
Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator
Traducido por: Xeniaxen
Capítulo 5
Preparativos y trucos para el contraataque
Gran Santuario de Polvatia, sala de mando del alto supervisor sacro. El alto supervisor, junto con el alto oficial sacro y el sumo sacerdote, observaban a través del espejo de visión remota la batalla de Alicia. Estaban desconcertados ante la figura del héroe de Kaltcio.
—¿Qué demonios es eso...?
—¿Es que tienen tres héroes?
—No, más bien, la última, la de las alas negras... ¿Qué clase de poder es ese?
Aparentemente se trataba de una heroína con fuerza física individual, pero nadie podía imaginar qué deseo podría haberle otorgado un poder así. El héroe de la capa negra, que al principio parecía tener una habilidad para interferir con la materia dentro de un área determinada, resultaba además capaz de trasladar a aliados y enemigos por igual. Era difícil de comprender.
Se suponía que el dios de la tierra solo otorgaba un poder por persona. Sin embargo, esos dos héroes parecían poseer claramente varios tipos de habilidades. En cualquier caso, habría que esperar a que Alicia regresara para escuchar los detalles de ella de primera mano y tomar una decisión.
—Tendremos que revisar el modo en que haremos avanzar nuestras tropas.
—¿Y qué hacemos con la información pública para los fieles?
—De momento no revelemos nada concreto. Difundid que «La heroína Alicia luchó contra tres heraldos del caos y regresó con vida». Eso bastará.
—Estaremos bajo su mirada durante un tiempo —dijo el sumo sacerdote, mientras se dirigía hacia las instalaciones de la base aérea.
Tras la retirada de Alicia, Sakuya se tornó hacia Yuusuke, ya con sus alas recogidas, y volvió a presentarse.
—Eh... Me presento de nuevo. Soy Sakuya Tsuzuki. Encantada.
—Ah, igualmente. Yo soy Yuusuke Tagami. Encantado.
Al ver cómo Yuusuke respondía como si fuera un candidato electoral, Sakuya esbozó una expresión divertida. De forma resumida, le explicó el motivo por el que había venido ese día y por qué se había puesto en contacto con ellos.
Debido a ciertas circunstancias, ella se había fusionado con un espíritu, lo que le había otorgado el poder de moverse libremente entre su mundo de origen (la Tierra) y este mundo alternativo. En ese momento, tanto el mundo terrenal como el otro mundo estaban viéndose afectados por lo que ocurría en este mundo intermedio.
La fusión de los dos continentes había generado una gran alteración energética. Esa onda expansiva estaba alterando el flujo mágico del mundo alternativo, y estaba provocando fenómenos paranormales y condiciones climáticas anómalas en la Tierra.
Al venir a investigar qué estaba ocurriendo en este mundo intermedio con vistas a los posibles efectos futuros, se había topado con el combate entre ambos bandos.
Aunque todo sonaba bastante inverosímil, Yuusuke era probablemente el más indicado para aceptar cosas así sin rechistar, así que entendió sin problemas la explicación de Sakuya.
Él también le contó su propio origen, así como los motivos por los que estaba en este mundo. Intercambiaron información, y resolvieron el misterio de aquella frase de Sakuya de cuando se conocieron.
Justo antes de ser invocado, Yuusuke había visto su propio cuerpo desde fuera y, por lo visto, el Yuusuke de la Tierra seguía existiendo tal cual. El Yuusuke que estaba aquí había sido recreado a partir de él por el poder del dios de Kaltcio. A pesar de tener un cuerpo humano al uso, su existencia era casi como la de un semi-espíritu.
—Ya veo... Qué curioso...
Por cierto, ni los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro, ni Shinja, ni Ayuukas (ni siquiera Hivodir, que se había sumado al grupo de forma bastante natural) entendieron ni la mitad de la conversación.
—Jo... Así que eso... Ha pasado casi un año desde entonces y yo aún seguía jugando allí...
«¿Qué estaré haciendo ahora?» pensó Yuusuke, al imaginar a su yo original y a su familia en su mundo de origen. Sentía que por fin había comprendido aquella sensación de conformidad que le había acompañado desde que despertó en este mundo.
Por otro lado, al pensar que ya no tenía ningún motivo ni lugar al que regresar en su mundo original, Yuusuke sintió una ligera punzada de tristeza. Como si hubiera percibido su estado de ánimo, Sakuya le hizo una propuesta repentina:
—¿Quieres que investigue un poco sobre tu familia o sobre el otro Yuusuke y te cuente algo la próxima vez que venga?
—¿Eh? ¿En serio? ¿Puedes viajar entre mundos tan fácilmente?
—Sí. Llevo casi dos años viviendo entre aquí y allí, yendo y viniendo.
Durante todo ese tiempo, Sakuya había vivido en un mundo alternativo rodeada de buena gente y en un entorno bastante afortunado. Aun así, confesó que siempre había sentido una cierta inseguridad y soledad al haberse visto arrastrada sola a un mundo extraño, sin nadie a su lado.
Yuusuke también conocía un poco esa sensación. Aunque tuviera un poder tan inmenso, la soledad interior y el vacío no eran cosas tan fáciles de sobrellevar. Y, justo al pensar en eso, algo le hizo clic.
