
Ha sido leer que el personaje lleva una chaqueta roja y no he podido evitar darle color. ¿Os gusta?
Por cierto, después de leerlo, decidme si entendéis de dónde sale esta chica. Había momentos que pensaba que era de Polvatia y estaba esperando que el autor lo aclarase... pero tendremos que esperar, al menos, hasta otro capítulo. Qué misterio...
-Xeniaxen


-Xeniaxen
Novela original en japonés por: ヘロー天気 (Hero Tennki)
World Customize Creator
Traducido por: Xeniaxen
Capítulo 4
La heroína y la heralda del caos
En la plataforma de despegue de la base sacra de Polvatia, mientras llevaban a cabo tareas de mantenimiento y traslado de los aviones de combate recién retornados, una joven de pequeña estatura enfundada en una armadura discutía con un oficial de la fuerza aérea. Entre ambos, atrapado en medio, el piloto de un aerodeslizador los miraba con gesto incómodo.
—¡Por favor, quiero ir!
—¡Te digo que no digas disparates! ¡Han regresado con una sola aeronave y han perdido todos los acorazados de la Fuerza Terrestre!
La heroína Alicia suplicaba que la dejaran ir a rescatar al capitán Kanan y a sus hombres, pero el oficial responsable se negaba en rotundo a autorizar una salida temeraria en solitario. Fue entonces cuando...
—Déjala ir. Yo le doy permiso.
—S-Sumo sacerdote... Pero...
El sumo sacerdote, que se presentó acompañado del alto oficial sacro y del supervisor de operaciones militares, intercedió en favor de Alicia. El oficial aéreo, aún dudoso, miró a la chica, mientras el gran sacerdote, con una expresión tranquila y segura, la animaba.
—No temas. Eres la elegida del dios Polva. ¿Estás lista, heroína Alicia?
—Sumo sacerdote... ¡Sí!
Pese a estar sola en un mundo extraño, ella siempre había podido contar con Kanan y su unidad, quienes la apoyaron y escucharon sus inquietudes. Ahora, con la oportunidad de devolverles ese favor, se sentía más decidida que nunca.
El aerodeslizador que la transportaba despegó mientras el sumo sacerdote lo contemplaba con solemnidad, trazando en el aire el símbolo de la bendición. A su lado, ordenó al alto oficial sacro que reuniera más información sobre el héroe enemigo. Tenían pensado usar a Alicia como cebo para ello.
—Si resulta ser un enemigo demasiado poderoso para nosotros, habrá que eliminarlo discretamente.
—Entendido.
Aun si la heroína caía en combate contra los bárbaros, se aprovecharía su muerte como una «prueba divina» para unir a los fieles y mantener su fervor. Para gobernar al pueblo de Polvatia, el Gobierno Sacro no podía permitir que existieran ni la derrota ni lo imposible.
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Las alas, como formadas por una niebla negra condensada, temblaban en sus extremos como un espejismo y desprendían un tenue resplandor de tono violáceo. Aquella figura que descendió del cielo tenía el aspecto de una muchacha vestida con un abrigo rojo.
Era una joven de cabello y ojos negros; rasgos que, salvo una sola excepción, no existían en ningún otro habitante de Kaltcio. Por la forma de su rostro y otros detalles, todos los presentes (miembros de la Patrulla del Dios Oscuro, el resto de guardias y la caballería de la Legión Blanca) no pudieron evitar girarse al unísono y clavar sus ojos en Yuusuke, como intuyendo algún tipo de vínculo racial entre ambos.
—¿La conoce? —susurró Zaisha, de modo un poco inquisitivo
—Ni de coña —negó con firmeza Yuusuke. No tenía ni idea de quién era.
—Pero... tiene el mismo pelo negro que usted... —señaló entonces Hisotta, mirando hacia arriba.
—Bueno, sí, por el aspecto parece alguien de mi tierra, pero...
Desde luego, que él supiera, no existía ninguna chica japonesa que pudiera bajar del cielo desplegando unas alas negras.
Una vez la muchacha tocó el suelo, las alas desaparecieron y su melena negra ondeó suavemente.
Los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro esperaban la reacción de Yuusuke; Hivodir también permanecía en silencio, sin intención de intervenir. Sus guardias seguían su ejemplo, atentos pero sin actuar. Reifold observaba en modo analítico desde su habitual posición, a unos diez pasos por detrás. Shinja aún seguía en lo alto de la torre de arena, y la Legión Blanca, junto con Ayuukas, contemplaban en silencio a Yuusuke.
—¿Me toca a mí hacer el primer contacto...? —murmuró con resignación, y se adelantó un paso para encarar a la recién llegada.
—Eh... —ella habló primero—. Mucho gusto. Me llamo Sakuya Tsuzuki.
—Ah, encantado... Un placer. Yo soy Yuusuke Tagami.
Ambos se hicieron una leve reverencia... y entonces se sorprendieron al unísono.
—¡¿Eres japonés?!
—¡¿Tú también eres japonesa?!
Los dos exclamaron al mismo tiempo, con idéntica sorpresa. La chica que se había presentado como Sakuya Tsuzuki alzó la mirada y se quedó observando fijamente a Yuusuke. Su expresión cambió como si acabara de atar cabos.
—Espera... ¿Eras tú?
—¿Eh?
Yuusuke parpadeó, desconcertado ante la repentina afirmación, y respondió con una voz algo boba. Pero lo que oyó a continuación lo dejó aún más descolocado.
—El chico que estaba jugando en el santuario.
—¿Qué?
