a las dos que iban detrás de él. Hisotta las miró y puso cara de «Ah».
—¡Ah! ¡Cuánto tiempo!
—Tú eres la oficial que hacía de mensajera en la Patrulla del Dios Oscuro, ¿verdad? He oído que hiciste un buen trabajo.
—Ah, g-gracias...
Valerie ya la conocía de los combates anteriores y Brentford la había visto en la batalla de la carretera. Se saludaron, Hisotta hizo una reverencia con timidez. Al alzar la vista, se encontró de frente con dos montañas. El busto de Brentford parecía tan grande como su cabeza, y la impresión la dejó completamente anonadada.
Cuando levantó la vista hacia Brentford, su campo de visión se llenó de esas dos prominencias, hasta el punto de que apenas podía ver la mitad inferior de su rostro... Bueno, tal vez eso es un poco exagerado, pero así lo sintió ella.
«Guaaaau...»
—¿Hm? ¿Estás bien?
—S-Sí, es que... son enormes...
Hisotta se puso tan nerviosa que empezó a decir cosas raras, y recibió una respuesta risueña por parte de Brentford.
—Je, je. Me lo dicen mucho. Pero vamos, que con que tu chico te las masajee con cariño, crecen solas, ¿sabes?
—¡¿Eh?! ¿E-En serio?
—¡¿Eh?! ¿De verdad?
Las dos chicas reaccionaron sin filtro al consejo improvisado de Brentford, que solo intentaba romper el hielo con una broma. Con tres mujeres juntas hablando tan animadamente, el ambiente se volvió bullicioso y Yuusuke empezó a considerar una retirada táctica.
—¿Puedo huir de aquí?
—¡No! ¡Si tú no estás, no podemos subir a la torre de observación!
Valerie lo agarró con fuerza del brazo para impedir su fuga. Viendo que la situación empezaba a desmadrarse un poco, Brentford (que en realidad había sido quien más la había liado) decidió intervenir para calmar el ambiente antes de que se descontrolara del todo.
—Por cierto, ¿no tenías prisa?
—¡Ah, e-e-es verdad! ¡Tengo que irme, o se van a agotar...! ¡Con su permiso, capitán, me retiro!
Al recordar de pronto su propósito, Hisotta inclinó la cabeza y salió corriendo a toda prisa. Esto, por supuesto, sería otra chispa que avivaría los rumores sobre la vida amorosa del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.
Después de eso, Yuusuke y las demás subieron a la torre de observación y contemplaron toda la ciudad de Sanc Adiet desde lo alto. Valerie compartía con cierta persona el gusto por las alturas, así que estuvo encantada de poder subir a la torre más alta de Kaltcio construida como estructura independiente.
Pasado ya el atardecer, cuando los pregoneros empezaban a recorrer el ahora desierto mercado, los tres bajaron de la torre y emprendieron el camino de regreso al centro de detención. Mientras avanzaban, no pudieron evitar oír los rumores que corrían entre los vecinos por la calle.
—Eh, ¿te has enterado? Dicen que el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro ha vuelto a hacer llorar a una mujer.
—Sí, y que esta vez iba acompañado, nada menos, que de una madurita de las buenas.
«El capitán, rodeado de bellezas, ha hecho que una joven oficial, destrozada por los celos, saliera corriendo entre lágrimas». Esa era, más o menos, la historia que circulaba.
—En serio, ¿¡qué clase de basura creen que soy!?
—De verdad que lo tuyo no tiene nombre.
—Lo siento por ti, en realidad...
Valerie y Brentford lamentaron de corazón la absurda e injusta fama que perseguía al capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.
Cuando Valerie y Brentford regresaron a su país, comenzó a circular por todo Kaltcio el comunicado conjunto de Fonkrank y Trent Rietta, en el que exponían sus análisis y conclusiones respecto al aumento de ataques de bestias mágicas.
Mientras tanto, Yuusuke empezó con la campaña de publicidad y el reclutamiento de personal para la puesta en marcha del servicio de transporte público en el distrito de clase baja. Había rediseñado el prototipo del vehículo con un enfoque más parecido al de un autobús urbano, ajustando también el aspecto exterior y añadiendo distintos accesorios. En cuanto al personal, la idea inicial era contratar a miembros de la guardia divina capaces de lidiar con posibles problemas en las calles.
Por otro lado, en el cuerpo de guardias comenzó a circular un nuevo rumor: que el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro había entregado a propósito flautas mágicas defectuosas a un miembro de la unidad especial de exterminio con la intención de asesinarlo porque pertenecía a la facción opuesta.
No obstante, la mayoría de guardias simpatizaba con Yuusuke y consideraban el rumor poco creíble. Esto se debía en gran medida a que Vermeer y otros miembros de la Patrulla del Dios Oscuro, que estaban al mando de escuadrones de guardias, habían transmitido de manera fiel el ambiente del escuadrón y el carácter de su capitán. Tanto si fue adrede o por casualidad, la estrategia de Violet había dado sus frutos. Incluso entre los guardias del palacio, el hecho de que Hivodir, heredero principal de la ilustre casa Vuolasche, estuviera del lado de Yuusuke, sumado al asunto de los anillos de artes divinas, hacía que nadie se tomara muy en serio el rumor.
