01/05/2025

WCC EX - Capítulo 1



Ahora sí, ¡esto empieza! Espero que os guste. Disfrutad de la lectura.


-Xeniaxen



Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator



Traducido por: Xeniaxen


Capítulo 1
Continente de luz y oscuridad

En Kaltcio, donde el sol giraba alrededor de la tierra, la duración de las horas de luz cambiaba a lo largo del año. En fechas como el año nuevo, se desplazaba lateralmente por debajo de la tierra, provocando que la noche se prolongara durante más tiempo.

Actualmente, acababan de dejar atrás el periodo en que el día era más largo. Habían pasado unos días desde el discurso del héroe Yuusuke, pronunciado ante los reyes reunidos para consolidar la instauración de la Confederación de los Cinco Clanes. En la capital de Fonkrank, Sanc Adiet, que celebraba la paz y el desarrollo alcanzados gracias al éxito del sistema, se avanzaba con paso firme en los preparativos para la coronación de la princesa Violet como reina.

Durante el reinado del actual monarca, el Rey Esvobus, conocido como el Rey Sabio del Muro de Fuego, la vida continuaba prácticamente igual, salvo porque Violet había aumentado ligeramente sus sesiones de aprendizaje.

—¿Dónde habrá ido Su Alteza...? —murmuró un hombre de pelo rojo mientras recorría los pisos superiores del palacio buscando a Violet, a quien no había visto desde la mañana.

Ese hombre era Krielov, el encargado de la protección y educación personal de la princesa.

—Si busca a la señorita Violet —respondió un sirviente que pasaba por allí, al oírlo—, ha salido a explorar el subsuelo del palacio junto con los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro.

—¿El subsuelo, otra vez...? —se quejó él. Refunfuñando, fue tras ella.

Además de su cargo como tutor, Krielov también servía como guardia en el Palacio de Volance. Era el capitán de la Patrulla de Fuego, un cuerpo de élite encargado específicamente de la protección de la familia real. La llamada Patrulla del Dios Oscuro era una pequeña unidad formada bajo el mando del Dios Oscuro, Yuusuke Tagami, y se encargaba de la guardia directa de la princesa Violet en el palacio.

Cuando Yuusuke se presentó en audiencia ante el Rey Esvobus para recibir el distintivo de guardia, muchos en la corte y entre los guardias de palacio se lo tomaron a broma. Se refirieron a él como «el juguete de Su Alteza». Sin embargo, ahora el nombre del capitán oscuro era reconocido en todo Kaltcio como el de un héroe. Solo unos pocos privilegiados sabían que ese héroe era, en realidad, un auténtico Dios Oscuro. Y Krielov era uno de esos pocos.

—Para bajar al subsuelo hace falta la llave del pasaje antiguo... No, si Yuusuke está con ella, supongo que... —continuó murmurando mientras se alejaba.

Para entonces, el aire de inaccesibilidad que una vez rodeó a Krielov se había suavizado considerablemente. El diligente capitán de la Patrulla de Fuego desapareció en busca de la princesa, mientras que el sirviente regresó a sus quehaceres.



La parte subterránea del Palacio de Volance, ampliado una y otra vez hacia arriba a medida que la ciudad crecía, presentaba estilos distintos según la época.

—El gusto de los gobernantes de cada periodo y las modas del momento... como material histórico de la ciudad, resulta de lo más interesante —comentó Sorzak, un técnico de artes terrestres y miembro civil de la Patrulla del Dios Oscuro.

Sorzak era el socio operario de Yuusuke, con quien investigaba y desarrollaba distintos artefactos creados con el poder del dios oscuro. Sus artes divinas eran excepcionalmente precisas y resultaban de gran ayuda para el capitán. Él se encargaba, por ejemplo, de la extracción, el refinado y la tasación de minerales.

—En esta zona el ambiente cambia de golpe —murmuró Violet mientras exploraba una zona no inundada del sexto nivel. Iba iluminando el suelo con una lámpara green, que empleaba musgo solar, una especie de liquen luminoso, como fuente de luz.

—Corresponde a una época especialmente convulsa. Hubo numerosos enfrentamientos incluso dentro del propio palacio, por eso se pueden ver reparaciones por todas partes, tanto en el suelo como en las paredes —explicó Sorzak mientras Violet, con la punta del pie, tocaba lo que en su día debió de ser una lujosa alfombra, ahora reducida a fibras sueltas y deshilachadas como una tosca malla.

—Es verdad. Casi no hay decoración en las paredes —comentó Yuusuke, que caminaba junto a ellos, mostrando interés por la explicación.