Un recuerdo lejano, de hace ya más de un año, emergió con claridad en su mente. Justo antes de ser invocado por la «voz» de Kaltcio, Yuusuke recordaba estar jugando con su consola en el recinto de un santuario. Justo después de oír aquella voz: «Ven a mí, dios oscuro», le sobrevino una sensación de ingravidez, y lo último que recordaba era ver su propio cuerpo alejándose, como desde una perspectiva elevada. Lo siguiente fue despertar en el altar del dios oscuro.
Por cierto, el juego que estaba jugando en aquel momento se titulaba Creative World. En pocas palabras, era un RPG clásico, pero lo que atraía a los jugadores más acérrimos era su peculiar sistema de «Creación Personalizada de Artículos», una mecánica que ofrecía un enorme potencial de personalización.
Lo curioso del asunto era que, pese a su atractivo sistema, el juego era universalmente considerado un despropósito desequilibrado: todos los jugadores lo catalogaban como un «juego roto» o, directamente, una basura; hasta el punto de que su fama venía sobre todo del uso casi obligado de «mods» ilegales para poder disfrutarlo. (NT: En el contexto de los videojuegos, un «mod» (abreviatura de «modificación») es un cambio o adición creada por los jugadores que modifica el funcionamiento, apariencia o contenido de un juego.) El poder que Yuusuke poseía en Kaltcio como Dios Oscuro, «Creación Personalizada», derivaba directamente de ese sistema de juego; y no del original, sino del modificado.
Ayuukas le había explicado tiempo atrás que, al ser invocado, el dios oscuro recibía un poder basado en lo que más deseaba en el momento de la invocación. En el caso de Yuusuke, que tenía ese sistema en mente mientras jugaba, eso fue lo que se le otorgó. Pero entonces...
—¿Qué quieres decir...?
Las palabras de Sakuya daban a entender que acababa de verlo no hacía mucho.
«¿No habrá pasado tiempo para ella desde aquel instante...?»
Pero Yuusuke recordaba con claridad que en aquel momento no había nadie más en el santuario. Ladeó la cabeza, confundido, y su expresión se tornó aún más perpleja cuando vio que Sakuya también fruncía el ceño, como si algo no terminara de cuadrarle.
Mientras Yuusuke se rascaba la cabeza, un susurro le llegó al oído. Era Sun.
—Yuusuke... Las personas, en tu mundo, ¿pueden volar?
—No. En general, no vuelan —respondió él, con absoluta sinceridad y sin dejar de mirar a la recién llegada.
—Entonces —intervino Vermeer con la precisión de siempre, ayudando a encarrilar la conversación—, ¿sí que es de su mundo, jefe?
—Sí. Los dos hemos dicho que somos japoneses... y el nombre también es japonés. Pero...
«Pero no es como los japoneses que yo conozco», quiso decir Yuusuke, algo alterado por la situación. Claro que, si se ponía así, él mismo no era precisamente un japonés corriente ya. Un tipo con la habilidad Creación Personalizada no entraba dentro de los estándares normales. Y como no había nadie allí para hacerle la réplica, tuvo que hacerse el propio comentario sarcástico en su fuero interno.
Mientras se hacía ese monólogo silencioso, alzó la vista... y sus ojos se cruzaron con los de Sakuya Tsuzuki, que lo observaba con expresión atenta y curiosa.
—Je.
—Je, je...
Ella le dedicó una sonrisa. Yuusuke se la devolvió con timidez.
—No puede ser... —murmuró Hinke, boquiabierto—. ¿También una con el cabello negro? ¡Esto ya es un póker completo!
Sun e Hisotta estaban tensas como cuerdas de violín, pero para Yuusuke, ese caos de fondo ya era casi parte de su rutina.
No sabía quién era realmente Sakuya Tsuzuki. Pero hablaba su idioma, se comportaba de forma razonable y, sobre todo, no había atacado sin mediar palabra; lo que en estos días ya era bastante tranquilizador. Pensó que podría estar relacionada con la gran amenaza de Polvatia. O quizá podría decirle algo más sobre el mundo de donde venía.
Con esas ideas en la cabeza, Yuusuke se dispuso a hablar con ella de forma más directa. Pero justo en ese momento...
—Justo cuando nos topamos con una visitante de lo más interesante... parece que ha vuelto el primer cliente —comentó Reifold, señalando el horizonte mientras advertía del enemigo que se aproximaba.
A lo lejos, sobre el mar del continente de Polvatia (aún suspendido perpendicularmente sobre el de Kaltcio), un nuevo aparato de vuelo avanzaba a baja altitud y a gran velocidad. Era más delgado y alargado que los cazas anteriores, y se dirigía directamente hacia ellos.
Desde lo alto de la torre de arena, Shinja disparó una andanada de flechas de luz, pero el nuevo aparato maniobró apenas lo justo para esquivarlas con elegancia.
—¡Preparad la defensa! Y tú, señorita Tsuzuki, por favor, aléjate un poco, esto puede ser peligroso —ordenó Yuusuke, con tono firme pero preocupado.
Que Sakuya volara o no era algo que ya revisarían después, pero lo que estaba claro era que, vestida como iba, parecía más una civil cualquiera que una combatiente. Una imagen que además le evocaba recuerdos lejanos de su mundo natal.
Sacó su menú de personalización y, anticipándose a la ofensiva, construyó de inmediato un refugio antiaéreo tras las líneas aliadas, donde tanto ella como los demás podrían resguardarse en caso de emergencia.
El aerodeslizador de alta velocidad, aunque con un blindaje más robusto que los cazas estándar, carecía de armamento. Su diseño estaba claramente enfocado en transportar tropas de forma rápida y segura hasta el campo de batalla, aprovechando su movilidad y resistencia defensiva.