Alguien más había pasado por una situación similar a la suya y a la de Sakuya. De hecho, alguien que estaba en prácticamente la misma posición.
—Ah... ¿Por eso lo de esa chica?
Sakuya asintió con una pequeña sonrisa que parecía decir: «Has dado en el clavo».
Durante el combate anterior, aunque había dejado a Alicia totalmente fuera de juego sin apenas hacer nada, Sakuya no había parado de hablarle. Se notaba cierto cuidado o atención en su actitud. Tal vez, entre chicas, algo en la situación de Alicia había resonado con ella.
«Ya veo. Así que iba por ahí...», pensó Yuusuke, entendiéndolo al fin.
Por lo pronto, el grupo de Kaltcio iba a regresar a Sanc Adiet. Y ahora que tenía una idea general de lo que estaba ocurriendo en este mundo intermedio, Sakuya también pensaba volver a su mundo por el momento.
Antes de retirarse, Yuusuke empezó a desmantelar el campamento. Tenía que devolver a su estado original aquella zona llena de elevaciones, columnas con techos y muros desperdigados. Aunque lo llamara desmontar, bastaba con toquetear un poco el menú de personalización. En unos minutos, todo volvía a ser arena.
Mientras tanto, la guardia aseguró a los pilotos de los mechas que habían bajado de sus escotillas y los tomaron como prisioneros.
En medio de todo esto, Hisotta se acercó a Yuusuke con sigilo y le susurró al oído:
—Capitán... Quien usted sabe está usando otra vez artes aéreas de ilusión.
—¿Eh?
Yuusuke giró la cabeza, preguntándose no «¿Quién?» sino «¿A quién?». Y allí estaba, como siempre, actuando por su cuenta. Reifold había ido a hablar con Sakuya, que observaba la retirada. Con su habitual sonrisa ambigua, le estaba proponiendo algún tipo de cooperación o trato.
—¿Qué le parece? Si pudiéramos seguir contando con su ayuda, sería realmente reconfortante para los habitantes de Kaltcio.
—Hmm... Bueno, te lo advierto por si acaso... —Sakuya desplegó repentinamente sus alas negras, y una ráfaga de viento envolvió el lugar. Todos los presentes, que estaban ocupados con las tareas de recogida, interrumpieron su trabajo y dirigieron su atención hacia ella, sorprendidos—. Conmigo esas cosas no funcionan, ¿vale?
Barrió las artes aéreas de ilusión como si nada. La mirada afilada que Sakuya le lanzó a Reifold bastó para helarle la sangre. Sintió un escalofrío desconocido recorriéndole el cuello, una sensación de peligro tan clara que, por un instante, olvidó incluso su sonrisa. Sin lugar a dudas, supo que estaba ante alguien con quien no debía meterse.
—Compórtate, hombre del bosque.
—Habitante del bosque, por favor. Pero vale, lo admito, me he pasado de listo.
—No es momento de andar dejando mala impresión, ¿eh? —le dijo Yuusuke, entrecerrando los ojos.
Reifold bajó la cabeza, arrepentido, mientras Sakuya, que no parecía haberle dado mayor importancia, agitó la mano con un gesto despreocupado.
—Bueno, ¡hasta la próxima!
Y así, sin más, desapareció de repente. Al parecer, había regresado a su mundo.
—Como no vuelva, la culpa será de Reifold.
—Ja, ja, ja... Me lo tengo merecido —admitió, forzando una sonrisa.
Aun con su habitual aire despreocupado, Reifold sabía que esta vez había cruzado una línea. Aunque su intento había partido de la mera curiosidad, el resultado había sido claro. Y dentro de sí, se reafirmó en una sensación creciente: le preocupaba que siguieran apareciendo seres con poderes más allá del control de cualquier país o estructura de gobierno. Porque mientras no existiera una garantía absoluta de que seguirían siendo aliados, era difícil dar la bienvenida con los brazos abiertos a alguien cuyo verdadero alcance seguía siendo un misterio.
—Bueno, ¡nos piramos! —ordenó el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.
—¡Vamos! —ordenó el rey de Gazetta, de manera entusiasta, pero también un poco ambigua.
Las fuerzas aliadas de Fonkrank y Gazetta iniciaron su retirada hacia sus respectivos países.
Por otro lado, en la base aérea sacra del ejército de Polvatia, Alicia regresó sana y salva en el aerodeslizador de alta velocidad.
—Lo siento mucho... —se disculpó ante el sumo sacerdote, abatida por haber fracasado en el rescate.
—Has cumplido dignamente con tu misión como heroína. ¿Qué sentido tiene disculparse? —la reconfortó él con amabilidad.
Ella bajó la cabeza, desanimada. Le dijo que gracias a su intervención habían descubierto que al otro lado había tres heraldos del caos. Si hubieran enviado a la Fuerza Sacra a purificar sin saberlo, las pérdidas habrían sido desastrosas.
—Prepararemos de inmediato una nueva arma para ti. Descansa por ahora —le indicó el sacerdote, elogiando su labor y conmovido por su agotamiento.
—Sí.
El sumo sacerdote observó cómo Alicia se inclinaba con una reverencia y se marchaba hacia su habitación. Reflexionó sobre cómo afrontar a los héroes enemigos en la inminente campaña de conquista de Kaltcio. «Por lo menos ha servido para algo», pensó.