Muy cerca de los tres, Vermeer, quien tenía un rol similar al de un subcapitán dentro de la Patrulla del Dios Oscuro, alzaba sobre su cabeza una luz generada con sus artes divinas. Estaba comprobando visualmente si había zonas peligrosas o dañadas en las paredes y el techo cercanos.

Pero aquello no era más que un gesto automático dictado por su instinto de autoprotección. Los miembros de la patrulla sabían perfectamente que mientras el capitán Yuusuke estuviera presente, no tenían que preocuparse por ese tipo de peligros.

—Yuusuke, ¿no habrá alguna sala oculta en este nivel? —preguntó Violet, con una mirada expectante.

—Hmm... Espera un momento —respondió él, mientras abría el menú de personalización y comenzaba a inspeccionar la estructura de los alrededores.

Este menú, en principio, solo era visible para Yuusuke. Se trataba de un poder especial que había recibido al ser invocado en ese mundo. Un poder que superaba con creces el marco de las llamadas «artes divinas», similares a la magia y empleadas por los ciudadanos con esos poderes. Su capacidad se llamaba «Creación Personalizada»: la facultad de intervenir en cualquier tipo de materia y reescribir su existencia misma. Un poder único incluso en la especie de los dioses oscuros.

Había sido el propio Yuusuke quien deseó tener esta habilidad al llegar a este mundo. Aunque, en realidad, no lo había deseado conscientemente. Justo antes de ser invocado, tenía en mente un juego al que estaba viciado, y por eso acabó recibiendo un poder basado en el sistema de aquel juego. Esa era la verdad.

Con un gesto que todos conocían ya de sobra, Yuusuke trazó algo en el aire, y una onda de energía indescifrable se expandió por la zona.

Los usuarios de artes divinas poseían en su interior una especie de órgano especializado que les permitía manejar dichas artes. A través de ese órgano controlaban el poder y eran capaces de percibir las ondas que emitían los demás. Estas artes se dividían en cuatro tipos principales: fuego, agua, tierra y viento.

Cuanto mayor era el poder de un individuo, más fuerte era su onda. En Kaltcio, normalmente cada persona solo poseía un tipo de habilidad divina, y su atributo se reflejaba en el color del cabello y los ojos. Los de fuego tenían el pelo rojo; los de agua, azul; los de tierra, amarillo y los de viento, verde. Las ondas y el color exterior servían para distinguirlos.

Una persona con cabello negro como Yuusuke no existía originalmente en Kaltcio. Y esa onda indescifrable que emitía se había convertido, a ojos de todos, en la marca misma del capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.

Mientras inspeccionaba la estructura de la zona desde el menú de personalización, Yuusuke encontró un espacio extraño en una parte del pasillo.

—¡Oh! Hay una sala sospechosa cerca.

—¡Uahhh! ¡¿En serio?! —exclamó Violet con emoción.

—¡Ohhh! ¡¿De verdad?! —se sumó Sorzak, al unísono.

Habían descubierto ya una sala y un pasadizo ocultos en un par de niveles más arriba durante el trayecto hasta allí. En el interior, hallaron restos de lo que parecían armaduras de la época y monedas antiguas que se usaban antes de la aparición de los cristales moneda o «shouka», la divisa actualmente en circulación en Kaltcio.

—La entrada está... Ah, no. Imposible. Está completamente bloqueada.

—Entonces, le toca a Raaz —dijo Violet, dándose la vuelta.

—¡Sí, déjamelo a mí! —respondió alegremente una mujer de cabello amarillo recogido en una coleta lateral, Raazsha, alzando una bolsa llena de instrumentos de laboratorio—. Hisotta, ayúdame, ¿vale?

—V-Vale. Haré lo que pueda.

Quien respondió así, uniendo las manos sobre el pecho con aire inseguro, era una joven bajita de cabello verde, con el aspecto de una ciudadana común. Se llamaba Hisotta y tenía tendencia a tartamudear cuando se ponía nerviosa. Era usuaria de artes aéreas del tipo transmisor. A pesar de su apariencia poco imponente, formaba parte de la Patrulla del Dios Oscuro y vestía también el uniforme negro característico.

Cabe señalar que los miembros de esta patrulla no eran guardias de palacio pertenecientes a familias nobles, como ocurría en otras unidades, sino que procedían de la guardia divina, reclutada entre el pueblo civil.

Había sido creada como una unidad especial compuesta originalmente por un solo miembro: el propio capitán Yuusuke. En su primera misión, para dar una imagen más formal, eligió al azar unos cuantos subordinados, y esos mismos eran quienes aún hoy continuaban siendo miembros oficiales.

—Ya está. Todo listo —señaló Raazsha, de pie ante la pared, sosteniendo uno de sus instrumentos, similar a un tubo de ensayo.