Tras despegar desde la base aérea sacra con Alicia a bordo, el aerodeslizador alcanzó la zona donde el escuadrón de reconocimiento había entablado combate. Allí, fue recibido de inmediato con fuego desde un caza polvatiense incrustado en una torre de arena, reconvertido en un puesto de artillería improvisado.
—Ese es el primero que hay que eliminar. ¡Volemos directos hacia él!
—¡¿Está loca?! —gritó el piloto, al verla asomarse fuera de la cabina y prepararse para saltar a plena velocidad.
Pero Alicia no era una persona normal.
—Soy una heroína —dijo con una sonrisa temeraria.
Convencido a la fuerza, el piloto obedeció y dirigió la nave directamente hacia la torre.
Esquivando las ráfagas del cañón de luz, el aparato se acercó a baja altitud y, justo al pasar frente a la torre, ascendió bruscamente. En ese momento, Alicia se lanzó al aire, blandiendo su enorme maza, fabricada con el mismo material que los escudos de los mechas. Y descendió sobre el puesto de artillería improvisado.
—¡Yaaaahhhh!
Impulsada por la velocidad del despegue y el peso de su arma, Alicia descargó un golpe demoledor sobre la torre de arena, que se desmoronó desde la mitad hacia arriba en una explosión de polvo y escombros.
—¡Menuda forma de irrumpir en escena! —exclamó Shinja, que ya había saltado para esquivarla.
Alzando su gran espada de platino, se adelantó para interceptar a la joven guerrera acorazada.
—¡Soy Alicia, heroína de Polvatia! ¡He venido a purgar esta tierra impura según la voluntad divina!
—Yo soy Shinja, guerrero de Gazetta. Hmpf... Lanzáis flechas en vez de palabras, y ahora vienes a recitar discursos...
Alicia frunció el ceño, pero no se molestó en pedir explicaciones. No iba a dejarse distraer por las palabras de un enemigo que blandía su espada con tanta determinación.
Tras confirmar dónde se encontraban Kanan y los demás, empuñó con firmeza su enorme maza y se lanzó a rescatarlos.
El choque entre la gigantesca maza de aleación especial y la gran espada de platino modificada por el poder del dios oscuro levantó un torbellino de arena. El estruendo metálico que resonó no era el típico tintineo del acero: fue una explosión sorda, brutal, como si dos mundos colisionaran. La fuerza concentrada en ese intercambio superaba lo comprensible.
Mientras los guerreros de la Legión Blanca observaban el duelo con tensión contenida, Yuusuke y la Patrulla del Dios Oscuro coordinaron sus movimientos con Hivodir y los guardias, listos para reaccionar ante cualquier refuerzo enemigo.
—¿No parece que Shinja las está pasando canutas?
—Eso parece... aunque no diría que es de los que se contienen por enfrentarse a una mujer —comentó Vermeer.
—Shinja es humano, al fin y al cabo. Y esa muchacha desprende el mismo aire que tú —intervino Ayuukas, dándoles una palmadita en la espalda.
Siempre con esos gestos tan propios de una anciana... pese a que su aspecto fuese el de una niña de tres mil cinco años. Dejando eso de lado, Yuusuke se centró en lo que había dicho.
—¿Te refieres a que... ella es como yo?
—Probablemente.
Ayuukas sospechaba que aquella muchacha era su equivalente en el otro continente. Alguien que en su tierra sería considerada una «heroína» pero que, en términos de poder, era como su «dios oscuro».
En ese instante, una sacudida aún más violenta percutió en el terreno, alzando una nube de polvo que lo envolvió todo. Cuando se disipó, Shinja y Alicia estaban enzarzados en un forcejeo, sus armas entrechocando sobre un terreno desgajado por la onda de choque.
La «heroína» de Polvatia, Alicia, era mucho más pequeña que Shinja; puede que incluso más bajita que el propio Yuusuke. Aun así, blandía con soltura una maza casi tan grande como ella misma, enfrentándose de tú a tú al mejor guerrero de Gazetta.
Los pilotos de los cazas enemigos capturados, si bien no podían usar artes divinas, no parecían muy distintos de los habitantes de Kaltcio. Eso hacía aún más evidente que aquella chica no era, ni de lejos, una humana corriente.
Shinja desvió el golpe con su espada, dejando que el zumbido de la maza resonara mientras intentaba canalizar su fuerza. Si hubiera llegado a recibir el impacto de lleno, su brazo, más que su arma, no habría resistido. Aquella muchacha debía llevar un tipo de armadura con mecanismos similares a los de las unidades acorazadas con las que se enfrentaron antes... pero, incluso así, su fuerza era sencillamente anormal.
«Sin los efectos de refuerzo de la espada, no sé si habría podido aguantar tanto...»
Cada vez que esa enorme maza caía con la velocidad de una espada ligera, solo podía sortearla desviándola con su hoja y desplazándose en diagonal hacia adelante. A duras penas, logró llevarla de nuevo a un forcejeo de acero contra acero.
En un intercambio de golpes directos, la desventaja era evidente: solo por el peso de las armas, ella llevaba todas las de ganar. «Si al menos sus movimientos parecieran más forzados...», gruñía Shinja para sí mientras intentaba ganarle terreno poco a poco. Si lograba detenerla del todo, ese peso tendría que volverse en su contra.
Aprovechando su mayor complexión, intentó imponerse por fuerza bruta.
—Pareces cansada. ¿Por qué no te tumbas? Siento que no haya una cama cerca...
—¡N-No te burles de mí!