Contra un héroe del mismo tipo que Alicia, habría bastado con ella como oponente. No obstante, contra el hombre que interfería con la materia y era capaz de transportar a sus aliados o enemigos, deberían asegurarse de no acercar sus armas y centrar los ataques desde larga distancia. En cuanto a la de las alas negras, su poder ofensivo era una incógnita, pero si estaba especializada en defensa, no resultaba tan amenazante.
«Sea como sea, el objetivo será evitar que esos tres actúen en conjunto. Debemos enfrentarnos a ellos por separado.»
La percepción que tenía Polvatia sobre lo ocurrido se limitaba a lo superficial, lo que habían podido ver en la batalla. Estaban aún muy lejos de comprender la verdadera naturaleza de Ayuukas, Yuusuke y Sakuya. Pero no era de extrañar. Incluso la propia Alicia, que había luchado directamente contra ellos, aún no lograba entender del todo qué eran en realidad.
Mientras valoraban la necesidad de reorganizar la primera oleada de tropas, prevista para partir dentro de cuatro días, el sumo sacerdote también regresó al interior del Gran Santuario.
Sanc Adiet. En una sala de los pisos superiores del Palacio Volance...
—¡Uooh! ¡Yo también quiero conocerla! —exclamó con frustración la siempre enérgica princesa Violet tras enterarse de la visita a Kaltcio de alguien del mismo mundo que Yuusuke: Sakuya Tsuzuki.
—Dijo que volvería.
Debido al problema de la fusión con el continente de Polvatia, ya no podía seguir explorando las ruinas subterráneas. Pero ver cosas tan insólitas como continentes conectados en vertical o dos soles en el cielo había conseguido mantenerla de buen humor.
—Y eso de los vehículos voladores... Molaría, ¿no, Yuusuke?
—No.
—Uuuuh...
Después de que su petición de subirse a una de esas aeronaves fuera rechazada, Violet infló los mofletes con disgusto.
Yuusuke había desmontado en piezas hasta su estado base tanto los cazas polivalentes como los mechas acorazados y había copiado su estructura con su habilidad. Ahora los estaba analizando desde el menú de personalización para desarrollar sistemas defensivos que pudieran hacer frente a los ataques aéreos del ejército de Polvatia.
—A los de tierra podemos frenarlos con las ametralladoras que llevaban los cazas y nuestras artes divinas, así que mientras podamos montar una defensa antiaérea en las ciudades, aguantaremos un tiempo.
—¡¿Un tiempo...?! ¡¿No bastará con eso para hacerles retroceder?!
—Naaah... No creo que sea posible. Apostaría a que los exploradores que enviaron solo llevaban lo más básico —dijo Yuusuke encogiéndose de hombros—. Si empiezan a bombardearnos desde larga distancia o a alta altitud, será imposible defendernos. Con un despliegue inteligente de barreras infinitas, probablemente podría reforzar nuestras defensas, pero lo ideal sería entablar negociaciones antes de agotar recursos.
—¿Negociaciones, eh...? Mi padre también parece querer moverse en esa dirección, pero dudo que podamos evitar por completo la escaramuza —opinó Violet, cruzándose de brazos—. Una simple refriega no bastará; hay que enfrentarse de verdad al enemigo y demostrarles nuestra fuerza para que sus líderes se dignen siquiera a sentarse a negociar.
Yuusuke asintió.
—Según tengo entendido, allí están unificados bajo una religión monoteísta. Si los de arriba no quieren dialogar, lo tenemos crudo.
—¿Lo has oído de los prisioneros? Por cierto, hoy Krielov también ha ido a interrogarles, ¿verdad?
Durante su regreso, gracias a lo que contaron los prisioneros, se confirmó que Polvatia era un imperio compuesto por una ciudadanía totalmente creyente, que adoraba al dios Polva y que seguía ciegamente lo que dictaba el Gobierno Sacro.
Actualmente se estaba interrogando uno por uno a los prisioneros más cooperativos y de mayor rango, para extraer información sobre los objetivos de Polvatia y las razones de su agresión.
—Es una invasión, sin más. Aunque la mayoría de los creyentes estarán convencidos de que es una «misión divina» —explicó Kanan durante su interrogatorio.
Para los ciudadanos de Polvatia, purificar la tierra impura y a los bárbaros que la habitaban era una misión encomendada por su dios para salvar al mundo del colapso. Esa visión del mundo se inculcaba desde la infancia mediante una educación religiosa supremacista.
Los bárbaros del continente impuro, una vez purificado por fusión con el continente polvatiense, eran aceptados en parte como ciudadanos de segundo o tercer rango, tras recibir adoctrinamiento religioso para convertirse en fieles. Sin embargo, la mayoría acababa como ciudadanos de clase baja, obligados a servir, como eufemismo de trabajo forzoso.
El jefe de la unidad de reconocimiento Kanan y sus subordinados hablaron con franqueza sobre estos asuntos, en parte porque nunca llegaron a absorber por completo la educación religiosa polvatiense. A pesar de no tener lazos de sangre con polvatienses y haber nacido como miembros de otros continentes, los habían ascendido a ciudadanos de segunda clase. Aun así, los auténticos polvatienses les despreciaban por considerarlos de baja cuna. Por esa razón, les resultaba difícil abrazar ciegamente la fe polvatiense.