Como en los cuartos completamente sellados podía acumularse aire tóxico, lo primero era abrir un pequeño agujero en la pared para tomar una muestra y comprobar si había algún peligro. Yuusuke abrió ese agujero con su habilidad de personalización, y entonces Hisotta utilizó su delicada técnica de viento transmisor para recoger aire de tres zonas: cerca del techo, del suelo y del centro de la sala. Luego introdujo esas muestras en el equipo de análisis que había traído Raazsha.

El líquido de detección de toxinas del aparato no mostró ningún cambio de color, lo cual indicaba que no había nada peligroso.

—Ajá. Parece que no hay problema.

—Vale. Entonces vamos a crear una entrada.

La habitual luz del efecto mágico apareció y se abrió una entrada en la pared. Un aire enmohecido, encerrado durante incontables años, se mezcló con el aire del pasillo y levantó una leve brisa.

Tras examinar la unión entre el pasillo y la nueva sala, Sorzak dedujo que no se trataba originalmente de una habitación, sino de parte del propio pasillo. Al iluminar el interior, lo que se reveló fue un espacio de piedra completamente vacío.

—No hay naaada...

—Vaya. ¿Está vacío?

—No, esperad... Creo que veo algo en la pared del fondo.

Con su experiencia en la exploración de pasadizos subterráneos, Sorzak se adelantó rápidamente hacia la pared.

—¿Qué es, qué es? —exclamó Violet, siguiéndole.

Yuusuke y los demás avanzaron a ritmo habitual.

Lo que vieron en la pared era algo grande, parecido a un relieve tallado. Vermeer lo iluminó con sus artes ígneas de luz y, observándolo con interés, preguntó:

—Vaya. ¿Esto está tallado directamente en la pared?

—Un momento... Mmm... La piedra es diferente... Y muy antigua, además.

Según la evaluación de Sorzak con sus artes terrestres, no era un grabado hecho directamente sobre la piedra de esa pared, sino un relieve antiguo traído de otro lugar y empotrado allí.

—¿Podría representar la «Creación del Cielo y la Tierra»? Dos soles, la tierra fragmentada... No, más bien, parece que la tierra está formándose...




Varias masas de tierra flotando en el cielo como islas, figuras humanoides que representaban a dioses y espíritus, unidas de las manos en una composición que evocaba armonía y creación.

—¿La creación del cielo y la tierra, eh...? —murmuró Yuusuke en voz baja—. Ahora que lo pienso, ¿cómo se formó este mundo, Kaltcio?

—¿Hmm? Ahora que lo mencionas, Yuusuke, antes dijiste que este mundo tenía forma de «disco», ¿no?

—Sí, recuerdo haberlo visto de pasada cuando me invocaron. Y también estaba dibujado en el techo del santuario donde desperté.

Kaltcio era una tierra con miles de años de historia, marcada por un sistema según el cual un «dios oscuro» era invocado desde otro mundo cada trescientos años para provocar grandes transformaciones. En el antiguo gran reino de Noscentes, cuna de la Fe en los Cuatro Grandes Dioses, quedaban numerosos registros relacionados con los dioses oscuros anteriores.

La capital de Noscentes, llamada Patricia del Norte, ahora es la capital de Gazetta, el país de los desvalidos. En la torre central que se alza allí se conservaban varios artefactos creados por dioses oscuros del pasado. Entre ellos un «Quevedo Divino» que funcionaba como un satélite para observar la superficie del mundo desde el cielo. Podría considerarse que en el pasado fueron invocados dioses oscuros con ideas tecnológicas avanzadas.

—Hmm... La historia de este mundo. Es imposible imaginar cómo era antes de que existieran registros.

—Me intriga saber si este relieve es fruto de la imaginación de su autor o si se basó en leyendas o relatos antiguos —añadió Sorzak, que lo consideró un hallazgo extraordinario para desentrañar la historia de la antigua Kaltcio.

Fue entonces cuando...

—¡Por fin la encuentro, princesa!

—¡¿Eh?! ¡Krielov!

El tutor y guardaespaldas personal de Violet, que había seguido el rastro de sus ondas divinas, apareció con su frase característica y la atrapó sin darle escapatoria.

—¡Es hora de su entrenamiento!

—¡Noooo! ¡Justo ahora que venía lo interesanteee!

—Entonces, lo dejamos aquí por hoy. Marquemos el lugar y volvamos arriba —dijo Yuusuke, ignorando las quejas de ella, que parecía divertirse enormemente con la exploración.

Rápidamente, se preparó para el regreso, dibujando un círculo en el suelo para activar Shift Move: una técnica de teletransporte que rozaba las trampas. Consistía en intercambiar una parte del suelo con otro suelo en un lugar distinto, trasladando al instante todo lo que estuviera encima.