Su intento de descolocarla con una frase provocadora en pleno combate activó algo en la joven. Quizá fue un reflejo de orgullo herido, o tal vez rozó alguna fibra especialmente delicada. Lo cierto es que, al instante, el cuerpo de Alicia se cubrió de un tenue resplandor. Desde la posición de inferioridad en la que Shinja la estaba empujando, lanzó un golpe brutal con la maza.
Las chispas brotaron en el aire cuando su arma chirrió al arrastrarse contra la espada de platino. Como si solo usara la fuerza de sus brazos, liberó una descarga tal que hizo saltar a Shinha por los aires, como si un caballero en carga le hubiese embestido de lleno.
La espada blanca voló describiendo un arco en el cielo, y el cuerpo de Shinja, catapultado, cayó de lado contra la arena, rebotando dos o tres veces antes de detenerse.
—¿¡Shinja ha perdido en fuerza bruta!?
Aún sorprendido, Yuusuke abrió rápidamente el menú de personalización e intentó activar el Shift Move para sacar al Rey Blanco de allí, pero el golpe de Alicia lo había enviado fuera de la zona materializada. En ese momento, la joven guerrera ya se había impulsado con otro gran salto, alzando su gigantesca maza para rematarlo.
—¡Remate final!
Visiblemente afectado por el daño, Shinja estaba intentando incorporarse lentamente justo cuando la sombra de la maza descendió sobre él. Entonces, una pequeña figura se lanzó entre ambos y alzó la espada de platino clavada cerca.
Un segundo después, una colosal explosión sacudió la arena y levantó una nube que tapó el campo de visión. Cuando la cortina de polvo empezó a disiparse con el viento, todos pudieron ver con claridad: Alicia, con la maza alzada, había sido detenida en seco por una diminuta figura de cabello blanco con tonos violáceos... sosteniendo la espada de Shinja.
Era Ayuukas, la chamana de la aldea de Gazetta, quien había parado el golpe.
Poseedora de una habilidad única de resonancia, Ayuukas podía replicar los poderes de cualquier entidad cercana que albergara una fuerza concedida por una deidad. Había logrado resonar con la fuerza del poder de heroína de Alicia y la estaba usando ahora para asistir al rey de Gazetta.
Desconcertada por la fuerza que acababa de recibir de una figura tan pequeña, Alicia dio un paso atrás.
—Cuando fuiste invocada... ¿acaso deseaste únicamente poder?
—¡...!
La mirada de Alicia se abrió de par en par. La habían descubierto. En alerta, retrocedió un poco más y alzó su maza, ahora enfrentándose con una serena Ayuukas, que blandía la espada con total calma.
—¿Eres tú... la emisaria del caos?
—¿Eh? ¿Qué es eso? Yo solo soy una chamana.
Según la enseñanza que Alicia había recibido del Gobierno Sacro, cuando un héroe era invocado por el dios del continente para salvar al mundo de su destrucción, también podía aparecer en el continente impuro una contraparte destinada a llevarlo al caos: un «emisario del caos».
—¡Como heroína de Polvatia, he venido a eliminar con mis propias manos al emisario del caos que amenaza este mundo!
—Y pensar que los que han traído el caos al bien avenido Kaltcio sois precisamente vosotros...
—¡No necesito tus engaños! ¡Conmigo no funcionan!
Alicia cargó. Ayuukas respondió.
El tipo de poder capaz de aniquilar enemigos, como el que había obtenido Alicia, era de los más comunes a la hora de resonar. Ahora que ambas compartían una fuerza equivalente, la chamana demostró una habilidad técnica superior. Con la ayuda de los efectos añadidos por Yuusuke al arma, comenzó a dominar el duelo sin esfuerzo.
Cada vez que las armas chocaban estallaban columnas de arena, como explosiones. El choque entre Ayuukas y Alicia era mucho más violento que el que había tenido lugar entre Alicia y Shinja.
Atónito ante la inesperada intervención de su aliada, Yuusuke tardó un instante en reaccionar, pero enseguida se dispuso a correr hacia el lugar donde yacía el herido Rey Blanco. Si lograba arrastrarlo hasta la zona materializada, podría usar el Shift Move para trasladarlo a un lugar seguro. Sin embargo...
—¡No te acerques, Yuusuke! Si resonamos ahora, mi vínculo con su poder se debilitará.
—¡Uooh! ¡¿En serio?!
Dando media vuelta con reflejos felinos, Yuusuke retrocedió de inmediato. Sin perder tiempo, abrió el menú de personalización. A través de la función de manipulación del terreno, extendió una plancha de arena solidificada desde la zona materializada hasta el lugar donde se encontraba Shinja.
—¡Súbete a eso!
Al ver que el guerrero, tambaleándose, caía sobre la plataforma de arena, Yuusuke ejecutó otra acción en el menú: intercambiar la sección final de la plancha por un fragmento del terreno junto a él.
—¡Técnica letal: Shift Move... The Rescue! —añadió, enlazando nombres sin sentido.
Lo de «técnica letal» mejor no analizarlo mucho. Como mucho, se podría interpretar como una habilidad «definitiva» contra el peligro, ya que lo elimina (es decir, lo evita).
—Zaisha, encárgate de curar a Shinja.
—¡Sí!
Dejando la recuperación en manos de sus subordinados, Yuusuke centró su atención en el duelo entre Ayuukas y Alicia. Mientras tanto, preparaba el terreno desde su menú de personalización, colocando trampas, barreras y otras ayudas tácticas. Incluso añadió un objeto de distracción: una Ondulación. No era más que un bloque de tierra de unos cincuenta centímetros de largo y veinte de diámetro que se movía por el suelo contorsionándose de forma extraña. Nada más.