Incluso advirtieron: «No esperéis que los demás sean como nosotros». Y es que los ciudadanos de Polvatia estaban tan adoctrinados por el Gobierno Sacro que apenas dejaban espacio a pensamientos propios, y menos aún prestaban oído a alguien de un continente impuro.
Tras escuchar el testimonio de los prisioneros a través de Krielov, Violet comparó la rígida sociedad de Polvatia con el Kaltcio actual, donde la Fe en los Cuatro Grandes Dioses se había relajado y la interacción libre era cada vez más común.
—La fe es una cadena muy útil, y a la vez peligrosa, que ata el pensamiento.
—Y los que están atados parecen la mar de contentos —respondió Yuusuke, que no se sabía si era en broma o en serio.
Violet asintió, pensativa, justo antes de ser arrastrada de nuevo a su sesión diaria de entrenamiento.
Al día siguiente, Yuusuke continuaba desde primera hora con el desarrollo de armamento defensivo dentro del menú de personalización. Analizaba la ballesta de luz de los cazas polivalentes y la de los exoesqueletos de combate. Estaba haciendo una versión mejorada del dispositivo, que generaba magia, la condensaba y la proyectaba.
En ese momento, un aroma dulce y familiar le acarició de pronto la nariz. Era un perfume suave, como el que solían llevar Rasanaasha o Raazsha. Pensando que tal vez algo de esa fragancia se le habría quedado impregnado en el uniforme, Yuusuke ladeó la cabeza...
—¡Holiii! ¿Qué tal, Yuusuke?
—¡Eres más sigilosa que Reifold!
Yuusuke levantó la vista para encontrarse de repente con Sakuya, que había aparecido de la nada. Sin sonido, sin presencia, sin avisar... Solo el aroma a champú.
Ella saludó con una mano y levantó una bolsa de tela repleta de cosas.
—Aquí tienes. De parte del otro Yuusuke.
—Ah, gracias.
Yuusuke aceptó la bolsa y agasajó a Sakuya con un zumo de frutos rara recién exprimido. Al abrir la bolsa, reconoció al instante su contenido: una foto de su familia, un cuaderno con notas escritas con su propia letra y algunas cartas.
—Últimamente, el Yuusuke de allí dice que empieza a soñar con lo que tú estás viviendo aquí.
—Anda. ¿Será por culpa de lo de... la fusión continental?
—Parece que sí.
Echando un vistazo rápido a la carta de su yo original (es decir, su cuerpo principal), Yuusuke leyó cosas como «Por favor, no me tengas en ascuas». Con solo eso, entendió de inmediato que se refería a Sun, con quien últimamente dormía acurrucado. Se sintió algo avergonzado, aunque no lo dejó ver en su expresión, ya que estaba frente a Sakuya.
(Xeniaxen: ¿Os dais cuenta que nos ha dado un dato ultra importante para la relación de Yuusuke y Sun así, sin más? ¡¿Cómo que duermen acurrucados?!)
Mientras libraba esa pequeña batalla interior contra sí mismo, Sakuya dijo que quería comentarle algo importante:
—Es sobre Alicia, en realidad...
Sakuya comenzó a explicarle la situación de Alicia. Al igual que Yuusuke, parecía haber sido invocada por el espíritu guardián de esa otra tierra. Le habló de su complicada posición y de cómo había llegado a tomar la decisión de luchar como heroína de Polvatia.
Un día, de repente, Alicia fue arrojada (literalmente con lo puesto) a las afueras de una ciudad desconocida en un mundo también desconocido. Desde entonces, se dedicó por completo a cumplir el papel de heroína, venerando al dios de Polva como le indicaba el Gobierno Sacro que la había acogido.
El hecho de que, en lo más profundo de su corazón, sentía una cierta aceptación (como si, de algún modo, diera por hecho que debía estar en ese mundo) fue uno de los motivos por los que Alicia acabó aceptando sin cuestionar lo que se le decía. Al no tener ningún otro apoyo en su vida como heroína de Polvatia, no tuvo más remedio que aferrarse a las enseñanzas que le habían inculcado.
El Gobierno Sacro de Polvatia era algo así como el antiguo Consejo Divino de Noscentes en Kaltcio. La diferencia es que esta institución dominaba todo el continente y ejercía su poder mediante la fe, gestionando además por completo a todos los héroes invocados.
—Eso es lo que decía. Parece que Alicia también es del tipo con quien se puede razonar si se le habla bien.
—Ah, claro, ahora lo entiendo... Espera un momento, ¡¿has ido a verla en persona?!
—Sí. Como aparecí directamente en su habitación, no se montó ningún escándalo y pudimos hablar con tranquilidad.
—¡¿Pero qué clase de habilidad es esa...?!
Aunque ya había oído que se movía entre mundos con relativa facilidad, Yuusuke se quedó sin palabras al descubrir que Sakuya se había infiltrado así, sin más, en pleno corazón del continente enemigo al día siguiente de los acontecimientos. Aun así, la información que le trajo le resultó muy interesante. Contrastándola con los testimonios de los prisioneros que había escuchado esa misma mañana de boca de Krielov, Yuusuke vio que todo encajaba.