—Volvamos. ¡Todos al círculo!

—Mrhm... Qué remedio. Continuaremos mañana —dijo Violet mientras se colocaba a regañadientes junto a Yuusuke.

—Venga, es tu oportunidad —Raazsha alentó a Hisotta—. Acércate un poco más a Yuusuke.

—E-Eh... P-Pero... ¿Y si... le molesta...? —tímida, con sus sentimientos no correspondidos, ella no hacía más que balbucear nerviosa.

Detrás de ellas, Vermeer y Solzak seguían discutiendo sobre el relieve que habían visto antes.

—Al volver, tendré que revisar algunos textos de historia antigua.

—En la biblioteca del palacio hay una buena colección.

Todos se apiñaron charlando dentro del círculo, esperando el retorno a la superficie.

Violet argumentó que este tipo de actividades, en las que se investigaba la historia de la ciudad de Sanc Adiet y del Palacio de Volance, eran una excelente forma de cultivar su educación como futura reina de Fonkrank. Por supuesto, solo trataba de zafarse de los sermones de Krielov.

—Entonces añadiremos historia como asignatura optativa este año —respondió él con un golpe directo.

—Yuusuke, ¿no puedes dejar a Krielov aquí?

—No digas tonterías... ¡Vamos allá!

Una luz brillante brotó bajo sus pies, y el suelo subterráneo se intercambió con el de una de las estancias superiores del palacio. La expedición subterránea quedó disuelta.

—¡Ah! Bienvenidos de nuevo.

—¿Oh? ¿Nos estabas esperando?

Una mujer de cabello azul, vestida con el uniforme negro de la Patrulla del Dios Oscuro, los recibió con unas bebidas. Era Zaisha, usuaria de artes acuáticas curativas. Dentro del variado y excéntrico grupo que formaba la patrulla, ella era conocida por ser la persona más sensata. En esta ocasión, Raazsha había ocupado su lugar como responsable de curación, ya que Zaisha no se sentía cómoda en lugares oscuros.

Violet bebió de un trago el zumo de rara y soltó un sonoro «¡Buaaah!» antes de salir de la sala junto a Krielov.

—Bueno, es hora de mi divertido entrenamiento. Yuusuke, la próxima vez traigamos también a Sun y vayamos al nivel más bajo.

—Sí, y llevaremos bento para el camino. (NT: Un "bento" (弁当, bentō) es una comida para llevar o preparada en casa, generalmente de una sola porción, que se usa en Japón para llevar o disfrutar en cualquier lugar. Lo que aquí llamaríamos "tupper".)

Yuusuke sonrió, resignado, y observó cómo Violet se marchaba de mal humor. Después, se dispuso a regresar con Raazsha a su residencia, la llamada «Mansión de Yuusuke», donde Sun los estaría esperando.

Zaisha e Hisotta, tras inclinar la cabeza como despedida, bajaron a la sala de descanso de la guardia divina. Por su parte, Sorzak se dirigió a la recepción del edificio anexo para presentar una solicitud de acceso a la biblioteca del palacio. Vermeer fue con él.

—Bueno, es hora de volver.

—Ju, ju, ju. Buen trabajo.

Raazsha, la última en despedirse de los miembros del grupo de exploración, casi se tropezó al intentar ondear su capa negra con estilo. No hacía ningún esfuerzo por ocultar los brazaletes negros en ambas muñecas, símbolo de su condición de esclava. Se colocó junto a Yuusuke y, sin más, entrelazó su brazo con el de él.

—¡Oye! ¡No te me cojas así! Que luego empiezan los rumores.

—Ya es un poco tarde para eso, ¿nooo?

Aunque todos los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro, e incluso la princesa Violet, trataban a Raazsha con familiaridad y como a una igual, en realidad, ella ocupaba oficialmente la posición de esclava de Yuusuke.

Raazsha había pertenecido en el pasado a una unidad especial de agentes de seducción de la desaparecida Noscentes. Se había encargado de la operación para atraer al Dios Oscuro como refugiado a su país, pero en medio del caos y tras diversos giros, ahora vivía una vida tranquila bajo la protección de él.

Había sido criada desde pequeña como agente por el estado, así que, para ella, el día a día con Yuusuke estaba lleno de libertad y diversión. Por eso, no tenía reparos en demostrar abiertamente su afecto hacia él.

Caminaban por un pasillo del piso superior, en una escena que, desde fuera, solo podía parecer que estaban coqueteando. Entonces, vieron a un grupo de burócratas.