El feroz intercambio de golpes entre la gran maza y la espada blanca era como una tormenta desatada. En medio de un combate tan intenso, Ayuukas compensaba su desventaja física con el poder de «heroína» que tenía al haber resonado con Alicia, al que se le sumaban los efectos de refuerzo de la espada. De hecho, se valía de su velocidad, número de ataques y experiencia para llevar la delantera.
—Parece que empiezas a cansarte. ¿Qué tal si hacemos una pausa y charlamos un poco?
—¡No pienso perder!
Alicia volvió a envolver su cuerpo en aquella luz que ya había mostrado durante su combate con Shinja. Tal vez se trataba de su poder verdadero, que emergía cuando se veía en apuros: un aura que elevaba temporalmente su velocidad y fuerza.
Presionada por la habilidad de Ayuukas, Alicia logró igualar el ritmo con pura fuerza bruta, pero...
—Ya veo. ¿Es así como lo haces?
—¡¿Eh?!
Tras observar atentamente cómo usaba aquel poder, la niña anciana replicó la misma aura luminosa, elevando también su velocidad y potencia, y volvió a tomar la delantera.
No obstante, el intercambio de golpes con la maza, de un peso extraordinario, ejercía una presión descomunal sobre la hoja. Por muy reforzada que estuviera con la personalización de Yuusuke, e incluso siendo una arma inagotable, la espada blanca tenía sus límites.
En uno de los embates más potentes de Alicia, la hoja blanca se partió por la mitad.
—¡Vaya! ¡La espada...!
—¡Yaaaah!
Con la pérdida del punto de apoyo, el cuerpo de Ayuukas quedó expuesto, y el mazazo la alcanzó de lleno. El impacto pulverizó su brazo y hombro izquierdo, y salió volando por los aires, sobrevolando la cabeza de Yuusuke hasta estrellarse cerca del refugio.
—¡¡¡Ayuukas!!!
Su pequeño cuerpo chocó con uno de los mechas, provocando un sonido seco similar a una explosión. La parte frontal del mecha se tiñó de rojo y acabó por caer de espaldas.
Sin detenerse a comprobar la llegada de los sanitarios de la guardia, Yuusuke giró hacia Alicia, que ya se preparaba para cargar de nuevo, e intentó detenerla.
Al entrar en la zona materializada, trató de encerrarla con muros de arena o hacerla caer en trampas, pero ella pulverizaba los muros sin esfuerzo y superaba los agujeros de un solo salto. Incluso destruyó un coloso de arena de un solo golpe.
Los miembros de la Patrulla del Dios Oscuro y el resto de guardias intentaron apoyarle con artes divinas ofensivas, pero ella desviaba las bolas de fuego y de agua, y devolvía el hielo y la tierra con más potencia de la que tenían al lanzarse.
—Capitán, esto no pinta bien —expuso Vermeer.
—¿Usamos a los prisioneros como rehenes? —propuso Zhahid, a medio camino entre broma y verdad.
—No creo que eso haga que nos escuche con más ganas, la verdad.
—Tampoco es que estuviera muy dispuesta desde el principio.
Mientras seguían charlando, Alicia continuaba cerrando la distancia. Si ni Shinja a plena potencia ni Ayuukas con un poder equivalente habían podido detenerla, la caballería no iba a lograr mucho más ni con todos sus efectivos.
Y, dado que los ataques mágicos tampoco surtían efecto, si llegaba a su posición, ella sola podría aniquilarlos.
—Yo me encargaré de detenerla. Vosotros preparaos para evacuar con los prisioneros.
—Entendido.
Mientras Alicia rompía sin piedad la enésima barrera múltiple, Yuusuke se interpuso levantando el brazo. Su capa negra ondeó, y una onda de poder divino de tipo «indeterminado» se extendió por la zona.
Al percibir una extraña presencia que, por alguna razón, le resultaba familiar, Alicia redujo ligeramente la velocidad de su embestida y levantó su gran maza con cautela. En ese instante, el hombre vestido de negro que parecía ser el capitán enemigo, se encontraba ahora a gran distancia, como si se hubiera teletransportado de repente. Alicia se quedó momentáneamente perpleja, pero pronto se dio cuenta de que algo no encajaba.
—¿...? ¿Esto es...?
Observando con más atención, se dio cuenta de que no solo aquel hombre vestido de negro, sino también las tropas enemigas que estaban detrás de él, los mechas capturados y hasta los muros de arena, habían quedado más lejos.
—No... No puede ser.
Ellos no se habían movido. Era ella misma quien se había desplazado hacia atrás.
Sin entender del todo qué había ocurrido, Alicia volvió a lanzarse al ataque. Cuando percibió aquella magia momentos antes, debía haberse activado algún tipo de poder: una ilusión, o una técnica para hacerle perder la orientación.
—Sea la artimaña que sea, ¡me da igual! ¡Los aplastaré a todos!
Envuelta en luz y con una aceleración sobrehumana, Alicia impulsó su cuerpo con fuerza por la arena. El hombre de negro volvió a alzar el brazo. Determinada a no perder ningún detalle del conjuro, ella fijó sus ojos en su gesto.
—¡Técnica letal: vuelta al principio!
—¿¡Qué...!? —al comprender el truco, no pudo evitar soltar una exclamación de sorpresa y desconcierto.
De repente, Alicia volvió a la misma posición de antes.
Como estrategia de contención, Yuusuke había activado su Shift Move para impedir que Alicia se acercara, lanzando lo que él llamaba un ataque de bucle infinito. Por más veces que ella intentara lanzarse al ataque, él simplemente repetía su comando y la devolvía a su posición original. A veces incluso alteraba su orientación, de modo que, si Alicia avanzaba con toda su energía, acababa corriendo en direcciones totalmente equivocadas.