Por su parte, Sakuya preguntó por el estado de los prisioneros, ya que Alicia se lo había pedido. Él le aseguró que parecían estar bien. En especial los integrantes del escuadrón liderado por Kanan, en quien Alicia parecía tener especial interés, estaban colaborando sin problemas y el interrogatorio se estaba llevando a cabo sin tensiones. Pertenecientes originalmente a otras etnias absorbidas por la fusión continental, su estatus como ciudadanos de segunda clase (por no ser de sangre polvatiense pura) hacía que no estuvieran tan adoctrinados por la fe como otros.
—Teniendo en cuenta lo que has contado sobre Alicia, podríamos decir que ya tenemos lo que faltaba.
—Vaya, entonces quizá por eso Alicia acabó llevándose bien con ese tal Kanan y su gente.
Sakuya asintió satisfecha. Que incluso dentro de una sociedad regida por la fe como Polvatia hubiera fisuras era una información muy valiosa para los planes estratégicos de los de Kaltcio. Entonces, a Yuusuke le vino una duda a la cabeza:
—Ahora que lo pienso... Desde el punto de vista de los que no están adoctrinados, la invasión se justifica con argumentos religiosos, pero... ¿Hasta qué punto es cierta esa doctrina?
En Polvatia, a los invocados se les llamaba «héroes». En Kaltcio, «dios oscuro». No era una simple cuestión de doctrina: era cómo los llamaban los propios invocadores. Eso le hacía pensar que quizá había una diferencia fundamental entre quién invocaba a los héroes y quién invocaba a los dioses oscuros. Y, a lo mejor, esa diferencia era la base de la doctrina polvatiense.
Yuusuke se preguntó si en realidad ellos eran los «malos» de la historia y simplemente no eran conscientes de ello. Pero Sakuya negó rotundamente esa posibilidad sin darle mayor importancia.
—Parece que el nombre no tiene un significado concreto.
—¿Eh? ¿No lo dices desde el punto de vista de Polvatia?
—No, se lo pregunté directamente al espíritu que hace de dios en Polvatia.
Al estar fusionada con un espíritu, ella era capaz de comunicarse a través de él con otros espíritus también. De hecho, aseguró que había recibido la misma respuesta del ente que velaba por Kaltcio. Al parecer, lo único que buscaban estos espíritus era provocar un cambio en la vida de las personas que habitaban sobre su tierra. Mientras ese cambio tuviera un impacto lo bastante amplio, usaban cualquier palabra que sirviera para representar a quienes lo causaban. Nada más que eso.
—¿En serio...? Entonces seguro que hay más gente a quien llaman de formas raras por ahí...
Yuusuke se encogió de hombros, pensando que, si había tantos invocados como tierras flotando en el mundo intermedio, seguro que a alguno lo llamarían de manera realmente absurda.
—Teniendo en cuenta que nos ha tocado «dios oscuro» y «heroína», podríamos considerarnos afortunados.
—¿A que sí? Si os hubiese tocado algo como «vedette divina» o «presidente supremo»... Bueno, tampoco habría estado mal del todo.
El Yuusuke gamer se rió solo mientras se imaginaba a alguien guiando a las masas con canciones o arrasando en combate con armamento exagerado, al grito de «¡Soy el presidente!».
—Por cierto, si puedes ir libremente al otro lado, ¿no podrías encargarte tú directamente del líder de allí...?
—¡Uy, qué retorcido! —respondió fingiendo escandalizarse—. Es broma. Pero, vamos, no sabemos todavía bien quién manda allí, así que tendría que investigar antes de tomar ninguna medida.
Comentó que había visto de todo: desde imperialistas pesados hasta emperadores marioneta solitarios que, en el fondo, se preocupaban por su gente. Lo mejor era actuar con cautela. Al escucharla, Yuusuke no pudo evitar preguntarse qué tipo de experiencias habría vivido hasta ahora. Seguro que si se lo contara a alguien como Violet, que adoraba las historias de aventuras, se harían buenas amigas.
—Bueno, entonces me voy. Gracias por el zumo.
—Nada, buen trabajo.
Sakuya se puso en el centro de la habitación, levantó una mano en un gesto de despedida y, tal como había aparecido, desapareció sin más. Casi al mismo tiempo, la puerta se abrió de golpe y Violet irrumpió en la estancia.
—¡¿Estás, Yuusuke?!
—Casi.
—¿...? ¿Casi qué?
Violet ladeó la cabeza sin entender aquel comentario misterioso que le había soltado nada más entrar.
Justo cuando Sakuya se marchaba, apareció Violet para informar de que usarían el polígono cubierto como fábrica de producción de armamento defensivo. Había venido a dar la noticia en persona porque, además de transmitir un mensaje importante, quería unirse también a los preparativos. De hecho, se había adelantado al mensajero oficial.
—Además, al parecer ha llegado un emisario desde Gazetta.
—¿Desde Gazetta?
El mensajero oficial, ahora con una sonrisa de disculpa en la puerta, anunció que alguien que se hacía llamar comitiva de la «chamana de Gazetta» solicitaba una audiencia con el capitán de la Patrulla del Dios Oscuro.
El nombre de Ayuukas, la chamana, ya era conocido en todo Kaltcio desde que se difundió que había predicho la llegada de Polvatia. Sin embargo, pocos conocían con precisión su aspecto, su historia o sus orígenes, y circulaban todo tipo de rumores y versiones sobre su figura.