Se trataba de miembros de la facción Ivor, la más poderosa dentro del palacio. A la cabeza iba el marqués Volard, figura central de esa facción, acompañado de varios nobles que ejercían funciones de asistentes. Aunque era un secreto a voces, hasta hacía poco, la facción Ivor había estado implicada en actividades contra la Patrulla del Dios Oscuro. Actualmente, fingían una relación cercana con dicha patrulla. Incluso invirtieron en el proyecto de vehículos impulsados por energía de Yuusuke. Intentaban redimirse de la mala fama que habían cosechado con sus tejemanejes y conspiraciones.

Se cruzaron con una leve inclinación de cabeza, en un encuentro silencioso. El marqués Volard mantenía una actitud imperturbable, pero sus acompañantes ni siquiera fueron capaces de mirar al capitán oscuro a los ojos. Sin decir palabra alguna, ambas partes siguieron su camino.

Al notar cierta tensión en el ambiente, Yuusuke dirigió la mirada al final del pasillo y distinguió la figura de Zhahid en la esquina. Llevaba su largo cabello azul recogido sobre el uniforme negro de la Patrulla del Dios Oscuro. Era un usuario de artes acuáticas ofensivas.

—¡Ey! ¿Qué haces aquí parado?

—Buenas tardes, capitán. Vi al grupo de la facción de Ivor y decidí observarlos un poco.

Zhahid era uno de los estrategas más calmados y serenos de la patrulla, un veterano a quien solo Vermeer superaba. Su lealtad hacia Yuusuke era absoluta y, aunque se podía confiar en él, también era del tipo que probablemente seguiría a su líder incluso si este perdiera el juicio, lo cual lo volvía algo peligroso.

—¿Este tipo de cosas no son trabajo de Reifold?

Con una sonrisa irónica, el capitán intentó que se moderara. Le recordó que contaban con un hábil espía que se hacía llamar «habitante del bosque».

—Por si acaso —respondió Zhahid, que no terminaba de fiarse de ese individuo, y dejando claro que no pensaba bajar la guardia con los de la facción.

—Bueno, no te pases.

—Tranquilo. No le molestaré, capitán.

Tras separarse de él, Yuusuke y Raazsha siguieron su camino. Las conspiraciones de la facción opuesta a la Patrulla del Dios Oscuro, que antes veían con alarma la creciente influencia del capitán, ya eran cosa del pasado. Dentro de Fonkrank, ya no quedaba nadie que intentara atentar contra la vida del joven oscuro.

Incluso los antiguos candidatos a prometido de Violet, quienes habían mostrado recelo por sus logros, ahora que podían participar en obras públicas, sirviendo al palacio, empezaban a suavizar su actitud al ver que también ellos podían ganarse el reconocimiento.

Los refugiados de la antigua Noscentes, destruida por Gazetta, también comenzaban a sentirse más tranquilos. Al establecerse en la creciente ciudad de Sanc Adiet y ver aseguradas sus vidas, la incertidumbre del futuro se iba disipando. Las sospechas de que la patrulla había colaborado con Gazetta en su ataque se estaban diluyendo, y los rumores y calumnias que giraban en torno al capitán también habían desaparecido de las conversaciones de taberna.

Sin embargo, el único rumor que seguía muy vivo (y, precisamente, el que más distaba de la realidad) era el de los supuestos «líos de faldas» del capitán oscuro.

—Solo por mirar unos anillos en un puesto callejero, la dependienta se puso súper a la defensiva...

—Deberías asumirlo de una vez. Siempre te lo digo.

Ella incluso le sugirió que se paseara por la ciudad rodeado de Sun, ella misma, Nasha, Hisotta, Zaisha y Violet. Así, al hacerlo tan evidente, la gente dejaría de preocuparse.

—¡Eso solo lo empeoraría!

—Si lo haces a lo grande, al final todos dejarán de prestarle atención. Créeme.

—¡No quiero cargar con una falsa acusación!

«¡Aunque no sea técnicamente un crimen!», añadió para sí mismo Yuusuke.

Descendieron hasta la estación de vehículos, remodelada con los pilares que antes servían para atar carruajes. Yuusuke se subió al asiento del conductor de su vehículo personal, acomodó a Raazsha en el del acompañante y emprendieron el camino de regreso a casa.



Avanzaron con su coche particular por una tranquila calle del barrio noble. Se trataba de un modelo impulsado por un motor «trucado», una de las capacidades de personalización, que le confería un movimiento programado. Por el momento, los vehículos motorizados eran comunes solo en la ciudad de Sanc Adiet, dentro de Kaltcio.