Por muy poderosa que fuera y capaz de derrotar a cualquier enemigo en combate directo, no tenía forma de lidiar con una técnica pensada para desorientarla en una playa amplia y despejada. Era, literalmente, una situación donde no podía hacer nada.
Después de pasarse un buen rato corriendo en círculos, jadeando, Alicia acabó perdiendo los estribos.
—¡No te burles de mí! ¡Lucha en serio!
—¡Ni hablar! —se negó Yuusuke con orgullo, sacando pecho mientras volvía a mandarla al punto de inicio—. ¡Y además esto es muy en serio, te lo digo!
En un combate directo no tendría ninguna posibilidad, así que no le quedaba otra que recurrir a trucos y tácticas indirectas para ganar tiempo, lo cual resultaba ser, además, lo más efectivo.
Con las manos temblorosas por la rabia, Alicia apretó con fuerza el mango de su enorme maza mientras repasaba mentalmente todo lo ocurrido, buscando una pista para romper aquel extraño campo que la mantenía atrapada en un bucle. Tras ser devuelta al punto de partida una y otra vez, se dio cuenta de algo: él no dejaba de observarla. Tal vez aquella técnica de teletransporte requería tener a la víctima a la vista para funcionar. Si eso era así...
—Entonces...
Levantó la maza con violencia y la hizo caer contra el suelo, haciendo temblar la tierra. El impacto abrió un gran cráter en la arena, levantando al instante una nube espesa de polvo. Aprovechando ese humo como una cortina improvisada, intentó ocultar su silueta. Si lograba retrasar el momento en que volviera a ser localizada, crearía una oportunidad para acabar con el responsable de esa molesta técnica.
Alicia había acertado... solo a medias.
Para ejecutar Shift Move y trasladar al objetivo, Yuusuke necesitaba conocer en todo momento su posición. No era estrictamente necesario verlo directamente: bastaba con vigilar la superficie de la zona convertida en material con su pantalla de personalización, donde quedaban marcadas las huellas de quien caminara sobre ella. Así podía localizar a su objetivo con total precisión.
Pero, como todo sistema, tenía un punto débil.
—Mierda... Esto no pinta bien...
Cubierta por la cortina de arena, Alicia había abierto un cráter en el suelo y luego saltado al instante, dejando atrás sus huellas antes de que estas aparecieran. Yuusuke la perdió de vista incluso desde su menú. Siguieron más cráteres: cada vez que aterrizaba, la chica golpeaba de nuevo el suelo, levantando más nubes de arena antes de volver a impulsarse.
Su objetivo no era solo ocultarse. Al repetir ese patrón de salto y golpe, Alicia estaba generando tal número de señales en el terreno que el sistema de Yuusuke ya no podía distinguir cuál de ellas era la verdadera.
—¡¡¡Capitán, por arriba!!!
—¡¿Eh...?!
La voz de Hisotta le hizo alzar la vista. Justo encima de él, descendiendo a toda velocidad con la maza en alto, estaba Alicia.
—¡Te tengo!
Yuusuke apenas tuvo tiempo de decidir si levantar un muro o usar Shift Move. Pero en ese instante, algo acarició su mejilla: una brisa oscura, temblorosa como un espejismo, con una presencia ligera pero clara.
El segundo siguiente, un estruendo sordo sacudió el aire. La maza, teñida de sangre, se detuvo apenas a unos centímetros por encima de su cabeza. Una onda expansiva en forma de anillo levantó la arena en un dibujo perfecto.
Quien había detenido el golpe no era otra que Sakuya, envuelta en sus alas de sombra.
—¿Sa... Sakuya...?
Yuusuke acababa de ser protegido de un ataque letal. Su salvadora había parado en seco la ofensiva de Alicia. Ambos se quedaron con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Y no fueron los únicos. Todos los de Kaltcio e incluso los prisioneros de los cazas enemigos, se los miraron todos estupefactos.
La batalla quedó en silencio, como si el tiempo mismo se hubiese detenido. Todas las miradas se centraban en la figura de una chica de alas negras, que acababa de detener con una sola mano, y sin armas, el impacto brutal de una maza de tamaño y peso descomunales.
—¿Q-Qué...?
—Oye, Alicia. ¿Qué te parece si hablamos un poco con calma con él?
Despertando del shock por la voz de Sakuya, Alicia retrocedió un paso y mantuvo en alto la maza con una expresión de alerta. Mientras su cuerpo permanecía en guardia, su mente trabajaba a toda velocidad para intentar ordenar la información. Había descargado un golpe capaz de atravesar incluso el blindaje de los tanques defensivos de la Fuerza Terrestre Sacra... y la otra lo había detenido con una sola mano. Era una situación absurda, pero trató de dominar el caos en su mente y buscar una explicación lógica.
«Tranquila. Piensa con frialdad... El heraldo del caos es un ser que se opone a los héroes. Usa distintos tipos de poderes...»
El primer hombre, el de pelo blanco, era probablemente solo un guerrero local, un bárbaro fuerte pero no un heraldo. La niña de después, que aparentaba tener poca edad, debía ser uno de esos heraldos especializados en el combate. Y el de negro, que lanzaba ataques de confusión, sería uno especializado en habilidades tácticas. La chica debía de ser del tipo especializado en defensa. Tenía que serlo.
Con todo lo que había aprendido en sus tres años de formación y adoctrinamiento como heroína, Alicia logró recobrar la calma.
—Si tú también eres un heraldo del caos... no tendré piedad.
—¿Eh? ¿Un qué?
—¡No necesito escucharte!
Con la maza en alto, Alicia se lanzó al ataque, levantando la arena al pisar con fuerza.