La princesa Violet, que aún no había tenido ocasión de encontrarse con Ayuukas en persona, estaba deseando hacerlo. Por eso la había invitado a una de las salas de recepción del ala superior del palacio.
—Entonces, vamos a saludarla.
—Sí, por aquí.
Yuusuke y Violet, que tiró todo el camino de su brazo, llegaron hasta el salón donde esperaba la comitiva. Pero en cuanto entraron, casi se tropezaron del susto.
—Hola, soy Violet —se presentó, orgullosa.
—Hola, yo soy Ayuukas —respondió ella con el mismo tono victorioso, y luciendo además unas coletas idénticas a las de la princesa.
—¿Pero qué hace, señora Ayuukas...?
—Bah. Solo ha sido una pequeña travesura. ¡Ja, ja, ja!
Con su risa seca, Ayuukas provocó que Yuusuke se encogiera de hombros. Dejando a un lado la broma, la chamana pasó al tema serio. La atmósfera se tensó ligeramente. Al captarlo, Violet dejó su faceta de princesa revoltosa y adoptó una expresión más regia.
—No he venido por otra cosa: estoy aquí para ofrecer ayuda en el desarrollo del armamento defensivo contra Polvatia.
Quedó claro en la escaramuza del otro día que, frente a los cazas polivalentes y las armaduras móviles de Polvatia, las armas convencionales y las artes divinas de Kaltcio no bastaban. Por ese motivo, utilizarían las armas del ejército de Polvatia replicadas por Yuusuke para el contraataque. Ahora bien, según lo que pudo percibir Ayuukas, la ofensiva principal tendría lugar en un plazo de tres o cuatro días como mucho.
—¿Tan pronto van a venir?
—Desde el principio, ellos ya se estaban preparando para esto.
Aunque es probable que los resultados inesperados de la batalla anterior y la aparición de elementos no previstos les hubieran obligado a revisar su estrategia y hubieran provocado cierto retraso, calculaba que no tardarían mucho en actuar. Ayuukas opinaba que, probablemente, el ataque comenzaría desde el aire antes que con las tropas terrestres. Yuusuke también lo creía así, basándose en lo que sabía sobre estrategias y tácticas de guerra moderna.
La ballesta automática que actualmente estaba modificando dentro del menú de personalización iba a ser su arma antiaérea, así como un arma efectiva contra los mechas acorazados. Si conseguía crear una sola unidad perfecta, a partir de ahí podría hacer réplicas idénticas.
—Pero, aunque tu habilidad no tenga límite, necesitas los materiales, ¿no es así?
—Ese es justo el problema.
Para replicar en masa las armas hacía falta reunir una gran cantidad de materiales, y además se necesitaba una capacidad logística considerable para desplegarlas en las ciudades principales. Ni que se movilizaran todos los vehículos motorizados y carruajes tirados por caballos disponibles, tanto civiles como militares, el volumen que se podía transportar en uno o dos días era muy limitado.
—Y ahí es donde entramos nosotros.
Ayuukas era capaz de usar la habilidad «Creación Personalizada», al resonar con el poder del dios oscuro cuando estaba cerca de Yuusuke. Ofreció su cooperación para facilitar tanto la reproducción masiva de armas como su transporte.
—Entiendo lo de replicarlas, pero aunque sumemos las tropas de Gazetta, no creo que lleguemos a mucho en cuanto al transporte de las armas y los materiales...
—¿Hmm? ¿Insinúas que no servimos de mucho? No te preocupes. El grueso del transporte lo haré yo sola, básicamente.
—¿Eh? ¿Y eso cómo...?
Ante la cara de desconcierto de Yuusuke, Ayuukas le habló de un plan que llevaba desarrollando desde hacía algún tiempo.
—Vamos a usar un pequeño truco, entre tú y yo —dijo esbozando una sonrisa cultivada a lo largo de tres mil años.
Dentro del campo de entrenamiento especial para mechas acorazados, en un rincón del complejo militar que rodeaba la gran catedral del Castle Palace, en el continente de Polvatia, Alicia comprobaba el funcionamiento de la nueva gran maza que le habían entregado.
Su mirada se perdió en el horizonte al alzar la vista hacia la tierra de Kaltcio, que podía verse a través del tragaluz. La mayoría de ese territorio aún no estaba desarrollado, y los verdes bosques que se extendían ante ella le recordaban a su tierra natal. Aquel día en el que, desde su modesta patria, Hepatita (que difícilmente podía considerarse próspera), se dirigía hacia la escuela de formación de la Asociación de Aventureros situada en Grandalf, un país vecino donde la tecnología mágica había progresado notablemente. Si no hubiera sido invocada aquí como «heroína», quizá habría seguido en su mundo de origen, llevando una vida tranquila como aventurera corriente.
«Kaltcio, ¿eh...? Pero Sakuya no parece ser ni de allí ni de aquí.»
La otra noche, Sakuya apareció de pronto en su habitación y le propuso que, cuando llegara el momento clave en la guerra que pronto estallaría entre Polvatia y Kaltcio, contara con su colaboración. Decía poder desplazarse libremente entre los mundos, y parecía haberse alineado con el bando de Kaltcio, por lo que aceptar su petición implicaba traicionar a Polvatia. No obstante...