Aunque se decía que eran comunes, lo cierto es que los vehículos particulares estaban al alcance únicamente de familias adineradas de la aristocracia. La gente común se desplazaba en los vehículos de transporte público que recorrían la ciudad y eran más económicos.

Pasaron junto a un vehículo con el emblema de algún noble. Más adelante, al dejar atrás el perímetro exterior del palacio y adentrarse en una calle llena de comercios, Raazsha reconoció una figura familiar.

—Oye, Yuusuke, ¿no es Nasha?

—¿Hmm? Oh, sí, tienes razón. Y quienes están con ella...

Yuusuke aparcó el vehículo donde estaban caminando una mujer de cabello largo azul claro y dos personas de cabello verde, un hombre y una mujer.

—Vaya, Yuusuke. Hola, Raaz.

—¡Capitán! ¿Qué tal?

La mujer de cabello azul claro, Rasanaasha, se giró y al ver a Yuusuke y Raazsha. Supuso que regresaban del palacio y les dedicó una sonrisa serena y apacible.

Ella había sido una princesa cantarina en Sanc Adiet, una cortesana del más alto nivel, reconocida oficialmente por el estado, aunque en secreto había actuado como espía. En la misión de atraer a Yuusuke a Noscentes, fingió ser hermana de Raazsha.

Tras la destrucción de Noscentes por el ataque repentino de Gazetta y todo el escándalo posterior, incluido un intento de asesinato, Rasanaasha terminó confesándolo todo a Yuusuke. Como consecuencia, tanto ella como Raazsha fueron condenadas en Fonkrank.

Sin embargo, gracias al carisma que había cultivado como cantarina, muchas voces dentro del propio palacio abogaron por su perdón. Se le despojó de su estatus y se le impuso un leve castigo, pero se le concedió el indulto a cambio de colaborar en la investigación de los espías infiltrados. Ahora, había entregado por completo su voluntad a Yuusuke y ocupaba una posición similar a la de Raazsha.

El joven de cabello verde junto a ella que los saludó con su actitud despreocupada era Hinke. También miembro de la Patrulla del Dios Oscuro, se le conocía por su personalidad ligera y su debilidad por las mujeres. Aun así, tenía una sorprendente habilidad: era un usuario de artes aéreas de asistencia y, sin importar la situación, nunca perdía su ritmo.

La mujer de cabello verde que lo acompañaba, vestida igual que él y que les hizo una leve reverencia, se llamaba Ludmila. Era una integrante del escuadrón adscrito a la Patrulla del Dios Oscuro, y en teoría se encontraba bajo el mando de Hinke.

No obstante, en el pasado, ella había venido como espía desde el país vecino, Blue Garden (entonces en conflicto con Fonkrank). Ahora que todo había salido a la luz tras varios incidentes, vivía bajo el cuidado de Hinke y era reconocida oficialmente como ciudadana de Fonkrank.

—Qué trío tan poco habitual —observó Yuusuke.

—Je, je... —rió Hinke, rascándose la cabeza—. La verdad es que Rasanaasha me estaba enseñando cómo funcionan las tiendas de esta zona.

Actualmente, la zona superior se había convertido en el llamado barrio noble, pero antes de que se implantara el sistema de la Confederación de los Cinco Clanes, era conocido como el distrito de clase alta y solo los usuarios ígneos tenían permiso para residir allí.

Durante la época del sistema de castas de la Fe en los Cuatro Grandes Dioses, las áreas residenciales de la ciudad estaban divididas en cuatro distritos según el poder divino de cada habitante. A los ciudadanos de rango más bajo se les prohibía estrictamente acceder sin permiso a los distritos de nivel superior.

Ahora ya se habían abolido las barreras impuestas por la jerarquía divina, pero seguía siendo raro ver a gente de los antiguos distritos de clase media o baja caminar libremente por esta zona. (NT: Según el sistema anterior, los de pelo azul y pelo verde como Rasanaasha, Ludmila y Hinke, eran de clase media. Los de clase alta eran los de pelo rojo, y los de pelo amarillo eran de clase baja.)

No era para menos: todas las tiendas del antiguo distrito alto eran establecimientos de lujo, y había restaurantes tan exclusivos que podían denegarte la entrada según la ropa que llevaras. En otras palabras, a menos que tuvieras un conocido residente de esta zona, era prácticamente imposible que los ciudadanos comunes que vivían en los niveles inferiores accedieran a estos servicios.

—¿Qué, planeas llevar a tu novia a uno de esos sitios caros?

—Algo así, sí.

Hinke nunca dejaba nada al azar en lo que a mujeres se refería, desde estudiarlas previamente hasta preparar cada cita meticulosamente. Parecía tener la intención de mejorar su imagen proyectando la de un caballero refinado capaz de frecuentar con naturalidad los restaurantes de lujo de la zona alta.