—Mujer... ¿No podemos hablarlo tranquilamente?
Sakuya adoptó una postura defensiva con aire despreocupado, completamente al margen de la tensión del momento.
—Activar —pronunció Yuusuke.
Con un nuevo Shift Move, teletransportó a Alicia de nuevo a su punto de partida.
—¡¿Pero qué...?!
—Uf...
Mientras gritaba furiosa desde una posición totalmente alejada y alzaba la maza en vano, en el fondo se oyo a Hinke soltando la carcajada. Yuusuke ignoró ese detalle y se dirigió con una sonrisa nerviosa a Sakuya.
—Esto... Te estoy muy agradecido. ¿Estás bien?
—Sí, tranquilo. Déjamelo a mí, ¿vale?
Yuusuke sabía que todavía tenía algunas cartas en la manga para frenar a Alicia. Pero con un enemigo tan claramente desbalanceado como ese, la única opción que se le ocurría pasaba por herirla de gravedad para detenerla.
Y aunque se suponía que ya no era un simple humano, el espíritu pacifista de Yuusuke le impedía llegar a ese extremo sin más. Si había una manera de evitar que ambos lados salieran heridos, quería intentarlo. Por eso, decidió confiar en la seguridad que mostraba Sakuya.
—¡Túúúú...!
Una Alicia encolerizada y desatada cargó a toda velocidad hacia ellos.
Y mientras se lanzaba como un vendaval, Yuusuke se retiró discretamente hacia la retaguardia, donde lo esperaban sus aliados. Dejó el asunto completamente en manos de Sakuya.
—Vaya. Eso sí que no me lo esperaba... —murmuró Yuusuke mientras observaba a Sakuya Tsuzuki, a quien hasta hacía poco había considerado una civil corriente, pese al pequeño detalle de que había llegado volando. Sin pensar en su propia situación, consideró que el dicho de «Las apariencias engañan» era más cierto que nunca.
A su lado, y discreto como siempre, Vermeer se acercó para ponerle al tanto de lo que sabían sobre Sakuya hasta ahora.
—Según Zaisha, también es una sanadora increíblemente hábil.
—¿Ah, sí? ¿En serio, Zaisha?
—Sí. Nos ayudó a curar al rey de Gazzetta, y su poder es impresionante.
—Yo también lo vi —añadió Sun—. Cuando curó a Ayuukas, no le quedó ni una sola marca.
Ambas afirmaban que su capacidad curativa superaba incluso la de Zeshald, pese a que este utilizaba un artefacto sagrado especialmente fabricado por Yuusuke. Yuusuke miró entonces a Shinja y a Ayuukas. Ambos asintieron con convicción: no era exageración.
—Ahora que lo decís... Ayuukas, ¿tú resultaste herida de gravedad?
—Sí, me estrellé contra algo duro al salir volando. Quedé bastante hecha papilla.
Aunque su cuerpo inmortal habría acabado regenerándose solo, explicó que la luz sanadora de Sakuya cerró sus heridas de forma casi instantánea.
Mientras conversaban, Yuusuke reparó con su habilidad de personalización la gran espada de platino de Shinja. Luego volvió a centrar su atención en el campo de batalla, donde Sakuya ahora estaba frente a frente con Alicia.
Un viento cortante acompañaba el zumbido de cada golpe: la enorme maza de Alicia, que en teoría debía ser un arma de peso abrumador, giraba como si no pesara nada. Sin embargo, Sakuya detenía todos y cada uno de sus ataques con una sola mano. Más concretamente, no es que los interceptara por la mano en sí, sino que se estrellaban contra una especie de muro invisible a escasos centímetros de ella.
—Oye, Alicia... ¿Por qué estás atacando a la gente de Kaltcio?
—¡Porque es mi misión!
Exasperada y cada vez más inquieta, la heroína no lograba siquiera rozar a aquella chica de alas negras que no paraba de insistir en hablar con ella, como si quisiera seducirla con palabras dulces. Cada intento frustrado aumentaba su irritación, y sus ataques se volvían más caóticos. La maza empezó a trazar trayectorias irregulares.
—¡Tomaaaaa!
Aparentemente, alzó el arma desde abajo hacia arriba, simulando un ataque ascendente, pero en el último momento, la cambió de dirección y la dejó caer en vertical. Golpeó el suelo con fuerza, levantando una columna de arena que generó una densa cortina de polvo para ocultar sus movimientos. Aprovechando esa distracción, Alicia intentó rodear a Sakuya y atacarla por la espalda. No obstante, una ráfaga repentina dispersó la niebla de arena en un instante. Aun así, Alicia ya se encontraba justo detrás de ella y, sin dudarlo, lanzó la maza contra la vulnerable espalda de la chica. Mas...
—¿¡Qué!?
Pese a tener la fuerza suficiente para aplastar cualquier cosa, detuvo el arma a escasos centímetros sin llegar a tocarla. Sakuya se giró grácilmente y Alicia, desconcertada, retrocedió un paso.
La sonrisa que Sakuya le dedicó parecía amable y serena. Para Yuusuke y los suyos, que la veían como una aliada. Pero para Alicia era una sonrisa diferente, algo inquietante.
—¡Graaaaaah!
Soltando un rugido de furia, Alicia desató una brillante aura de luz y comenzó a golpear con una rapidez inhumana. Lo que antes eran sacudidas aisladas del aire ahora se convertían en una serie de impactos que hacían temblar la atmósfera sin pausa: el sonido sordo de los choques se transformó en un tamborileo imposible de seguir. Una técnica tan simple como girar un arma pesada con rapidez se convertía, en sus manos, en una tormenta de fuerza bruta. Sin embargo, el retroceso que implicaban esos movimientos, por la fuerza de su peso y la inercia, harían imposible que una armadura normal soportase semejante tensión. Ni siquiera un exoesqueleto como el de los soldados de Polvatia podría resistir algo así sin dañarse.