La facción contraria a la Patrulla del Dios Oscuro, alegando que se estaban propagando rumores preocupantes entre los guardias, presentó una petición para someter a Yuusuke a una audiencia disciplinaria. Sin embargo, la escasa adhesión dentro del palacio hizo que la solicitud no prosperara.
Pero el fracaso de la propuesta ya estaba contemplado en sus planes. Su verdadera intención era seguir acumulando incidentes deshonrosos, creando así el caldo de cultivo para que los rumores negativos se propagaran más fácilmente: una táctica de manipulación de imagen a largo plazo.
Por su parte, Yuusuke no tenía conocimientos sobre guerras de información, así que seguía con su rutina habitual sin tomar ninguna medida especial... o eso parecía. En realidad, sus allegados estaban tomando cartas en el asunto y él actuaba siguiendo sus consejos, aunque al final su día a día no cambiaba mucho.
No todos los integrantes de la facción contraria (es decir, los partidarios de la casa Ivor) estaban necesariamente alineados con la ideología del marqués Volard. Algunos le debían favores, otros tenían intereses económicos en juego, y también los había que, por celos personales relacionados con Rasanaasha, sentían una animadversión directa hacia Yuusuke. Ese era un punto débil por el que se podía atacar.
Así, mientras la Patrulla del Dios Oscuro seguía actuando como siempre, se habían comenzado a lanzar ataques indirectos para desestabilizar a la facción contraria.
Gracias al trabajo de inteligencia de Rasanaasha, se tenía una visión bastante clara de los movimientos y el funcionamiento interno del grupo liderado por el marqués Volard. Con el permiso tanto de Yuusuke como de Violet, Rasanaasha había empezado a moverse para desmantelar la facción desde dentro.
—No te metas en asuntos peligrosos, ¿vale?
—Ju, ju. No te preocupes, sé cómo funciona todo esto.
Ignorando las advertencias de Yuusuke y vestida con cierta elegancia, Rasanaasha se dirigió a la mansión de un noble del distrito de clase media para iniciar una negociación.
Decimocuarto día del mes de viento de Hilgnar...
Faltaban solo unos días para que la estación oscura comenzara en la tierra de Kaltcio. En la ciudad de Sanc Adiet, las lámparas de aceite ardían por todas partes, envolviendo la mañana en un ambiente nocturno.
La plaza de la torre de observación, normalmente llena de gente por su cercanía a la puerta del distrito, rebosaba ahora de visitantes, más del doble de lo habitual. El motivo era que el transporte público, del que tanto se había hablado en secreto desde que la Patrulla del Dios Oscuro lo probó, por fin había iniciado su operación oficial.
—¡Por favor! ¡He de ir yo en el primer viaje!
—Bueno, también servirá como publicidad, supongo.
Una entusiasmada Violet fue la primera en subir mientras Yuusuke la despedía con una sonrisa resignada.
Había dos vehículos listos para operar. Uno hacía el trayecto directo desde la plaza de la torre de observación hasta una zona cercana a las afueras, recorriendo aproximadamente la mitad de la ciudad. El otro cubría ese mismo trayecto pero deteniéndose en puntos intermedios. Comenzarían así, de forma limitada, con el objetivo de detectar posibles problemas y establecer prioridades para el futuro.
Cuando encendieron las lámparas green, el público lanzó exclamaciones de asombro. Las inusuales luces del interior, adaptadas a la temporada, reforzaban la imagen innovadora de este nuevo medio de transporte.
—¿No te subes tú, Yuusuke?
—Tengo que quedarme aquí para recopilar los informes de los mensajeros.
—Hmm... Vale. Qué remedio. ¡Pues yo me lo voy a pasar genial con Sun!
—Hasta luego, Yuusuke.
—Claro. Portaos bien.
Violet iba acompañada por Sun y Krielov como escoltas, junto con varios miembros de la Patrulla de Fuego y una subordinada de Hisotta como enlace de comunicación. Así, el primer vehículo partió rumbo a las afueras. Poco después, el segundo arrancó lleno de pasajeros comunes, poniendo rumbo a su primera parada.
Las luces del vehículo se fundían con las llamas de las lámparas de aceite que danzaban por la ciudad. Observando la escena con emoción contenida, Yuusuke estaba de pie junto a Raazsha, que llevaba el cabello recogido en una coleta lateral y el brazalete negro que la identificaba como esclava.
—Las lámparas green funcionan de maravilla.
—Perdona por hacerte trabajar tanto.
—No te preocupes, soy más resistente de lo que parezco.
Habían logrado cubrir la demanda de musgo solar necesario para las lámparas del vehículo con lo que habían cultivado. Fue gracias a que ella se encerró durante días en el laboratorio y se entregó de lleno al trabajo.
—Creo que tendremos suficiente para los vehículos, pero si hiciera falta más, podríamos importarlo desde Trent Rietta.