—En esas cosas sí que eres aplicado... O temerario, más bien.

Tras charlar un rato con el grupo, Yuusuke hizo rugir el motor trucado de su coche, dando a entender que era hora de seguir.

—Bueno, nos vemos.

—¡Hasta luegooo!

Después de despedirse, regresaron a su residencia, situada en el distrito superior, donde los recibieron los sirvientes de la casa y Sun.

—Bienvenido a casa, señor.

—Bienvenidos, Yuusuke y Raazsha.

—Gracias, Sun.

—¡Graciaaaaaas, Sunita!

Últimamente, Sun ya daba la impresión de haberse acostumbrado por completo a llevar vestido. Con un solo brazo, cogió sin esfuerzo el bolso lleno de material que Raazsha llevaba con ambas manos, y condujo a ambos al salón del fondo.

—Gracias, de verdad... Ya estaba empezando a dolerme el hombro de cargar con esto todo el rato.

—Es que con todos esos frascos de medicinas, debe de pesar lo suyo.

—Y aun así tú lo llevas como si nada, ¿eh?

Mientras Sun y Raazsha charlaban, Yuusuke añadió, en voz baja y con un tono irónico:

—Ni yo, que soy un hombre, podría levantarlo con una mano...

(Xeniaxen: ¡¡¡Qué manía tiene este autor con el machismo!!! ¡De verdad...!)

Sun se rió con una expresión algo avergonzada. Ella era originaria de la aldea de Rufk, al oeste de Sanc Adiet. Fue la primera persona con la que Yuusuke se encontró tras ser invocado a este mundo. De cabello y ojos blancos, pertenecía a la parte de la población que no tenía artes divinas: los desvalidos.

Al no tener poderes, los desvalidos poseían una constitución física superior a la de los usuarios de artes divinas. Además, por costumbre de cuando vivía en Rufk, Sun seguía ocupándose con naturalidad de tareas como cargar equipaje, pese a no formar parte del servicio de la mansión.

En Rufk había trabajado como ayudante en la casa del médico, Zeshald, un experto en artes acuáticas curativas. Yuusuke también había recibido la ayuda de Zeshald desde el mismo día en que fue invocado.

En realidad, el veterano Zeshald había sido instructor de artes divinas en la corte, una figura de gran influencia. Ahora vivía retirado en una aldea de desvalidos, pero aún conservaba peso en los altos círculos del palacio.

Sun había pasado años como ayudante de una figura tan importante, y ahora mantenía una relación cercana con Yuusuke, un héroe. Por eso, había acabado por ocupar también una posición especial: era la asistente de la Patrulla del Dios Oscuro, a pesar de ser desvalida. Cada vez que emprendían una misión, Sun siempre acompañaba a Yuusuke.

Pese a que, de hecho, era la persona que Yuusuke amaba, fue su deseo de no limitarse a ser alguien protegida lo que llevó a que él respondiera confiando en su capacidad e incorporándola a la patrulla formalmente.

—¿Hoy también has estado entrenando con el arco?

—Sí. Últimamente, algunos otros guardias también se han interesado en aprender, y me hacen muchas preguntas.

—Ya... Bueno, ahora con lo de las bestias modificadas, que son difíciles de combatir con artes divinas...

En el pasado, una organización clandestina que se alzó en rebelión en el país de Trent Rietta había creado bestias capaces de interferir con las artes divinas, para usarlas como armas. Aquella rebelión provocó disturbios que se extendieron por varios países, pero gracias a la Patrulla del Dios Oscuro y al envío de tropas por parte de Fonkrank, pudo ser sofocada. Ahora bien, después de eso, las bestias capaces de anular artes divinas comenzaron a propagarse y estaban causando estragos por todo Kaltcio.

Quienes acabaron con un primer grupo de ellas fueron guerreros desvalidos de Gazetta. Los desvalidos combaten con su físico resistente y sus armas. Contra enemigos inmunes a artes ofensivas o en combates cuerpo a cuerpo, eran aliados especialmente fiables.

—Por cierto, Violet ha dicho que quiere que vengas a la próxima exploración subterránea.

—¡Qué guay! Suena divertido.

—Seguro que te viene bien para despejarte un poco. Y, estando Yuusuke, no hay peligro de derrumbes ni de perderse.

En el salón del fondo, los tres se sentaban alrededor de la mesa, relajados. Sin grandes incidentes últimamente, Yuusuke podía pasar ratos tranquilos con sus compañeras de confianza; su «familia».

Fonkrank, Blue Garden, Gazetta y Trent Rietta, las cuatro grandes naciones, seguían cooperando bajo el ideal de la Confederación de los Cinco Clanes, disfrutando de una era próspera y pacífica, sin grandes conflictos.