Era un ataque mortal en toda regla. Nadie en su sano juicio se hubiera atrevido a acercarse. Habría bastado un solo roce para convertir un cuerpo humano en carne picada. Pese a todo, la muchacha de alas negras, Sakuya, dio un paso al frente. No le rozó ni un cabello.
Un último «¡Dong!» sacudió el aire cuando cesó la lluvia de golpes. El asalto se interrumpió al haber sido obligada Alicia a retroceder por el paso de Sakuya. Pero entonces ocurrió algo aún más desconcertante.
—¡¿Qué...?!
Sin que supiera cómo, Sakuya alzó la mano con suavidad y pasó los dedos por la maza de Alicia, como si lo acariciara. En ese instante se oyó un leve «crac», y toda la superficie del arma se llenó de grietas. Acto seguido, la gigantesca maza comenzó a resquebrajarse y deshacerse, hasta que no quedó de ella más que polvo, incluida la empuñadura que Alicia aún sujetaba.
—Se le ha roto el arma... —Shinja no pudo evitar murmurar al ver la escena.
—Mmm... Esa chica, no hay por dónde cogerla.
Primero parecía una experta en curación, luego desplegó una defensa que no dejaba pasar ningún ataque, y ahora era capaz de pulverizar con un simple gesto un arma que, por su grosor y solidez, debía de estar entre las más resistentes jamás forjadas. Y por si fuera poco, volaba. Ni siquiera Ayuukas, con sus tres mil años de vida, recordaba haber visto nunca algo semejante.
—Su onda divina se parece a la suya, capitán... ¿Será alguien con un poder similar? —aventuró Vermeer.
—Quién sabe... —respondió Yuusuke, ladeando la cabeza.
Romper un arma, en sí, era algo que él también podía hacer si se lo proponía... pero en el caso de Alicia, acercarse lo suficiente al mazo como para tocarlo ya era un desafío en sí mismo.
Alicia observó con estupor sus manos vacías tras la destrucción de su arma. Alzó de pronto la mirada hacia Sakuya con una expresión inconfundible de terror.
—Uaaaaaah...
Y de repente, se lanzó a golpearla. Arrojó un puñetazo lo bastante potente como para partir una roca, pero no pudo atravesar aquella barrera invisible que ni siquiera había cedido ante el embate brutal de su maza. Poco después, la luz que envolvía su cuerpo se desvaneció; probablemente, el tiempo de su potenciación se había agotado.
Sakuya le dijo algo con calma, pero Alicia no respondió: seguía golpeando con desesperación la barrera.
—Gaaaaaah...
—Vaya... Pues no queda otra... ¡Golpe relámpago...! —Su mano derecha empezó a brillar con una luz azulada mientras adoptaba una postura ladeada. Entonces, avanzó un paso y, dejando un rastro de luz tras su brazo, lo lanzó hacia delante—. ¡Despierta de un bofetón...!
Un sonoro «¡Zas!» rompió el silencio. Alicia cayó de culo al suelo. La quietud se extendió como un velo. El viento arrastró un leve remolino de arena entre las dos. Con una mano en la mejilla, Alicia se miró a Sakuya atónita. Al cabo de unos segundos, se incorporó lentamente y levantó los puños, como si fuera a seguir luchando...
...pero en su postura no había fuerza, ni convicción. Estaba vacía.
Cuando parecía que el combate estaba a punto de concluir, los de Kaltcio observaban a Sakuya y Alicia conteniendo el aliento. Fue entonces cuando, desde la retaguardia, se oyó una voz.
—¡Ya basta, Alicia! ¡No sigas con esta locura! ¡Vuelve!
—¡Estoy bien! ¡No pasa nada!
Uno de los pilotos capturados de los cazas se había adelantado desde las filas de la guardia. Alicia reaccionó claramente al oírle.
Pensando que quizás se conocían, Yuusuke desvió la mirada hacia los prisioneros. Vio que uno de los guardias estaba a punto de alzar su lanza para silenciar al piloto. Rápidamente, ejecutó una acción desde su menú de personalización. Encerró al guardia en una pequeña barrera con forma de celosía para detenerlo.
—A ver —le reprendió, un poco irritado—, ¿qué sentido tiene golpearle justo cuando el tipo está intentando convencerla de que pare de luchar? —Es cierto que habían salido del refugio por su cuenta, pero tampoco les habían dado órdenes explícitas de no moverse ni hablar—. Vamos a ser un poco flexibles, ¿no?
—S-Sí. M-Mil disculpas...
—Muy bien hecho —dijo Sakuya, sonriendo con admiración desde su posición, al ver al soldado disculpándose—. Me gusta tu forma de pensar.
Tras ese intercambio final, algo de vida volvió al rostro de Alicia. Dio un gran salto hacia atrás para tomar distancia y alzó la mano para hacer una señal de recogida al hidrodeslizador que seguía orbitando en el cielo. Por fin había tomado la decisión de retirarse.
Se subió de un salto a la nave, que descendió a baja altitud, y antes de marcharse, miró una vez más hacia Kanan y los suyos. Finalmente, dirigió la vista hacia Yuusuke y Sakuya. Así, emprendió la vuelta a la gran masa continental de Polvatia.
Holaaa, no vas a traducir más días de re:monster?
ResponderEliminarSí, los voy a traducir. ¿En el corto plazo? No. Ahora, como ves, estoy liada con WCC.
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