—Si salir corriendo de las manos de quienes me usan a su antojo es una traición... pues supongo que sí, soy una traidora, ¿no?
Con esas palabras tan directas, resultaba difícil rechazarla sin que sonara a una negación de su misma existencia. Por eso, Alicia terminó aceptando.
En el fondo de su corazón, algo llevaba tiempo ardiendo. Mientras hablaba con Sakuya, sintió que por fin había podido desprenderse, aunque fuera por un instante, de la falsa identidad que llevaba arrastrando como «heroína de Polvatia», y ser de nuevo ella misma.
Todavía no podía sacar a la luz esos sentimientos más íntimos, pero según cómo se desarrollaran los acontecimientos y el curso de la guerra, quizá algo podría cambiar en su vida dentro de este mundo frío y asfixiante que era Polvatia.
«Aun así... ¿Cuál será el verdadero objetivo de Sakuya?», pensó. ¿Qué pretendía realmente? ¿A instancias de quién actuaba? Poseía un poder desconcertante y decía moverse libremente entre mundos, algo que a Alicia le resultaba impensable que fuera solo fruto de la capacidad de una sola persona.
Estaba convencida de que, detrás de ella, debía haber una gran organización. Así lo intuía. Una tercera fuerza que buscaba intervenir en el conflicto entre Polvatia y Kaltcio. Una organización de otro mundo (o incluso otro continente del intermedio). Jamás se le habría ocurrido pensar que Sakya actuaba movida únicamente por una razón personal y por un poder tan singular que no respondía a nada más que a su forma de existir.
Tres días después del contacto entre el continente de Polvatia y Kaltcio... En la sala de entrenamiento interior del Palacio de Volance, que ahora también albergaba una fábrica de producción de armamento defensivo, se estaban fabricando en masa una gran cantidad de armas especiales de intercepción y defensa.
Los artesanos terrestres refinaban los minerales extraídos de las minas de Gazetta y Trent Rietta, convirtiéndolos en bloques de hierro y otros materiales. Una vez alcanzada cierta cantidad, enviaban los recursos a Sanc Adiet. Allí reproducían en masa el modelo mejorado de la ballesta de luz, para luego distribuirlo desde las capitales de cada país a sus ciudades principales.
—Yuusuke, chavalín, ya va siendo hora de mover el siguiente lote de materiales. ¿Está listo el cargamento para Trent Rietta?
—Sí, he terminado. Solo me falta ensamblar unas cuantas unidades de reserva.
La fabricación del armamento la llevaba a cabo casi por completo el propio capitán de la Patrulla del Dios Oscuro, mientras que la reproducción en masa y el transporte de materiales y armas terminadas corría a cargo de la chamana blanca, que los gestionaba con gran eficiencia.
Ayer, tras su llegada de Gazetta como emisaria, Yuusuke aceptó una propuesta de colaboración conjunta. Ambos se establecieron en las afueras de Sanc Adiet, cerca de la frontera con Blue Garden. Allí, Yuusuke le mostró su plan.
Un bloque angular de piedra, medio enterrado en el suelo. Una estructura de bordes definidos que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, perdiéndose en el horizonte. Era una instalación simple y, a la vez, monumental: el «truco» que Ayuukas había mencionado.
—Desde la época en que construimos el puerto, ya tenía esto en mente. Lo fui preparando para que pudieras usar tu Seafood Boom ese.
—Se dice Shift Move...
«Vale que últimamente el pescado frito se ha vuelto popular, desde que lo introdujeron en el pueblo de Rufk, pero de ahí a eso...», pensó Yuusuke con una mueca.
Abrió el menú de personalización, seleccionó el enorme objeto del mapa, que ni siquiera cabía en una sola pantalla, y le aplicó mejoras de resistencia física y resistencia a artes divinas, para luego ejecutar la modificación.
Lo que Ayuukas llamó «trampa» se refería a la técnica que Yuusuke llevó a cabo durante la batalla frente al Gran Muro de Paula, cuando intervino en la guerra civil de Blue Garden: el «Shift Move en cadena». Siempre que algo esté conectado como un único ítem, la habilidad de personalización puede interferir con toda su extensión sin restricciones de escala.
Aprovechando esta propiedad, crearon una estructura que conectaba los principales países y regiones clave de Kaltcio mediante una única hilera de bloques angulares, con la que podían transportar cualquier carga de forma instantánea.
En realidad, Yuusuke ya había pensado en algo parecido. Consideró unir el pueblo de Rufk con Sanc Adiet a través de un pavimento de piedra, como medio para desplazarse en un instante hacia las fortalezas o la costa norte. Sin embargo, lo descartó por el tiempo y coste que suponía llevarlo a cabo él solo.
Los soldados de Gazetta habían estado conectando pacientemente los bloques de piedra para crear una ruta exclusiva para el uso del sistema de Creación Personalizada, que se extendía a lo largo de unos dos mil trescientos kilómetros. Una vez completado, como ítem del mapa, se podía ampliar y convertir más adelante en una calzada de piedra perfectamente transitable, añadiendo materiales a posteriori.
Gracias a esta ruta, transportaban los materiales refinados en las minas de Gazetta y Trent Rietta en un instante a la fábrica de producción de Sanc Adiet mediante el Shift Move de Ayuukas.