Mientras Yuusuke y los demás jugaban, bajo el pretexto de actividades para ampliar el conocimiento de la princesa Violet... en el jardín suspendido de la Torre Central de Patricia del Norte, una pequeña niña con el cabello blanco violáceo, largo hasta las rodillas, se dejaba acariciar por el viento mientras contemplaba en silencio el cielo.

A pesar de que su aspecto era el de una niña de doce años, se trataba de Ayuukas, la chamana blanca, convertida en un ser inmortal por el poder de un dios oscuro que descendió antaño sobre Kaltcio. De hecho, este año cumplía tres mil cinco años.

—Qué extraño... —murmuró con desconcierto.

—¿Qué pasa, vieja?

Al ver que ya era hora de comer y ella seguía sin regresar del jardín suspendido, Shinja, líder del clan blanco y actual rey de Gazetta, se acercó para ver cómo estaba.

—Hmm... Me da la impresión de que algo de gran poder se está acercando... —respondió ella, sin apartar la vista del cielo.

Entornó los ojos para intentar averiguar el origen de esa presencia. Concentró su conciencia en el «ka», la energía que la conectaba con el dios de Kaltcio alojado en lo más profundo de su ser, un poder capaz de resonar con los dioses oscuros.

—Es demasiado pronto para que invoquen al próximo dios oscuro... Pero se parece a esa misma presencia.

—¿Nunca ha pasado que invoquen a más de un dios oscuro a la vez?

—No puedo decir que sea imposible, pero al menos yo no tengo constancia de ello.

Cuando un dios oscuro descendía sobre el mundo, Ayuukas podía detectarlo gracias al poder del dios de Kaltcio. También podía presentir grandes catástrofes por los movimientos de la tierra.

Y lo que sentía ahora era, según decía, una mezcla entre la llegada de un dios oscuro y una gran catástrofe.

—No... Espera un momento. Tal vez...

—¿Te viene algo a la cabeza?

Ayuukas asintió y, poco a poco, empezó a recordar algo que había oído hacía muchísimo tiempo. Cuando aún era una simple niña humana enferma, intercambió su vida por el cuerpo inmortal de un dios oscuro que había descendido a la antigua Kaltcio y había vivido una eternidad. Fue de él de quien escuchó la historia.

Que en este mundo, existían infinidad de continentes como Kaltcio, todos en lugares remotos. Cada uno desarrollaba su propia vida, sus propias civilizaciones y formas de vida humana. Y cada decenas de miles de años, estos continentes se atraían y acababan por fusionarse.

Se decía que la antigua Kaltcio era un continente mucho más pequeño que el actual. La Kaltcio de hoy había alcanzado su tamaño actual a través de sucesivas fusiones con otros continentes.

Si lo que se acercaba era una existencia semejante al dios que vela por Kaltcio, entonces esa extraña sensación empezaba a tener sentido.

—¿Un continente de tamaño similar al de Kaltcio se está acercando...?

La fusión entre continentes no era simplemente una ampliación territorial. Según lo que aquel dios oscuro le contó, los diferentes continentes tenían ambientes parecidos, por lo que los «humanos» que vivían en ellos no presentaban diferencias físicas significativas. Pero eso también implicaba que las personas de ambos continentes percibieran la tierra del otro como una «nueva extensión de territorio».

Si los habitantes de ambos continentes conseguían unirse y colaborar, una fusión continental podía convertirse en un augurio aún más prometedor que la llegada de un dios oscuro. Pero... la historia de la humanidad también es una historia de guerras.


Que justo en este momento se estuviera afianzando el sistema de la Confederación... hizo que Ayuukas experimentara una sensación que no sentía desde hacía mucho tiempo: un escalofrío de inquietud.

—¿Es esta la voluntad de Kaltcio... o, tal vez, es el destino marcado por Yuusuke?

—¿Abuela?

Ante el enigmático murmullo, Shinja ladeó la cabeza con desconcierto.

Ayuukas siguió mirando al cielo, hacia el noroeste, por donde se extendía la frontera entre Fonkrank y Blue Garden. Los pétalos que flotaban en el aire fueron arrastrados por el viento en esa dirección. Shinja los siguió con la mirada casi por inercia, y entonces, en su campo de visión apareció una gran sombra, parecida a una nube tenue.

El viento atravesó con fuerza el jardín suspendido, haciendo ondear la larga melena blanca de Ayuukas. Al girarse, ella proclamó con fuerza y serenidad su augurio:

—Shinja... ve preparando las armas y las agallas. Esta paz... va a tener que esperar un tiempo.







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