—Buena idea.
Ya contaban con los recipientes necesarios para transportar el musgo sin que se secara, así que, en caso de emergencia, podrían pedir más sin problemas.
Ambos conversaban con tranquilidad. Yuusuke no se dio cuenta, pero Raazsha tenía los ojos ligeramente húmedos. No era por tristeza ni por sueño. Era emoción. La libertad que nunca había imaginado vivir medio año atrás, una vida que solo existía en sueños, se le hacía ahora tangible a través de un trabajo que realmente la llenaba. Y con ello, un agradecimiento profundo brotaba de su interior.
«Gracias, Yuusuke...», pensó.
—¿Hm?
—¿Eh? ¿Qué pasa?
—Nada... Me lo habrá parecido.
Mientras Yuusuke ladeaba la cabeza y se encogía de hombros antes de preguntar al enlace sobre el estado del vehículo, Raazsha lo observaba con una mirada muy especial.
El marqués Volard estaba cada vez más irritado por el hecho de que la iniciativa del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro estuviera teniendo tan buen recibimiento entre el pueblo y la guardia divina, sin que surgieran apenas rumores ni críticas.
Aquella noche tocaba reunión. Como de costumbre, el marqués acudió a una sala del palacio y, al echar un vistazo a los asistentes, no pudo evitar expresar sus dudas:
—Faltan algunas caras. ¿Todavía no estamos todos?
—No, esta es la asistencia completa. Hace un momento vinieron los sirvientes de los ausentes para anunciar que se retiraban...
—No me digas que se han pasado al otro bando.
—Podría decirse que sí...
Los que habían abandonado eran personas con cargos de gestión sobre la guardia o nobles dedicados al comercio y la intermediación de mercancías.
Como resultado de las estrategias de Rasanaasha, la gestión del transporte público había sido asignada a uno de los responsables del cuerpo de guardia, y el área de administración del negocio había quedado en manos de nobles con experiencia en intermediación comercial.
Aquellos individuos, en realidad, no tenían lazos especialmente fuertes con el marqués Volard. Eran nobles de escasa influencia, reclutados en su momento como piezas necesarias para cubrir puestos en distintas secciones del palacio, y así poder sumar números a la facción del marqués.
Aunque al pertenecer al grupo de Ivor podían disfrutar de ciertos beneficios, los negocios del capitán oscuro les estaban reportando ganancias mucho mayores. El servicio de transporte compartido ofrecía un precio increíblemente bajo: un solo cristal verde por trayecto, sin importar la distancia. Gracias a esa accesibilidad, hasta el ciudadano más humilde podía usarlo.
Tal vez por la novedad del invento, el primer día fue un éxito absoluto. En apenas medio día, las cajas de cobro se llenaron hasta el tope y hubo que sustituirlas, lo que generó cierto revuelo. Incluso después del atardecer, cuando el mercado cerraba, el flujo de pasajeros no disminuyó. El vehículo estaba ya firmemente integrado en la vida diaria de los habitantes de la ciudad, que lo usaban a diario para ir y venir del trabajo. Todo indicaba que su utilidad seguiría creciendo en el futuro.
Convencidos de que les convenía más estar del lado del capitán, esos nobles decidieron no asistir a la reunión del grupo opositor.
—Ese negocio de... eso que llaman "transporte público", ¿está dando tantos beneficios?
—A fin de cuentas, no son más que gentuza de clase baja. Seguramente se han dejado cegar por los resultados inmediatos.
—Olvidarse así del favor que les hicimos al recomendarles... Es inconcebible.
—En cualquier caso, dudo mucho que quieran arriesgarse a enemistarse con nosotros. No creo que vayan por ahí revelando información sobre nuestro grupo.
Los presentes eran todos miembros de la facción contraria a la Patrulla del Dios Oscuro. Tras descargar su frustración en forma de quejas contra los desertores, comenzaron a discutir cómo encarar sus actividades de aquí en adelante.
Ufff vaya que si ha sido un gran tiempo desde que publicaron algo de WCC, ¿cuantos faltan para que alcancen al Scan gringo?
ResponderEliminarPor cierto, lindo toque el del foro. ¡Nieve banzai!
Excelente traducción.
Un Millón de gracias por la excelente traducción, tanto del manga como de la novela. Da gusto disfrutar de vuestro trabajo.
ResponderEliminarGracias
Gracias por traducir :D
ResponderEliminarGracias por el capitulo
ResponderEliminarsii por fin puedo seguir leyendo
ResponderEliminargracias por la traducción
Fufufufufu El plan de Ras-chan en viento en popa y Marqués rindase si quiere continuar con una vida larga y sana, meterse con Yuusuke solo le ocacionará perdidas.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Hola quisiera preguntar esta novela ya fue abandonada?
ResponderEliminarDejaron la serie???
ResponderEliminar@Arnoldo Guajardo y @Anónimo, la serie no está abandonada, de lo contrario lo hubiéramos comunicado. Estamos trabajando en ella.
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