Yuusuke los usaba para ensamblar las versiones mejoradas de la ballesta de luz. De estas, los miembros de la guardia distribuían por la ciudad las unidades asignadas a Sanc Adiet, mientras que Ayuukas transportaba el resto a las ciudades principales de Gazetta y Trent Rietta.
Además de objetos, también podían transportar personal, lo que permitía mantener un ritmo constante sin que decayera la eficiencia en las tareas de extracción ni en las de producción. Lo tenían todo funcionando a máximo rendimiento.
—Uuuh... Esto sí que es una trampa de verdad.
En el interior de la fábrica, Violet se dedicaba a probar los prototipos de las pequeñas ballestas de luz, o a curiosear dentro de la plataforma flotante defensiva que aún estaba en fase conceptual y solo tenía la base montada. Al ver cómo se sucedía el flujo constante de materiales y las nuevas unidades de ballesta antiaérea mejorada saliendo hacia sus respectivos destinos, no pudo evitar soltar un gruñido admirativo.
En el centro de todo, Yuusuke y Ayuukas trabajaban sin apenas moverse de sus sillas, alzando una mano y haciendo pequeños gestos en el aire con los dedos. A su alrededor, los guardias transportaban las armas completadas por la ciudad o seleccionaban los accesorios y piezas más pequeñas que iban llegando por separado.
—Perdona, princesa de Fonkrank. Si esto se calma un poco, prometo contarte alguna que otra historia antigua... pero estamos más ocupados de lo que esperaba.
—No importa. Es algo que afecta a todos los habitantes de Kaltcio. Te encargo cuidar bien de Yuusuke.
—Vuestra voz y el tono se parecen tanto que... cuando habláis las dos a la vez, ya no sé quién es quién.
Ante la observación de Yuusuke, Violet y Ayuukas se miraron y... como si lo hubieran ensayado:
—Yo soy Violet.
—Yo soy Ayuukas.
Y rieron juntas, como si fueran hermanas.
Violet pareció encariñarse rápidamente con Ayuukas. Aunque era pequeña de apariencia, era una veterana de más de tres mil años por dentro. Pensó en que su relación era algo similar a la que tenía con el viejo Zeshald.
Alrededor del mediodía, Violet se marchó de la fábrica con Ayuukas.
—Nos vamos a comer. Yuusuke, come algo tú también, ¿eh?
—Me tomo un descanso. Me pregunto qué tal estará la comida en el palacio de Fonkrank.
—Vale. Que aproveche.
Yuusuke estiró el cuello con un suspiro tras despedirse y, usando los materiales que aún quedaban, ensambló una unidad más de la ballesta de luz mejorada. La colocó sobre una de las largas mesas del taller. Abrió el menú de personalización y sacó los datos de la plataforma flotante aún en desarrollo, pensando por dónde continuar la modificación. De pronto...
—¡Ahh! ¡Estás aquí! Hola, Yuusuke.
—Qué puntería... Has aparecido justo en el momento perfecto.
—¿Hmm?
—Nada, cosas mías.
Los soldados se sobresaltaron al ver que Sakuya aparecía de repente justo después de que Violet se hubiera marchado de la fábrica, pero al ver lo familiar que era su tono con Yuusuke, simplemente volvieron a su trabajo.
La tarea de distribuir las ballestas mejoradas por la ciudad la estaban llevando a cabo los guardias. Una vez terminada la producción, Yuusuke tenía pensado sumarse a la instalación, ocupándose especialmente de los lugares difíciles como los muros exteriores del palacio o de la torre de observación.
Sakuya observaba con interés las ballestas que estaban alineadas frente a ella.
—Esto es un arma, ¿no? ¿Es como el aparato que lanzaba rayos y que llevaba aquel avión rectangular?
—Exacto. Se llama ballesta de luz o ballesta múltiple. Esta es una versión mejorada.
Había desmontado cada una de sus partes y las había modificado por separado antes de volver a ensamblarlas. Comparada con la ballesta de luz de uso general original, esta versión tenía más del doble de alcance, potencia, cadencia y resistencia.
—Este tipo de armas no existía en Kaltcio, así que puede que traiga problemas en el futuro.
Ahora mismo, la existencia de un enemigo común estaba uniendo a todo el pueblo de Kaltcio y dirigiendo el poder de estas armas hacia fuera. Pero el verdadero problema vendría cuando ese enemigo desapareciera. Sakuya parecía comprender bien esa preocupación de Yuusuke.
—Aunque Kaltcio es bastante extenso, ¿no? Las ciudades están bastante repartidas. ¿De verdad os está dando tiempo a distribuir las armas?
Yuusuke disipó con tranquilidad la duda de Sakuya sobre si podrían tener listas suficientes unidades para defender Sanc Adiet en el tiempo que quedaba.
—Gracias a la cooperación de Gazetta y Ayuukas, tenemos materiales más que de sobra. Y como el transporte lo hacemos con Shift Move, podemos moverlo todo de golpe.
Al aplicar su habilidad de personalización, podían ignorar tanto la distancia como el peso en rutas específicas, y además acortar enormemente los tiempos de producción. Mientras tuviera los materiales y las condiciones necesarias, podía replicar unas dos unidades por segundo. En una hora, eso significaba casi siete mil unidades.
—¡¿Pero qué clase de habilidad absurda es esa?!
—Bueno, tampoco es para tanto.
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